La influencia económica de China en América Latina era prácticamente inexistente hace 10 años. Los fuertes vínculos políticos y comerciales con EE.UU. dominaron la región durante décadas. Pero China ha logrado desplazar al gigante norteamericano como principal socio comercial de Chile, Perú, Argentina y Brasil, aseguran los informes del Banco Mundial. La “conexión china” ayudó a muchas economías latinoamericanas a sortear la crisis financiera internacional mejor que los países industrializados, así como a proyectar uno de los repuntes más firmes del mundo para 2010. Es el caso de Chile, Perú y Costa Rica, que disponen de tratados de libre comercio con el país asiático. Y es también el de Brasil, Colombia, Panamá y Argentina. No es así el de México, que sufrió en 2009 la peor desaceleración de la región, en parte por su fuerte dependencia de EE.UU. “Cooperación amistosa para el desarrollo común”, anuncia la política exterior china hacia América Latina. Sin embargo, con cada acuerdo de cooperación, tratado de libre comercio o negocio, las relaciones sinolatinoamericanas despiertan preocupaciones. ¿Pierden terreno Europa y Estados Unidos? ¿Negocian los latinoamericanos en igualdad de condiciones? DW-WORLD consultó a tres economistas alemanes. Materias primas contra productos industriales “Los intereses chinos son bien diferenciados en los diferentes Estados latinoamericanos, pues China está sobre todo interesada en el acceso a materias primas y fuentes primarias de energía (petróleo y gas natural)” dijo a DW-WORLD Hartmut Sangmeister, del Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad de Heidelberg. “Un país dependiente de materias primas está entregado a las fluctuaciones de su demanda y precios en el mercado mundial y esto no es positivo para el desarrollo económico de la región”, explica Rolf Langhammer, vicepresidente del Instituto de Investigaciones de la Economía Mundial de la Universidad de Kiel. Por el momento, productos primarios o materias primas como la soya, azúcar, uvas, piel, cobre, cinc o estaño, abarcan un 60 por ciento del volumen total de importaciones chinas desde América Latina; mientras que los productos industriales sólo ocupan un 9 por ciento, agregó Langhammer. “China no es más que otro país extranjero con intereses económicos en América Latina”, asegura Sangmeister, extrapolando la cita de un periodista senegalés sobre las relaciones China-África. Una relación favorable para ambos socios comerciales sólo puede tener lugar si Latinoamérica desarrolla sus capacidades industriales, apunta Langhammer. “Chile, por ejemplo, ha intentado posicionarse en el mercado mundial con productos agrícolas de alta calidad y liberarse de la dependencia de la exportación de cobre. Pero el desarrollo económico mundial ha jugado en su contra y los precios de las materias primas han subido justamente gracias al apetito chino”, recordó el experto de Kiel. Pero es justamente esa coyuntura la que ha salvado a la región frente a la contracción de los mercados europeos y estadounidense. De ahí que también funcionarios del Banco Mundial coincidan en que la “conexión china” no sólo ha beneficiado al país asiático, sino también a América Latina. ¿Socios comerciales o rivales? El tipo de relaciones que los diferentes países latinoamericanos establecen con China, depende de su estructura de exportaciones, precisa Jann Lay, del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos de Hamburgo. “China se ha convertido en un importante socio comercial y mercado de exportación para los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), cuyos productos exportables se complementan con los del país asiático”. Pero los productores de calzado y vestido mexicanos y centroamericanos tienen que competir con las baratas manufacturas chinas, y pierden mercado en su propio territorio y en el norteamericano, explicó el experto. “Hacia el norte, en países como Venezuela, Perú o Cuba, se hace más notable la dependencia del comercio con materias primas”, aseguró Langhammer. México es el mayor importador de productos chinos en la región, pero menos del 1 por ciento de sus exportaciones llegan a China. Hacia el sur, en países como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, dominan ya productos agrícolas elaborados. Estos países, productores de carne como producto final elaborado, tendrán en China un gran mercado, si el país continúa enriqueciendose y desarrollando la demanda de su clase media, estimó el economista de la Universidad de Kiel. Los pequeños países de Centroamérica y el Caribe, sin embargo, sólo tienen un rol en la política latinoamericana del Gobierno chino en relación con la imposición de su doctrina de ‘una sola China’, asegura Harmut Sangmeister. De acuerdo con esta doctrina, China no reconoce la independencia de Taiwán y evita sostener relaciones con países como los centroamericanos, con los que la “provincia disidente” mantiene vínculos políticos y comerciales –suscritos, por ejemplo, en el Tratado de Libre Comercio con Honduras y El Salvador. Inversiones directas Ecuador, el socio más pequeño de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), suscribió la pasada semana un crédito de unos 1.700 millones de dólares con el Banco de Exportaciones e Importaciones de China (Eximbank) e inició negociaciones con su Banco de Desarrollo por otros 1.000 millones, para financiar parte de la infraestructura hidroeléctrica que debe contribuir al cambio de la matriz energética ecuatoriana. También con Cuba, China proyecta la construcción conjunta de un hotel por valor de 117 millones dólares. Sin embargo, ese tipo de inversiones directas de China “en capital productivo” son aún minoría en la región, asegura Jann Lay desde Hamburgo. Su desarrollo actual indica que crecerán, pero – por el momento – alrededor de un 95% de ellas se concentra en los llamados ‘paraísos fiscales’ (islas Caimán e Islas Vírgenes Británicas), dijo el experto del Instituto GIGA. ¿Desplazadas Europa y EE.UU.? La reserva de las potencias europeas o de Estados Unidos frente a la expansión China en la región se comprende, sobre todo, como una preocupación por el poder en la geopolítica macroeconómica internacional. Adicionalmente, las potencias occidentales sospechan de la presencia estatal tras las inversiones chinas, con lo cual “determinados factores políticos podrían ganar influencia bajo determinadas condiciones”. Pero desde el punto de vista económico, este es un proceso natural para la economía china, que crece a un ritmo acelerado y gana peso en muchos sectores de la economía mundial, aseguró el economista de Hamburgo. Por el momento, Estados Unidos y Europa continúan siendo aún los socios comerciales más importantes de la región como conjunto. No obstante, la “conexión china” contribuye a liberar a las economías latinoamericanas de su histórica dependencia de la estadounidense. Pero el avance de los productos chinos sobre Latinoamérica dependerá, entre otros, del desarrollo de la política monetaria del Estado comunista, explicaron los expertos. ¿Precios justos y desarrollo industrial? Una revalorización del yuan (que el Estado chino mantiene subvalorado), podría debilitar la competitividad de los productos chinos y ajustar la de los latinoamericanos. Por otra parte, la extensión de la actual crisis del Euro favorecería las importaciones latinoamericanas desde Europa, advirtió el economista de la Universidad de Heidelberg, Hartmut Sangmeister. En cualquier caso, si bien la calidad es un factor crítico para los productos chinos de consumo masivo, los más baratos productos “made in China” seguirán encontrando mercado entre los sectores de menos poder adquisitivo en la región. De cara al mercado internacional y no sólo a América Latina, China tendrá que encontrar un nuevo modelo para su comercio exterior tras la crisis, insistió el vicepresidente del Instituto de la Economía Mundial en Kiel, Rolf Langhammer: “la demanda de productos chinos se reducirá en EE.UU. y Europa si estos países consolidan sus finanzas”. Para estos actores globales, es positivo que nuevos mercados alivien la presión china sobre los mercados europeos y estadounidense, aseguró Langhammer. Pero para América Latina, el juego depende de alcanzar una competencia justa: del desarrollo de las propias capacidades industriales y la revalorización de la moneda china.