Casale: del agnosticismo a la fe (De E-Cristians). Un ingeniero químico de origen catalán, Francisco Javier Casale, describe en esta entrevista su paso del agnosticismo a la Iglesia. -¿Cómo definiría el agnosticismo? -Bueno, definir el agnosticismo no es sencillo, pero yo diría que el agnóstico es una persona que no quiere comprometerse, vé el camino, pero la verdad compromete y como no quiere comprometerse, no la sigue. El agnóstico no niega ni afirma, si afirmara, ya estaría comprometiéndose con la verdad. Yo personalmente soy la parábola del hijo pródigo, y puedo decir que no perdí la fe por motivos identificados, sino por circunstancias internas y externas. -¿Cómo salió del agnosticismo? Francisco J. Casale: El cómo no lo sé, el Señor lo sabrá. Yo experimenté, como intuiciones o mociones del alma, aparentemente simples que no decían nada, pero supe que algo tenía que hacer. En la vida se abrían dos puertas, creer o no creer, yo libremente, pude elegir una, y la vida es muy distinta de una y otra forma. Después de un tiempo de lucha y de no querer comprometerme, cuando me encontré con el "deseo", no tardé mucho en decidirme. El deseo al que me refiero, es el deseo de trascendencia, que más tarde se concretaría dentro de la Iglesia Católica. -¿Qué encontró usted en la Iglesia que no encontraba en la sociedad en la que se movía? Francisco J. Casale: Mucho, primero a Dios. En la sociedad en la que nos movemos, encontrar a Dios y hablar de Él es difícil. En la Iglesia encontré a Jesucristo que se revela y se muestra Dios, que me ha elegido a mí. Yo no abrí un catálogo de iglesias esperando encontrar una por la que decidirme, me ha tocado vivir en España, yo no elegí eso, y por tanto mi entrada en la Iglesia Católica una vez encontrado el deseo de trascendencia era natural. -¿Por qué cree que el mensaje de la Iglesia parece no llegar a la sociedad actual? Francisco J. Casale: No sé mucho de Teología, pero en la Iglesia hablamos de tres virtudes infusas: fe, esperanza y caridad; infusas quiere decir para entendernos que son ofrecidas por la Providencia de Dios, la persona las coge o no las coge. Y si vienen de Dios, no creo que la sociedad pueda influir demasiado en esto. La sociedad actual tiene males muy determinados, pero en todas las épocas históricas ha habido males de distinto color, y eso no tiene que influir en el creyente. Tal vez el creyente experimente hoy una sensación de soledad, pero mi experiencia es que la sociedad ni me ha impedido ni ha favorecido que yo sea creyente. Me pregunto qué sociedad vivía san Pablo y los primeros cristianos; a ellos se los perseguía para matarlos, aquí no nos matan, se burlan de nosotros pero no nos matan. La sociedad no tiene que influir en la decisión de la fe, si la sociedad influyera no sería fe, sino una cosa de hombres, y ya no sería una virtud ofrecida por Dios. La fe es una gracia a la que el creyente responde, yo recibí esa gracia, nadie vino a buscarme. Yo sólo puse el sí. -Algunos afirman que la Iglesia debe "actualizar" su mensaje y adaptarse a los tiempos, se citan como ejemplos los "matrimonios" homosexuales o el uso de preservativos ¿qué opina de esto? Francisco J. Casale: ¡Qué horror! Está escrito que el Señor tiene palabras de vida eterna. Bajando las exigencias del Evangelio no se hacen más adeptos. El gran problema de los cristianos de hoy no es la Teología, hoy nadie discute si Dios es uno o trino, hoy el problema es la Teología Moral, que en la Iglesia es muy exigente. La ventaja cuando uno consulta a un adivino es que no exigen nada. Religiones como el Budismo tienen pocas exigencias morales, incluso en algunas iglesias cristianas separadas no ven mal el divorcio. La Iglesia Católica es exigente en Moral, porque nosotros queremos ser santos, y eso es más difícil que ser ingeniero. La Iglesia es tal como es y debemos respetar los principios morales eternos. -¿Defiende la Iglesia sus intereses, como dicen algunos, o el bien del hombre? Francisco J. Casale: Puedo decirle por mi experiencia que la Iglesia no me vino a buscar, yo la busqué a Ella. Como le decía antes, he recibido la fe de forma infusa, pero la doctrina me vino de la Iglesia, Ella me enseñó como llevar mi fe a las obras, me ofreció la Eucaristía. El camino en la fe me lo han enseñado mis hermanos. Que la Iglesia busca el bien del hombre es algo segurísimo. Otra cosa es que algunos de sus componentes, y todos somos pecadores, busquen sus propios intereses. Pero le puedo asegurar que de 100 sacerdotes que he conocido, 99 son santos y tal vez 1 va para demonio. Cuando rezo el Credo comulgo con él, creo en la afirmación de que la Iglesia es "una, santa, católica y apostólica", y si creo que es santa, es seguro que busca el bien del hombre.