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DETRÁS DE CADA FORTUNA HABÍA UN PAPA CON PLATA
UNA
ENTREVISTA CON
FRANCISCO DURAND
POR
ABELARDO
SÁNCHEZ LEÓN Y MARTÍN PAREDES.
La imagen de los empresarios nunca ha sido muy positiva
para el común de los ciudadanos, peor aún luego del régimen
de Fujimori. ¿Cómo ves tú al empresariado hoy? ¿Por qué es
tan mal visto por los peruanos?
El empresario de arriba, el de cuna, el que heredó fortuna, o el que
siendo de clase media o alta hizo fortuna, que son pocos, siempre
tuvo un alto nivel de rechazo social. Han estado metidos en el
clóset y la prueba más clara es que no hay biografías, no hacen
declaraciones a la prensa, no ocupan cargos, salvo raras
excepciones, en los grandes gremios. Los grandes no tienen
presencia pública y, por lo tanto, no aparecen como líderes.
Todo lo contrario, se ocultan.
Exacto, están metidos en el clóset y no quieren salir. En parte, eso
es por su propio origen de clase y su cultura elitista de no
mezclarse, de no relacionarse con los demás, pero también
porque tienen un alto nivel de rechazo social.
Una excepción es Benavides de la Quintana. Él vivió en Cerro
de Pasco, en Huancavelica, y puede jactarse de haber estado
más metido en el Perú profundo.
Hay varias cosas que podrían poner a don Alberto como una
excepción o un poco más lejos de los demás. En primer lugar, es
una persona con una alta formación académica: muy pocos tienen
una maestría en Geología en Harvard. Él sabe de lo que está
hablando, sabe ubicar el mineral, va a la sierra, lo que es muy
apreciado. Él ha sido gerente primero, el peruano con mayor cargo
en la Cerro de Pasco Corporation, hecho que también es
excepcional. Y a partir de ahí, ha ido invirtiendo, comprando
minas, explotándolas, empezando de abajo.
Eso le da legitimidad.
Sí, porque son muy pocos los que teniendo un gran nivel
académico han hecho fortuna por sí mismos. Benavides viene de
una familia de clase media, con ciertos orígenes agrarios,
vinculado a hacendados, pero uno puede decir que se merece su
plata. La idea popular de que detrás de cada fortuna hay un
crimen es muy fuerte en el Perú.
Otro empresario con carisma, que estuvo en Chimbote, es
Banchero Rossi.
Él era más popular que Benavides de la Quintana. Banchero era
un empresario de origen europeo, de familia italiana, que hizo
plata con la pesca. Y la pesca es un sector bien difícil: puedes
hacer fortuna hoy y perderla mañana porque tiene doble
estacionalidad. Hay variaciones fuertes del precio en el mercado
mundial y el pescado se va. Cuando te cogen esas dos
estacionalidades puedes hundirte. Banchero hizo plata en un
negocio bravo. Pero él tenía la ventaja de ser un hombre muy
cercano al pueblo, quizá por ser provinciano. Su trato era muy
horizontal y eso se reconocía. Ahí hay una especie de burguesía
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nacional con cierto prestigio, pero esos son casos más
excepcionales.
Hay otro caso polémico: Luis León Rupp.
Luis León Rupp hizo dinero rápido, pero cayó estrepitosamente
cuando sus bancos quebraron. Su imagen es bastante negativa. Y
en ese período, probablemente gracias a Richard Webb en el
Banco Central, no hubo rescate financiero, a diferencia de lo que
ha ocurrido antes y después.
Él, como Banchero, entra en una actividad complicada: el
periodismo. Para muchos, «El Observador» fue un muy buen
diario; para otros, tuvo una pelea con Manuel Ulloa. ¿Hay un
ingrediente político en la caída de León Rupp?
Puede ser, pero más probable es que sea al revés: en la medida
en que sus negocios requerían un soporte político, hizo un
periódico, lo que te da influencia, acceso, capacidad de presión. Al
regresar de España en 2001, cuando prescribió su caso, le
quedaban hoteles, activos de terrenos, muchos de ellos
embargados. El Hotel Cesar’s, que fue su principal inversión, ha
cerrado. Y el Bolívar también.
Con Fujimori hay una cosa rara. Los empresarios son
fujimoristas y, al mismo tiempo, existe la idea de que muchos
han quebrado. Sin embargo, se dice que hicieron mucha
plata.
Los sobrevivientes hicieron mucha plata. Durante el gobierno de
Fujimori aparece una nueva hornada de medianos empresarios
que se convierten en grandes. Por ejemplo, J. J. Camet
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Contratistas Generales era una empresa que estaba en el medio
de la lista y pasó a ser la cuarta o quinta de las grandes empresas.
Y ha hecho dinero durante ocho años, si contamos el momento en
que Camet se hace ministro. Ahora es uno de los directores del
Banco de Crédito, el primer banco del país. Todos los que fueron
ministros de Economía eran empresarios y han tenido problemas
por juicios. Con Fujimori lo que hay es un tercer intento por
introducir el neoliberalismo, después de otros dos: el de Morales
Bermúdez luego de la crisis del 77, y el de Belaunde. A partir de
ahí cambian las reglas del juego. En esa apertura final y definitiva
hay muchos empresarios que son desplazados del mercado.
Quienes tenían ya el viento a favor bajo ese modelo económico
hicieron dinero, por lo menos hasta 1998. Ese año hay una
quiebra y sufre mucho un sector empresarial, sobre todo el
bancario. Ahí quiebran Picasso, el Wiese… Casi todos los bancos
nacionales, excepto el de Crédito, han quebrado y numerosas
empresas han sido ayudadas por el Estado o rescatadas. Pero en
ese periodo el empresariado siente que hay un presidente y un
Ejecutivo que los escucha, les abre las puertas, los apoya, que no
varía las reglas del juego; al contrario, si hay variaciones, son a
favor de las empresas, como las exoneraciones tributarias. Para
ellos, Fujimori es el campeón de la empresa privada.
Hay muchos que pasan también por el SIN para arreglar sus
problemas o hacer grandes negocios.
Sí, y también pasan por el Ministerio de Economía y Finanzas, que
se convirtió en el principal espacio de rentas, sobre todo de tipo
tributario, de asignación de contratos por la vía de la licitación
pública, etcétera. A través de Hurtado Miller, Boloña, Camet, Joy
Way y Goldenberg los empresarios han tenido acceso e influencia
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como nunca antes los tuvieron. Pero también han pasado por la
Presidencia
cuando
había
necesidad
de
discutir
nuevas
inversiones, o cuando había juicios o favores que pedir que no
podía resolver ninguna otra instancia pasaban por el SIN,
quisieran o no. Son los casos de Hayduk, Newmont, Lucchetti y
otros más que no sabemos.
¿En 1990 Fujimori es consciente de esta apuesta neoliberal?
¿Es una apuesta económica, política, jalarse a esa gente, o
hay la idea de que la parte económica no la manejaba
Fujimori?
Fujimori dejó operar. Repartió el poder con el Ministerio de
Economía y Finanzas (MEF) y asignó otro ministerio, aparte del
MEF, a los empresarios, que era el Ministerio de Industrias. Por lo
menos había dos puestos en el gabinete que eran para los
empresarios o personajes técnicos muy vinculados al mundo
empresarial. Desde Velasco en adelante ningún gobierno ha
hecho eso, lo cual es apreciado.
¿El MEF tenía cierta autonomía, era el que verdaderamente
gobernaba, y Fujimori estaba más en la parte social?
Entre 1999 y el año 2000 hice muchas entrevistas a empresarios y
me di cuenta de que eran fundamentalmente fujimoristas, pero
había un sector que comenzaba a dudar porque no sabía si el
régimen iba a tener continuidad, y porque le temía a Montesinos y
compañía, que comenzaban a exigir demasiado a los empresarios.
Fujimori operó bajo un esquema de reparto del poder. Concentró
el poder en el MEF, en el SIN y en la Presidencia, y dejó que el
MEF operara. Pero hay que tomar en consideración que cuando
hay nuevas inversiones y grandes decisiones que tomar, que
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conciernen a inversionistas básicamente extranjeros, eso se
negocia con la Presidencia.
Entonces Camet es una figura tan importante como la de
Montesinos en el SIN.
El de Fujimori es un gobierno que lleva a un extremo la
concentración del poder político. Es muy parecido al de Leguía. No
solo lo concentra en el Ejecutivo; a partir del golpe de 1992
interviene el Poder Judicial y cierra el Congreso y después logra,
con apoyo popular, controlar el Congreso. Pero creo que eso no
es lo más importante, sino la concentración del poder al interior del
Ejecutivo, en torno a la Presidencia, porque le quitó todo el gasto
de capital a los ministerios y creó Foncodes, el Infes, Pronaa y
toda esa serie de instituciones que dependían del Ministerio de la
Presidencia. Con ello, Fujimori directamente o a través de estos
ministros y directores, podía hacer política social. Eso lo vinculaba
a las masas y además le daba dinero que repartir, lo que en
política es muy importante. Concentra el poder también en el SIN,
que controla principalmente a las Fuerzas Armadas y Policiales, y
luego en el MEF. El MEF aísla al Banco Central de Reserva y llega
un momento en que comienza a someter o meter bajo su órbita,
dependiendo de los casos, a la Superintendencia de Banca y
Seguros, a la Sunat, a Aduanas y otras instituciones. Toda esa
aparente autonomía se perdió durante la gestión de Camet. Hubo
una enorme concentración del poder en esas instancias, y en
torno a ellas se genera un triángulo que ha operado durante los
años noventa. En la medida en que este triángulo tiene que ver
con muchos grandes empresarios, no con todos, tenemos esa
imagen negativa. Cualquier evaluación de Fujimori no solo puede
referirse a su traición, a sus ambiciones personales, a su probable
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corrupción; a Montesinos, sino también, como parte de la mesa del
poder que sostuvo al régimen durante diez años, a un sector
empresarial peruano y extranjero que se benefició de ese régimen.
Y ese sector no ha sufrido el peso de la ley, como lo han
hecho los militares y otros. El sentido común dice que
Fujimori estuvo bien en la economía y mal en lo político. Lo
neoliberal sigue siendo el sentido común hasta hoy. Toledo lo
ha seguido y el que se aleje un poco de ello... Entonces
personajes como Fritz Du Bois tienen vigencia; no los
políticos sino los economistas.
Digamos que el balance del régimen es fundamentalmente
negativo. La condena social pasa primero por Montesinos y su
entorno, donde hay muchos militares, policías y generales
testaferros; pasa por Fujimori y su entorno político, y también por
los sectores que operaron en el MEF o en torno a él, donde están
los ministros de Economía y el Instituto Peruano de Economía
(IPE). Los llamados crímenes de cuello y corbata o crimen
corporativo se condenan de manera más suave. Generalmente se
echa la culpa a la empresa en lugar de a la persona; no hay una
condena social como la podría haber en el caso de Fujimori o
Montesinos.
Cuando dices que un sector empresarial «sostuvo al
régimen» de Fujimori, en el sentido de que lo apoyaba, era un
soporte, ¿en qué medida lo compromete?
Compromete a aquellos que estuvieron en esa alianza. Dicho sea
de paso, no son todos, y el número tiende a disminuir a medida
que el régimen intenta quedarse, cuando comienza el período más
arbitrario y corrupto, que son los dos o tres últimos años de
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Fujimori. Una vez un empresario importante me dijo literalmente
«yo soy amigo de Montesinos, he trabajado con el general
Hermoza, he contribuido con el régimen en la lucha contra el
terrorismo; sin embargo, hemos creado un monstruo que se está
volviendo sobre nosotros». Al caer Montesinos, los empresarios sí
se la juegan por Fujimori. La Confiep y los dirigentes
empresariales en ese período dijeron que había que hacer la
distinción, quisieron darle sostenibilidad a ese régimen para que
se mantuviera en el poder por lo menos un año más. En esa
medida sí son responsables de lo que han declarado públicamente
y de lo que han hecho en privado. También hay un sector que se
apartó o se distanció y hay otro que lo combatió y que pagó las
consecuencias.
No ha habido una discusión económica entre dos grupos
radicalmente diferenciados. El IPE por un lado, y lo que
llamaríamos Actualidad Económica, por el otro. Incluso podría
haber una timidez, una falta de argumentos, para revertir esta
cosa neoliberal a ultranza. Como que han sido derrotados.
¿Tú lo ves así?
Creo que han sido derrotados hasta el momento. Yo participé
bastante en Actualidad Económica, tanto como en Quehacer.
Desde allí seguíamos la coyuntura con bastante cercanía. Éramos
leídos, pero hubo una decisión de parte de las élites del poder de
no comentar la revista, de no discutir públicamente los
argumentos. Sabíamos que había todo un sector de empresarios
que la leían con bastante regularidad. Pero alguien una vez se
acercó a Beto Graña, que era el director, y le dijo «a ustedes
teníamos que ignorarlos». Hubo de parte de ellos una decisión de
no discutir, de no hacer referencias, de no dar ocasión a un
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debate. Por el lado de Actualidad Económica fue lo contrario:
siempre buscaba el debate y la discusión pero nunca encontró el
espacio, en el país por lo menos, y creo que esa situación
continúa. Instituciones como el IPE han copado los grandes
espacios de discusión mediática, tienen mucha presencia en la
prensa, entre los periodistas económicos y, salvo excepciones,
como es el caso de Humberto Campodónico u ocasionales
entrevistas, no hay mayor crítica. Este sector crítico, que continúa
publicando
una
revista
en
Internet,
influye
en
espacios
académicos, quizá en políticos interesados en política económica
o en economía política, pero no van más allá.
¿Tú verías una aproximación entre una izquierda económica
pensante, técnica, y Alan García?
No estoy muy seguro de eso. Después de su regreso de la
convención del Partido Demócrata de Estados Unidos, ha habido
un acercamiento mucho más evidente de parte del Apra a las
grandes fuerzas del mercado. En el ámbito de sus presidencias
regionales la relación es muy cercana y colaborativa. Sería ir
demasiado lejos pensar que el Apra esté en la oposición sincera al
modelo económico, como lo están Actualidad Económica o
algunos economistas independientes.
Pero sin partido, sin un vocero político, se queda en la
academia. El IPE sí ha tenido una presencia en el gobierno de
Fujimori, y en el de Belaunde también.
Pero te das cuenta de que el IPE ha estado en el poder durante
toda la gestión de Camet y que asesora a lo que es el corazón de
las grandes corporaciones peruanas. A partir de ahí tiene
influencia
en
todo
un
grupo
de
consultores
y
expertos
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internacionales y, además, una presencia muy fuerte en los
medios. El otro sector, el crítico, empieza a elaborar un discurso
señalando las limitaciones de este modelo. Podríamos construir
alternativas diferentes sin que cambie la lógica de mercado, pero
construyendo un Estado que equilibre más la relación y defienda
los derechos no solo de los trabajadores sino también de los
consumidores, los pensionistas, los ahorristas, los clientes, de los
usuarios que hoy nadie defiende, al menos no orgánicamente. Esa
es una nueva realidad del modelo. Antes le reclamábamos al
Estado, pero ahora a quien hay que reclamarle es a Telefónica, a
Luz del Sur o a los bancos.
Pero no hay un candidato probable que lleve esas ideas y las
haga públicas.
En estos momentos no, pero ten en cuenta que estamos en un
contraciclo y esto se ve en toda América Latina. Cada vez más
hay una crítica más seria, más profunda, mejor documentada, a
las limitaciones del modelo económico. Los intelectuales que han
concebido las fallas de este modelo y proponen alternativas no
logran vender ese mensaje a los sectores populares y a los
partidos o fuerzas políticas, menos aún a los medios de
comunicación. El Perú empezó ese contraciclo exactamente con el
arequipazo, que significó un punto de quiebre porque a partir de
ahí se frena el proceso de privatización. A partir de ahí han crecido
las críticas, las demandas, las protestas, que no tiene que ver solo
con la pobreza o con lo que hace el Estado, sino con el enorme
poder concentrado en estas empresas y la debilidad de un Estado
que no llega a contrabalancear la situación. Creo que eso se va a
expresar en las próximas elecciones. Hay banderas tiradas en el
suelo y habría que ver quién puede recogerlas. Quizá el Apra, por
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lo menos a nivel simbólico. Pero el Apra se da cuenta de que no
puede gobernar sin las fuerzas del mercado y está, por su pasado,
dispuesta a hacer muchas concesiones. Podría ser Paniagua,
siempre y cuando tenga una línea política orientada a un Estado
que cumpla una mayor función social. Paniagua es muy
moderado, aunque si uno escucha sus planteamientos con
atención sostiene que necesitamos un Estado mejor que
contrabalancee este enorme poder que se ha acostumbrado a los
derechos adquiridos durante el gobierno de Fujimori. La izquierda
debía ser una defensora, pero creo que está encajonada, es una
minoría electoral, y no se ha dado cuenta de que sus viejas bases
de
apoyo
—los
obreros
y
el
sector
asalariado—
son
numéricamente más reducidas, tienen menos capacidad de
acción. Si van a defender eso, están apoyándose en un sector
minoritario.
La presencia del sector neoliberal, expresado en dos
directores de diarios que son economistas, Aldo Mariátegui y
Augusto Álvarez Rodrich, indicaría que hay una defensa
natural a lo neoliberal. Incluso cuando ocurrió el arequipazo
contra la privatización fue visto como algo irracional.
Los medios se han convertido en grandes aliados de las fuerzas
neoliberales. Los medios han hecho una labor tal que muchas de
las ideas neoliberales se han convertido en sentido común. Ese es
un reconocimiento de su eficacia. Pero ahora hay un contrasentido
común que dice «yo que he comprado dólares falsos por qué no
tengo derecho a una devolución justa y rápida», «por qué yo que
soy pensionista estoy pagando estas comisiones», «por qué
cuando pido un préstamo al banco tengo que pagar estas tasas de
interés». No hay una noción de derechos que haya sido
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internalizada por estos sectores. Sin embargo, es importante notar
que, en la medida en que estamos en un sistema más equilibrado,
en parte como reacción contra los excesos concentradores del
fujimorismo, la gran empresa, sobre todo la de servicio público,
tiene una preocupación mayor por lo que hace el Congreso y su
Comisión de Defensa al Consumidor. La Confiep planteó la
eliminación de esta Comisión y quiso reducir estos organismos
reguladores y concentrarlos todos en Indecopi.
Pero las empresas tienen buena prensa y eso es una gran
ventaja. La prensa es la primera instancia a la que acuden los
consumidores y un gran sector de esta está subsidiada por
grandes empresas.
Gran parte de la prensa y de los periodistas cumplen un rol de
defensa de la actual política económica, rol que se manifiesta de
dos maneras: una como áulicos, en el sentido de que presentan a
las empresas con una visión excesivamente positiva, tanto así que
las páginas económicas de varios diarios son básicamente
publirreportajes; y como sicofantes, en la medida en que satanizan
o presentan negativamente a quienes expresan un punto de vista
diferente o crítico, o a las masas que comienzan a generar este
tipo de reclamo. En general los medios, sea porque han abierto
sus puertas a economistas o periodistas neoliberales, o porque es
mayor su necesidad de publicidad —que es proveída por las
grandes empresas—, siguen esa tendencia. Como no pueden
hablar de las verdaderas cuestiones, tienen que hablar de las
falsas, de la farándula, de personajes y celebridades, porque
están autocensurados para tratar temas fundamentales. Las
grandes empresas tienen un sistema de alarma bastante efectivo.
Apenas se publica algo, el hecho es reportado y estas empiezan a
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activar mecanismos para que eso no vuelva a ocurrir o para limitar
lo que se escriba, e incluso para que se sancione a quien lo hizo y
deje de escribir.
¿Los narcotraficantes pueden ser considerados empresarios?
Sí, y con pleno derecho. Hay tres economías en este país. La
formal, comandada por algunos grupos sobrevivientes de poder
económico de América Latina, principalmente de Chile, Brasil,
Colombia, y empresas multinacionales. Ellos comandan la
economía. Pero también está la economía informal, manejada
fundamentalmente por empresarios, grandes y medianos, que son
totalmente desconocidos, que nunca hemos investigado. Viven de
no pagar impuestos, de no cumplir con las normas laborales. Para
poder operar tienen que coimear porque es la única manera de
hacer negocios con tranquilidad; por eso tienden a ocultarse. Si
uno va a los mercados o investiga el contrabando de hoja de coca,
se da cuenta de que esas cadenas están organizadas por
empresarios informales que no logramos identificar aún, pero que
son dinámicos y predominan en ciertos sectores. Después
tenemos la economía delictiva, que desarrolla dos grandes
actividades: el narcotráfico y el contrabando. Ahí también están
organizados, y a mayor escala que en los sectores informales.
Estamos hablando ya de corporaciones delictivas. En la economía
del narcotráfico tienes peruanos que han sido capaces, luego de
que se rompe el dominio del Cartel de Medellín, de comenzar a
producir pasta básica, lavada, y venderla a las mafias colombianas
o mexicanas, o incluso pasar a la producción de cocaína y actuar
a un mayor nivel, por lo menos en el mercado nacional.
¿El narco-Estado sería un fantasma luego de la presencia de
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Montesinos, Hermoza Ríos, el Ejército, el SIN, los grandes
narcotraficantes, Zevallos? No están desvinculados del poder.
¿Para ser Presidente del Perú hoy tienes que negociar, que
hablar con ellos?
No sé si los presidentes, pero no pueden operar sin algún tipo
apoyo del Estado. Si están haciendo dinero y crecen es porque el
Estado es incapaz o los tolera; probablemente es más lo segundo
que lo primero, porque esa tolerancia se gana capturando
instancias del Estado en las que ellos tienen interés. Este es un
fenómeno que comienza con la explosión de la cocaína en la
década de 1980, pero también se expresa en el Congreso, en
cierta prensa, en el control del Poder Judicial. Su capacidad de
acción política es bastante buena. ¿Han llegado al punto de
capturar el Estado? Creo que no. La tesis del narco-Estado es
demasiado exagerada. Debemos considerar los intereses de los
grandes
contrabandistas
y
narcotraficantes
como
agentes
económicos activos que buscan expresiones políticas. Aunque con
Fujimori se llegó a un punto en el cual tenían acceso, por lo menos
algunos de ellos, a las más altas instancias decisorias, eso no
convierte al Perú en un narco-Estado. Probablemente existió la
posibilidad en el año 1999 o 2000, cuando Fujimori cedió poder y
Montesinos se convirtió en el presidente virtual, el que tomaba las
decisiones. Creo que por unos meses sí hubo un narco-Estado, a
partir de julio de 2000 hasta noviembre.
¿Y los empresarios emergentes? ¿Cuántos hay?
Los empresarios emergentes, a diferencia del gran empresario,
son populares. ¿Cómo te explicas eso? En la sociedad peruana no
hay un rechazo per se al empresario o al que tiene dinero. Porque
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la persona que ha logrado desde abajo, a punta de esfuerzo, con
empeño, hacer empresa, tiene una popularidad curiosa. Se le
respeta. Hay un sector que ha llegado al nivel de medianos
empresarios y, excepcionalmente, a formar grupos de poder. El
caso de los Añaños, que vienen de Ayacucho y que están en la
fabricación de Kola Real, exportan al mercado mundial y tienen
plantas en México y Venezuela, es uno de los más conocidos.
Otro es Aquilino Flores, de Topy Top, exportador de textiles. En la
exportación agrícola van a ir surgiendo o ya hay empresarios pero
todavía son poco conocidos. Hay casos interesantes de
exportación de camu camu; allí destaca Hugo Villachica, un
empresario de San Ramón. Probablemente si hubiera más de
estos empresarios el modelo sería más popular.
¿Y no los hay más por algún tipo de dificultad?
Es un viejo problema: el factor empresarial nativo siempre ha sido
escaso en el Perú. Ha existido pero no ha logrado desarrollarse.
¿Qué es el factor empresarial?
Es la capacidad propia de generar empresa y tener éxito en el
mercado y poder competir con extranjeros o con otros nacionales.
Ese factor empresarial es el elemento decisivo en Chile y en
cualquier país desarrollado, pero aquí es escaso. Es el contexto el
que no permite generarlo.
¿En qué medida el empresariado grande que está relacionado
con el poder tiene más facilidades para trabajar que estos
empresarios emergentes, chicos y medianos?
El grande tiene muchas ventajas: capital propio, propiedades.
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Empezar un negocio es relativamente fácil porque ya es parte del
mundo propietario. En segundo lugar, tiene crédito mucho más
barato. Para el empresario mediano y pequeño es muy difícil
operar con las tasas de interés que hoy día cobran los bancos y
los tipos de garantías que te exigen. Ellos no tienen la ventaja de
firmar un contrato de estabilidad tributaria con el Estado. ¿Por qué
no se hacen contratos de estabilidad tributaria para empresas
peruanas medianas y pequeñas que han demostrado éxito en el
mercado?
¿Cómo les piden ser competitivos si no tienen las mismas
reglas de juego?
Cierto, por eso digo que es un problema de contexto. La política
económica ha sido diseñada por las corporaciones y para las
corporaciones, dejando la frialdad y la dureza del mercado para
los demás. Las grandes empresas tienen también la enorme
ventaja de ser rescatadas cuando hay una crisis. Quizá el caso del
Wiese sea el más claro. Al pequeño nadie lo va a rescatar. Su
nivel de riesgo es mucho más alto porque no tiene paracaídas.
Eso frena que se haga empresa. Lo bueno es que hay el
potencial, pero este no se desarrollará con las actuales
condiciones y la actual política económica. Habría que ver qué
partidos políticos levantan esa opción, porque es una opción que
mejora el modelo, que le da sostenibilidad.
Un empresario me dijo que en el Perú no hay que hacer nada
porque apenas tienes algo, te lo quitan.
Hay una cultura de condena al éxito y a la propiedad. La condena
a la propiedad la entiendo más porque es un país que tiene
grandes diferencias de distribución del ingreso. Hay un factor que
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los economistas llaman envidia. Hay mucha envidia económica.
No es fácil ser rico en el Perú. Tiene riesgos. Todo tu dinero no te
puede proteger de un asalto, de un secuestro. De ahí la tendencia
histórica a tener parte de tu capital fuera, para protegerte de
cualquier posible veleidad política. Pero también a tener a la
familia fuera por temor al secuestro, que se ha convertido en un
delito muy común.
Una película como la de Scorsese sobre Howard Hughes no la
entiende nadie acá. Este diálogo con el poder, la pelea con el
establishment político, son inéditos acá.
En el Perú más que en otros países, las fortunas han cambiado de
mano de manera muy drástica y riesgosa. Para empezar con
Pizarro, con una apropiación masiva de riqueza. Luego, en la
independencia, la expulsión de los españoles en parte se hizo
porque sus propiedades estaban acá y alguien se iba a quedar
con ellas. Las guerras y revoluciones también destruyen fortunas a
una velocidad enorme. Luego vienen las expropiaciones de
Velasco y Alan García y su decisión de congelar los dólares.
Justamente por eso es que Fujimori les dio garantías, leyes fijas,
contratos de estabilidad tributaria, para que fueran parte del poder.
Hay un sector que añora a Fujimori. Y esa añoranza quedó
demostrada en algunos Cade.
desco / Revista Quehacer Nro. 154 / May – Jun. 2005
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