Argentina: Kirchner, entre el salario digno y el Postfascismo

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Argentina: Kirchner, entre el salario digno y el Postfascismo
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico :: 22/09/2005
La propia dinámica del dominio político posfordista es la que erosiona el filtro clásico de los
partidos políticos, corroe el viejo papel del Congreso y expulsa competencias al espacio
extraparlamentario. Por eso es que la manera como se distribuye el poder del estado es el que
determina su forma: el "Capital-Palamentarismo"
PROKLA 5 - PROblema de la Lucha de Klases Trazas: 1. El mito de un "salario justo". 2. De
fuerza de trabajo a clase: Angriffskraft. 3. "Capital-Parlamentarismo" y la clase media en el
mecanismo de consenso del capital: ¿nuevo y viejo fascismo? 4. La Forma-Estado del capital: notas
sobre el "Capital-Parlamentarismo". "El 93% de los encuestados opina que el Congreso Nacional no
piensa en la gente cuando toma decisiones" (Encuesta de Mora&Araujo, 2005) "La mejor imagen del
gobierno de Kirchner se encuentra en los sectores más pudientes de la sociedad’ (Encuesta de
CENM, 2005) "El 50% de los encuestados en Capital Federal y el GBA apoyaría al Estado si
reprimiera a los piqueteros" (Encuesta de Rouvier, 2005) "El 85% cree que el gobierno debe tomar
medidas para impedir que los piqueteros tomen los espacios públicos frente al 13% que cree lo
contrario" (Encuesta Gini, 2005) "El Fascismo es una forma palingenésica de populismo
ultranacionalista" (R. Griffin, The Nature of Fascism, 1991) "El sistema político de Occidente es una
máquina con dos caras: el derecho y la violencia pura" (G. Agamben, Le Monde, 2002) "El obrero
debe apoderarse un día de la supremacía política para asentar la nueva organización del trabajo;
debe derrocar la vieja política que sostiene a las viejas instituciones que han caducado, bajo pena,
como los antiguos cristianos que despreciaron y desdeñaron esto, de renunciar al Reino celestial
sobre la Tierra". (K. Marx, Discurso sobre el Congreso de la Internacional en La Haya, 1872) 1. El
mito de un "salario justo": *** ¿De dónde extrae el capital el salario "justo"? Los extrae del mismo
capital, pero éste no produce valor de ninguna clase porque el capital no es otra cosa que el
producto del trabajo acumulado, muerto, ya extraído con anterioridad. Los salarios los paga siempre
el propio trabajo, por lo que un salario "justo" debería ser el producto total de su trabajo. El obrero
no es más que el tiempo de trabajo personificado. El movimiento sindicalizado ha logrado por la
fuerza y la acción directa "robarle" un salario mínimo a la burguesía que casi llega al límite de la
pobreza. La ley del salario, como decían los viejos anarquistas, "forja cadenas". *** Estamos viendo
en muchas luchas de base de compañeros sindicalizados durante el 2004/2005 que se populariza una
consigna, vetusta consigna del movimiento obrero mundial, por un "salario justo". Este lema (ya
Marx lo llamaba "conservador" en 1865) era un clásico de los obreros ingleses entre 1820 y 1880,
lema que presto su buen servicio, pero los tiempos del capital cambian ¿un salario justo en una
jornada laboral justa?; ¿qué entendemos por trabajo justo y jornada justa?... De lo que se trata aquí
es de entender cómo se determinan las leyes económicas bajo el "Capital-Parlamentarismo", y
debemos olvidarnos de la ética o de la ciencia de la moral (¿justo con respecto a qué?): la única
ciencia que decide acerca de la justicia o no de una sociedad y su riqueza es la que se ocupa de los
hechos materiales de la producción: la economía política del capital. ¿A qué llama un salario justo en
una jornada laboral justa el presidente de la UIA o el mismo Lavagna? Sencillamente a la
remuneración, en condiciones normales, es decir: la suma necesaria para procurarle al obrero los
medios de existencia que, en relación al nivel de vida tradicional de su clase y de su país, requiere
para mantenerse en condiciones de moverse para trabajar y perpetuar a su especie. Este monto se
fija con un intercambio peculiar: se determina por la libre competencia del trabajador y el patrón
(empresa) en el mercado de trabajo. El contexto y los marcos de esta transacción los asegura el
estado, quien debe asegurarse que el trabajo entregue lo más y el capital lo menos que la naturaleza
de este contrato tan especial permita. Es decir: el estado y la política son esenciales para el
funcionamiento adecuado del desarrollo del capital y el mantenimiento de esta "fictio iuris", ficción
jurídica de intercambio mercantil. El origen del estado en el capitalismo, como evolución desde el
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Absolutismo, puede entenderse como esta necesidad de sostener la continuidad de las condiciones
de venta de la fuerza de trabajo. Punto aparte: ¿De dónde extrae el capital el salario "justo"? Los
extrae del mismo capital, pero éste no produce valor de ninguna clase porque el capital no es otra
cosa que el producto del trabajo acumulado, muerto, ya extraído con anterioridad. Los salarios los
paga siempre el propio trabajo, por lo que un salario "justo" debería ser el producto total de su
trabajo. Pero esto, bajo el capitalismo, no sería "justo". Por el contrario: el trabajador sólo percibe la
parte necesaria para cubrir sus medios de sustento mínimos. La variación oscila dentro de límites
físicos y sociales. El obrero no es más que el tiempo de trabajo personificado. El estado asegura la
obligación de todo trabajador independiente, legalmente calificado para actuar por sí mismo, de
celebrar como vendedor de mercancías su contrato con el capitalista. La ley del salario, como decían
los viejos anarquistas, "forja cadenas" y como están viendo los propios trabajadores a lo largo del
2005, no constituye una línea fija e inmóvil, no es algo inexorable: en todos los segmentos existe un
cierto margen dentro del cual los salarios pueden modificarse, pero como resultado de la lucha entre
el capital y el trabajo. El movimiento sindicalizado ha logrado por la fuerza y la acción directa
"robarle" un salario mínimo a la burguesía que casi llega al límite de la pobreza. Un logro
desmesurado desde el punto de vista del capital nacional rapaz e inhumano y su plan de
acumulación y extracción de plusvalor. 2. De fuerza de trabajo a clase: Angriffskraft: *** Es el
fantasma de una insurrección de trabajadores sindicalizados, precarios y trabajadores "negados", de
huelgas, piquetes y asambleas, el "dèjá vu" del 2001 en la conciencia burguesa, lo que obliga al
"Capital-Parlamentarismo" a pagar aunque sea el 50 o 60% de la canasta familiar de alimentos. El
salario en el sector de manufacturas subió post-convertibilidad un 67% mientras que los precios
aumentaron un 122%, de lo que surge que el costo salarial real se redujo para el capital en su
conjunto en promedio un 60%. El salario medio de la gente ocupada es hoy un 30% menor al del año
1999. El trabajador posfordista, informal, precario, en negro, intermitente: según el INDEC su
ingreso medio es de $480, y su mínimo de $280. Ni hablar de los argentinos que sufren el "trabajo
negado" por el capital, los mal llamados desempleados que no tienen ni siquiera los miserables $150.
El desempleo se aproxima al 40% entre las mujeres jóvenes de baja calificación y se calcula que el
53% de los jóvenes no "participa" del mercado de trabajo. Como vemos la Ley del Salario capitalista
no se ve infringida por la lucha sindical: por el contrario, ésta lucha es la que impone su plena
validez. La consigna "salario justo" no sólo es anacrónica, sino que acota el horizonte de lucha al
ignorar que toda justicia debe basarse en lo que es socialmente justo. Y lo socialmente justo no es un
salario bajo o injusto: es el salario mismo. Se trata de dar el paso organizativo de la fuerza de trabajo
vendida al mejor postor, a una fuerza de la clase obrera que ataque al capital. *** Son estas luchas
en las que los trabajadores han descubierto que su salario no se fija por complicadas fórmulas
econométricas ni en filosofías de la historia neoliberales o generosos decretos populistas sino en el
"regateo" violento, en la puja con los dientes apretados, en la extensión de la solidaridad y la
cooperación, y que en este combate gana quien sea capaz de oponer una resistencia compacta y
democrática, una tenacidad más larga y más fuerte. El proletariado en sus inicios no es más que
interés político inmediato en la destrucción de todo lo existente. En su desarrollo interno no tienen
necesidad de "instituciones" que le den vida de esa inmediata destrucción. Tiene necesidad de
Organización de su potencia autónoma para hacer objetiva, frente al capital, la instancia política del
antagonismo; para articularla dentro de la relación de clase tal y como es materialmente en un
momento dado; para hacerla agresiva de una manera creativa y constituyente con las armas de la
táctica, antes que para tomar el poder para arrebatárselo a quien lo tiene. Y es que la clase existe
incluso, para los dinosaurios de la ortodoxia, sin partido. El más organizado tiene mejores
perspectivas de obtener más, máxime cuando se enfrenta al aparato del "Capital-Parlamentarismo"
en bloque. Ahí está el ejemplo de los nuevos convenios colectivos de trabajo (a pesar que incluyen
disposiciones "posfordistas" diseñadas en los "90) que han logrado sacarle aumentos promedios
anuales del 11% al 15%, pero con nuevas escalas salariales inferiores a los sueldos que se están
pagando¡¡¡. Muchos convenios introducen cláusulas pro-burocracia sindical (aportes empresarios al
sindicato con descuentos compulsivos) y también disposiciones posfordistas con grados cada vez
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mayores de precariedad, intermitencia y flexibilidad: aguinaldo en cuotas, vacaciones prorrateables
a lo largo del año, polivalencia en funciones atípicas (que esconde dos trabajos hechos por el mismo
trabajador), autorregulación de conflictos, etc. El "salario justo" de algunos gremios con mucha
tradición, por ejemplo, rondan los $900 (alimentación, uno de los más altos) a $580
(metalmecánicos). Pensemos el efecto del gobierno de la contratendencia de Duhalde-Kirchner: el
salario en el sector de manufacturas subió post-convertibilidad un 67% mientras que los precios
aumentaron un 122%, de lo que surge que el costo salarial real se redujo para el capital en su
conjunto en promedio un 60% (dependiendo del sector); a lo que habría que agregar que la
productividad de la mano de obra rinde un 9%. El salario medio de la gente ocupada es hoy un 30%
menor al del año 1999. Como decían los clásicos el trabajo es el elemento que hace fermentar al
capital. Esto en un contexto de fuertes instituciones sindicales, cuadros medios preparados y
movilizaciones, así que imaginemos qué puede lograr el trabajador posfordista, informal, precario,
en negro, intermitente: según el INDEC su ingreso medio es de $480, y su mínimo de $280. Ni
hablar de los argentinos que sufren el "trabajo negado" por el capital, los mal llamados
desempleados que no tienen ni siquiera los miserables $150: la tasa de desempleo entre los jóvenes
llega a casi el 30%, el desempleo se aproxima al 40% entre las mujeres jóvenes de baja calificación y
se calcula que el 53% de los jóvenes no "participa" del mercado de trabajo. Como vemos la Ley del
Salario capitalista no se ve infringida por la lucha sindical: por el contrario, como bien lo saben los
"gordos" y "flacos" de la CGT, ésta lucha es la que impone su plena validez. Sin la resistencia
ejercida por el activismo de base contra sus patrones y contra la costra burocrática de sus propias
organizaciones, el trabajador no obtendría ni siquiera lo que conforme al sistema de explotación
capitalista le corresponde. Es el fantasma de una insurrección de trabajadores sindicalizados,
precarios y trabajadores "negados", de huelgas, piquetes y asambleas, el "dèjá vu" del 2001 en la
conciencia burguesa, lo que obliga al "Capital-Parlamentarismo" a pagar aunque sea el 50 o 60% de
la canasta familiar de alimentos. El "salario justo" de la función sindical no ataca el sistema
asalariado, ya que sólo obliga al patrón (empresa) a cumplir con la ley económica del salario, es
apaciguar efectos, no causas. La consigna "salario justo" no sólo es anacrónica, sino que acota el
horizonte de lucha al ignorar que toda justicia debe basarse en lo que es socialmente justo. Y lo
socialmente justo no es un salario bajo o injusto: es el salario mismo. ¿No es acaso la huelga un
rechazo profundo a ser trabajo? La enseñanza de estos meses no puede ser más clara: los obreros
como clase, no como fuerza de trabajo, se presentan como la mayor y más agresiva fuerza política;
como meros vendedores de trabajo se identifican con la figura extrema de la miseria, de la
subordinación y siempre de la explotación. Se trata de dar el paso organizativo de la fuerza de
trabajo vendida al mejor postor (la "Arbeitskraft") a la"Angriffskraft" (fuerza de ataque al capital,
como la llamaba Marx). 3. "Capital-Parlamentarismo" y la clase media en el mecanismo de
consenso del capital: ¿nuevo y viejo fascismo?: *** Descerebrar al movimiento del actual
activismo de base, de la nueva generación de militantes de base antiburocráticos, nacida en las
renovaciones de los últimos años, acompañándolas de dispositivos judiciales y mecanismos
rompehuelgas, más ofensiva mediática. Se trata de excluir definitivamente de la arena política y de
la agenda política del estado a los piqueteros rebeldes, los que no sucumbieron a las prebendas, las
cooptaciones y los cargos. La dureza autoritaria que se apoya en una base real de la vieja clase
media alta (el verdadero pilar electoral de K.), nos preanuncia lo que vendrá después de las
elecciones. Prácticas de bonapartismo y centradas en un líder carismático y empeñada en la
demonización maniquea de sus enemigos, en especial con la izquierda. El post-fascismo tiene su
propia lógica de acceso al poder electoral-mediática, es decir: un medio "frío" con respecto a la
movilización clásica populista. Los sostenedores individuales del postfascismo son interclasistas,
base material de un partido popular, fundado sobre el pluriclasismo considerando la novísima
subjetividad del posfordismo. Intenta crear afinidad ideológica entre la nueva clase media, la vieja
pequeñaburguesía y trabajadores de pequeñas y medianas empresas. *** La política de contención
de la creciente lucha segmentada del movimiento obrero tiene dos cauces nítidos: una, con el
Garrahan como caso testigo de los trabajadores estatales (al estilo de la toma de Ford en 1985) en
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su vertiente más judicial; la otra contra el movimiento de trabajadores negados por el capital (lo mal
llamados "desocupados"), cuyo "locus" geográfico no puede ser más simbólico: Plaza de Mayo y
Puente Pueyrredón, ésta se encuentra en la etapa de "saturación", nombre bélico muy técnico que
remite a las teorías de bombarderos contra áreas de concentración de tropas del enemigo. Por
supuesto que ambas tienen "tempos", actos y dinámicas muy diferentes. La primera apunta a
descerebrar al movimiento del actual activismo de base, de la nueva generación de militantes de
base antiburocráticos, nacida en las renovaciones de los últimos años, acompañándolas de
dispositivos judiciales y mecanismos rompehuelgas más ofensiva mediática. En el segundo caso se
trata de excluir definitivamente de la arena política y de la agenda política del estado a los
piqueteros rebeldes, los que no sucumbieron a las prebendas, las cooptaciones y los cargos. Aunque
no lo parezcan ambas se relacionan con el marketing político de Kirchner: lograr un piso respetable
de legitimidad de masas, su propio y peculiar plebiscito de octubre. La "firmeza" del gobierno contra
trabajadores pobres y "trabajadores negados" en la indigencia, dureza autoritaria que se apoya en
una base real de la vieja clase media alta (el verdadero pilar electoral de K.), nos preanuncia lo que
vendrá después de las elecciones. Pero, en el contexto de un régimen que gobierna con Decretos de
Necesidad y Urgencia (DNU) como no lo hizo ni el propio Menem, con un Congreso figurativo, con el
monolitismo acrítico de los "mass media", con un clima de represión estatal difusa al estilo peronista
de los años "50 ¿se puede hablar de un fascismo "naranja" (por los colores de los chalecos de la
Policía)? La palabra fascismo nos parece muy fuerte para definir este pasaje lento pero seguro de K.
hacia la extinción del estado de derecho, pero debemos pensar que el fascismo posmoderno ya no
tendrá el folklore del imaginario popular de los años "30: en cambio de fascios romanos hoy tenemos
banderas argentinas con el sol de guerra; en cambio de uniformes negros se luce el look burócratafuncionario (exmontonero de traje preferentemente italiano oscuro con corbata clara); etc.
¿Podemos definir un "minimum fascista" para categorizar este gobierno? Para comenzar conviene
distinguir al fascismo como régimen; al fascismo como movimiento y al fascismo como ideología. Los
dos primeros son específicos fenómenos históricos nacionales que resultan sino poco universales,
muy difíciles de generalizar por la extraordinaria coyuntura de la cual surgieron en Europa. Nuestra
tesis es que el fascismo postmoderno puede ser definido críticamente, preferiblemente, como una
ideología. Un "minimum" fascista podría ser: "nacionalismo+socialismo=fascismo", es decir: una
ideología burguesa que se basa en el mito de un "renacimiento" social sobre la base de una tercera
vía del tipo holístico-nacional, con prácticas de bonapartismo y centradas en un "leader" carismático
(más que en programas económicos detallados) y empeñada en la demonización maniquea de sus
enemigos, en especial con la izquierda. La "base" de la concepción del mundo del fascismo
posmoderno puede resumirse en cuatro puntos: 1) El Nacionalismo: la creencia que el mundo está
divido en naciones, que el estado debe reconstruir la comunidad originaria basada sobre herencias y
mitos pre-existentes: "Argentina Potencia", "Un País en Serio", etc., además de políticas de
proteccionismo (como el tipo de cambio, etc.); 2) El Holismo: el fascismo siempre se basa en la idea
fuerte que lo colectivo predomina sobre los intereses y derechos individuales, privados y sociales (la
hostilidad del peronismo a la democracia liberal y la famosa transversalidad multiclasista); 3) El
Radicalismo: el fascismo posmoderno no es una forma de conservadorismo o neoliberalismo, intenta
refutar o criticar la sociedad pre-existente (ver la campaña de Kirchner centrada en lo viejo y lo
nuevo) e implica el deseo de crear una nueva cultura política corporativista, a través de la
movilización y cooptación y el uso catártico de violencia más o menos disimulada. Por eso el
fascismo posmoderno es una forma alternativa de modernidad capitalista, que sintetiza el pesimismo
de los conservadores con el optimismo de los "modernizadores". 4) La Tercera Vía: el fascismo es
hostil tanto al capitalismo neoliberal como al comunismo de las masas: al neoliberal lo considera
excesivamente individualista (enemigo de la "Gemeinschaft"); al comunismo en exceso
internacionalista, cosmopolita y con una concepción falsa de la igualdad. El objetivo de la tercera vía
puede variar aunque el corporativismo es su objetivo común; en términos políticos el post-fascismo
tiende a ser totalitario pero no es necesariamente estatalista en sentido fuerte, como vemos en
Kirchner. Esta concepción nos permite explicar la existencia de diversos sostenedores del
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postfascismo: aquellos mayoritariamente nacional-afectivos (exmontoneros, exsetentistas de diverso
pelambre, etc.), ya de aquellos sostenedores del tipo económico-racional. Lo importante es que el
post-fascismo y su consenso, intenta construirse como un movimiento político relativamente
legítimo, en grado de ofrecer una alternativa tanto a la reacción conservadora como a la latente
revolución comunista. El post-fascismo tiene su propia lógica de acceso al poder (electoralmediática, es decir: un medio "frío" con respecto a la movilización clásica populista) que difiere en
estilo y organización del fascismo histórico. Además, como hemos visto, el post-fascismo tiene su
propia (y seria) economía política, que aunque globalmente desarrolla el capital, mantiene un grado
de autonomía importante. Los sostenedores individuales del postfascismo son interclasistas, base
material de un "Volkspartei", partido popular, fundado sobre el pluriclasismo considerando la
novísima subjetividad del posfordismo. El posfascismo intenta crear afinidad ideológica entre la
nueva clase media, la vieja pequeñaburguesía y trabajadores de pequeñas y medianas empresas,
como se puede deducir de la ecología electoral de Kirchner, y crea esta afinidad utilizando temas
típicos de la izquierda: derechos humanos, vago anti-FMI, antiliberalismo salvaje, pan y trabajo, etc.
La esposa del Presidente está logrando aglutinar una masa de votantes equivalente a una coalición
social: tiene alta intención de voto tanto en los sectores populares como en la clase media y media
alta. El "Volkspartei" que intentarán reconstruir de las cenizas del viejo PJ, también tiene la
habilidad de "integrar" a través de la propaganda diversos tipos de protesta, incluso elementos del
"¡QSVT!" (Que Se Vayan Todos como producto de la anomia social y la crisis de la vida comunitaria).
Kirchner está intentando con todos los recursos económicos del estado transformar el voto protesta
que lo llevó a la Casa Rosada en afinidad e identidad ideológica. De alguna manera es una respuesta
al ciclo "post-materialista" del menemismo. La naturaleza del sostenimiento a Kirchner a cambiado
mucho: la naturaleza del apoyo de masas en el 2005 es muy diferente al del 2003, y las propias
necesidades de legitimación y lealtad de masas también. Es probable que si los nuevos mecanismos
que anuncian el fin del estado de derecho son alarmantes antes de las elecciones de octubre (una
respuesta del "Capital-Parlamentarismo" al auge de luchas obreras que tuvo su climax en el mes de
junio con 127 conflictos, cifra superior a la de todo 2003¡¡¡¡¡) debamos enfrentarnos a una nueva
forma-estado durante el 2006, con un PJ reestructurado, un Kirchner autoplebiscitado y la
profundización del bonapartismo a niveles inéditos. La autonomía deberá asumir el desafío de
formas de fascismo "blando", de mecanismo de control posfordistas y del fin de los restos del estado
de derecho del siglo pasado. 4. La Forma-Estado del capital: notas sobre el "CapitalParlamentarismo": *** La política keynesiana supone dos cosas que ya no existen más: que los
gobiernos cuentan con suficiente autonomía para actuar racionalmente y que existe bastante
mercado para que funcione la manipulación. No se mantiene en pié si falta alguno de sus
ingredientes. Hoy la concentración económica es tal que puede distorsionar a placer la elaboración
de políticas que no coordinen con el desarrollo del capital. El estado, pretende ser la fuente de todas
las relaciones de poder, actúa de hecho como el "garante" de unas que no se originan en sí mismo y
que no controla, la generada por el comando privado del capital. El estado ya no puede identificarse
directamente con la sociedad, so pena de anular su "especificidad funcional" ligada a la ley de valor.
La función esencial del sistema político del estado "Capital-Parlamentario" es obtener el
consentimiento del pueblo al curso de la política pública de acumulación del capital. El Parlamento
ya no "acopla" a las masas al estado. El disloque "Parlamento-Electorado-Estado" es el rasgo saliente
de la nueva forma-estado. Este disloque aún no ha podido ser recompuesto por la Nueva Clase
después del 2001, la suma de votos del PJ y la UCR en el 2003 fue la más baja de la historia
Argentina. Si el estado populista, keynesiano, "welfariano", era la realización de la inclusión política
(activa y pasiva), las transmutaciones en la anatomía de la sociedad civil producen un estado
transicional, llamémosle "postfordista", expulsivo, de excedencia, exclusivo. La burguesía: ¿Está
preparada para salir del fordismo y pasar a una nueva forma-estado sin conmociones revolucionarias
como las del 2001? La Nueva Clase Política y los "mass media" actúan como momentos
constitucionales de la acumulación, funcionan como subsistemas de legitimación que suplantan al
estándar mínimo de "salario mínimo-nutrición-salud pública-vivienda-educación", por una ciudadanía
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basada exclusivamente en la posibilidad de consumo egoísta. Los cortocircuitos que el pobre sistema
político "gobierno/oposición" se producen en el vacio sobre el antagonismo de las nuevas
subjetividades proletarias. El código de la política burguesa (progresista/conservador) ya no atribuye
nada, ni codifica identidades duraderas, ni simbología funcional que permitan gobernabilidad y
lealtad de masas. La nueva figura mayoritaria del trabajador posfordista, precario, generalmente
trabajando en los servicios a la producción; un ciudadano desencantado, sin ningún tipo de fidelidad
ideológica, propenso a una intervensión electoral breve o inexistente. La inestabilidad gobernativa
es hoy más difusa, volátil y siempre síntoma de una irreversible pérdida de una síntesis orgánica, de
encontrar un horizonte seguro y duradero de legitimidad. La creciente clausura de la
autorreferencialidad del "Capital-Parlamentarismo", esa especie de autismo institucional, motivado
por las respuestas del capital al antagonismo de la clase obrera, es la que exige formas de dominio
plebiscitarias, ya no basadas en las correas de transmisión del peronismo como el partido del trabajo
y los sindicatos que giran en falso, sino en el bonapartismo ejecutivo, los líderes carismáticos y el
totalitarismo mediático. *** La sociedad capitalista no consiste en individuos, sino que expresa la
suma de relaciones en las que estos individuos están el uno con respecto al otro. Es decir: la
sustancia común de todas las cosas debe ser su forma precisamente social, el ser producto de una
relación social. El capital es una relación, y de modo inmediato, debido a su naturaleza, es sólo un
interés económico; es bajo la amenaza obrera que está obligado a convertirse en fuerza política, a
subsumirse en sí mismo, con el fin de defenderse: se convierte en lo político, en clase política. Si el
concepto de clase es una realidad política, entonces debemos tomar conciencia que no existe clase
capitalista sin estado del capital. La política se erige como oposición institucional a la instancia del
antagonismo del trabajo. La economía capitalista busca y necesita a la política para mantener
separada las dos dimensiones de su dominio de clase. Hagamos un poco de historia sobre la figura
del estado. Sabemos que el proceso capitalista de producción reproduce por su propio
desenvolvimiento la escisión y separación entre fuerza de trabajo y condiciones materiales de ese
trabajo. Reproduce y perpetúa las condiciones de explotación; los obliga, de manera constante y
natural, a "vender" en un contrato "libre" su fuerza laboral para simplemente poder vivir y
permanentemente pone al capitalista en condiciones ideales para comprarla a buen precio. Esta
"transacción justa" es la que debe asegurar el estado: que el trabajador individual pertenezca al
capital aún antes de venderse al capitalista individual. La división capitalista entre economía y
política, entre el burgués y el "ciyoyen" (ciudadano) asegura la servidumbre económica con un
sistema de poder que implica un predominio que se perpetúa a sí mismo de las clases propietarias
sobre los grupos sociales, cuya subsistencia y posición social dependen de su fuerza de trabajo. El
capital presupone el trabajo asalariado (premisa que asegura una institución única: el estado) ya que
todo trabajador "produce" capital (trabajo no pagado), o sea: la política en su autonomía relativa
debe asegurar la natural producción y reproducción de la relación capitalista misma. Es por esto que
siempre la política precede al derecho, aunque hay que señalar que el derecho es técnicamente (no
siempre políticamente) la forma más acabada de dominación. El estado argentino, como cualquier
otro, es un complejo institucional, artificial y planeado por las clases dominantes, condensado en
coordenadas institucionales (1994, la Constitución es un instrumento de diferenciación del sistema
político) y no es un producto de un desarrollo azaroso o espontáneo, o un fruto de la evolución
natural. El estado en su forma "Capital-Parlamentaria" es un marco deliberadamente construido por
la Nueva Clase (NC) política de acuerdo a un plan. En otras palabras: el estado y su forma no es un
regalo de Dios, ni un mecanismo opaco e irracional, ni siquiera el "Geist" de una época: es una
realidad construida por un acto de voluntad y deliberación de una clase social. Su "función" bajo el
capital es la organización y activación autónomas (valga la paradoja) del proceso de acumulación
social en un territorio delimitado, fundado en la necesidad histórica de alcanzar "modus vivendi"
(violentos, semipacíficos, etc.) entre intereses contrapuestos e irreconciliables. Y es que el estado
está marcado a fuego por la contradicción desde su nacimiento moderno: una institución que
pretende ser la fuente de todas las relaciones de poder actúa de hecho como el "garante" de unas
que no se originan en sí mismo y que no controla, la generada por el comando privado del capital. El
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estado ya no puede identificarse directamente con la sociedad, so pena de anular su "especificidad
funcional" ligada a la ley de valor. Desde su evolución (feudalismo, Ständestaat, absolutismo,
liberal, welfare,) confronta con el problema de su propia legitimidad, el nudo de la obligación
política de la multitud, que el "citoyen" acate y reconozca como propias su autoridad, ya no por
inercia de rutinas no razonadas o cálculos utilitarios de ventajes personales, sino a partir de la
convicción de que la obediencia es correcta. Por supuesto: la paradoja de la legitimación (el
problema de la política) se juega en las formas y estaciones de la relación capital-trabajo. A medida
que la propia presencia de la clase obliga a cambios y dislocaciones en el desarrollo del capital los
problemas de legitimación sobrecarga de tareas al estado. Se desarrolló un sofisticado sistema de
partidos políticos y sindicatos, los políticos ya en el parlamento del siglo XIX, "crearon" los partidos
para atraer a la creciente masa electoral obrera y popular a la vida estatal. Y aunque los partidos
políticos burgueses son algo endémico a la democracia no formaban parte de la definición formal de
democracia liberal, de hecho hasta hace poco operaban en un ámbito sin regulación por la ley. La
evolución del partido de "notables" (congresistas) al "Volkspartei", al partido de masas tuvo que ver
con la creciente movilización de masas de ciudadanos y proyectaban en el ámbito político fracturas
sociales, escisiones de clase heredadas históricamente con la posibilidad de "procesar" demandas
populares contradictorias para el sistema (a través de socialización de intereses y afectos), además
de reclutar los miembros de la elite de la Nueva Clase de los políticos profesionales. La función
esencial del sistema político y el "Staatpartei", el estado "Capital-Parlamentario" es obtener el
consentimiento del pueblo al curso de la política pública de acumulación del capital. Pero el papel
paradójico del partido es que los gobiernos de turno no cumplan con las preferencias de los
ciudadanos, en especial de los trabajadores y pobres. Con la subsunción real del trabajo al capital,
con la transición epocal del fordismo al posfordismo, el problema político principal pasa a ser el
contenido y dirección de los procesos de legitimación de los poderes del estado, en especial el
referido a la distribución de la riqueza nacional (Producto Bruto) y el control de los medios de
producción. Con la decadencia del keynesianismo (populismo) como método particular de control
social y de inclusión política, se produce la corrosión del núcleo duro de la forma-estado de derecho
heredada del siglo XIX. El proceso político interno del estado (centrado en la ciudadanía universal,
civilidad, esfera de la opinión pública burguesa, división de poderes, centralidad de mediaciones
representativas, etc.) se modifica en rituales semiplebiscitarios, neocorporativismo, bonapartismo y
formas perversas de dictaduras decisionistas de baja intensidad. El viejo "Parlamient", el Congreso
nacional, que jugaba un papel ideológico mediador entre la "variedad clasista" de las opiniones
individuales y la necesidad sistémica del capital de reducirlas a mero "apoyo" al desarrollo del
capital, decae en una variante posmoderna de la "Dieta" de los príncipes, alineada automáticamente
al puro decisionismo del Ejecutivo, donde ya no se selecciona a los nuevos "leaders" de la Clase
Política sino se coloca a familiares y prebendarios (nepotismo moderno). El Parlamento ya no
"acopla" a las masas al estado, su papel central como momento constitucional, ya que producía
impulsos políticos con el procesamiento de las orientaciones del electorado al que representaba a
través de un doble vínculo, como mandato y como miembro del partido político. Está función era la
que el viejo Ulianov creía que podía usarse como tribuna en su discusión con los comunistas
holandeses y alemanes: éste espacio institucional para "uso obrero", de propaganda y agitación, ha
desaparecido hace tiempo. El disloque "Parlamento-Electorado-Estado" es el rasgo saliente de la
nueva forma-estado, es más: éste disloque aún no ha podido ser recompuesto por la Nueva Clase (se
puede ver este síntoma de crisis final en la atomización y en el dato relevante que la suma de votos
de el PJ y la UCR en el 2003 fue la más baja de la historia argentina). Si en esencia el estado liberal
se construyó para favorecer y sostener a través de sus actos de gobierno la dominación colectiva de
clase de la burguesía sobre la sociedad en su conjunto (con todas sus variantes nacionales) la actual
forma-estado "capital-parlamentaria" significa que el mercado del siglo XXI ya no es capaz de hacer
en sus propios términos las distribuciones necesarias o mantener automáticamente el proceso de
acumulación social desde "afuera". Los principios institucionales del estado son instrumentales para
el predominio de clase dentro de la sociedad y en este proceso las estructuras del juego e
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intercambio político son primordialmente sensibles a las exigencias cíclicas del modo capitalista y
expresan (ocultando) al mismo tiempo (por la propia característica de la autonomía relativa del
estado) la subordinación funcional del sistema político al pulso de la ley de valor. Aunque idealmente
la política se coloca por encima del poder del dinero, en los hechos se ha convertido en su "garante",
reconocía un joven filósofo llamado Marx en 1844. El estado, ya "separado" de la sociedad por el
absolutismo, sigue funcionando a través de formas políticas y jurídicas derivadas de los diseños
decimonónicos del siglo XIX. Aunque los modifica, como en la Constitución de 1994, lo hace en la
medida justa para disimular y limitar los cambios en la "sustancia", en el sustrato profundo del
proceso político, pero en el mismo acto modifica y distorsiona las formas mismas. Si el estado
populista, keynesiano, "welfariano", era la realización de la inclusión política (activa y pasiva), las
transmutaciones en la anatomía de la sociedad civil producen un estado transicional, llamémosle
"postfordista", expulsivo, de excedencia, exclusivo. La política keynesiana supone dos cosas que ya
no existen más: que los gobiernos cuentan con suficiente autonomía para actuar racionalmente y
que existe bastante mercado para que funcione la manipulación. No se mantiene en pié si falta
alguno de sus ingredientes. Hoy la concentración económica es tal que puede distorsionar a placer
la elaboración de políticas que no coordinen con el desarrollo del capital. Como en la época de
Keynes, o Pinedo en los "30 o Perón en los "40, la pregunta es si la burguesía está preparada para
salir del fordismo y pasar a una nueva forma-estado sin conmociones revolucionarias como las del
2001. Si lo lograra, tal el empeño de Kirchner en las próximas elecciones, estaríamos ante un
sistema cuyo presupuestos son el fin del estado de derecho como lo conocemos y el reestablecimiento del nexo monetario como exclusiva relación social. El tema de la exclusión significa
la expulsión cada vez mayor de necesidades e intereses de la población en la agenda política posible
y, al mismo tiempo, transformar a la Nueva Clase Política y a los "mass media" en momentos
constitucionales de la acumulación, en subsistemas de legitimación, que suplantan al estándar
mínimo de "salario mínimo-nutrición-salud pública-vivienda-educación" por una ciudadanía basada
exclusivamente en la posibilidad de consumo egoísta. La política, esa ciencia noble, se transforma en
una ciencia de la legitimación, en "cobertura de seguro de intereses ya formados en la economía". Si
la inclusión del populismo es un principio abierto ("todos" merecen atención política) la "exclusiónexcedencia" del posfordismo clausura toda una época del estado: el fin del viejo derecho privado y
público para la multitud. La política se hace autorreferencial (pelea Duhalde-Kirchner), por lo que a
los clásicos problemas de gobernabilidad y de procesar la exclusión (el estado de carencia) se le
suma los cortocircuitos que el pobre sistema político "gobierno/oposición" produce en vacio sobre el
antagonismo de las nuevas subjetividades proletarias. El código especial de la política burguesa
(progresista/conservador) ya no atribuye nada, ni codifica identidades duraderas, ni simbología
funcional que permitan gobernabilidad y lealtad de masas. La lealtad de masas en una lógica
exclusiva, de carencia, no puede filtrarse sino con procedimientos puros, extra-políticos,
parajurídicos, lo que termina subordinando a la política a la pura administración del flujo monetario,
a fiscalizar el input-ouput o a ser la vía regia de los grupos neocorporativos. La nueva figura es el
trabajador posfordista, el mayoritario, fuertemente inestable, precario, intermitente, generalmente
trabajando en los servicios a la producción; y en lo político un "citoyen" desencantado, sin ningún
tipo de fidelidad ideológica, propenso a una inversión electoral breve o inexistente (sabotaje). La
alternativa no es entre un sistema político cerrado y una intensa participación política desde abajo, y
esto es claro en la atomización electoral, creciente y sin precedentes, desde 1990 y la tendencia a la
desaparición de los "Volkspartei", los partidos de masas burgueses (fractura del PJ, disolución de la
UCR: síntoma en las internas partidarias). La inestabilidad gobernativa es hoy más difusa,
anárquica, volátil y siempre síntoma de una irreversible pérdida de una síntesis orgánica, de
encontrar un horizonte seguro y duradero de legitimidad. La representación política clásica se
fundaba sobre la rígida separación de lo privado de lo público, a ésta última esfera se la conformaba
en torno a un mandato popular y con una selección racional de la Clase Política en la arena
parlamentaria. Al político le competía la "alta estrategia" keynesiana del desarrollo, las tareas
inclusivas, la movilización de masas y la capacidad de generar procesos de absorción (purificación)
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de los embates corporativos del mercado. La creciente clausura de la autorreferencialidad del
"Capital-Parlamentarismo", esa especie de autismo institucional, motivado por las respuestas del
capital al antagonismo de la clase obrera, es la que exige formas de dominio plebiscitarias, ya no
basadas en las correas de transmisión del "Volkspartei" y los sindicatos (que giran en falso) sino en
el bonapartismo ejecutivo, los "leaders" carismáticos y el totalitarismo mediático. Este fenómeno es
el que confirma la imposibilidad de verificar la "responsabilidad’ de la representación política en el
posfordismo. La propia dinámica del dominio político posfordista es la que erosiona el filtro clásico
de los partidos políticos (afiliación, internas, estado dentro de un estado, etc.) corroe el viejo papel
del Congreso y expulsa competencias de liderazgo, cognitivas y políticas, al espacio
extraparlamentario. Por eso es que la manera como se distribuye el poder del estado es el que
determina su forma: el "Capital-Palamentarismo". 11 de septiembre de 2005. Colectivo Nuevo
Proyecto Histórico. http://www.colectivonph.com.ar [email protected]
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http://www.lahaine.org/mundo.php/argentina-kirchner-entre-el-salario
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