La seducción de la barbarie

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Publicado en la Revista Ñ el 31-10-09
Nerio Tello
RODOLFO KUSCH
La seducción de la barbarie
Creador de una obra polémica y potente, el filósofo Rodolfo Kusch intentó discutir los
modelos de la filosofía clásica, privilegiando la encrucijada del “estar siendo” del hombre
originario americano en contraposición con el “ser” de la cultura occidental.
Entre las muchas polémicas tejidas en un país de apenas 200 años, sin duda una que ha
campeado, y aún campea, es si se puede hablar de un pensamiento latinoamericano. Si
esto que se da en llamar la América Latina es Occidente propiamente; es una hija no
reconocida de Occidente; o es una particularidad que no ha sido pensada en profundidad.
En un número anterior de Ñ (313/26 de septiembre de 2009), el filósofo francés Michel
Maffesoli señalaba que en Latinoamérica “los intelectuales están marcados por los
esquemas europeos…” Sin duda, Maffesoli no conocía a Rodolfo Kusch, pero no se le
puede reprochar nada, pues gran parte de la intelectualidad nativa aún lo desconoce o,
conociéndolo, lo niega.
Autor de una obra prolífica y variada, desde el ensayo a la dramaturgia, el filósofo
Rodolfo Kusch se ganó primero el repudio de la Academia y finalmente, en los años del
Proceso, fue expulsado de la Universidad de Salta donde se había radicado a fin de
estudiar de cerca al hombre americano, centro de su preocupación y reflexión. Kusch
comprendió muy joven que no había mejor escuela que el trabajo de campo: “comer junto
a su gente, participar de sus fiestas y sondear su pasado.”
En 1976, sin trabajo, pero con la mirada puesta en su objetivo, Kusch se radicó en
Maimará, un pueblito de calles desparejas y casuchas de pieles descamadas, en el
extremo norte de Jujuy. Eligió compartir sus últimos años con "esos hombres pequeños,
sucios y tiernos, vencedores del tiempo, hombres de heridas ancestrales, de coplas y de
bagualas desgarradas". Dicen que vivía de vender cosas por los pueblos, a bordo de una
estanciera desvencijada. Otros dicen que lo vieron vender sánguches de milanesa en la
estación de trenes. Y están los que afirma que el hombre se dedicó a vender bombas de
agua. Metáfora que el mismo Kusch, posiblemente, disfrutaría, pues su profunda sed de
conocimiento lo llevó a desenterrar una cultura, develarla, reintegrarle identidad. Tres
años después fue trasladado, muy enfermo, a Buenos Aires, donde murió el 30 de
septiembre de 1979. Tenía 55 años. Su cuerpo, luego, regresó a Maimará.
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Según Dina Picotti, doctora en filosofía egresada de la Universidad de Munich, Kusch fue
“un hombre que se animó a pensar más allá de la academia, a pensar en relación con el
pueblo”. El filósofo Esteban Ieardo coincide en que Kusch “contra todos los prejuicios y
recelos, trazó su singular camino que implicó pensar desde categorías filosóficas
novedosas.” Ambos intelectuales se refieren a la propuesta de Kusch de poner en un
plano de igualdad lo indígena, y desde ya, lo mestizo, con lo europeo. Esto lo llevó a
repensar la antinomia civilización y barbarie. Como se sabe, los griegos llamaron bárbaro
a todo lo no griego. Y en la América, lo bárbaro encarnó en lo no occidental. Estas
cuestiones develaron Kush, cuya obra empieza a ser lentamente desenterrada como lo
indicaría una mesa realizada recientemente en el Centro Cultural de la Cooperación
(CCC).
Según Ierardo, profesor de la Universidad de Buenos Aires y disertante en la mesa del
CCC, la obra de Kusch se asienta en dos grandes ejes: una lectura filosófica de la cultura
incaica y una severa crítica al racionalismo occidental. Por su parte, consultada por Ñ,
Dina Picotti, coordinadora de la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
de La Matanza, sostiene que, para replantear las categorías del pensamiento europeo,
Kusch buscó “el lenguaje adecuado para expresar su forma de ver lo americano”. Picotti
resume que frente a la lógica del ser, presente en las raíces del pensamiento occidental,
Kusch “plasma la lógica del ´estar siendo´ del hombre americano: contra lo ´permanente´
del ser, plantea lo ´provisorio´ del ´estar siendo´”. Kusch reparó en que esta particularidad
del idioma español –la diferencia entre los verbos ser y estar–, también aparece en las
lenguas quichuas y aymara, que además suman otra particularidad. Una palabra o un
conjunto de palabras, puede significar una u otra cosa, según el contexto. En este
sentido, cree Kusch, el lenguaje indígena carece de la pretendida objetividad del lenguaje
occidental.
Ieardo, autor del libro El agua y el trueno. Ensayos sobre arte, naturaleza y filosofía,
afirma que la propuesta de vincular la filosofía con el mito es central en su interés por el
filósofo. “Kusch trabajó sobre himnos e imágenes de los quichuas, donde desentraña la
idea de un dios muy diferente del occidental. El dios incaico es eterno, pero no es algo
dado como lo plantean los platónicos, sino un dios en una eternidad en crecimiento.” De
esto deviene el eje de la reflexión de Kusch. Para el hombre originario americano, la vida
no es una construcción a la manera occidental, sino una forma de estar en el mundo, de
ahí lo de “estar siendo”. “En ese “estar siendo” –agrega Picotti–, en esa experiencia, se
expresa lo histórico y lo contingente, en contra del ser estático occidental. Es más, Kusch
dice “en el mero estar”, o también, en el “estar, sin mas”.
Esa necesidad de ser alguien para el occidental, sostiene Kusch, se traduce en su
compulsión a explicar el mundo (por medio de las ciencias) y construir un objetivo. Entre
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otros, la conquista de otros hombres y otros espacio. Para ello, traduce Ierardo, “debe
escapar de la naturaleza, una fuerza incontrolable. Así nacen las ciudades con el criterio
occidental: son espacios de refugio y fortaleza”. Por eso, según la visión de Kusch,
mientras el hombre americano, que obra por intuición, prefiere las alturas, para estar más
cerca de los dioses, el conquistador se instala en tierras planas, aparentemente más
fáciles de dominar.
En este análisis de las ciudades, Kusch acuña el concepto de “patio de los objetos”. En
su obra fundamental, América Profunda, se refiere esta idea: “Todo lo que se fue creando
correspondía a un sólo aspecto de la vida humana, aquél que se desempeñaba en la
ciudad y por eso la ciudad se fue convirtiendo en un patio de los objetos. El patio supone
el lugar vacío dónde conversamos y convivimos con los vecinos, para lo cual ponemos
muebles... Y la ciudad crea esa posibilidad, por eso ella es un patio de los objetos. Con
todo esto, el hombre pierde la prolongación umbilical con la piedra y el árbol. Ha creado
algo que suple al árbol, pero que no es árbol. Como simple sujeto lógico que examina
objetos y los crea, quiere ser un hombre puro, pero no es más que medio hombre, porque
ha perdido su raíz vital y, entonces, suple la ira de dios por su propia ira.”
Este desarrollo no intenta sino desentrañar la dicotomía civilización y barbarie que marcó
al continente desde la llegada misma de los conquistadores. Según Picotti, “La barbarie
americana fue así catalogada para justificar procedimientos que respondían a intereses
creados y a mala fe. Para justificar la destrucción del otro se acuñó este concepto de lo
civilizado, como lo puro, lo blanco, lo definido. Es decir, lo occidental. Lo otro, lo impuro,
era simplemente, lo hediondo, en palabras del propio Kusch”.
Kusch dedicó gran parte de su trabajo a definir este concepto en La seducción de la
barbarie, una obra cuyo título ya implica un desafío, y al que le agrega un singular
subtítulo “Análisis herético de un continente mestizo”; o sea que el propio Kusch sabía
que estaba planteando una “herejía”, pues intenta pensar la “barbarie” como civilización,
pero su seducción apunta a la esencia de esa barbarie, más allá de los pintoresquismos.
A treinta años de su muerte, aún muchos de sus compatriotas lo desconocen o lo niegan.
La filósofa Dina Picotti cree tener la respuesta de esta resistencia: “Quienes se interesan
hoy por Kush, es porque están interesados por la “cosa misma”, esto es, América Latina.
Los repetidores de las voces vigentes son impermeables a su obra.”
KUSCH BASICO
FILOSOFO, BUENOS AIRES, 1922 – 1979
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Tras obtener el título de Profesor de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, Günter
Rodolfo Kusch Tshunke se dedicó a la docencia y a la investigación. Publicó, entre otros
trabajos, La seducción de la barbarie: análisis herético de un continente mestizo (1953);
América profunda (1962); Indios, porteños y dioses (1966); De la mala vida porteña
(1966); El pensamiento indígena y popular en América (1971); La negación en el
pensamiento popular (1975); Geocultura del hombre americano (1976); Esbozo de una
antropología filosófica americana (1978). Además fue autor de obras de teatro.
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