Eduard Miralles (Barcelona, 1961) es lingüista por vocación, gestor cultural por devoción, funcionario por obligación, federalista por convicción y padre tardío pero entregado de Gabriela y Violeta, dos mellizas de diez años que se cuentan entre las más explosivas de la llanura barcelonesa. Se estrenó en ésto a principios de los ochenta del pasado siglo, cuando todo estaba por hacer y todo era posible, contribuyendo a poner en pie la red de centros cívicos de su ciudad. A finales de dicha década se incorporó al equipo fundacional del Centro de Estudios y Recursos Culturales de la Diputación de Barcelona, proyecto en el que ocupó todas las responsabilidades imaginables, de meritorio a director y viceversa (y no necesariamente en orden ascendente). Entre otras alegrías profesionales, ha tenido el honor de contribuir a engendrar el programa de cultura de la Universidad Politécnica de Catalunya, los estudios de tercer ciclo en políticas y gestión cultural de la Universidad de Barcelona, la bienal Interaccció (dirigiendo cuatro ediciones entre 1996 y 2002), la Red Europea de Centros de Formación de Administradores Culturales (ENCATC), la Fundación Interarts organización con sede en Barcelona especializada en la cooperación cultural internacional, cuyo patronato preside desde el año 2008, la estrategia de cultura y desarrollo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), la Red Interlocal de Ciudades Iberoamericanas para la Cultura, el grupo técnico de la Comisión de Cultura de la Federación Española de Municipios (FEMP) o la Agenda 21 de la Cultura. Fue miembro del board del Roberto Cimetta Found, organización consagrada a la movilidad internacional de artistas y profesionales de la cultura, con especial atención al espacio mediterráneo. También forma parte del Comité Ejecutivo de la red Española de la Fundación Anna Lindh. Más que estar en el lugar debido en el momento adecuado, su mérito mayor quizás sea haber llegado casi siempre temprano o a deshora, cuando las sillas todavía no estaban dispuestas ni eran necesario ningún diploma... Miembro militante de la orden de los predicadores, ha hecho oír su voz en circunstancias no siempre favorables ni siempre con éxito en numerosos foros europeos e iberoamericanos, con algunas incursiones en África y Oceanía. Contumazmente ágrafo, aún a pesar de algunos artículos y publicaciones redactadas muy a pesar suyo, ha escrito mucho menos de lo que hubiera debido. Aspira a jubilarse antes que estas nuevas camadas que (con la inconsciente arrogancia de la juventud tumultuosa) vienen pisando fuerte le declaren intelectualmente muerto.