Paso Drake y albatros errante Nov. 25, 9 p.m. Hemos tenido una suerte increíble con el Paso de Drake. Anoche cruzamos los Cuarenta Bramadores, y ahora estamos en plenos Cincuenta Aulladores. Los nombres se refieren a las legendarias latitudes, que pueden ser serenas, con amplias y lentas olas, o una pesadilla inolvidable con montañas de agua de 12 y más metros de altura. Estamos en un intermedio tendiendo hacia lo sereno, aunque se ha movido mucho, y el agua entra a raudales por la popa. Pero es posible capotearlo, y la tarde-noche está soleada. La única complicación es para dormir, pues uno se mueve en esa litera como una salchicha en una sartén. Los tripulantes me dicen que es cuestión de dar con la forma de que el cuerpo quede bien “encajado” en un ángulo entre la pared y una de las esquinas de la litera. Para eso lo que se hace es colocar el chaleco salvavidas debajo del colchón. Además de escuchar charlas de ciencia (la de hoy tuvo qué ver con las cinco grandes extinciones de fauna que se han dado en la historia del planeta, y cómo un grupo de geólogos intentará poner fechas más exactas a estos eventos basándose en los reversamientos de la polaridad magnética dentro de las rocas), el pasatiempo fue ver aves oceánicas. Es el viento –no la tierra no el mar- el principal medio ambiente de los albatros errantes, los petreles gigantes, y las gaviotas cortaagua. Son las llamadas aves de tubo nasal, porque tienen un tubo sobre la nariz cuya función es eliminar la sal, a través de dos pequeñas glándulas que tienen sobre los ojos. Estas glándulas son diez veces más eficientes que sus riñones. Los petreles gigantes son de color pardo y verlos es un placer porque planean con las alas totalmente extendidas y siempre inclinados verticalmente, con la punta de un ala rozando el agua. Pero mi favorito es el blanco albatros errante. Sus alas tienen 3.5 metros de envergadura – es el ave marina más grande de todas. Pero su característica más arrobadora es su majestuoso planear. Los albatros son seres aéreos, ingrávidos, que pasan la mayor parte de sus vidas abrazando el viento, excepto cuando sumergen el pico ligeramente para recoger calamares. Ese vuelo se ve tan fácil, indiferente a las montañas móviles de las olas, que nunca necesitan mover las alas; aunque aparentemente se ven tan rígidas como la cometa de un niño, estas alas son instrumentos de una sensibilidad exquisita. Interconectados en el cerebro de un albatros hay programas de física, aerodinámica, meteorología y navegación global. Ellos saben instintivamente cosas tales como que la velocidad del viento es menor cerca de la superficie del agua, a causa de la fricción. El poderoso esternón, al cual están asidos los músculos del vuelo, y los huesos de las alas, pesan tan sólo 1.3 kilogramos. Los huesos son huecos pero reforzados con un tejido especial para darles solidez. Los albatros errantes necesitan viento. Y no habrían podido evolucionar en otro lugar que no fuera el continente más ventoso del planeta, como es la Antártida. Esta tarde vimos nuestro primer témpano. Una estructura plana e inclinada, azul y blanca, en la distancia. Un témpano solitario, perdido en el norte. El día se ha hecho más largo y más frío.