ATARDECER EN EL PACÍFICO MEXICANO. Por Mario J. Zepeda La dinámica infinita del universo se desliza perfecta bajo las alas extendidas del líder de una parvada de pelícanos. Las siluetas de los plumíferos desfilan una tras otra, pareciéndome ahora una fila inclinada, ahora la impecable punta de una flecha mixteca que nunca tuviera que tocar la tierra. El líder de la formación bate poderosamente sus alas por una sola vez para mantener altura y dirección en seguida es imitado por cada miembro del grupo uno después del otro ejecutando entre todos una admirable y perfecta escenografía Arriba, el cielo es una fiesta de los colores: incontables anaranjados se transforman pausada pero continuamente en rojos, morados y azules; amarillos de varias tonalidades, se tornan en verdes eléctricos. Todo sucede por sólo unos momentos Más allá lejanas nubes rosadas, grises y blancas añaden maestría al cuadro que se pinta Abajo el mar espejo ondulante del cielo humedad y color del planeta. le pone bordes al horizonte y reta a la vista y al espíritu a que sigan intentando distinguir entre el infinito y el océano profundo Esta tarde, como ha ocurrido cada segundo desde el inicio de los tiempos, y sucederá hasta su término las olas nos traen la novedad de la energía que mueve al mundo: montañas de aguas van, prodigiosas corrientes de aguas regresan encontrándose, agitándose y entremezclándose maravillosamente agotando a cada instante, las palabras inventadas por el hombre para describir los incontables tonos de los azules y los verdes y para nombrar el movimiento. Mientras, la espuma, que es blanca en su conjunto, mantiene su tornasol en cada burbuja, y se solaza navegando tranquila entre tan poderosa fuerza Los sueños son como la espuma, pienso. Existen para que los miremos, pero es imposible, con las manos retenerlos Se crean y saltan en un segundo, vibran y navegan, nos impresionan y permiten que los observemos nos dejan que parezca que los atrapamos, tan solo para estallar juguetones y convertirse en agua que se nos escurre entre los dedos en aire que se aleja flotando en la brisa dejándonos titubeando: los sueños y la espuma: ¿existen o no existen? Aquí, a mis pies, la arena se amolda a la figura de tu cuerpo y acogedora nos invita a recostarnos. Me provoca a diseminar, lentamente, sobre tus hombros, primero, y sobre tus muslos maravillosos, después miles de partículas brillosas a acomodarlas y a reacomodarlas en los distintos parajes de tu piel buen pretexto para tocarte con tu aprobación cómplice de ciertas formas posibles No solo la arena, sino la brisa también nos acaricia huele a mar te digo y me contestas humedeciendo con tus labios los míos con un tan suave beso coronado de arenitas. En eso llega la punta de una ola un poco más larga que sus hermanas entrometiéndose sorprendiéndonos provocando que envueltos en tu súbita risa nos incorporemos apresuradamente sin haber podido evitar ser mojados Mar y brisa ponen la melodía principal que se ejecuta interminablemente las percusiones y el ritmo las brindan las ramas y hojas de las palmeras que se rozan entre sí como nuestras manos. De cuando en cuando graznidos de aves y gaviotas son el coro perfecto para tus murmullos y quejidos los virtuosos solistas del concierto. La temperatura del momento, creo, es la exacta medida de la mejor que haya existido nunca Cada tarde esta parcela del mundo, da poco a poco en forma tan bella la espalda al sol. Así, el astro soberano nos mira desaparecer paulatinamente, desde su muy central postura mientras giramos sobre el eje del planeta que habitamos en una modesta esquina de su inmenso reino cósmico. Nosotros lo vemos irse parécenos que se hunde en el mar, que cambia de tamaño y de color y cada tarde, aunque lo hayamos mirado partir mil veces contenemos el aliento nos sobrecogemos tomamos los hombros de nuestros hijos y las manos de nuestros mayores como alguna vez los ausentes tomaron nuestros hombros, cuando fuimos niños. Allí, deseando solo buenas cosas nos ponemos poéticos “es la puesta del sol…” decimos. Mirarla desde la costa oeste mexicana uno de los más tiernos ritos de los humanos ¿Cómo se llama esta playa? ¿Cuántos miles de kilómetros tiene? ¿Cómo se llama la primera estrella marinera que aparece? ¿Cómo te llamas tú? Son los atardeceres del pacífico mexicano Espíritus y corazones de mil y un pueblos y ciudades del mundo de todas las clases sociales y razas vienen a curarse de la vida allende a tomar nuevas energías a llevarse consigo un pedacito de los colores y sonidos de los aromas y sabores de las sensaciones de la piel que aquí ocurren. Después de amarnos nos sacudimos las arenas y tus manos hacen que la suave tela vuelva a encubrir las deliciosas formas mientras yo me pongo el traje de baño. Así caminamos hasta la enramada más próxima: “buenas, seño…” diremos ella nos traerá desde su rústica cocina unas gorditas untadas de frijoles, bañadas en salsa verde, que comeremos, con unas quesadillas de camarones acompañadas de una buena cerveza fría. Ahora estoy seguro que aquí fue el paraíso.