Diálogos con científicos y sabios Weber, RénéeAsociado a: Ciencia

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Diálogos con científicos y sabios
Weber, Rénée
Asociado a: Ciencia, conocimiento y
desarrollo sostenible
Alianza Editorial, (2003)
Col. El libro de bolsillo.
Sociología, 3805
Trad. J. Abellán
336 p.
ISBN: 84-206-7237-8
Descripción del libro:
A menudo se ha querido ver en La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, publicada como dos largos artículos en 1904 y 1905, un
enfrentamiento radical con el materialismo histórico. Sin embargo,
Max Weber no pretendía explicar el comportamiento económico a
partir de la religión, sino mostrar que las ideas y la visión del mundo
que tienen los grupos humanos ejercen una influencia en la
conducta individual, independiente de otras fuerzas sociales (como
el trabajo y las relaciones de producción). Las creencias y los
valores son tan reales como las fuerzas materiales para explicar la
historia y la acción humana. Además, Weber estaba convencido de
que las concepciones religiosas son factores esenciales en la
transformación económica de las sociedades. Sobre estas dos
cuestiones gira su estudio: quiere saber por qué el capitalismo se
desarrolló exclusivamente en Occidente.
Tras la caída del Imperio romano, otras civilizaciones –la china, por
ejemplo– eran claramente superiores a la occidental. ¿Qué provocó,
pues, un desarrollo económico tan espectacular en Europa a partir
del siglo XVII? Para responder, hay que situar lo que Weber
denomina «espíritu del capitalismo». El capitalismo no debe
confundirse con la avidez ilimitada de riquezas. Por el contrario,
cabe afirmar que es sinónimo de la represión o de la moderación
racional de este impulso irracional; la avaricia egoísta es más típica
de la sociedad precapitalista. La actitud occidental –«el espíritu del
capitalismo»– hacia la acumulación de riquezas es completamente
diferente, y se nutre de las creencias y valores de los primeros
mercaderes e industriales capitalistas, caracterizadas por un afán
de acumular riquezas, pero al mismo tiempo «un ascetismo feroz»
que les llevaba a un tipo de vida frugal y a la idea de profesiónvocación, entendida como dedicación abnegada al trabajo
profesional. Según Weber esta actitud se formó durante la Reforma;
no se encuentra en el catolicismo ni en la Antigüedad.
El espíritu del capitalismo moderno viene así caracterizado por una
singular combinación de la dedicación a ganar dinero mediante una
actividad económica legítima, junto con el prescindir del uso de
estos ingresos para gustos personales. Por eso Weber se pregunta
si no será una particular actitud hacia el trabajo, determinada por
unas creencias religiosas, lo que explica la historia de la civilización
occidental. La ética protestante identifica una «afinidad electiva»
entre calvinismo y ética económica del capitalismo moderno.
Weber analiza los rasgos de la ética calvinista, especialmente la
predestinación: sólo un número reducido de hombres es designado
para conseguir la salvación, número irrevocable que Dios fija en el
momento de la creación. El hombre no puede salvarse por
merecimiento propio, pues eso supondría que los decretos eternos
de Dios son modificables por las acciones humanas. Por otro lado,
Calvino establece que no existen diferencias externas entre
elegidos y condenados, de modo que todo hombre estaba obligado
a considerarse un escogido y a conducirse en su existencia terrena
de manera ejemplar. En la actuación de esa «vida santa», la pereza
y la dilapidación del tiempo son los peores pecados y el trabajo
goza de la más alta valoración ética; cuando las ganancias se
adquieren gracias al cumplimiento ascético del deber profesional,
son recomendadas moralmente.
«Se ha dicho muchas veces que querer ser pobre es lo mismo
que querer estar enfermo: sería en los dos casos glorificar las
obras e ir contra la gloria de Dios.»
«El hombre moderno, aun con su mejor voluntad, no es capaz
de representarse toda la efectiva magnitud del influjo que las
ideas religiosas han tenido sobre la conducta en la vida la
civilización y el carácter nacional, nuestra intención no es
tampoco sustituir una concepción unilateralmente
“materialista” de la cultura y de la historia por una concepción
contraria de unilateral causalismo espiritualista. Materialismo y
espiritualismo son interpretaciones igualmente posibles, pero
como trabajo preliminar; si, por el contrario, pretenden
constituir el término de la investigación, ambas son igualmente
inadecuadas para servir a la verdad histórica.»
Weber destaca que su análisis descalifica el «materialismo histórico
ingenuo», pero no propone una «teoría» alternativa. Intentará
demostrar la imposibilidad de alcanzarla en sus ensayos
metodológicos, escritos en buena parte en el mismo período que
esta obra.
Biografía del autor:
Max Weber(Erfurt, 1864–Munich, 1920) es uno de los padres
fundadores de la sociología. Hijo de un destacado político y
abogado, creció en Berlín y estudió Derecho, Economía, Filosofía e
Historia en Heidelberg, Berlín y Gotinga. Tras ejercer como
abogado, fue profesor en Berlín (1892). Más tarde impartió docencia
de economía política en las universidades de Friburgo y Heidelberg.
En 1898, una grave depresión le obligó a abandonar la universidad,
pero continuó escribiendo. Regresó a la vida académica en 1918,
como profesor en Viena, y en 1919 pasó a Munich. Considerado
uno de los últimos liberales, fue cofundador del Partido Demócrata
Alemán (DDP), donde militó activamente. Sufrió una terrible
decepción al no obtener un escaño como parlamentario que reflejó
en su conferencia «La política como profesión», en que muestra su
desengaño frente a los partidos políticos y la maquinaria electoral.
Entre sus obras destacan La ética protestante y el espíritu del
capitalismo (1904-1905), La ética económica de las religiones
universales (1915), Estudio sobre Sociología de la Religión (1921) y
Economía y sociedad (1922), publicado con carácter póstumo y
editado por su esposa, Marianne Schnitger Weber.
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