IMAGINARIOS DEL CENTRO DE MEDELLÍN

Anuncio
IMAGINARIOS DEL CENTRO DE MEDELLÍN
Por
MARILUZ AGUIRRE RESTREPO
BIBIANA BETANCUR
PAULA MEJÍA
En 1968 se demolió el edificio Gonzalo
Mejía, donde funcionaba el Teatro Junín y
el Hotel Europa, ubicado en la Playa con
Junín, para dar paso a la construcción del
que sigue siendo un símbolo del centro de
Medellín: el Edificio Coltejer, que tenía
como fin albergar la sede administrativa de
la conocida empresa textil de Antioquia,
que por muchos años jalonó la economía
local.
El proyecto creó mucha polémica, debido a
que con la demolición del Gonzalo Mejía
se perdían dos de las construcciones más
bellas que ha tenido Antioquia, hechas
durante la denominada “Época de Oro” del
Paseo La Playa, junto con el Palacio
Arzobispal, El Palacio Amador y El Palacio
de Bellas Artes. Sin embargo, pudo más el
ánimo de modernismo que la vocación de
conservación arquitectónica.
1970
1971
Del techo de teja a los rascacielos
La era de las inmensas torres en Colombia
se dio con el proyecto de Avianca (1966-
1969), localizado en Bogotá y que consta
de cuarenta pisos. En Medellín la
continuaron los edificios Furatena (1966),
Coltabaco (1967) y Seguros Bolívar (1967).
No obstante, aún estaba por llegar esa
edificación que capturara todas las miradas
de los antioqueños y que se convirtiera en
punto de encuentro y referente de la
ciudad.
Desde su inauguración la capital de la
montaña dejó atrás su condición de aldea
para dar paso a una urbe en sintonía con
el modernismo y logró fortalecer su imagen
como eje industrial y económico del país.1
2006
Dejando un poco la historia y pasando al
hoy,
consideramos
desde
nuestras
percepciones, que el centro de Medellín,
donde se encuentra gran parte de la zona
comercial de la ciudad, ha dejado de ser
un lugar apto para el esparcimiento y la
interacción, (En el centro hay 10.000
hogares,
conformados
por
45.000
personas. Sin embargo, en el día habitan
400.000 personas por cuestiones laborales
y 1’000.000 acude a él por diligencias)
convirtiéndose en un lugar de tránsito, o
como diría Marc Augé un “no lugar”; ahora
el
centro
concentra
almacenes,
supermercados,
centros
comerciales,
1
www.terra.com.
parqueaderos etc, lo que ha creado otra
concepción del centro, es decir, un centro
más mediato, donde cada vez es más
difícil interactuar con el otro y con el
espacio, se ha convertido en un lugar para
“estar” y no para ser, un lugar que nos
limita el reconocimiento como sujetos,
convirtiéndonos en objetos de las
dinámicas sociales, políticas y en su
mayoría económicas.
Otro de los factores que han contribuido
para esta transformación del centro, es la
contaminación ambiental que ha generado
un desplazamiento de lo público a lo
privado,
donde
se
puede
decidir
“libremente” lo que se quiere hacer, con
quien se quiere compartir, lo que quiero
decir etc, sin embargo la tecnología
también a hecho su aporte para que esto
suceda, como se comenta en “Telépolis”,
un texto de Javier Echeverría donde
podemos darnos cuenta de que la
sociedad contemporánea se ve cada vez
más evocada a generar interacciones a
distancia y desde lo privado, desde su
casa, encontrando innecesario desplazarse
al centro de la ciudad para interactuar con
otr@s y con el espacio público.
Lo curioso de todo esto sucede en la
observación que realizamos unas cuantas
tardes y durante aproximadamente 4
horas, cuando pudimos darnos cuenta que
el espacio público está supeditado a lo
privado, y muestra de ello fueron las
escalinatas que comunican las oficinas del
segundo piso del edificio Coltejer con el
anden entre las carreras 48 y 49 sobre la
calle 52, pues allí los transeúntes son
discriminados por su condición anímica,
social, económica y cultural, en la medida
en que las personas en estado de
embriagues, los habitantes de la calle y los
trabajadores informales de la zona, son
invitados por un guarda de seguridad
privada a desalojar dichas escalinatas.
Con las anteriores referencias de lo que es
hoy el centro a partir de nuestras
percepciones,
y de
lo
observado
podríamos decir que este no es
considerado como un espacio ameno y
propicio para el disfrute; sin embargo, y
para nuestra sorpresa, pudimos darnos
cuenta a través de los relatos de los
transeúntes,
habitantes,
empleados,
turistas y trabajadores ambulantes de este
sector del centro, que éste espacio aún es
considerado un sitio de distracción, donde
se puede compartir con el otro, además
ellos reconocen el centro desde su
infraestructura, la gente y el comercio,
tanto, que este es vivido desde los
espacios físicos que ofrece la ciudad, se
visualiza el desarrollo desde los avances
en las grandes infraestructuras como se
dijo anteriormente (el metro, la plaza
botero, el edificio Coltejer).
Es evidente que la gente disfruta vivir en
Medellín, ya sea porque es nativo de esta
tierra, o porque viene de otras ciudades; y
disfruta estar en el centro no sólo por la
calidez, la amabilidad, la alegría y la
belleza de sus habitantes, sino también
porque el centro les ofrece gran diversidad
de espacios de diversión y de comercio.
Sin embargo estas personas no niegan las
diversas problemáticas sociales urbanas
que allí de dan (la indigencia, el trabajo
informal,
los
adultos
mayores
y
discapacitados en trabajo informal, familias
en
condición
de
desplazamiento,
alcoholismo, drogadicción, contaminación
ambiental e inseguridad),
y que son
percibidos de manera directa e indirecta a
través de los sentidos, muestra de ello es
que identifican el centro con olores como el
humo, la mugre, la marihuana y con
colores como el verde y el amarillo; esto no
inquieta y de alguna forma no alienta, el
darnos cuenta que la gente tiene esa
capacidad de vivir en medio del caos y las
problemáticas del centro, pero al mismo
tiempo también lo disfruta y logra ver lo
mejor de él, ya sea desde la infraestructura
o desde la gente y sus interacciones.
El centro tiene vida, se dinamiza y se
transforma a través de sus habitantes.
Descargar