Historia de España contemporánes

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Tema 8
1.Los supuestos ideológicos del Estado liberal: los partidos políticos
Al reinado de Isabel II le ocupó la tarea de institucionalizar el Estado liberal mediante la creación y
consolidación del aparato político, administrativo y fiscal.
Dos versiones del mismo liberalismo. Ambas pretenden un Estado con división de poderes, reconocimiento de
derechos y de la soberanía nacional. Varían en la intensidad y el grado respecto a la extensión del sufragio, en
la amplitud de los derechos individuales y en la preeminencia concedida al poder ejecutivo.
Moderantismo y progresismo..., y término medio
Los partidos políticos de la España del siglo XIX se trataban de grupos de personas que reconocían a un jefe
al que ayudaban en las tareas políticas para conseguir una parcela del poder cuando triunfara.
Entre los más abiertos de los moderados y los más prudentes de los progresistas nacerá un partido intermedio
entre moderados y progresistas: la Unión Liberal.
El partido moderado
El moderantismo fue más que una ideología política, una concepción global sobre la organización del Estado,
de la sociedad y de todo un modelo de comportamiento social y de formas culturales. El moderantismo
buscaba el equilibrio, el punto medio, el compromiso, la fusión entre la revolución liberal y la tradición. Se
huía de lo radical, de los principios netos.
En política defendían el sufragio restringido, el poder moderado de la Corona, la regulación de los derechos...
En la cultura gustaban del academicismo, de lo correcto. En lo social, de facilitar que el prestigio profesional
permitiera el ascenso social. Deseaban compatibilizar la libertad con el orden, pero sacrificaron la primera al
segundo en cuanto surgió la más mínima duda. Sus jefes indiscutibles fueron Narváez y Pidal.
Desde el punto de vista ideológico la soberanía conjunta de la Corona y de la nación se tradujo en la
concesión del poder moderador al rey. Es decir, en caso de conflicto entre el Consejo de Ministros y las
cámaras legislativas, la Corona puede decidir quién tiene razón. Si son las Cortes, hará dimitir al gobierno; si
es el gobierno, disolverá aquéllas y convocará nuevas elecciones.
La legitimación del poder no reside en la voluntad popular, sino en la capacidad demostrada: que es la del
dinero.
El partido progresista
Desde el punto de vista social, el progresismo será el partido de las clases medias y de ciertos sectores de la
burguesía urbana. Sus jefes más destacados fueron Espartero, Olózaga, Prim y Madoz.
Defendió la soberanía popular a ultranza y la máxima amplitud de las libertades individuales, así como la
reanudación de la desamortización. La soberanía nacional será su dogma básico: ésta residía exclusivamente
en las Cortes, cuyos miembros eran elegidos por sufragio censitario más amplio que el moderado. La Corona
mantenía el poder de disolver las Cortes como elemento moderador.
La Unión Liberal
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Suponía un término medio entre moderados y progresistas. Aceptaron el régimen de 1845, pero con reformas
que incrementaban las representatividad. Eran partidarios de regular la libertad de imprenta, pero con mayor
amplitud que los moderados. También defendían reanudar la desamortización eclesiástica, aunque de acuerdo
con la Santa Sede.
Su base social era muy reducida. Se trataba de un partido de notables, muy arraigados entre los militares de
alta graduación y los altos empleados de la administración. Su jefe fue el general O'Donnell, tras su muerte le
sucedió en la jefatura el general Serrano.
El modelo moderado de Estado liberal: el régimen político de 1845
La vigencia refleja el perfil dominante del liberalismo español hasta la expulsión de Isabel II.
La Constitución de 1845
El sueño moderado era hacer compatible el orden con la libertad, y su traducción práctica fue la concesión de
amplios poderes al poder ejecutivo.
La participación
La Ley Electoral de 1846 establecía un sistema de sufragio censitario más restringido que el establecido en
1837. La definición de los distritos eran uninominales, cada uno elegía un diputado. Como el número de
electores era muy pequeño en cada distrito al gobierno le resultaba fácil presionar para que resultaran elegidos
sus candidatos.
En definitiva, la participación estaba tan controlada que los progresistas no tenían posibilidades de alcanzar el
poder por procedimientos electorales legales.
Las libertades públicas y su regulación: el complicado equilibrio entre la libertad y el orden
La preocupación por el orden fue uno de los principios básicos del moderantismo. Para defender el orden
público y proteger a las personas y las propiedades, se creó en 1844 la Guardia Civil.
Se afrontó la tarea de consolidar un orden jurídico unitario mediante un nuevo Código Penal, la Ley de
Enjuiciamiento Civil, la Ley del Notario, la Ley Hipotecaria y el proyecto de Código Civil que será
continuado tras el régimen moderado.
La amplitud de los derechos se restringió para facilitar su control. Desapareció el juicio con jurado en los
delitos relacionados con la libertad de imprenta. Posteriores leyes irán restringiendo aún más la libertad de
expresión.
También el derecho de reunión estuvo muy controlado. Se requería un permiso gubernativo previo y la
presencia de agentes del gobierno en la reunión.
La administración local: el centralismo
El Consejo de Ministros nombraba a todos los alcaldes de las ciudades de más de 2000 vecinos. El jefe
político de la provincia designado por el poder ejecutivo, nombraba al resto. Los demás miembros del
Ayuntamiento se elegían por sufragio censitario.
Se estableció la división del territorio en 49 provincias sin ningún vínculo entre sí. Así se borraban rasgos
comunes que hubieran podido propiciar reivindicaciones de carácter regional. El jefe político era el delegado
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del gobierno, presidía la Diputación y era la máxima autoridad.
La reforma fiscal
Los ingresos del Estado liberal procedían de los impuestos directos de impuestos indirectos y de otras fuentes
diversas.
Fueron dos los rasgos fundamentales del nuevo sistema de impuestos. Por un lado, los ingresos por impuestos
indirectos suponía el doble que los directos. Por otro lado, se aceptaba el fraude en las declaraciones de los
propietarios, especialmente entre los agrícolas, que constituían la parte más sustancial de la riqueza del país.
Cuando los ingresos son inferiores a los gastos, el Estado se ve obligado a emitir deuda pública.
El Estado gastó parte de sus ingresos en prestar servicios a los ciudadanos. Abordaron la organización de la
educación.
2.La evolución de la vida política: períodos fundamentales
Tras la expulsión del general Espartero en 1943, se produjo una conjunción de fuerzas liberales de todo signo
que prepararon una transición. Los moderados emplearon diez meses en hacerse con el poder. Durante ese
tiempo se sucedieron dos gobiernos progresistas y otro moderado.
La década moderada (1844−1854)
Con el nombramiento del general Narváez como jefe del gobierno se abrió un período ininterrumpido de
gobiernos moderados durante diez años (década moderada). La gestión de Narváez y Pidal, junto con la de
otros moderados posibilitaron que la situación mejorara sensiblemente en los aspectos político, social y
económico.
Los diez años de gobierno moderado supusieron un desgaste político enorme.
Los moderados estaban muy divididos y su crisis arrastró al régimen con el que se identificaba. Una coalición
de moderados puritanos, de progresistas y de generales se levantaron en contra de los moderados en 1854 y
acabaron con su control del poder.
El bienio progresista (1854−1856)
El bienio progresista tuvo su origen en un pronunciamiento militar de carácter moderado al que acabarán
apoyando los elementos civiles progresistas. En la práctica los centros de poder fueron tres: la reina, las
Cortes constituyentes y el gobierno surgido de un movimiento revolucionario.
Todo el juego político de estos dos años respondió a un intento de la reina por volver a una situación
moderada. Los motivos para adoptar esta decisión se originaron por la puesta en marcha del programa
progresista de gobierno: nueva Constitución con predominio del legislativo; mayor amplitud de las libertades
de imprenta y reunión, desamortización civil y eclesiástica de 1855
La carestía de alimentos de primera necesidad provocó motines en varias ciudades. O'Donnell propuso una
intervención decidida y enérgica por parte del gobierno para restablecer el orden público, a lo que Espartero se
negó. La dimisión del gobierno se hizo inevitable. Fue entonces cuando la reina quedó como árbitro de la
situación y encargó a O'Donnell la formación del gobierno.
La época de la Unión Liberal (1856−1863)
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El general Narváez sólo duró un año: impuso el orden, acalló el clamor de la prensa y sometió los intentos de
motín del progresismo.
La única alternativa no progresista para conseguir estabilidad política en el régimen era el nuevo partido de
O'Donnell: la Unión Liberal. En junio de 1858 Isabel II le encargaba formar gobierno, éste duró cinco años:
hasta 1863. El gobierno largo de la Unión Liberal proporcionó orden público, prosperidad económica y una
política exterior de prestigio.
La larga crisis final de la monarquía isabelina (1863−1868)
El retorno de los moderados se debió a la negativa oficial de los progresistas a participar en un sistema
político que les excluía de manera sistemática. Ante la imposibilidad de ganar unas elecciones desde la
oposición de ser convocados por la Corona, no les quedaba otra salida que la conquista del poder desde fuera,
mediante un movimiento insurreccional.
Narváez será la figura más representativa de la nueva etapa. Su forma enérgica de extinguir los focos
revolucionarios acabará minando su prestigio. Le desacreditaron ante la opinión pública que le consideraban
un déspota sanguinario.
O'Donnell, el general, intentó que los progresistas participaran en las elecciones pero éstos se negaron. Se
produjo otro intento progresista de alcanzar el poder. La suerte estaba echada para la reina; sólo cabía resistir
la revolución y para ello nadie mejor que Narváez. Pero su muerte dejará a la Corona sin recursos para
afrontar la revolución de 1868.
En la medida en que Isabel II se había identificado con el régimen moderado, los intentos de acabar con él
implicaban el destronamiento de la titular de la Corona.
3.La política exterior de la España isabelina
La política exterior española durante el reinado de Isabel II estuvo determinada por las siguientes
coordenadas: la estratégica posición de España en un Mediterráneo convulsionado por intereses que despierta
su dominio; la existencia de un conflicto en Portugal paralelo al español con los carlistas; y el no
reconocimiento de la sucesión de la reina Isabel II por parte de las potencias absolutistas europeas.
España en la Europa de la Cuádruple Alianza (1833−1846)
María Cristina buscó el apoyo exterior en las únicas naciones que habían aceptado la sucesión de Isabel II:
Francia e Inglaterra. El Tratado de la Cuádruple Alianza impidió la intervención militar de los absolutistas
europeos en la guerra civil entre liberales y carlistas.
María Cristina apeló a una mayor colaboración de Francia e Inglaterra. El tratado quedó prácticamente si
eficacia.
En la órbita francesa (1847−1868)
Isabel II pretendió dos objetivos: conseguir su reconocimiento por el mayor número de países y mejorar las
relaciones con la Santa Sede. Esto se consiguió mediante el Concordato de 1851, que convalidaba las compras
de bienes desamortizados de la Iglesia a cambio de ciertas ventajas: declaración de la unidad católica del país,
reconocimiento de la capacidad de la Iglesia para poseer bienes y partida compensatoria para el culto y el
clero.
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