Guerra del Pacifico o Guerra del Salitre

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Guerra del Pacifico o Guerra del Salitre
La “historia oficial” llama Guerra del Pacífico al conflicto bélico (1879 a
1883) que desangró a Chile, Bolivia y Perú. Ello para ocultar la verdadera
causa de la conflagración: el salitre.
El Océano Pacífico es la mayor masa marítima del planeta. Su superficie
abarca 180 millones de kilómetros cuadrados y baña tres continentes:
América, Asia y Australia. La guerra que nos preocupa se desarrolló sólo
en un ínfimo rincón, y hubo sólo dos combates navales: el de Iquique, el 21
de mayo de 1879, y el de Punta de Angamos, el 8 de octubre del mismo
año. Ambos duraron pocas horas y participaron seis naves: dos peruanas, el
Huáscar y la Independencia; y cuatro chilenas, la Esmeralda, la Covadonga,
el Cochrane y el Blanco Encalada.
Después, la flota chilena surcó el Pacífico sólo en tres ocasiones,
transportando tropas. Entre fines de octubre y el 2 de noviembre de 1879
trasladó 9.500 soldados desde Antofagasta a Pisagua; en marzo de 1880
llevó 13 mil hombres de Iquique a la caleta de Ilo; en enero de 1881, a 25
mil efectivos de Arica a Pisco. O sea, el escenario naval de la guerra abarcó
de Antofagasta a Pisco: unos 2.000 kilómetros.
Los historiadores alemanes llaman a este conflicto Salpeterkrieg: Guerra
del Salitre. Es el nombre adecuado. Veamos por qué.
Durante años el desierto de Atacama -al sur de Bolivia y al norte de Chilefue despreciado por ambos países. Pero todo cambió al descubrirse que
existían importantes yacimientos de salitre. Hubo dos tratados de límites.
El último, firmado por los presidentes Federico Errázuriz y Tomás Frías, en
1874, ratificaba el paralelo 24 grados latitud sur como límite entre los dos
países. Además, el gobierno boliviano se comprometía a no aumentar
durante 25 años las contribuciones que pagaban las industrias chilenas
establecidas en su territorio.
En Antofagasta, perteneciente a Bolivia, se instaló la Compañía de Salitre
de Antofagasta, de capitales chilenos que, el 1º de mayo de 1872, inició las
exportaciones del “oro blanco” a Europa.
Más al norte, Perú puso en vigencia el 28 de marzo de 1875 una ley
mediante la cual expropió las oficinas salitreras de Tarapacá, pagando a sus
antiguos propietarios con certificados. En 1879 el presidente boliviano
Tomás Frías fue derrocado por un golpe encabezado por el general Hilarión
Daza. Este decretó un nuevo impuesto de 10 centavos por quintal de salitre
exportado. La Compañía de Salitre de Antofagasta se negó a pagarlo.
Entonces Daza ordenó el embargo y remate de esa empresa.
El gobierno chileno salió en defensa de los capitalistas nacionales. Rompió
relaciones con Bolivia y el día señalado para el remate, 200 soldados al
mando del coronel Emilio Sotomayor ocuparon Antofagasta, impidiendo la
subasta. El 1º de marzo, Bolivia declaró la guerra a Chile. Otro tanto hizo
Perú, que en 1873 había firmado un pacto con Bolivia. El 5 de abril, Chile
declaró la guerra a los aliados. Hacia fines de 1879 Tarapacá quedó en
manos de las tropas chilenas.
Pero en la región se libraba otra guerra secreta. Sus protagonistas era dos
ingleses que no usaban fusiles ni cañones. Sus armas consistían en la
especulación y la falta de escrúpulos.
Uno era Robert Harvey, que había llegado a Tarapacá en 1874. Poco antes
de la ocupación de esa provincia por los chilenos, el gobierno peruano lo
había designado Inspector General de Salitreras. En 1880, fue confirmado
en ese cargo por el gobierno de Chile, otorgándole amplias atribuciones.
Recibía sueldo de los dos países y a ambos entregaba informes falsos.
El otro británico, John Thomas North, llegó a Chile en 1866 con 10 libras
esterlinas en los bolsillos. Trabajó como mecánico en la maestranza
ferroviaria de Caldera. Después se trasladó a Tarapacá, donde se asoció con
su compatriota Harvey. Ellos aprovecharon la caótica situación producida
por la guerra y con triquiñuelas y engaños compraron certificados que el
gobierno peruano emitió al expropiar las oficinas salitreras, cuando se
cotizaban a un 11% de su valor nominal. Pudieron hacer esas compras
gracias a los generosos créditos que les otorgaron los bancos chilenos
Edwards y Valparaíso.
Aún no finalizaba la guerra cuando el gobierno chileno de Federico Santa
María decretó, el 28 de marzo de 1882, la entrega de títulos de propiedad
definitiva a quienes tuviesen certificados salitreros. Así fueron entregadas a
particulares más de 80 oficinas. Otras 71 quedaron -provisoriamente- en
manos del Estado chileno.
Algunos tenedores de certificados, como John Thomas North, Robert
Harvey, la Casa Gibbs y otros capitalistas ingleses, pasaron a ser
propietarios de las más importantes y ricas oficinas salitreras, controlando
la industria del nitrato y transformando el norte grande chileno en una
factoría británica.
John Thomas North se convirtió en el “rey del salitre”, uno de los hombres
más ricos del mundo. Fue dueño de numerosas oficinas salitreras, de los
ferrocarriles y de una serie de otras empresas; monopolizó la distribución
de agua potable y el comercio en la pampa, desde la harina y carbón hasta
la carne y verduras. Fundó el Bank of Tarapacá and London Ltda. Tuvo a
su servicio abogados y parlamentarios liberales, conservadores y radicales.
Hizo importantes inversiones en Inglaterra, Francia, Bélgica, Egipto,
Australia y Brasil.
El 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco el último combate de una
guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos.
Chile quedó con el territorio de dos provincias, Tarapacá y Antofagasta,
pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a
manos de capitalistas británicos.
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