Reseña1 COHEN, I. Bernard (1989), El nacimiento de una nueva física, Madrid, Alianza, 267 p. I. Bernard Cohen es conocido como editor crítico de los Principia de Newton, y por consiguientemente como uno de los más prestigiosos investigadores de la evolución conceptual newtoniana. Ha publicado una serie de estudios en torno a la historia e idea de revolución en las ciencias. Es físico e historiador de la ciencia, es profesor emérito del Departamento de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y es uno de los fundadores del estudio moderno de la historia de la ciencia. El nacimiento de una nueva física, es un valioso trabajo de divulgación sobre la revolución científica coronada con la obra de Newton. La intención del autor es explorar ciertos aspectos de esa gran Revolución Científica que acaeció durante los siglos XVI y XVII, y clarificar ciertos rasgos fundamentales de la naturaleza y desarrollo de la ciencia moderna, destacando una de sus características principales, su aspecto dinámico, la manera en que los cambios acontecen constantemente. La primera edición publicada en 1960 en inglés se escribió para las Science Series, parte de un nuevo enfoque didáctico para la comprensión de la física creada por el Physical Science Study Committee. Esta edición ha sido impresa y reimpresa muchas veces y ha sido traducida a más de diez idiomas. Al reeditarla en 1985, al autor ha enriquecido la parte relativa a Galileo y Newton, incorporando el fruto de nuevos descubrimientos aportados por las investigaciones de la historia de la ciencia. Esta última edición en 1989 es traducida al castellano y editada por Alianza. En su forma actual, el libro está dividido en siete capítulos y dieciséis apéndices. La tesis central del libro consiste en afirmar que “El cambio desde el concepto de una Tierra estacionaria a una Tierra en movimiento exige el nacimiento de una nueva física”, que será elaborada por Galileo, Kepler y Newton. El autor comienza planteando una de las principales problemáticas del orden conceptual, la “del movimiento”, tema que es el principal hilo conductor de su obra. Para el autor aún en la actualidad hay muchas personas que tienen puntos de vista sobre el movimiento que forman parte de la física aristotélica, en el sentido de que no se explican cómo suceden ciertos fenómenos cotidianos de movimiento, tal como ocurren, sobre una Tierra móvil. A partir de una serie de ejemplos de fenómenos cotidianos de movimiento, el autor intenta mostrar que la física aristotélica es inadecuada y que conduce a errores cuando se quiere explicar estos fenómenos observados en una Tierra móvil. Sin embargo, el viejo sistema de física asociado con el nombre de Aristóteles era un sistema completo de ciencia desarrollado para un Universo en cuyo centro la Tierra está en reposo; por lo tanto, derrocar ese sistema poniendo la Tierra en movimiento requería de una nueva física. De acuerdo al autor, la física aristotélica se acerca más bien a una física del sentido común, debido a que es la visión que comparte la mayor parte de la gente y de acuerdo a la que actúa intuitivamente. Sobre todo, se trata de una física que está particularmente bien adaptada al concepto de una Tierra en reposo. El sistema que elaboró Aristóteles fue completo y coherente, y en él se alcanzó el objetivo de hallar una teoría que explicara de forma más o menos completa los hechos conocidos y por qué tales hechos eran necesariamente así y no de otra manera. En el año 1543 se publicaron dos importantes libros que provocaron cambios significativos en la concepción del hombre sobre la naturaleza y el mundo; uno era el de Nicolás Copérnico, Sobre las revoluciones de las órbitas celestes, y el otro de Andreas Vesalio, De la estructura del cuerpo humano. Dicho año se considera con mucha frecuencia, como el año del nacimiento de la ciencia moderna. 1 Un trabajo del curso: Historia de la Ciencia del Prof. Antonio García Belmar. Programa de doctorado de la Universidad de Alicante La astronomía de Copérnico no aporta solamente una nueva combinación más económica de los círculos, sino una nueva imagen del mundo, el paso del punto central fijo del universo de la Tierra al Sol y el concepto de una Tierra en movimiento. A principios de 1609, Galileo a través de un telescopio empezó a estudiar el cielo, dondequiera que miraba encontraba una prueba que apoyaba el sistema copernicana. Después de 1609, con los descubrimientos de Galileo de cómo era el universo, sólo quedaban abiertas dos posibilidades: una era negarse a mirar a través del telescopio y la otra era rechazar la física aristotélica y el modelo geostático de Ptolomeo. Como precursor en el uso del telescopio, Galileo revolucionó la astronomía basada en la observación. A continuación, Galileo se dedicó a resolver dos problemas: el primero, explicar el comportamiento de cuerpos en caída sobre la Tierra en movimiento, los cuales caen exactamente como si se encontraran en una Tierra en reposo, y el segundo, establecer nuevos principios para el movimiento de caída de cuerpos en general. El análisis que hizo de la trayectoria del proyectil, como se puede comprobarse en el libro, fue el primer esbozo de la formulación del principio de inercia. Los estudios de Galileo de la caída libre y su análisis de la trayectoria de los proyectiles son ejemplos clásicos de la combinación del análisis matemático con la experimentación. Uno de los instrumentos más revolucionarios para la ciencia fue el pensamiento abstracto, al cual recurrió Galileo como una herramienta. Galileo mostraba cómo la abstracción puede relacionarse con el mundo de la experiencia, cómo a partir del pensamiento sobre la naturaleza de las cosas se pueden derivar leyes relativas a la observación directa. Respecto a Kepler, el autor resalta su modelo de universo y su propuesta revolucionaria: la de rechazar del todo los círculos e incorporar la elipse en las órbitas planetarias; como se sabe el círculo o combinaciones de círculos fue una característica común tanto en el sistema de universo de Copérnico como el de Ptolomeo. Kepler actualizaba las implicaciones de la idea copernicana de que las mismas leyes físicas rigen para la Tierra, su Luna y los planetas. Los principios físicos keplerianos de inercia, fuerza y movimiento significaron el fin del cosmos aristotélico y prepararon el terreno científico para el advenimiento de Newton. La publicación de los Principia de Isaac Newton en 1687 fue uno de los acontecimientos más notables en toda la historia de la ciencia física. Esta obra es la más importante e influyente de la Revolución Científica; en ella se encuentra la culminación de miles de años de esfuerzos por comprender el sistema del mundo, los principios de la fuerza y del movimiento, y la física de los cuerpos que se mueven en medios diferentes. A través del desarrollo de las leyes de la dinámica y de la gravitación se puede discernir lo que se llama “el estilo newtoniano”, cuya esencia era la capacidad de separar en dos partes el estudio de las ciencias exactas, el desarrollo de las consecuencias matemáticas de sistemas o constructos imaginados y la subsiguiente aplicación de los resultados matemáticamente derivados a la explicación de la realidad física. Sin duda, el desarrollo de la obra de I. Bernard Cohen, al tratar de dibujar el paso de un paradigma físico a otro, es una buena estrategia de exposición histórica; sin embargo, al intentar hacer de la obra una exposición asequible didácticamente, el autor realiza una interpretación sesgada de muchos de los episodios de dicha historia. Por otra parte, es frecuente encontrar que Cohen explica teorías pasadas con experiencias y ejemplos modernos, lo que no le salva de caer en un cierto anacronismo. En otras de sus obras, como Revolución en la ciencia (1989), los capítulos relacionados con este período (siglos XVI y XVII), notamos un análisis más crítico y objetivo al manejar los hechos constituyentes de la llamada Revolución Científica, así como una investigación más completa y abundante, misma donde se toman en cuenta, no sólo los aspectos esotéricos de la física, sino también los socioeconómicos, políticos, intelectuales e institucionales; en suma, se trata de una obra escrita para un público más especializado. Con todo, el libro que aquí reseñamos puede funcionar muy bien como un primer acercamiento al problema, como un buen esfuerzo de divulgación con un enfoque didáctico que hace más sencilla la comprensión de dicho periodo para aquellos no demasiado diestros en el tema. A pesar de ello, la obra en su conjunto tiene un gran valor histórico-científico y revela el mérito de conjugar en un mismo autor un verdadero esfuerzo de divulgación de los conceptos científicos con un conocimiento de investigador profesional sobre el proceso de la evolución histórica. Por Carlos Becerra Labra