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Sección Jurídica
Este artículo fue publicado en el número 29-2004, páginas 4 a 16.
Siguiendo la línea de la página Web del INSHT se incluirán los textos íntegros de los artículos
prescindiendo de imágenes y gráficos no significativos.
Mobbing, acoso psicológico en el trabajo,
hostigamiento psicológico (no acoso
moral): Consideraciones preventivas y
jurídicas a propósito de un caso
Juan A. López García Silva
Médico. Especialista en Medicina del Trabajo. Técnico Superior de Prevención de
Riesgos Laborales
Enrique Sánchez Gómez
Médico. Especialista en Medicina del Trabajo. Técnico Superior de Prevención de
Riesgos Laborales
Elizabeth Petkova Sáiz
Médico. Especialista en Medicina del Trabajo.
Los conflictos interpersonales en el ambiente de trabajo pueden adoptar formas y
grados de intensidad que exceden la capacidad de adaptación del ser humano,
particularmente cuando se producen conductas que implican violencia física,
psicológica o ambas. Los términos mobbing, acoso psicológico laboral u hostigamiento
psicológico en el trabajo hacen referencia a estas situaciones repetidas de forma
sistemática. En este artículo se estudia un caso concreto y se observan los escasos
apoyos legales para resolver estos problemas y la actuación de los Servicios de
Prevención.
Introducción
La respuesta humana al trauma psicológico es uno de los problemas de salud pública
más importantes del mundo: accidentes en todos los ámbitos de la existencia, violencia
social, familiar y laboral (incluyendo agresión, acoso y abuso sexual), atentados, guerras
y catástrofes, delitos contra el patrimonio, y otras situaciones llegan a alterar de forma
temporal o definitiva la capacidad de afrontamiento de una persona, su percepción de
amenaza biológica y su concepto de sí misma (1). Así las cosas, en los últimos años se ha
venido prestando una atención creciente a los problemas que se derivan de las
inevitables relaciones personales que se establecen en los entornos de trabajo. De forma
constante, el desempeño de las tareas obliga a interactuar con otras personas. Sin
embargo, si bien las relaciones personales pueden ser un elemento con una contribución
positiva para la persona y la organización de trabajo, también presentan otro lado
menos, o nada, aceptable al constituirse en fuente de importantes conflictos con serias
repercusiones en distintos ámbitos, debiendo entrar en el terreno del trauma psicológico.
Las relaciones sociales y los conflictos generados de tales relaciones son algo cotidiano.
Estos conflictos pueden ser positivos si generan soluciones creativas compatibles con
las necesidades y los niveles de satisfacción de los implicados. Pero en otras ocasiones,
en vez de ser resueltos, se mantienen a lo largo del tiempo e incluso generan un proceso
de escalada del conflicto, de consecuencias dañinas e imprevisibles. Pocos autores se
han centrado en el estrés que resulta de la interacción social negativa en el trabajo (2).
Ello tal vez sea debido a la creencia antigua, apoyada por algunos investigadores de que
las interacciones sociales están influenciadas por factores situacionales y aleatorios que
son, por tanto, menos relevantes para el rediseño del trabajo y de la organización (3).
Los conflictos interpersonales en los entornos del trabajo, al igual que en otras áreas de
la vida, pueden adoptar formas muy variadas y grados de intensidad también muy
variables, pudiendo ir desde pequeños desencuentros hasta situaciones de hostilidad
abierta e incluso llegar a la manifestación de conductas claramente agresivas (desde el
punto de vista físico y desde el psicológico), habitualmente tipificadas en nuestro
ordenamiento jurídico. Tales situaciones de conflicto acaban teniendo un fuerte impacto
en los aspectos psicológicos, emocionales, físicos y laborales de la víctima,
consecuencias que en muchos casos terminan traduciéndose en costes para la empresa (4)
(productividad, funcionamiento, costes de producción, desmotivación, bajas,...), para el
individuo (5) (enfermedad, drogodependencias, pérdida del puesto de trabajo, paro...) y
para la sociedad (6) (seguro de desempleo, pensión de invalidez, asistencia médica por
enfermedad...).
Una vez que llegan a cierto punto, los conflictos pueden adoptar formas variadas que
pueden comprender desde las conductas que implican violencia física hasta situaciones
muy concretas como las del acoso sexual (con sus componentes físicos y psicológicos).
Ambas cuestiones, agresiones físicos y acoso sexual, han sido ampliamente tratadas
desde distintos foros (algunas administraciones gubernamentales y ONG's,
organizaciones sindicales, científicos, psicólogos, psicosociólogos...) e incluso se han
contemplado de manera específica por la legislación penal. Debe desecharse la
tendencia a asociar de forma exclusiva la violencia con la agresión física, y pese a no
existir una definición única de violencia en el lugar de trabajo, se quiere insistir en la
existencia de un elemento común y necesario a la hora de enfocar y plantear la cuestión,
cual es el de dotar al concepto de violencia de un contenido más amplio que el de la
mera agresión física (7) (golpear, empujar, zarandear, apuñalar, disparar,...). Por ello,
dicho concepto debe incluir y comprender otras conductas no necesariamente físicas
susceptibles de violentar e intimidar al que las sufre. La capacidad del ser humano para
generar conductas extremadamente refinadas para hostigar a sus congéneres parece
fuera de toda duda, y estas conductas no tienen por qué incluir la violencia física y sí
adoptar una muy variada gama de posibilidades en su ejecución (amenazas no físicas,
tratos abusivos y degradantes, burlas continuas, rumores que atentan contra el honor de
la persona...). Es fácil comprender que tanto la prueba como la posterior tipificación
jurídica de tales conductas resultan, la mayoría de las veces, imposibles. En cualquier
caso, la literatura psicológica internacional ha dado el término mobbing a esas
conductas de hostigamiento psicológico. Mobbing es, pues, el término que se emplea en
dicha literatura para identificar aquellas situaciones en las que una persona o un grupo
de personas ejercen un conjunto de comportamientos caracterizados por una violencia
psicológica extrema (en una o más de las 45 formas o comportamientos descritos por el
Leymann Inventory of Psychological Terrorization, LIPT y revisados, en España, por
José Luis González de Rivera), de forma sistemática (al menos, una vez por semana),
durante un tiempo prolongado (más de 6 meses), sobre otra persona en el lugar de
trabajo, según definición de H. Leymann (8).
Cuando se habla de "un caso de mobbing" es frecuente oír "el trabajador X tiene (un)
mobbing". Debe tenerse en cuenta que no se está haciendo referencia a una patología
padecida por el individuo ni, obviamente, a incremento patrimonial positivo alguno.
Quiere dejarse claro que los términos mobbing, acoso psicológico u hostigamiento
psicológico se entienden como sinónimos en lo que afecta al mundo laboral y describen
una situación dentro de una organización de trabajo; no deben interpretarse como una
enfermedad propia del individuo. Enfermedades o daños derivados del trabajo serían, en
este caso, las consecuencias para la salud del fenómeno situacional al que se hace
referencia. La patología, concretamente de tipo psiquiátrico, que puede producirse como
consecuencia del padecimiento de cierto tipo de comportamientos no deseables deberá,
por la frecuencia y especialmente por la prolongación en el tiempo exigida en el
concepto meramente epidemiológico de Leymann que se adopta y, de momento, se da
por bueno, clasificarse dentro de los problemas que son crónicos (lo cual desecha,
dentro del concepto, situaciones de aparición relativamente reciente, inmersas en los
criterios psiquiátricos de estrés agudo, de las cuales no se niega puedan producir, y de
hecho produzcan, daños a la salud, pero que no se incluyen en el concepto de
hostigamiento psicológico laboral por no cumplir el criterio epidemiológico aludido
para su diferenciación).
Objetivo, material y método
A partir de un caso real se pretende 1°), exponer y clarificar desde un punto de vista
crítico y sistemático ciertos puntos conflictivos relativos a los problemas que se
encuentra el técnico de prevención relacionados con el acoso psicológico en el trabajo y
2°) justificar la terminología empleada en contra de la que parece estarse imponiendo,
entendemos que de forma escasamente justificada.
En contra del término "acoso moral". Otras terminologías
Frente a la que entendemos errónea denominación de acoso moral (9), lo que se antoja
escasamente coincidente con el concepto de moral de nuestra legislación (hasta hace
poco), e incluso de nuestra jurisprudencia, se aboga por denominaciones más
descriptivas y correctas como hostigamiento psicológico, síndrome de acoso
institucional (cuando proceda), o mobbing, que aún siendo un anglicismo no predispone
ni genera juicio de valor "confuso y difuso" como ocurre con el término moral. Se trata
de esbozar en modo leve lo que podría ser el comienzo de la argumentación sobre por
qué se antoja tan desafortunado el término acoso moral.
Así, no hace falta mucho esfuerzo para recordar el distinto carácter de las conductas
reguladas por el Derecho y la Moral, la distinta estructura lógica de las respectivas
normas (la moral se refiere al sujeto en sí, sin incluir otros comportamientos de otro
sujeto (10), y es unidireccional al obligar al propio sujeto), la autonomía de la Moral la
frente a la heteronomía del Derecho y la distinta relación con la coacción que muestran
ambos tipos de normas. Estos elementos, por sí, parecen suficientes para rechazar el
término acoso moral en relación con los descritos comportamientos indeseables tanto en
el trabajo como fuera de él. De otro lado, tampoco cuadra el término con la concepción
de Moral y Derecho en distintos pensadores a lo largo de la historia, como por poner un
ejemplo en C. Tomasio (1655-1728), para quien los preceptos fundamentales de la
moral aluden a una conducta del sujeto aislado de los demás (quod vis ut alii sibi
faciant, tute tibi facies), refiriéndose el precepto jurídico precisamente a la actuación del
hombre con sus semejantes (el principio de la jurisprudencia [el Derecho] en Tomasio,
lo iustum, tiene su precepto básico en el no hacer a los otros lo que no se quiera que le
hagan a uno mismo). Según este concepto (uno más a lo largo de la historia) no se
entendería el desafortunado término criticado, acoso moral, con tal fortuna difundido.
Incluso considerando que se pretendiera hacer referencia al derecho a la integridad
moral que reconoce el artículo 15 de la Constitución (con lo que se hablaría de "acoso a
la integridad moral", y no de "acoso moral"), la terminología no dejaría de ser también
imprecisa (11).
Más correcto parecería hablar de malos tratos y tratos degradantes en la línea de nuestro
Código Penal (en este caso se producirían en el ambiente laboral). Aún siendo
discutible, puede considerarse que todas las conductas de hostigamiento descritas lo son
de alguna manera. Dichos malos tratos suponen una conducta desde la habitualidad, (lo
que permite la aplicación de algún tipo de criterio, y resulta coherente con la
construcción técnica de Leymann), en relación con situaciones de menor entidad
(comparando con otras teóricamente mucho más intensas del tipo de la tortura), que
suponen siempre menosprecio y humillación, hiriendo la dignidad y menoscabando la
citada integridad moral, aunque tampoco tiene por qué ser así. Por otro lado, hay
muchas formas de llevar a cabo malos tratos, no teniendo todos por qué constituir trato
degradante, penado en el artículo 173 del Código Penal. Por otra parte, y el Tribunal
Supremo así lo reconoce (12), parece claro que el legislador no ha querido convertir en
delictivo cualquier comportamiento de malos tratos psicológicos. Los gritos o insultos,
críticas permanentes del trabajo de la persona, hablar mal de la persona a su espalda,
cuestionar sus decisiones, no asignarle tareas, asignarle tareas sin sentido, y asignar al
trabajador tareas muy por debajo de sus capacidades son conductas que no tienen por
qué constituir siempre un trato degradante ni menoscabar la integridad desde el punto de
vista penal (13), y son situaciones muy frecuentes en algunas organizaciones de trabajo
que, obviamente y desde muchos puntos de vista, deben ser desterradas; en cualquier
caso, el término acoso moral también sería discutible aquí ya que también parece más
apropiado el de malos tratos o tratos degradantes, en este caso, en el trabajo..
Si bien es cierto que, en muchas ocasiones el fenómeno del hostigamiento psicológico
laboral tiene su origen y evolución en el propio grupo humano, no es menos cierto que
la propia organización del trabajo, la propia Institución (en términos de Santi Romano),
y con ella, su ordenamiento, puede generar tal tipo de problema a modo de "autor
mediato" (aunque lo más probable es que en la mayoría de los casos exista algún tipo de
manipulación humana que pueda terminar incardinándose en el fraude de ley o en el
abuso del propio derecho sin perjuicio de que la misma u otras conductas relacionadas
den cuenta fielmente del tipo penal que corresponda). El término "síndrome del acoso
institucional" (14) merece un comentario aparte por su coincidencia con planteamientos
dogmáticos, por su contenido descriptivo y por las consecuencias que para la
prevención del fenómeno permite extraer, al centrar su génesis en la propia
organización y su funcionamiento. Dentro de las agrupaciones, en sentido amplio,
reconocidas legalmente, se pueden cometer dos clases de hechos delictivos distintos, a
saber, los pertenecientes a la llamada criminalidad de empresa
("Unternehmenskriminalität") y los relativos a la denominada criminalidad en la
empresa ("Betriebskriminalität"), siguiendo la terminología de Schünemann (aunque
más relativa a delitos económicos, parece posible, en principio, aplicar la analogía al
caso que se trata y hacer referencia a todas las acciones punibles y las infracciones
administrativas que se cometen en el marco de la participación en la vida laboral o en
la estrecha conexión con ella. La "criminalidad de empresa" se diferencia de la
"criminalidad en la empresa" en que la primera supone un comportamiento socialmente
dañino de una empresa, mientras que la segunda abarca los hechos delictivos cometidos
tanto dentro de la empresa como al margen de ella, siempre y cuando éstos vayan contra
la empresa misma o sean cometidos por los miembros particulares contra otros
miembros de la misma empresa. Mientras la segunda permite el sometimiento sin
dificultades a las reglas de los delitos comunes desde el punto de vista de la dogmática
jurídico-penal y, además, plantea cuestiones muy distintas desde el plano políticocriminal, la primera trae consigo graves problemas difíciles de solucionar (15).
La problemática de violencia y acoso en el trabajo que se está tratando permite hallar
cierto paralelismo con el concepto dogmático mencionado. En su significado original,
posiblemente etológico, más simple, se llama mobbing al ataque de una coalición de
miembros débiles de una misma especie contra un individuo más fuerte. Actualmente,
se aplica a situaciones grupales en las que un sujeto es sometido a persecución, agravio
o presión psicológica por uno o varios miembros del grupo al que pertenece
(representantes de la empresa, o grupo, formal o informal, dentro de ella), con la
complicidad o aquiescencia del resto. El acoso institucional es una de las experiencias
más devastadoras que puede sufrir un ser humano en situaciones sociales ordinarias.
Shuster, citado por González de Rivera, lo define como "ser objeto de agresión por los
miembros del propio grupo social (sean los compañeros, sea la Dirección)", y lo
distingue de dos situaciones próximas: el rechazo social, en el que el individuo puede
ser excluido por sus iguales de contactos e interacciones, pero no perseguido, y la
desatención social, en la que el individuo es, simplemente, ignorado, para todo lo cual
se necesita la colaboración y permisividad del resto del personal de la organización (16).
La persecución psicológica se desarrolla en medio de un sorprendente silencio e
inhibición de los observadores que, aunque conscientes del abuso e injusticia de la
situación, se abstienen de intervenir, sea por complicidad implícita con el plan de
eliminación del acosado, sea para evitar la posibilidad de convertirse ellos mismos en
objeto de represalia. Como explica el profesor José Luis González de Rivera en el libro
"El acoso psicológico" (17), el término acoso institucional se aplica a situaciones
grupales en las que un sujeto es sometido a persecución, agravio o presión psicológica
por uno o varios miembros del grupo al que pertenece, con la complicidad o
aquiescencia del resto, que acepta esta dinámica como necesaria para mantener la
estabilidad del grupo (a lo que añadiríamos que la propia institución tiene su propio
ordenamiento, que permite de distintas maneras el tipo de situaciones que se están
tratando. Por tanto, la causa mediata o fundamental de este tipo de conductas se hallaría
en la propia Institución... en su propio ordenamiento entendido éste en su más amplio
sentido; se trataría de una idea paralela a la de "criminalidad de empresa").
De todas maneras, aún asumiendo, por motivos meramente teóricos y por sus
aplicaciones prácticas que la propia institución, (su ordenamiento), fuera generadora de
la problemática del acoso psicológico, se es partidario de la extensión del concepto del
art. 31 del Código Penal más allá de ese ámbito meramente penal. El Derecho penal, al
considerar a la persona física como sujeto activo del delito, evita que las personas
físicas se escondan tras las personas jurídicas en los casos en que se producen hechos
constitutivos de delito. De la misma manera, cuando la actuación de una sociedad, o
más genéricamente, una institución, quebrante el ordenamiento jurídico, se quiere
entender, al menos de una manera intuitiva y sin entrar en más profundidades analíticas
que lo demuestren taxativamente, que sobran motivos para buscar, en todos los ámbitos
(laborales en el caso que ahora se trata), a la persona física culpable y responsable de la
comisión de tales conductas hostigadoras (o de la omisión de otras conductas, con igual
resultado de acoso psicológico). Dicho, en fin, de otra manera, parece haber acuerdo en
que resulta un "chollo" el imputar la acción ilícita de un representante válido de una
persona jurídica, pública o no, a tal persona jurídica, como también resulta
"gratificante" para el acosador o acosadores el diluir las distintas responsabilidades
personales dentro de la complejidad de la estructura organizativa.
En relación con este fenómeno del hostigamiento psicológico que aquí se describe,
también se emplean términos clásicos y bastante descriptivos como síndrome del chivo
expiatorio y síndrome del rechazo del cuerpo extraño. En cuanto a otros términos
relacionados, el término whistleblowing (pitar falta) se refiere a las reclamaciones más o
menos públicas que tengan por objeto una preocupación razonable con respecto a la
legalidad de cualquier práctica laboral relativa a las condiciones de trabajo; esto puede
dar lugar a actividades de negación o reducción de las consecuencias previsibles
derivadas de la conducta indeseable, con escarmiento, en cambio, de los denunciantes,
en previsión de futuros comportamientos similares. Por último, hacer "luz de gas"
consiste en intentar y conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razonamiento y
hasta de la realidad de sus actos, constituyendo una modalidad más dentro de este tipo
de comportamientos de acoso psicológico.
No es del todo infrecuente que individuos ambiciosos de escasa valía profesional
aprovechen conscientemente la situación, que les favorece al entorpecer o eliminar a un
competidor más cualificado (18). La ocurrencia de este síndrome del acoso institucional
se ha descrito en instituciones altamente reglamentadas y homogéneas, como en
escuelas, fuerzas armadas y cárceles, así como en instituciones conservadoras, en las
que hay poca tolerancia a la diversidad y fuertes vínculos e identidades compartidas
entre sus miembros. La presentación de acoso psicológico es más probable en
organizaciones relativamente cerradas, cuya cultura interna considera el poder y el
control como valores prioritarios sobre la productividad y la eficacia. Por eso, dentro del
ámbito laboral, parece darse con más frecuencia en administraciones públicas,
universidades, hospitales y ONG, aunque ninguna entidad, sobre todo con determinados
y cuestionables valores culturales, parece estar a salvo del problema.
Un caso frecuente
En relación con un escrito de un Departamento de Personal de una Administración
Pública de fecha DD/MM/2003 relativo al trabajador ZZZ, en el que se solicitó un
informe relativo a las alegaciones efectuadas por el denunciante (ZZZ) relativas a un
posible caso de hostigamiento psicológico laboral por parte de un mando intermedio del
centro donde ZZZ presta sus servicios, se llevan a cabo las siguientes actuaciones:
ZZZ fue recibido en consulta en la fecha DD/MM/2003. Se realizó una anamnesis
(personal y sociolaboral) y se preguntó por distintas situaciones de mobbing según el
análisis factorial realizado por Zapf, Knorz y Kulla (19) para la valoración de su
problema. Se consultó la evaluación de riesgos que, como la mayoría de las que se tiene
conocimiento, no contemplaba los riesgos derivados de las relaciones interpersonales en
los entornos de trabajo, entre los cuales se deben incluir, al menos, las situaciones de
violencia física y psicológica, sin entrar en otras consideraciones relacionadas con el
clima laboral, lo que dependería del constructo empleado para evaluar dicho clima.
De la mencionada entrevista se pudo deducir que era muy probable que existiera un
problema de malas relaciones interpersonales entre trabajador y mando intermedio, y
que dicho conflicto podría calificarse de crónico, pues se nos dice que esta situación se
ha estado produciendo durante los últimos diez años, aunque ZZZ no lo había
denunciado antes, según refiere, porque había intentado mejorar sus relaciones con el
mando intermedio en cuestión a lo largo de todo ese tiempo. No obstante, parece haber
llegado un momento en que a raíz de una queja del mando intermedio (de la que no
tenia constancia ZZZ) la situación se tornó "insostenible". Independientemente del
conflicto interpersonal que existe entre ambos, el trabajador refiere la existencia de un
"muy mal" ambiente de trabajo en general, sugiriendo que esto podría ser consecuencia
de las actitudes discriminatorias por parte del mando en cuestión.
Se preguntó al trabajador, de forma sistemática, sobre algunas de las conductas
concretas de acoso psicológico clasificadas por factores, con el siguiente resultado:
1. Según refirió el trabajador, desde el punto de vista de los ataques a la víctima
con medidas organizacionales, fue cambiado de ubicación en su puesto de
trabajo y le fue proporcionado uno donde se encuentra aislado del resto de
compañeros; refirió también que al menos a una compañera de trabajo se le
sugirió que no le dirigiera la palabra (esta persona, la "sugerida", abandonó el
centro de trabajo con posterioridad por diversos problemas). Asimismo, refirió
que se había juzgado frecuentemente el desempeño de sus tareas de una manera
ofensiva y se habían cuestionado sus decisiones. No se le había obligado a
realizar tareas en contra de su conciencia, ni se le habían asignado tareas por
debajo de sus capacidades ni tareas degradantes.
2. Desde el punto de vista del factor ataques a las relaciones sociales de la
víctima con aislamiento social, se encuentra que: al menos a una persona se le
intento restringir la posibilidad de hablar con ZZZ, que no se dirigen la palabra
entre el trabajador y el mando y que en ocasiones se le ha tratado como si no
existiera teniendo que enterarse de las cosas por otras personas.
3. Desde el punto de vista de los ataques a la vida privada del trabajador, refiere
que en una ocasión ha recibido amenazas telefónicas pero no sabe por parte de
quien, ni se han repetido; no tiene constancia de ataques a su vida privada pero
en ocasiones se ha intentado hacerle parecer estúpido con insultos como "borde",
"cacho perro" y "tratas muy mal a los parados que acuden a esta oficina". ZZZ
no tiene constancia de que el mando intermedio haya sugerido que tenga
problemas psicológicos ni de que se haya mofado de su vida privada pero sí dice
que han existido actitudes en cuanto a imitar sus gestos, actitudes y forma de
andar, para burlarse en presencia de otros compañeros de trabajo.
4. Respecto a la violencia física, refiere que no ha habido maltrato físico ni uso de
violencia física en ningún grado. Sí se puso en nuestro conocimiento que se
produjeron amenazas de conductas físicas violentas a raíz de discusiones por
temas de vacaciones, días de libre disposición o asignación de puentes.
5. No pareció que se hubieran producido ataques a las actitudes y creencias
políticas y religiosas de la víctima .
6. Por ultimo con respecto a las agresiones verbales y difusión de rumores, el
trabajador refirió que se produjeron frecuentes gritos, insultos, amenazas
verbales, criticas permanentes al trabajo, difusión de rumores y de "hablar mal a
sus espaldas" ("si supieras lo que va diciendo de ti por ahí...", según los
compañeros de trabajo).
Desde el punto de vista medico, es decir de la repercusión sobre la salud del
trabajador de estas conductas concretas de acoso psicológico laboral, debe
señalarse que aunque no hay registrados periodos de incapacidad temporal por
motivos psíquicos, en alguna ocasión y por problemas de ansiedad e insomnio,
achacados por el interesado a su situación laboral, ha tenido que recurrir a
consultar con su medico de cabecera quien le ha ofrecido la posibilidad de ser
valorado por un especialista en psiquiatría sin que esto se haya producido por el
momento. De los datos obtenidos, puede afirmarse que no cumple los criterios
de trastorno depresivo mayor ni de trastorno por estrés postraumático, pero sí ha
referido algunos síntomas de estrés. No se advierten signos o síntomas que
lleven a pensar en algún tipo de adicción a sustancias. No se observaron
incentivos externos más o menos patentes, concretamente económicos, ni
evitación del examen médico ni actitudes evasivas o poco cooperadoras.
Tampoco llamó la atención el componente de demanda y no se observó que
hubiera otros fines específicos ligados a la demanda salvo pretender el cese de la
situación.
En conclusión, con los datos obtenidos, puede afirmarse que:
1. º Es muy probable que exista un conflicto laboral generado por la existencia de
malas relaciones interpersonales entre mando intermedio y trabajador .
2. º El mencionado conflicto puede calificarse de crónico en cuanto a su duración
(10 años según se nos refiere).
3. º Tras preguntar por algunas conductas concretas de acoso psicológico en el
trabajo clasificadas por factores, según Zapf, Knorz y Kulla se puede afirmar
que, de ser ciertas las conductas descritas, serían constitutivas de una situación
de hostigamiento psicológico en el trabajo, ya que cumplen el requisito de
producirse durante un tiempo prolongado (mas de seis meses) si bien no está
muy claro que se produzcan necesariamente, en todo caso, al menos una vez a la
semana.
4. º Que desde el punto de vista medico ha existido una repercusión sobre la salud
del trabajador denunciante, al menos a nivel de desarrollo de sintomatología, a
pesar de que no se han producido situaciones de incapacidad temporal por estos
motivos.
5. º Que no se puede concluir de forma inequívoca que en este caso nos hallemos
ante un problema de acoso psicológico en el trabajo pues para una mejor
valoración de la situación deben tenerse en cuenta también las alegaciones que
pueda efectuar la parte contraria, así como otros elementos de prueba y otros
elementos diagnósticos (20).
6. º Que, aunque en la mayoría de las situaciones de este tipo la resolución del
conflicto es difícil, en este caso podría solucionarse procediendo al traslado a
otro centro de trabajo de alguna de las dos personas implicadas, existiendo una
solicitud a este respecto realizada por la parte denunciante. Ello haría más
improbable la aparición de patología relacionada con estas situaciones de
conflicto no resueltas y prolongadas en el tiempo
Discusión
En la actualidad, y básicamente por las posibilidades que ofrecen la legislación, las
características propias de ciertas organizaciones de trabajo, la información sesgada que
ha recibido el gran público y por aspectos hispánicos culturales típicos y propios tan
bien descritos como exteriorizados a lo largo de la historia, ha aumentado y es de
esperar que aumente el fenómeno de denunciar y alegar la situación de acoso
institucional, malos tratos en el trabajo, mobbing, acoso psicológico, hostigamiento
psicológico laboral, etc., (como se quiera llamar) (21). Se ha observado también la
pretensión de generar y emplear datos emanados del Servicio de Prevención con fines
litigiosos, comportamiento manipulador que se entiende es contraproducente para el
pronóstico del paciente (si realmente fue víctima de tales conductas), va a generar
rentismo con gran probabilidad y va a perjudicar al propio funcionamiento del Servicio
de Prevención. Por último, se ha observado también que la alegación de este tipo de
situaciones puede encaminarse a lograr, de forma más o menos directa, otros fines de
distintos agentes relacionados con el asunto laboral.
En primer lugar, hay que plantearse si se puede afirmar categóricamente, desde
cualquier Servicio de Prevención, sea de la Administración Pública o no, que una
persona ha sido o está siendo acosada. Debe considerarse en todo momento que, desde
el punto de vista preventivo, se está hablando de un constructo concreto que tiene unos
requerimientos basados en la estadística que se han expuesto anteriormente. El requisito
de la definición de mobbing en los términos de Leymann (frecuencia de al menos una
vez por semana, más de 6 meses en cuanto a temporalidad e incorrección de la acción
sufrida) no debe ser definitorio en términos jurídicos, pero sí se entiende válido y
adecuado a efectos meramente técnicos. Es evidente que ni el proceso de razonamiento
de un juez, ni los datos a los que puede acceder, ni el modo de apreciar los hechos, van a
coincidir con los planteamientos del técnico de prevención (o del Médico del Trabajo).
A los efectos de éste último, que es el pronunciamiento que interesa ahora, una situación
puede cumplir los criterios técnicos expuestos y ser catalogada como de hostigamiento
psicológico; en cambio, esa misma situación (o conductas) de acoso psicológico en el
trabajo puede no ser considerada como tal ni por el juez ni por el órgano administrativo
competente disciplinariamente (22). En el caso de los Técnicos de Prevención de la
Administración, independientemente de la relación de trabajo que tengan, parece claro
que cada profesional y cada autoridad, dentro de su competencia y con los efectos que
procedan en cada caso, puede pronunciarse sobre la materia con los efectos que en cada
caso correspondan dentro de cada nivel de actuación. En esta línea de pensamiento, se
plantea el problema de la competencia de los técnicos del Servicio de Prevención a
efectos de recabar una serie de datos o de investigar sobre una serie de hechos o
situaciones inadecuadas, todo lo cual puede incluir la necesidad de obtener distintos
testimonios de una validez muchas veces más que dudosa, a partir de trabajadores que
pueden bien estar interesados en dar su versión, o bien no querer prestar tal testimonio,
o prestarlo con la condición del anonimato. Pese a insistir en la importancia de la
historia clínica (y la problemática del consentimiento informado), del conocimiento de
los factores de riesgo, operativos o no, que afectan a la organización y al entorno, la
evaluación de tales riesgos y la planificación de la actividad preventiva, es probable que
nunca se disponga de datos suficientes como para poder afirmar categóricamente, como
Técnicos de Prevención, que el trabajador en cuestión, está inmerso en una situación de
terror psicológico laboral. Conociendo los medios de que se dispone habitualmente en
un Servicio de Prevención, los datos requeridos en la tabla 1 se antojan difíciles de
obtener y escasamente operativos (por cuestión de tiempo) cuando los casos de supuesto
hostigamiento psicológico en el trabajo son elevados. Se entiende más adecuada su
exigencia, o al menos en mayor medida, dentro del ámbito pericial a excepción de los
datos cuya obtención requiere la colaboración de la empresa, muchos de los cuales
pueden serle negados tanto al técnico como al perito.
TABLA 1
Datos que se estiman necesarios para el diagnóstico de una situación acoso
psicológico laboral (23)
1. Examen de los registros de la empresa cuando ello sea posible (evaluación del
riesgo y planificación preventiva, partes de incidentes, información agrupada en
fichas o en la Matriz de Haddon, medidas realmente tomadas...
2. Historia sociolaboral.
3. Análisis en profundidad del puesto de trabajo actual.
4. Descripción cronológica del curso traumático de los acontecimientos habidos en
los pasados años. Origen de las situaciones; comparación, si es posible, con los
registros de la empresa.
5. Sexo, edad, antigüedad en la empresa y en empresas anteriores, motivos de los
cambios.
6. Tiempo de estrés, frecuencia, problemas con el sueño, calidad de vida,
diagnósticos psiquiátricos o tendencias hacia otros estados.
7. Cumplimiento de la definición de mobbing en sus aspectos de frecuencia (una
vez a la semana, por lo menos), temporalidad (más de seis meses) e incorrección
de la acción sufrida (atendiendo al LIPT).
8. Diagnóstico y diagnóstico diferencial correctos, fundamentalmente en lo que
afecta al campo psiquiátrico (que será lo más frecuente y que ofrezca más dudas,
no olvidando la posibilidad de simulación), estableciendo la existencia de
concausas y empleando, cuando se estima necesario, los cuestionarios adecuados
al caso aplicados por los profesionales adecuados (deberá evaluarse qué
cuestionarios emplear en cada caso).
9. Implicaciones laborales, familiares y sociales.
10. Detección de distintos tipos de adicciones. Su origen.
En fin, y a efectos del pronunciamiento del técnico de prevención sobre la certeza de la
existencia de una situación de acoso psicológico en el trabajo, deberá tenerse en cuenta
también que ello puede suponer un condicionamiento importante a distintos niveles (a la
hora de exigir una actuación preventiva o correctiva en la organización, a la hora de
reclamar, a la hora de sancionar...), cuando no un elemento que facilite distintos tipos de
maquinaciones y manipulaciones relacionadas con dudosos fines lejanos a la prevención
de riesgos laborales.
En segundo lugar, se ha observado que la frecuencia de las diversas situaciones de
mobbing aumenta cuanto más se pregunte por tales situaciones. No sin influencias
escépticas, cabe que tales situaciones se hayan producido realmente y los
pacientes/usuarios/clientes no se hayan acordado de algunas situaciones durante la
anamnesis, pero también cabe que sean mentira y se exageren o se aleguen por los
motivos que sean. Por último, cabe que la situación que se plantee sea parecida, que no
similar a la padecida, y que la respuesta obtenida sea un reflejo de la mala interpretación
de la pregunta por parte de la supuesta víctima, ya que es posible que pueda, desde el
punto de vista objetivo, no ser o no haber habido para tanto.
En tercer lugar, a efectos de daños a la salud de la persona en el sentido del artículo 4 de
la ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales, la pregunta ¿cuánto tiempo o cuanta
intensidad debe tener el hostigamiento psicológico para producir enfermedad
psicosomática o psiquiátrica? debe considerar también otras respuestas diferentes del
modelo basado en la estadística al que, en general, se hace referencia (existencia al
menos 1 vez a la semana durante 6 meses de la acción o acciones de hostigamiento). No
debe olvidarse que se está hablando de situaciones que, dando por buena la definición
técnica, producirían cuadros clínicos que se incluirían, con cierta frecuencia, dentro de
los síndromes de estrés crónico, y para entrar en tal categoría es necesario que se den
ciertos síntomas con una duración que es igual o superior a los 3 meses según la IV
edición de la Clasificación Diagnóstica y Estadística de Enfermedades Mentales
americana (24). ¿Podría entenderse, entonces, que se produce un daño a la salud de una
persona que en ese momento puntual ha sido objeto, o víctima, de una conducta
inadecuada? Es evidente, en fin, que en algunos casos sí habrá daño (estrés
postraumático o autoestrés, por ejemplo), y en otros no, o lo parecerá (...o no se
detectará); lo importante y dificil es delimitar y cuantificar el daño a la persona cuando
se produce (y, por supuesto, aislar dónde está el fallo del sistema preventivo y actuar
sobre él para que no se repita la situación). Y también es cierto que ni la situación ni el
daño tienen por qué entrar dentro del concepto del llamado mobbing. Esto conduce a
comentar, aunque sólo sea de pasada, la dificultad inherente a la "pretendida pretensión"
de tipificar penalmente estas conductas de hostigamiento psicológico (que, por cierto,
están tipificadas en su mayoría). En cualquier caso, existen mecanismos organizativos
(aunque sean básicos) tanto de resolución de conflictos como de tipo disciplinario que
permiten zanjar y evitar la escalada de muchas de esas situaciones. Concretamente en el
caso del funcionariado, y dentro de la Administración General del Estado, recordar que
el artículo 31 de la ley 30/1984 de 2 de agosto de Medidas para la reforma de la función
pública, al establecer el régimen disciplinario aplicable a los funcionarios considera
como faltas muy graves (a los efectos que interesan aquí): a) El incumplimiento del
deber de fidelidad a la Constitución en el ejercicio de la función pública (25); b) Toda
actuación que suponga discriminación por razón de raza, sexo, religión, lengua, opinión,
lugar de nacimiento o vecindad, o cualquier otra condición o circunstancia personal o
social; i) La obstaculización al ejercicio de las libertades públicas y derechos sindicales;
y m) Los actos limitativos de la libre expresión de pensamiento, ideas y opiniones (26).
Sobran ejemplos en este sentido para todo tipo de personal en cualquier parte de la
Administración (al menos en nuestro país) e incluso en materia de régimen interior en
cualquier empresa. Otra cosa es que realmente se apliquen tales normativas (y otras no
necesariamente disciplinarias), para lo cual tal vez no se ande muy desencaminado al
resaltar la necesidad de un auténtico cambio cultural en este ámbito laboral, cambio que
no se ha producido con la generalidad deseable con la ley 31/1995 (27). En cualquier
caso, el Servicio de Prevención no debería ser implicado en tal dinámica disciplinaria,
pues nada más lejos de su competencia, y mejor harían los máximos niveles de la
organización que fuere en interesarse por el problema que presenta la propia
organización que dirigen, para lo cual el Departamento, Área, Servicio o Sección de
Ergonomía y Psicosociología Aplicadas daría, en principio, buenas soluciones. No
puede olvidarse lo ocurrido en otros tiempos en relación con los entonces llamados
Servicios Médicos de Empresa, muchas veces utilizados para controlar, en términos de
inspección, el absentismo, cuando no se pretendía utilizarlos (habitualmente desde los
departamentos de Personal) para obtener otro tipo de datos personales relacionados con
lo más intimo del trabajador.
En cuarto lugar, debe insistirse tanto en los problemas para fijar los hechos tal cual
fueron como en las dificultades interpretativas de esos hechos que se nos refieren. No
puede negarse que cabe la posibilidad de que nuestras percepciones e interpretaciones
sean insuficientes, estén equivocadas, e incluso que éstas sean correctas pero basadas en
la mentira o en la verdad relativa del interlocutor (28). Ante tal planteamiento, sería un
error el dejar de lado los aspectos médicos relacionados con la concausalidad,
simulación, sobresimulación, disimulación y metasimulación y los jurídicos relativos a
enriquecimiento injusto, fraude de ley y abuso de derecho (29). Su consideración en
mayor profundidad y dentro de este contexto no es objeto de este trabajo.
En quinto y último lugar, no puede obviarse una referencia al esquema preventivo,
fundamental a la vista de la incidencia que muestran estos casos, a veces ciertos, otras
no, de acoso psicológico en el trabajo. En diversas publicaciones se ha insistido en la
necesidad de estudiar y combatir el fenómeno, multifactorial, de la violencia (al menos
en el trabajo) desde un punto de vista global. Este planteamiento, obviamente, ya está
inventado y se remonta a los comienzos de la epidemiología,... incluso a la aplicación
del propio método científico, y es común observar cómo de alguna manera se extiende a
distintas áreas del conocimiento. De este modo, al hablar de los distintos mecanismos de
protección de los derechos humanos (muchos de los cuales pueden considerarse
vulnerados en estos casos de violencia), pueden distinguirse, con Peces Barba (citado
por Narciso Martínez Morán (30))
A. unas garantías generales (o extrajurídicas) de los derechos fundamentales,
condiciones sine qua non para que pueda hablarse de efectividad de los derechos
fundamentales, integradas por los presupuestos básicos de toda sociedad
democrática así como de las condiciones jurídico-políticas y las situaciones
económicas sociales y culturales en que puede desarrollarse la vida humana
individual y socialmente considerada.
B. unas garantías específicas, refiriéndose con ellas a la protección jurisdiccional de
los derechos fundamentales.
Este esquema no es precisamente nuevo, y se trae a colación para demostrar que no sólo
es el ámbito de la Prevención de Riesgos Laborales quien aporta soluciones a muchos
tipos de problemas (31). De tal esquema, y no sólo de los específicamente relacionados
con el ámbito preventivo también pueden extraerse muchas y muy positivas
conclusiones para plantear y combatir el problema desde el propio nivel político. Una
percepción más, hasta el momento, es que abundan las promesas sesgadas sobre
aspectos parciales (a veces alguna actuación aislada de dudosa eficacia),
lamentablemente encaminadas de forma exclusiva al logro de fines no relacionados con
la solución del problema. Por medio de una ley o de la modificación de un par de
artículos de una ley preexistente, ¿pueden, por ejemplo, cambiarse aspectos culturales
duramente arraigados y ciertamente reprobables? (Véase, por ejemplo, "la maté porque
era mía...". En el mundo del trabajo existen, igualmente, infinidad de perversiones
derivadas del ejercicio inadecuado del poder de dirección profundamente arraigadas
pese a los 25 años de Constitución Española) Volviendo a nuestra percepción, ¿puede,
desde este cambio legislativo modificarse el modo de ser de determinados individuos?
El problema de la violencia física y psicológica, tan viejo como el hombre, es bastante
más complejo que el hacer una ley al respecto (lo que también resultaría complicado).
De otro lado, interpretar la ley para quitarse el muerto de encima tampoco parece
contribuir a la mejora en materia de erradicación del fenómeno. En respuesta la
complejidad que presenta este problema concreto del hostigamiento psicológico en el
trabajo, es claro que también son complicadas las posibles soluciones que pudieran
contemplarse.
Parece reconocerse, y no es descabellado pensar racionalmente, que la acción estatal,
por si misma, en el hipotético e improbable caso de que fuera realmente eficaz,
dificilmente llegaría a ser suficiente para la protección, promoción y garantía plena de
los Derechos Humanos, muchos de los cuales, así puede interpretarse, parecen ser
violados a nivel laboral. Se hace cada día más claro que es preciso tener en cuenta todos
los niveles posibles de actuación y que ésta sea adecuadamente coordinada y eficiente.
Conclusiones
1. Se entiende que el concepto de acoso psicológico en el trabajo no debe ser un
cajón de sastre para todo tipo de situación indeseable desde el punto de vista
subjetivo u objetivo, sino que debe emplearse para las situaciones en las que
exista o se detecte de la forma más objetiva posible una problemática continuada
en el tiempo, habitualmente consecuencia de disfunciones organizativas, que,
con cierta probabilidad, va a producir daños, reversibles o no, a la salud.
2. Es difícil poder afirmar categóricamente, desde el punto de vista técnico, que un
caso concreto es de acoso psicológico laboral. La dificultad competencial en lo
relativo a la fijación de los hechos es un dato que apoya lo afirmado.
3. De igual modo, se resalta la dificultar de delimitar y cuantificar el daño tanto
personal como organizacional producido por estas situaciones de hostigamiento
psicológico en el trabajo. De otro lado, parece claro que es posible llegar a una
más o menos buena aproximación. Si se acepta que, dadas las limitaciones del
ser humano, sus percepciones son relativas, tal vez haya que conformarse (como
casi decía Bentham), por el momento, con conocer las dificultades que se
derivan de la problemática que se está tratando, tratar de superarlas, y lograr la
mejor solución, aunque ésta no sea tan satisfactoria como sería deseable.
4. No debe pretender implicarse al Servicio de Prevención en dinámicas
relacionadas con el aspecto disciplinario, ni debe consentirse la manipulación
del mismo en aras de a saber qué fines personales, sindicales o del propio
Departamento de Personal de la empresa. No nos cansaremos de repetir que, si
algo importan en la Organización de Trabajo tanto el Servicio de Prevención
como cuanto puede aportar, deberá depender directamente de los órganos más
superiores de la organización, y nunca, ni orgánica ni funcionalmente, de
Personal
5. Dentro del carácter asesor que se desprende del artículo 31, epígrafes 2 y 3 de la
ley 31/1995 de 8 de noviembre de Prevención de Riesgos Laborales, puede que
lo más correcto sea, en general, mejorar la evaluación de riesgos y programas
preventivos relacionados con la materia que se está tratando, y más
concretamente:
a. desde el punto de vista de la Psicosociología, detectar y aportar
soluciones para remediar en lo posible los problemas organizativos y de
relaciones interpersonales que puedan originar el daño posterior a la
persona y a la organización;
b. desde el punto de vista de la Medicina del Trabajo, detectar el daño
personal desde su inicio, colaborar con Psicosociología y orientar a la
persona (y al empresario en lo que proceda) en cuanto a las opciones de
tratamiento y rehabilitación relacionadas con su problema.
6. No se quiere finalizar la exposición sin recordar, con Martínez Morán, y más a
propósito del asunto de la competencia de los tribunales (y otros órganos con
poder disciplinario), que por muchas garantías de resarcimiento que existan, la
violación de un derecho fundamental (y de otros que "casi" lo son porque,
aunque erróneamente, así se viven) siempre es irreparable, cuando no una
auténtica tragedia. Lo que importa es, precisamente, que funcionen las garantías
(los sistemas preventivos previamente bien planificados y luego eficientemente
implantados) de forma previa a la violación, de suerte que pueda predicarse la
eficacia de los derechos en cuestión y, por cuanto le corresponde, del sistema
preventivo.
(1)
Van der Kolk B.: El trastorno de estrés postraumático y la naturaleza del trauma.
Sociedad española de psicotraumatología y estrés traumático (SEPET), Boletín n°1,
(junio) 2001: 6-25.
(2)
Kahn R.L.: Conflict, ambiguity and overload: Three elements in work stress.
Occupational Mental Health 1973; 3: 2-9. Bolger et al.: Effects of Daily stress on
negative mood. Journal of Personality and Social Psychology, 1989; 57: 808-818. Zapf
D., Frese M.: Soziale Stressoren am Arbeitsplatz und psychische Gesundheit (en Greif
S. Bamberg E., Semmer N.K. (eds.), Psychischer Stre am Arbeitsplatz, 1991; 168-184.
Gottingen: Högrefe..
(3)
Mergner U.: Zur sozialen Konstitution psychischer Belastung durch Arbeit.
Konzeptionelle Oberlegungen und empirische Konkretionen. Zeitschrift für Arbeits-und
Organisationpsychologie, 1989; 33: 64-72.
(4)
Johansson demostró en 1987 que es más barato ofrecer rehabilitación vocacional al
trabajador y reorganizar el ambiente de trabajo que tratar con el empleado enfermo
hasta llegar a su despido. Johansson U.: Utveckla det mánskliga kapitalet. Stockholm:
SPF-Verlag.
(5)
Leymann H.(1995): Hur sjuk blir man av kránkande sárbehandling i arbetslivet?
Diagnosstatistik över posttraumatisk stress belastning (PTSD) frán de fórsta 64
patienterna hos Sveriges RehabCenter AB Violen. Stockholm: Arbetarslyddsstyrelsen.
La expulsión del mercado laboral como consecuencia de estas situaciones puede verse
también en Grund U.: Wenn die hemmschwellen sinken. Die Aufgabe der
Gewerkschaft: Aufklärung und Právention. En Leymann H (ed.): Der neue MobbingBericht. Erfahrungen und Initiativen. Aufwege und Hilfsangebote, 1995: 93-107.
Reinbek Be¡ Hamburg: Rowohlt.
(6)
La tendencia al "retiro" precoz del mercado de factores por motivo de los ambientes
psicosociales pobres puede verse expuesta en Tcohey J.: Occupational Stress: Managing
a metaphor. Sydney: Macquarie University, 1991, donde observó que quienes tenían un
diagnóstico de estrés hecho por el sistema de salud habían estado sometidos a largos
períodos de condiciones psicosociales pobres. El hecho de considerar "enfermos" a
estos individuos no creaba, precisamente, condiciones para reorganizar los
procedimientos de trabajo de las compañías. El Acta de Rehabilitación Vocacional
(1993) obliga, en Suecia, a que los empresarios presenten un plan de rehabilitación
vocacional a la oficina de la Seguridad Social cuando un empleado ha estado de baja
durante un mes o seis veces dentro de un período de 12 meses (con el fin de transferir
los costes de rehabilitación al lugar de origen, donde las condiciones ambientales
deficientes disparan consecuencias costosas).
(7)
Los investigadores del yacimiento de Atapuerca han descrito conductas de gran
violencia física a partir de los restos de nuestros antecesores. No es ilógico pensar que
con la evolución cerebral, la socialización y el pensamiento racional, surgieron
conductas igualmente agresivas pero más toleradas debido a su mayor grado de
refinamiento que, a fin de cuentas, responden, de una manera consecuente con tal
evolución, al mismo instinto primario.
(8)
El estudio sistemático del mobbing se inició en 1982, dando lugar dos años más tarde
a la primera de infinidad de publicaciones (Leymann H., Gustavsson B.: Psykiskt Váld i
arbetslivet. Tvä explorativa undersökningar. Undersökningsrapport 42, 1984.
Stockholm: Arbetarskyddsstyrelsen).
(9)
M.F. Irigoyen (El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Paidos
(ed.) Barcelona, 1999) parece entender la moral como opuesta a la desmoralización, y
no en el contexto de la contraposición entre lo moral y lo inmoral. El significado de
moral parece referido a la capacidad de persistir en un propósito, en un proyecto de
futuro. El acoso moral hace referencia, en este contexto, a la destrucción de ese
proyecto, personal o grupal, lo que acabaría en la destrucción o la ruptura de la
continuidad vital de la persona y, por tanto, la consiguiente patología.
(10)
Obviamente se está simplificando el tema, de lo cual se es consciente, además de no
tener la pretensión de desarrollarlo en profundidad. La moral también afecta a las
conductas externas del individuo y el derecho tiene que entrar a considerar planes,
sentimientos e intenciones de la persona.
(11)
Se está hablando, en este caso de un derecho que se refiere a la naturaleza misma del
individuo, personalísimo por su contenido, e individual por su relación con el sujeto de
derecho, y si bien no cabe duda que su vulneración implica la participación de uno o
varios terceros que, obviamente quebrantan de forma degradante uno de los
componentes de la integridad moral cual es el respeto ajeno que debe acompañar al ser
humano, no es menos cierto que otros componentes de la citada integridad moral siguen
haciendo referencia a facetas de la personalidad (identidad individual, equilibrio
psicofísico y autoestima) que, en condiciones normales influyen en la propia forma de
conducirse, y no necesariamente tienen que influir de forma negativa en los demás,
justificando sólo en tal caso de influencia negativa la intervención del derecho.
(12)
Véase, p. ej.,Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 9 de junio de
1998.
(13)
Se trata de un punto de vista que no se comparte desde el momento en que se conoce
de la existencia de autoestrés, psicosis sensitivas, reacciones vivenciales anormales, etc,
que pasan desapercibidas o que no reciben la consideración adecuada, y que pueden ser
consecuencia de situaciones incorrectas que se producen en momentos puntuales.
(14)
José Luis González de Rivera y Revuelta fue catedrático de Psicología y Psiquiatría
Médicas en la Universidad de La Laguna y comunicó la existencia de tal síndrome en
Diario Médico (18/07/2000). Incluye el síndrome de acoso institucional dentro de los
síndromes de estrés crónico, junto con el síndrome de desgaste profesional o burnout,
entre otros (v. También González de Rivera y Revuelta J.L.: Nosología psiquiátrica del
estrés. Psiquis, 2001; 22 (1): 1-7).
(15)
Schünemann, B.: "Cuestiones básicas de dogmática jurídico-penal y de política
criminal acerca de la criminalidad de empresa". ADP, 1988: 530-531. Más información
puede hallarse también en Bacigalupo S.: Las personas jurídicas como sujetos del
derecho penal. Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. 2002; 22 (3ª época):
87-112
(16)
Se está ante un ejemplo de lo complicado que puede resultar establecer qué
conductas entran en el propio concepto de acoso psicológico laboral desde el punto de
vista del técnico de prevención, lo que parece extrapolable al jurista. Es evidente que,
dentro de lo malo, suele ser menos grave la conducta que no lleva un componente de
persecución, aunque sea normal incluirlas todas, y diríamos que incorrectamente, dentro
del concepto de acoso u hostigamiento psicológico.
(17)
González de Rivera J.L.: El acoso psicológico. Espasa-Calpe (ed.) 2002.
(18)
La mediocridad como patología del carácter fue descrita por primera vez por José
Luis González de Rivera en 1997. Dentro de los mediocres, el término mediocre
inoperante activo, original de González de Rivera, si bien goza de toda nuestra simpatía
por ser cierto, descriptivo, ejemplarizante y divertido, muestra asimismo un componente
estigmatizador que muy a nuestro pesar nos hace desecharlo tanto desde el punto de
vista ético (volviendo a Tomasio, ya que fue citado antes, "queremos hallar la felicidad"
y así, haremos para nosotros lo que queremos que los otros hagan para sí mismos,
haremos a los demás lo que queremos que ellos nos hagan y no les haremos lo que no
queremos que nos hagan) como técnico (se quiere resolver problemas, no generar otros
ni crear, nuevos chivos expiatorios).
(19)
Zapf D., Knorz C., Kulla M.: On the relationship between mobbing factors and job
content, social work environment and health outcomes. European Journal of Work and
Organizational Psychology, 1996; 5 (2): 215-237.
(20)
Para más información sobre tales elementos, v. López García Silva J.A. Camps del
Saz P.: Aspectos clínicos y prevención del psicoterror laboral. Mapfre Medicina, 1999;
10(4): 253-260 y González de Rivera y Revuelta J.L., López García Silva J.A.
Valoración medicolegal del paciente psicoterrorizado. Psiquis, 2003; 24(3): 5-12.
Además, muchos de los elementos necesarios para valorar, sin duda, el caso, pueden no
estar al alcance del técnico de prevención y sí de otros profesionales competentes en la
instrucción de distintos procedimientos.
(21)
Resulta dificil, en muchos casos, observar que se cumplan con claridad los criterios
diagnósticos del DSM IV o de la ICD-10 en relación con las enfermedades vinculadas
al hostigamiento psicológico laboral. Se observan, igualmente, situaciones aberrantes
dentro del contexto de la relación laboral interpersonal, en las que puede ponerse
bastante en duda la existencia real incluso de los propios síntomas inespecíficos de
estrés que el supuesto afectado comunica.
(22)
No deben olvidarse para el caso de la Administración los artículos 12 de la Ley
30/1992 de 26 de noviembre y 2.4 de la Ley de Organización y Funcionamiento de la
Administración General del Estado relativos a competencia y capacidad de obrar. De
otro lado, ni los criterios ni los conocimientos manejados por los distintos grupos de
profesionales tienen por qué coincidir.
(23)
López García Silva JA, Camps del Saz P: Aspectos clínicos y prevención del
psicoterror laboral. Mapfre Medicina, 1999; 10(4): 253-260.
(24)
Curiosamente, el criterio semestral obtenido por Leymann coincide con el tiempo
necesario para valorar ciertas alteraciones y es un criterio diagnóstico en diversas
enfermedades. Por ejemplo, y muy frecuente en los casos de mobbing, el trastorno por
ansiedad generalizada.
(25)
Cabe preguntarse qué se entiende por "incumplimiento" y a qué y hasta dónde
afecta. Si, como es fácil deducir, las situaciones de acoso psicológico en el trabajo
violan incluso derechos fundamentales, habrá que suponer que cabría la frecuente
aplicación de este artículo desde el punto de vista disciplinario. De otro lado, según los
principios de Gestión de la Prevención que derivan de nuestra legislación en Prevención
de Riesgos, esta problemática del hostigamiento psicológico, una vez materializada, es
tanto un fallo del sistema preventivo como responsabilidad de "la Dirección". Si, como
dice el artículo 97 de la Constitución Española, el gobierno dirige la política interior y
exterior, la Administración civil y militar... y ejerce la función ejecutiva y la potestad
reglamentaria de acuerdo con la Constitución y con las leyes, se llega a la conclusión de
que es en manos del poder ejecutivo en las que está ese cambio que, a muchos niveles,
se dice (hace muchos años) necesita la Administración (e incluso también se necesita en
muchos aspectos de la propia sociedad). Entendemos que no puede negarse la influencia
fundamental que ejerce el nivel político en la Administración Pública de cualquier país
(y el nuestro no es una excepción, y así puede entenderse, pensamos que con claridad, a
partir del artículo 97 de la Constitución y de los artículos 3.3 de la Ley 30/1992 de 26 de
noviembre y del art. 2.1 de la ley 6/1997 de 14 de abril [y los relacionados en materia de
organización] pese a otras interpretaciones doctrinales que quieren ver la pretensión de
una imposible separación entre ejecutivo [poder político] y Administración).
(26)
Posteriormente, el RD 33/1986 de 10 de enero por el que se aprueba el reglamento
de régimen disciplinario de los funcionarios de la Administración del Estado considera
en su art. 6b que son faltas muy graves las actuaciones que supongan discriminación por
razón de raza, sexo, religión, lengua, opinión, lugar de nacimiento, vecindad, o por
cualquier otra circunstancia personal o social; faltas graves son, por ejemplo, el atentado
grave a la dignidad de los funcionarios o de la administración (7ñ) o la grave
desconsideración con los superiores, compañeros, subordinados y público (7e). Por
último, se contempla en el artículo 7d la tolerancia de los superiores respecto de la
comisión de faltas muy graves o graves de sus subordinados.
(27)
La consideración de los casos de acoso psicológico en el trabajo como "solo una
infracción laboral por incumplimiento del empresario de los derechos básicos del
trabajador, incluidos el respeto a la intimidad y a la dignidad, la no discriminación y la
ocupación efectiva" puede ser defendible desde el punto de vista y las exigencias y
necesidades relativas al órgano administrativo correspondiente, en este caso, la
Inspección de Trabajo y Seguridad Social. De otro lado, no parece consecuente con la
tendencia a la cada vez mayor equiparación entre personal funcionario y laboral, en base
a la interpretación del principio de igualdad, el pretender excluir de ciertas posibilidades
administrativas a los funcionarios afectados por el hostigamiento psicológico laboral
por considerarlo "un problema regulado en el Estatuto de los Trabajadores",
remitiéndoles a solicitar una indemnización por vía administrativa (el artículo 1.2 de la
Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad Sindical, apoya también nuestro
criterio, en contra de la separación clásica de ambos tipos de relación). En cualquier
caso, no puede considerarse que el colectivo de funcionarios públicos disponga de
instrumentos para lograr la debida PROTECCIÓN ante supuestos de acoso psicológico
en el trabajo mediante la remisión a la vía prevista en el RD 429/1993 de 26 de marzo
por el que se aprueba el Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones
Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial con el fin de solicitar la
correspondiente indemnización...". Entendemos que: 1°) mediante esta vía no se está
logrando protección alguna puesto que el daño (o las situaciones incorrectas) se han
producido, los distintos derechos de que se trate han sido conculcados, etc...
simplemente se está pidiendo una indemnización, lo que en modo alguno supone el cese
de la situación o de las conductas de acoso psicológico; 2°) Hay que buscar unos
criterios más amplios y más enfocados a colaborar en la acción preventiva global
relacionada con el fenómeno que se está tratando; 3°) el funcionario psicológicamente
acosado no debe llegar a pensar que el único trámite que tienen sus problemas, siempre
y cuando estén claramente incluidos en determinados criterios técnicos, se halla a través
de tal o cual Inspección, lo que apunta a la necesidad de una mayor información a los
trabajadores sobre el fenómeno que se está tratando. 4°) No se entiende cómo una parte
de la doctrina afirma que la vigente legalidad no contempla el (mal llamado) acoso
moral como materia de prevención de riesgos laborales. También sería posible, con
planteamientos similares, justificar desde la inutilidad del articulo 3.1 del Código Civil
hasta la de cualquier pronunciamiento positivo que el lector quiera plantearse. No
procede entrar en planteamientos sobre la limitación del Derecho por medio de la
codificación, pero lo que sí parece razonable es que no puede pretenderse tener
reguladas todas las conductas concretas posibles. De momento, creemos haber
explicado que el acoso psicológico (en el trabajo, y no en otro sitio) es un fenómeno que
se produce y describe en los ambientes laborales y comprende multitud de conductas
(inadecuadas, indeseables, ...) que pueden analizarse desde distintos puntos de vista de
las distintas ciencias jurídicas. Y si va a resultar que tales conductas que se producen en
el trabajo no son materia de la prevención de riesgos laborales y, por ende, de la
prevención de daños a la salud, tal vez se esté llegando a un resultado absurdo que no
merezca más comentario.
(28)
Tampoco puede olvidarse que puede existir una percepción distorsionada de la
realidad en individuos sometidos a estrés, aún en ausencia de otros trastornos que
agravarían dicha distorsión.
(29)
La aclaración no procedería para el caso de la mayoría de licenciados en Derecho. El
resto de lectores podría agradecerla. Así, si el derecho se utiliza al margen de, o contra,
la finalidad protectora que tiene asignada, se habla de uso fraudulento del propio
derecho, en paralelismo con el fraude de ley. Si el derecho se ejercita con la finalidad
última de perjudicar a otro o incluso cuando, sin intencionalidad expresa, se causa
perjuicio sin que coexista un verdadero interés (legítimo) del propio sujeto titular del
derecho, se entra en el campo del abuso del propio derecho. Los arts. 6.4 y 7.2 del
Código Civil son parte fundamental en la construcción de la doctrina del levantamiento
del velo a la que anteriormente se hacía referencia.
(30)
Martinez Morán N., en Introducción al estudio de los Derechos Fundamentales.2003
Universitas (ed.), cap 19, p. 331.
(31)
Véase, p. ej., Resch M, Schubinski M: Mobbing. Prevention and management in
organizations. European Journal of Work and Organizational Psicology, 1996; 5 (2),
que aportan el esquema preventivo empleado como base en distintos planteamientos,
uno de los cuales puede hallarse en Pérez Bilbao J., Nogareda Cuixart C., Martín Daza
F. et al. Mobbing, violencia tisica y acoso sexual. Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales. CNCT, Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (ed.). 2001.
Lo realmente dificil es que tales esquemas se lleven a la práctica bajo excusas espúreas
del tipo " la organización no lo permite" (lo que deberá traducirse en casi todos los
casos por "aunque esté en mi mano hacerlo, no tengo ganas de follones" o "se puede
hacer, pero no me apetece o no me da la gana").
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