TEMA 14.3.) La Segunda República: la Constitución de 1931 y el bienio reformista [incluyendo la política de reformas y realizaciones culturales]. Abordamos seguidamente el análisis de un sistema que identificamos como el primer ensayo por establecer una democracia de masas en España. Nos referimos concretamente a la segunda experiencia republicana del país, cuya cronología se extiende entre 1931 y 1939. El nuevo régimen nacerá además con la firme pretensión de modernizar la política del estado, procurando adecuar el marco legislativo e institucional de la nación a los cambios socioeconómicos acontecidos entre 1910-30 y sustituir la todavía sociedad caciquil, tradicional, rural y agraria por una sociedad de masas más laica, participativa, industrial y urbana. En líneas generales su desarrollo presenta dos grandes etapas marcadamente diferenciadas: el bienio reformista (1931-33) y el bienio radical-cedista (1933-36), siendo objeto de estudio específico de este tema la primera de las mismas. a) La Constitución de 1931 y el bienio reformista (1931-33). Frente a la a tradicional vía golpista para el acceso al poder, la proclamación de la II República se produjo mediante plebiscito electoral. Concretamente tras la dimisión de Primo de Rivera la imagen del monarca Alfonso XIII se encontraba tremendamente deteriorada por su connivencia con la Dictadura. En este clima se celebraron las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, en las que una conjunción republicano-socialista resultó victoriosa en las principales ciudades del país. El rey captó el descontento del pueblo y optó por el exilio, lo que facilitó la inauguración pacífica del nuevo régimen el 14 de abril. Inicialmente tomó las riendas un Gobierno Provisional formado por miembros del Comité Revolucionario del Pacto de San Sebastián, que incluía entre otros a antiguos monárquicos como Alcalá-Zamora, republicanos tradicionales moderados como Martínez Barrio, republicanos intelectuales de la talla de Azaña, regionalistas como Casares Quiroga y socialistas ilustres como Prieto y Largo Caballero. La misión de este gobierno de coalición no fue otra que organizar la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes para legitimar el nuevo régimen. Estas se celebran en junio de 1931 y se resuelven con un nuevo triunfo de la coalición gobernante. Su primer cometido será la promulgación de un nuevo texto constitucional que tendrá en el jurista socialista Jiménez de Asúa a su principal redactor. La Constitución republicana destaca por su enorme progresismo, mayor incluso en algunos apartados que la vigente ley fundamental de 1978. Concretamente entre sus rasgos más significativos podemos mencionar: -La definición de un régimen democrático, parlamentario, laico, moderno y descentralizado. -El establecimiento de la soberanía nacional y una marcada separación de poderes en la que el ejecutivo recaerá en los presidentes del Gobierno y de la República, un legislativo unicameral representado por el Congreso de los Diputados y un poder judicial en cuya cúspide se ubicaba el Tribunal Supremo. -El reconocimiento del sufragio universal, si bien será necesaria una posterior reforma para que las mujeres accedan al voto, hito que logran en 1933. -La elección del presidente de la República de forma indirecta a través de compromisarios. -Una ordenación territorial en la que se contempla la concesión de estatutos de autonomía como los de Cataluña (1932) y País Vasco (1936). -El reconocimiento de una amplísima nómina de derechos individuales, así como toda una serie de derechos sociales que incluían seguridad social, protección del trabajo infantil y femenino, limitación de la jornada laboral y la estipulación de un salario mínimo. -La anteposición de los intereses económicos nacionales sobre los privados, posibilitándose las nacionalizaciones de empresas o sectores económicos. -Una tajante separación Iglesia-Estado que traerá cola, puesto que amén de la libertad de cultos y la no confesionalidad estatal, el nuevo texto pone fin a los subsidios al clero, prohíbe la enseñanza a las órdenes religiosas, admite el divorcio, los cementerios civiles e insta a la disolución de los jesuitas. Tras la promulgación de la nueva ley fundamental que sustituía a la de 1876, podemos distinguir dos grandes fases dentro del gobierno republicano, a saber: el bienio reformista (1931-33), también conocido como social-azañista o republicano-socialista y el bienio radical-cedista (1933-36), también conocido como rectificador o negro. Por lo que se refiere al bienio reformista, este toma las riendas de manos del gobierno provisional una vez promulgada la Constitución de 1931. Alcalá-Zamora como presidente de la República y Azaña como jefe de Gobierno fueron los cargos más visibles de un gobierno que pretendió desarrollar una batería de reformas que modernizaran el país: 1. Reforma agraria: en este campo el gran objetivo fue la redistribución de la propiedad agraria a partir de una Ley de Reforma que pretendía satisfacer fundamentalmente a los jornaleros sin tierras. Debió ceñirse a los latifundios meridionales, pero se intentó aplicar en todo el país y contará con la oposición de pequeños y medianos propietarios fundamentalmente castellanos. Finalmente no cuajó, dejando insatisfechos tanto a terratenientes como a jornaleros. 2. Reformas laborales: promovidas sobre todo por el ugetista Largo Caballero con el objetivo de crear un nuevo marco de relaciones laborales entre empresarios y trabajadores al tiempo que se extendían los beneficios de la legislación laboral al campo. Entre sus principales medidas destacan la Ley de Contratos de Trabajo, la Ley de Jurados Mixtos, la Ley de Términos Municipales y la Ley de Accidentes del Trabajo. 3. Reformas militares: alentadas por Azaña en calidad de Ministro de Guerra a la par que Presidente del Gobierno, se encaminaron a la defensa de un estado más civil. Para ello se redujo el número de oficiales profesionales, facilitando su retiro voluntario, medida que causó gran recelo entre los militares. Además se abogó por modernizar las escalas y someter la jurisdicción militar a la civil. Asimismo, a fin de lograr una mayor fidelidad a la República, se obligó a los militares a jurar fidelidad al nuevo régimen. Curiosamente muchos opositores del sistema accedieron al juramento con la intención de conspirar desde dentro. También se promovió una reorganización de la administración y de la enseñanza militar, cerrándose instituciones como la Academia Militar de Zaragoza que dirigía entonces el General Franco y se creó un cuerpo adicto a la República encargado del orden público, la Guardia de Asalto. 4. Reforma religiosa: con el objetivo de promover un Estado laico se adoptan una serie de medidas comenzando por la propia Constitución (artículos 3, 26 y 27 fundamentalmente) y otras leyes complementarias como la Ley de Congregaciones Religiosas (1933), la Ley de Divorcio (1933), la secularización de los cementerios, la supresión de la obligatoriedad de la enseñanza religiosa y la retirada de crucifijos y otros símbolos religiosos de las instituciones educativas. La cuestión religiosa desatará notables conflictos tempranamente, derivando en algunas muestras de anticlericalismo popular que se materializaron en quema de conventos e iglesias en mayo de 1931. 5. Reforma educativa y política cultural: encaminada también hacia un mayor laicismo. En materia estrictamente educativa tuvo particular influencia la Institución Libre de Enseñanza con un programa que, siguiendo el modelo francés, proponía un sistema educativo unificado, público, laico, progresivamente mixto y gratuito al menos en la enseñanza primaria. Para ello se realizó un importante esfuerzo económico para la formación de profesores y maestros, la construcción de escuelas, la dotación de becas y la difusión de libros a través de bibliotecas públicas. Maestros y profesores supusieron un gran apoyo del Régimen, lo que explica que fuera un grupo harto represaliado por el Franquismo. En el apartado cultural jugaron un papel esencial las Misiones Pedagógicas para extender la cultura a los medios rurales más abandonados, destacando algunos grupos teatrales como la Barraca (Lorca) y el Búho (Aub). 6. Reforma autonómica: que afectará principalmente a regiones como Cataluña, País Vasco y Galicia. En el escenario catalán se consigue el ansiado Estatuto en septiembre de 1932, mientras que en el País Vasco la concesión llegar tardíamente en octubre de 1936 más que por convicción, para atraer al nacionalismo vasco a la causa republicana iniciada la Guerra Civil. Finalmente para Galicia se aprueba un Estatuto en febrero de 1938 que no llegará a aplicarse ante la temprana inclusión de la zona en el bando franquista. 7. Impulso de las obras públicas: a cargo del socialista Indalecio Prieto con el objetivo de extender el regadío y llevar a cabo toda una serie de obras hidráulicas (pantanos, trasvase Tajo-Segura) que continuará el Franquismo. El gobierno reformista toca a su fin cuando fundamentalmente dos problemas precipitan su crisis. Por un lado asistimos al reagrupamiento de la derecha antiliberal, patente en algunos intentos de insurrección militar como la “Sanjurjada” (agosto 1932) y en la formación de diversos grupos políticos afines al fascismo, como las JONS de Ledesma y Redondo, la FE de José Antonio Primo de Rivera o la Renovación Española de Calvo Sotelo. También irá afirmándose la derecha católica conservadora representada por Acción Popular, base de lo que luego será la CEDA liderada por Gil Robles. Por otro lado tuvo lugar la ofensiva sindical e insurreccional de la CNT, promotores de la acción directa, la huelga general e incluso llegan a proclamar un comunismo libertario que en ejemplos como Casas Viejas (Cádiz) será reprimido con dureza. Estos problemas contribuyen decisivamente a que el gobierno convoque elecciones en noviembre de 1933, primeras en las que las mujeres pueden votar, y que se saldaron con el triunfo de la coalición de centro-derecha encabezada por el Partido Radical de Lerroux y la CEDA de Gil Robles. b) Las grandes realizaciones culturales Abundando más específicamente en el apartado cultural del período cabría significar que la II República supone el momento culminante de lo que ha venido a denominarse como la Edad de Plata de la cultura española y que se extendería aproximadamente entre 1898 y 1936. Para numerosos estudiosos supone el segundo gran momento de esplendor de la cultura española tras el Siglo de Oro y entre las causas que se barajan para su despegue suelen apuntarse algunas condiciones especiales tales como: 1. Una mayor democratización estatal que se traduce en un mayor librepensamiento. Proliferarán así las discusiones culturales, los debates y las célebres tertulias, como la dirigida por Ramón Gómez de la Serna en el Café de Pombo. Asimismo, en un clima en el que tanto la militancia política y sindical crecen, intelectuales y científicos se comprometen con los cambios políticos y sociales que iniciará fundamentalmente la II República. Tal es así que intelectuales de la talla de Azaña alcanzarán el cargo de presidente del gobierno y de la República, mientras que el doctor Negrín ocupará la presidencia del gobierno. Tampoco podemos olvidarnos que hasta 45 catedráticos y 47 escritores o periodistas participaron en las Cortes Constituyentes de la II República, buena prueba de la profunda identificación entre la intelectualidad y la segunda experiencia republicana de la nación. En esta línea Ortega y Gasset había creado en marzo de 1931 la Agrupación al Servicio de la República. 2. La transformación de la sociedad española durante el primer tercio del siglo XX, cada vez más urbanizada y de masas, en la que los espacios de sociabilidad tendían a extenderse, se ampliaba el tiempo y las formas de ocio y crecían los espectáculos literarios, deportivos, taurinos y musicales de masas. 3. La marcada herencia regeneracionista favorecerá el ambiente de crítica política y social, así como la gran importancia concedida a la educación y la investigación científica que liderará la Institución Libre de Enseñanza. 4. Se dispara un vasto mercado para la prensa y el libro favorecido por el incremento de la alfabetización y la escolarización. Buena prueba de ello será el surgimiento de grandes editoriales como SGEL, Sopena, Labor o Calpe y la aparición de grandes librerías como la excelsa Casa del Libro, que abrirá sus puertas en la Gran Vía madrileña en 1922. Comienza a celebrarse el Día del Libro en 1926 y en 1933 arranca en Madrid la harto popular Feria del Libro. También salen a la luz publicaciones periódicas como la Revista de Occidente (1923) y diarios como ABC (1903) y El Sol (1917), además de impulsarse notablemente las bibliotecas. 5. La consolidación de 2 ciudades referenciales desde el punto de vista cultural como Madrid, capital y centro consagrado de creación cultural y científica, y Barcelona, núcleo urbano cosmopolita y abierto a las influencias europeas, que junto a las iberoamericanas serán las que acogerá el país. 6. El apogeo de numerosas instituciones eminentemente culturales, tanto oficiales, como la Universidad Central, como no oficiales, entre las que podemos subrayar el Ateneo y la mentada Institución Libre de Enseñanza. 7. La sucesión de 4 insignes generaciones de pensadores y artistas: el Modernismo –en el que se inscribe la Generación del 98-, la Generación del 14, la del 27 y la del 36. No obstante, todo el esplendor mencionado quedó paralizado con el Franquismo (1936/39-1975), período represivo en el que la cultura española sufre un claro empobrecimiento. La Edad de Plata toca entonces a su fin y muchos de sus integrantes o bien son encarcelados, o tienen que recurrir al exilio o si se quedan sufrirán en muchos casos un permanente estado de aislamiento y censura. Autores como Juan Pablo Fusi han concluido en este sentido que así como la II República supuso un auténtico “Estado cultural”, tras la Guerra Civil “Franco perdió la batalla de las ideas”.