¿Qué es la violencia doméstica? Hasta hace poco el concepto de violencia dentro del núcleo familiar era difuso y controvertido, ya que algunos actos que hoy son considerados agresiones, antes eran plenamente aceptados socialmente. Sin embargo, el aumento de la participación de la mujer en la vida social y laboral, junto con las políticas de educación igualitaria, ha permitido que salgan a la luz casos de maltrato físico y psicológico que hasta entonces habían permanecido escondidos en el seno familiar o de la pareja. Elena Escala Sáenz El reconocimiento de los distintos géneros de violencia ejercida contra las mujeres ha facilitado que éstas identifiquen las situaciones de abuso y conozcan sus derechos. La Declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, elaborada el 20 de diciembre de 1993, define este tipo de agresiones "como todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada". Es decir, la mujer maltratada es aquélla mayor de edad que se ve sometida repetidamente a abusos por parte de un varón con el que mantiene o ha mantenido una relación íntima, bien sea de hecho o de derecho. Estas agresiones van desde amenazas e insultos verbales hasta golpes y actos homicidas. Las campañas de concienciación han permitido conocer que el maltrato es la mayor causa de lesiones a las mujeres y prevalece sobre la violación callejera, asaltos o accidentes de coche. Durante el año 2000 cerca de 23.000 mujeres presentaron denuncias por los malos tratos recibidos de sus compañeros y más de 42 fallecieron como consecuencia del maltrato recibido de sus cónyuges. Estas cifras revelan la necesidad de abordar desde un punto de vista preventivo y educacional este problema de convivencia que, como evidencian los datos, llega a tener consecuencias fatales. ¿Por qué se produce el maltrato? La violencia siempre ha estado presente en la historia del hombre, pero esto no quiere decir que sea connatural al ser humano o necesaria para su supervivencia. La violencia se aprende observando a las personas que nos rodean, en la televisión o en determinados libros. De aquí se deduce que el comportamiento pacífico también puede aprenderse. La mayor parte de los expertos coincide en que el origen de la violencia contra las mujeres en el seno familiar se remonta a la histórica concepción de poder, y al uso tradicional de la violencia por parte del padre o marido hacia los hijos y la esposa con el fin de mantener el equilibrio de la estructura patriarcal. Las tradiciones culturales, las costumbres sociales y las normas religiosas también han defendido e inculcado la subyugación absoluta de la mujer al hombre y de los hijos a sus progenitores. Al hombre se le ha adjudicado una autoridad incuestionable sobre su descendencia y sobre su mujer. Por ello se ha creído con derecho a la obediencia y al respeto incondicional. La protección e intimidad propia de la estructura familiar facilita la existencia y el ejercicio de la violencia y el maltrato contra la mujer, ya que constituye el núcleo en el que se produce una mayor interacción e implicación afectiva. "En su seno se resuelven de forma explícita e implícita aspectos relativos a la convivencia, valores, deseos, adscripción a roles y opciones sobre decisiones incompatibles. Soporta un grado de conocimiento biográfico mutuo muy alto, solapamiento de aspectos de intimidad y estrés tanto de causa interna como externa", indica Blanca Morera, médico psiquiatra del Hospital Aita Mendi, de Guipúzcoa, y autora del informe "Violencia doméstica: Actitud del médico". De hecho, el maltrato se produce con más frecuencia en las relaciones comprometidas que en las casuales o sin proyecto vital común. Aunque ningún estrato social es ajeno al maltrato, resulta más frecuente en grupos sociales con menor nivel educacional y económico, lo que refleja un gran déficit cultural. Afortunadamente, el desarrollo de nuevos valores sociales y, especialmente, la incorporación de la mujer al mundo laboral, ha permitido que éstas ganen más autonomía e independencia, abandonen su situación de víctimas y consigan una posición igualitaria respecto al hombre. En la mayor parte de los casos no puede establecerse la existencia de patologías o trastornos psicológicos en el agresor. Sin embargo, existen tres trastornos en los que el maltrato es un hecho recurrente: dependencia al alcohol o a otras sustancias; celotipia mórbida, (trastornos delirantes en que los celos relacionados con la pareja son el motivo central del delirio), y la depresión en la mujer, que algunos autores consideran como un factor precipitante de la violencia familiar. Factores de riesgo Si bien no existe una única causa de la violencia, hay al menos dos factores de riesgo que pueden favorecer su aparición en el hogar, según el informe elaborado por la Federación de Mujeres Progresistas. Desigualdad económica: La mujer económicamente independiente tiene muchas menos probabilidades de mantener una relación violenta durante largo tiempo. Reparto de papeles y de funciones dentro de la familia, en la que la mujer sigue teniendo la consideración de subordinada. La permanencia de los roles femeninos tradiciones (pasividad, subordinación, tolerancia, sentimientos de sacrificio...) dan como resultado la aparición de una mujer desvalorizada y frustrada que intenta adaptarse a las circunstancias del maltrato. Familias propensas Los núcleos familiares propensos a la violencia también reúnen una serie de características específicas: Afectos caóticos, cambiantes, asociados con el miedo, las relaciones devaluadoras e hiperdependientes. La comunicación entre los miembros de la familia está fragmentada. Surgen secretos familiares que prohíben que salga de la familia ninguna información sobre conductas o actos potencialmente sancionables. Amor romántico El ideal de amor romántico refuerza la idea de sumisión. Genera una fuerte dependencia de la pareja y una necesidad constante de aprobación. La mujer no percibe la humillación a la cual está siendo sometida. Si se toma el estereotipo femenino de amor romántico, es fácil comprender cómo se puede llegar a ser una mujer maltratada. Sobreimplicación de los miembros que impide la autonomía y favorece las alianzas patológicas entre sus componentes. El padre adopta el papel parental único y la madre, junto con los hijos, el papel infantil, por lo que se genera una desigualdad de papeles. Aislamiento progresivo del exterior salvo por parte del agresor, lo que dificulta la detección del problema. Tipos de violencia Abuso físico: Se ejerce mediante la fuerza física en forma de golpes, empujones, patadas y lesiones provocadas con diversos objetos o armas. Puede ser cotidiana o cíclica, en la que se combinan momentos de violencia física con periodos de tranquilidad. En ocasiones suele terminar en suicidio u homicidio. El maltrato físico se detecta por la presencia de magulladuras, heridas, quemaduras, moratones, fracturas, dislocaciones, cortes, pinchazos, lesiones internas, asfixia o ahogamientos. Abuso sexual: Este tipo de abuso es difícil de demostrar a menos que vaya acompañado por lesiones físicas. Se produce cuando la pareja fuerza a la mujer a mantener relaciones sexuales o le obliga a realizar conductas sexuales en contra de su voluntad. Los principales malos tratos sexuales son las violaciones vaginales, las violaciones anales y las violaciones bucales. También son frecuentes los tocamientos y las vejaciones, pudiendo llegar hasta la penetración anal y vaginal con la mano, puño u objetos como botellas o palos. Abuso psicológico: Los factores que influyen en el abuso psicológico son muy variados: emocionales, económicos, sociales, etc. La mujer se ve dominada por el varón, quien la humilla en la intimidad y públicamente, limita su libertad de movimiento y la disposición de los bienes comunes. Resulta complicado detectar este tipo de abuso, aunque se evidencia a largo plazo en las secuelas psicológicas. En este caso la violencia se ejerce mediante insultos, vejaciones, crueldad mental, gritos, desprecio, intolerancia, humillación en público, castigos o amenazas de abandono. Conduce sistemáticamente a la depresión y, en ocasiones, al suicidio. La gravedad de estos abusos varía en virtud del grado de violencia ejercida sobre la mujer y normalmente se combinan varios tipos de abuso, ya que dentro del maltrato físico siempre hay un maltrato psicológico. Según indica la psicóloga Alejandra Favieres, del Servicio de Atención a la Mujer en Crisis, de los Servicios Sociales de la Mancomunidad de los Pinares, en Madrid, el maltrato psicológico es mucho peor que el maltrato físico. "Evidentemente, el maltrato físico severo puede dejar secuelas muy graves, como rotura de bazo o pérdida de audición, pero las secuelas psicológicas son las que más perduran. Es difícil que la mujer identifique el maltrato psicológico cuando éste es muy sutil", explica Favieres. Dinámica de la violencia doméstica El ciclo de la violencia doméstica sobre las mujeres es repetitivo, se agrava con el tiempo, se transmite de generación en generación (proyección vertical) y se extiende a otros miembros de la familia (proyección horizontal), tanto por parte del agresor como del agredido. Según los especialistas, existen tres momentos clave en la relación de pareja que preceden al inicio de la violencia: inmediatamente después del inicio de la convivencia o matrimonio; durante el primer embarazo, y tras el nacimiento del primer hijo, probablemente porque provoca cambios significativos en la dinámica de relación familiar. La agresión es desencadenada por una actitud, una conducta o una palabra interpretada por el agresor como una amenaza a su autoridad o a su autoestima. Los actos violentos son, a menudo, una autoafirmación de la identidad. El ciclo de la conducta agresiva se desarrolla en tres fases: 1. Acumulación de tensión: Las agresiones son leves y los incidentes poco frecuentes. La mujer se sirve de estrategias para eludir la agresividad de su pareja, y el hombre interpreta esta actitud como una aceptación de su autoridad. Generalmente, las estrategias de la mujer no solucionan los episodios de agresión, y el temor y las ansias de evitarlos favorecen la aparición de trastornos psicológicos. 2. Explosión violenta: Los incidentes comienzan a ser periódicos y las lesiones más graves. La víctima ya no intenta evitar las situaciones que desencadenan la violencia y sólo espera que pase lo antes posible. Esta fase puede durar días y es controlada totalmente por el agresor. 3. Arrepentimiento: El agresor se muestra amable, cercano, y en ocasiones pide perdón o promete no ejercer más la violencia. La víctima, aliviada por el cese de la agresión, le cree o quiere creerle y pone bajo su propia responsabilidad la continuidad de la relación familiar. El sentimiento de culpabilidad impide el abandono del agresor. Este ciclo de violencia se repite constantemente, ya que la fase de arrepentimiento suele durar muy poco. "Durante el acto de contrición el hombre cede el poder a la mujer, pero es momentáneo, porque en cuanto la mujer intenta ejercer ese poder recién adquirido vuelven a acumularse las tensiones y se produce una nueva descarga violenta", explica la psicóloga Alejandra Favieres. El agresor El agresor es una persona con valores tradicionales y una ideología patriarcal conservadora y sus creencias culturales le capacitan para el ejercicio de la violencia. En ocasiones su nivel cultural o su origen socioeconómico es inferior al de su pareja, por lo que intenta restablecer el equilibrio controlándola. Generalmente tiende a relacionarse con todas las mujeres de la misma manera y su violencia es reincidente. Esto permite identificar ciertos factores de riesgo: haber sufrido maltrato en la infancia; tener antecedentes de conducta violenta contra objetos o animales en la adolescencia; y contra otras mujeres en la edad adulta pueden identificar la existencia de un potencial agresor. Sin embargo, es imposible generalizar, ya que no existen estudios de hombres no violentos con antecedentes de violencia familiar. Si bien la situación en el seno familiar es insostenible, las relaciones interpersonales fuera del núcleo familiar son excelentes y suele ser una persona reconocida públicamente como buena. Tiene baja autoestima y una imagen negativa de sí mismo. Se siente miserable y fracasado como persona. Además, suele ser patológicamente celoso. Por ello, gran parte de los actos violentos se inician por la percepción errónea de una infidelidad o de que alguien le quita el afecto de su mujer. La violencia es una forma de afirmarse y no perder el control sobre su entorno, o de compensar un poder del que carece fuera del hogar. Según los datos extraídos de las denuncias presentadas en las diferentes comunidades autónomas, el agresor es -en más de la mitad de los casos- un hombre de 30-40 años, trabajador no cualificado o parado. La mujer agredida considera el alcoholismo el desencadenante de la agresión en el 45 por ciento de los casos, aunque en la mayoría no hay causas justificadas. Cada intento de abandono es interpretado por el agresor como un auténtico fracaso e intenta volver a conquistarla por la fuerza o generarle compasión, amenaza con suicidarse y simula enfermedades. Otra característica del agresor es el aislamiento emocional. Nunca habla de sus sentimientos y es reservado. Sin embargo, todos los rasgos descritos anteriormente no permiten describir al maltratado como un enfermo mental. En cuanto al agresor homicida, la muerte de la víctima se produce tras años de abusos y actos violentos continuados. El desenlace fatal es más frecuente cuando la víctima se ha separado o ha decidido hacerlo, o ante una supuesta infidelidad, que en este contexto supone cualquier intento de la mujer de establecer una relación afectiva. Los estudios realizados en la Unión Europea y en Estados Unidos indican que la causa de los malos tratos está en la personalidad del agresor y no en el carácter o comportamientos de la mujer. "Casi el 100 por cien de los agresores repite su conducta con todas las parejas que tiene. Puede fingir una recuperación, pero siempre vuelve a maltratar. Puede que el abuso ya no sea físico, pero sí psicológico", explica Favieres. NEGACION Una vez cometida la agresión tienden a minimizar ("no es para tanto", "sólo fue un empujón"), justificar ("ella me hizo llegar al límite", "me hizo perder el control") y racionalizar la conducta ("en realidad es ella la que me tiene dominado"). "Cuanto más repiten la mentira, más se la creen. Además, niegan constantemente el maltrato, sobre todo si ha sido psicológico. En el caso de la violencia psicológica, a las mujeres les cuesta mucho identificar cuándo han sido agredidas", indica la psicóloga Alejandra Favieres. En ocasiones los hombres se someten a una terapia psicológica para corregir la situación. Sin embargo, el éxito en la recuperación es muy bajo "porque no reconocen que su conducta es mala, ni que tengan que cambiar nada. Creen que la mujer es la responsable de la situación, y lo principal para iniciar un tratamiento de este tipo es admitir las responsabilidades". Rasgos que distinguen al agresor: Capacidad para tolerar frustraciones o situaciones de estrés. Celos. Teme que su mujer le abandone y la atemoriza. Fue maltratado o presenció comportamientos violentos en la niñez. Utiliza el sexo como un acto de agresión. A veces presenta una doble personalidad: amabilidad y violencia alternativas. Cree en la supremacía del hombre y los roles sexuales estereotipados. Mantiene una relación de dependencia con la víctima. Utiliza el alcohol como excusa para agredir. Baja autoestima: necesita validar su ego a través de su esposa. No cree que su conducta sea violenta. Aísla a su pareja para controlarla. El modelo de la infancia La figura de los padres a la hora de desarrollar la autoestima es esencial, ya que los niños perciben a través de su apoyo y afecto su capacidad y su valía. "Cuando el niño es maltratado, puede intentar compensar su inmadurez a través de sentimientos de omnipotencia que se manifiestan en la edad adulta en forma de conductas autoafirmativas rígidas o desafiantes, pero que esconden a una persona insegura e hipersensible, recelosa, posesiva o controladora, que duda de su propia valía", indica la psicóloga Blanca Morera, del Hospital Psiquiátrico Aita Mendi, de Guipúzcoa. Los niños aprenden a relacionarse y a resolver los conflictos viendo cómo lo hacen los adultos. Cuando las necesidades biológicas y emocionales están cubiertas, los niños comienzan a desarrollar el sentido de seguridad en sí mismos y en los demás. Si, por el contrario, estas necesidades básicas son ignoradas, tienden a adoptar un talante desconfiado y temeroso. Estudios realizados en Estados Unidos, Inglaterra, Escocia, Francia y Holanda indican que la violencia es un comportamiento aprendido. El 81 por ciento de los hombres maltratadores fue testigo o víctima de malos tratos en la niñez. En la edad adulta tienden a repetir el mismo modelo de comportamiento que han observado de niños, por lo que es esencial prevenir los comportamientos violentos. Una de las principales actuaciones de prevención va dirigida a los hijos de matrimonios en los que se han producido malos tratos con el fin de que no repitan el modelo de conducta que han aprendido en su hogar. "Los niños creen que la agresión es una conducta normal y la han internalizado como el patrón de comportamiento habitual entre hombres y mujeres. Es entonces cuando hay que ayudarles a identificar una conducta de malos tratos", explica la psicóloga Alejandra Favieres. La víctima Aunque no existe un perfil único de mujer maltratada, existen una serie de características comunes en todas las víctimas: el abuso se inicia entre los 17 y 28 años; en la mitad de los casos hay antecedentes de episodios depresivos previos al abuso, y la dependencia o tendencia a establecer relaciones asimétricas con el otro sexo, aceptando reglas patriarcales en la relación. Es probable que la mujer haya sufrido malos tratos en la infancia y haya desarrollado una baja autoestima y una alta tolerancia a la violencia, ya que se trata de un modelo aprendido anteriormente. Diversos estudios, entre ellos el realizado por la Asociación de Mujeres contra la Violación en España, demuestran que una de cada siete mujeres casadas han sido violadas o agredidas sexualmente por sus maridos. El abuso sexual dentro de la pareja es cualquier contacto realizado contra la voluntad de la mujer desde una posición de poder. Sin embargo, las mujeres tienden a minimizar este problema porque creen que los hombres tienen unas necesidades que deben satisfacer a su manera. Por ello la mayor parte de las denuncias se refieren a los golpes recibido pero no denuncian la violencia sexual. Para las víctimas la violación es un acto que se produce entre dos personas desconocidas. El maltrato continuado genera en la mujer proceso patológico de adaptación denominado "Síndrome de la mujer maltratada". Este síndrome se caracteriza por: Indefensión aprendida: Tras fracasar en su intento por contener las agresiones, y en un contexto de baja autoestima reforzado por su incapacidad por acabar con la situación, la mujer termina asumiendo las agresiones como un castigo merecido. Pérdida del control: Consiste en la convicción de que la solución a las agresiones le son ajenas, la mujer se torna pasiva y espera las directrices de terceras personas. Baja respuesta conductual: La mujer decide no buscar más estrategias para evitar las agresiones y su respuesta ante los estímulos externos es pasiva. Su aparente indiferencia le permite autoexigirse y culpabilizarse menos por las agresiones que sufre pero también limita de capacidad de oponerse a éstas. Identificación con el agresor: La víctima cree merecer las agresiones e incluso justifica, ante críticas externas, la conducta del agresor. Es habitual el "Síndrome de Estocolmo", que se da frecuentemente en secuestros y situaciones límite con riesgo vital y dificulta la intervención externa. Por otra parte, la intermitencia de las agresiones y el paso constante de la violencia al afecto, refuerza las relaciones de dependencia por parte de la mujer maltratada, que empeoran cuando la dependencia también es económica. ¿Por qué no le abandona? Esta pregunta es constantemente formulada por especialistas y terceras personas que contemplan casos de agresión evidente. En ocasiones las mujeres permanecen con su pareja violenta porque creen que las alternativas que tienen son peores a su situación. Se convencen de que las cosas no están tan mal y piensan que son ellas las que incitan a la violencia por no haberse quedado calladas, se culpan y se censuran. "Hay que destacar especialmente el síndrome de indefensión aprendida, porque en la situación de los malos tratos, éstos nunca vienen por un motivo concreto. Al ver que no hay manera de evitar los malos tratos se quedan paralizadas, se inmovilizan. Por eso desde fuera da la impresión de que la mujer no quiere remediar el problema", señala la psicóloga Alejandra Fevieres. ¿VICTIMAS? Según datos del Instituto de la Mujer, cerca de un millón y medio de mujeres españolas no se definen a sí mismas como víctimas. Por otro lado, 650.000 mujeres se consideran víctimas maltratadas. Es decir que tres cuartas partes de los casi dos millones de mujeres maltratadas se creen culpables de la violencia que su pareja ejerce sobre ellas y no se perciben a sí mismas como víctimas. La violencia se establece progresivamente en la pareja. La mujer se deja maltratar, en algunos casos, porque se considera la principal responsable del buen funcionamiento del matrimonio y cree que éste depende de sus propias habilidades para evitar conflictos y situaciones de violencia o ruptura matrimonial. Ante los actos de violencia se culpabilizan y sienten que merecen ser castigadas por cuestionarse los valores ideológicos que sostienen la familia, por no asumir adecuadamente su papel de madre y esposa. Por eso intentan adaptarse a los requerimientos de su marido para ser aceptadas y no maltratadas, asumiendo un papel de subordinación, con las falsas expectativas de que si ella se comporta bien no dará lugar a que su marido la maltrate. "Su pareja les ha repetido tantas veces que no sirven para nada que terminan creyéndolo y se culpabilizan", puntualiza Favieres. La principal razón que demora o impide el abandono de la víctima es el temor a las represalias, seguida de la dependencia económica y el miedo a perder los hijos. Rasgos de la mujer maltratada: Cree todos los mitos acerca de la violencia doméstica. Baja autoestima. Se siente culpable por haber sido agredida. Se siente fracasada como mujer, esposa y madre. Siente temor y pánico. Falta de control sobre su vida. Sentimientos encontrados: odia ser agredida pero cree que le han pegado por su culpa, que se lo merecía. Se siente incapaz de resolver su situación. Cree que nadie le puede ayudar a resolver su problema. Se siente responsable por la conducta del agresor. Se aísla socialmente. Riesgo de adicciones. Acepta el mito de la superioridad masculina. Teme al estigma del divorcio. Repercusiones clínicas La violencia doméstica en la mujer genera graves problemas físicos y psicológicos. La respuesta ante la violencia es variable, ya que la mujer es capaz de soportar altos niveles de estrés que produce respuestas de adaptación o pseudoadaptación. Sin embargo, la psicóloga Alejandra Favieres, destaca algunos problemas comunes a todos los casos de agresión: Somatizaciones: Las quejas físicas sin lesión aparente con la causa más frecuente de consulta en los servicios de urgencia. Aunque generalmente se diagnostican infecciones de tracto urinario, dolor cervical, vaginitis y dolor abdominal inespecífico, no ha sido posible establecer un patrón somático que facilite la sospecha de abuso o maltrato. Cuadros ansioso-depresivos inespecíficos: La desesperanza, el abandono y el aislamiento social son los principales sentimientos manifestados. A éstos se suman los problemas de sueño o apetito y el deterioro del estado de ánimo y la actividad cotidiana. Estos problemas se agravan con el tiempo y surge un importante riesgo de suicidio. El 50 por ciento de las mujeres maltratadas piensan al menos una vez en el suicidio y casi una cuarta parte de ellas intenta quitarse la vida. Abuso de sustancias: Consumo de alcohol en el domicilio que pasa totalmente desapercibido y que se convierte en un antidepresivo y revitalizante que oculta otros síntomas psíquicos. Cuadro psiquiátrico grave: El maltrato prolongado, con amenazas de muerte y escasa ayuda social, favorece el desarrollo de trastorno por estrés post-traumático o un cuadro psiquiátrico severo con ansiedad grave y un deterioro del rendimiento personal, social y familiar de quien lo padece. Todos estos síntomas y, en especial, las alteraciones de funcionamiento general, hacen que las agresiones empeoren, ya que los trastornos psicológicos se asocian con un incapacidad de la mujer para desarrollar correctamente sus deberes de esposa, madre y ama de casa. ¿Qué hacer? 1. Acuda a los Servicios Sociales de su localidad. Allí podrán informarle sobre sus derechos y los recursos de apoyo que el Ayuntamiento, la Administración Pública y otras instituciones ponen a su disposición. Asimismo, le ofrecerán información de los principales servicios no gubernamentales que pueden apoyarla. 2. Si existen lesiones físicas vaya a un centro sanitario que le asista y emita el correspondiente Parte de Lesiones. 3. Presente una denuncia en la Comisaría más cercana o en el Juzgado de Instrucción que esté de guardia y lleve el Parte de Lesiones como prueba documental. Ofrezca un relato detallado de los hechos y tras leer la denuncia y mostrar su conformidad, exija una copia o justificante de la misma. 4. Asesórese sobre los derechos básicos que la amparan: - La ausencia del domicilio por temor a su integridad física o psíquica, o la de sus hijos, no supone abandono de hogar si presenta una denuncia. - Se pueden adoptar medidas provisionalísimas por parte del juez competente, sobre la utilización de la vivienda familiar, la custodia de los hijos, etc. - Pueden denunciarse tanto las lesiones físicas como psicológicas. - Si teme presentar la denuncia por las posibles consecuencias que pueda tener, los agentes actuantes pueden presentarla por usted siempre que hayan constatado los hechos, exista algún testigo de los mismos y se disponga del parte de lesiones. - Los Agentes presentarán la denuncia igualmente si la víctima es menor de edad o se encuentra incapacitada. En cuanto a la asistencia jurídica debe recordar las siguientes premisas: - Usted puede ser parte en el proceso penal y obtener una indemnización por el daño sufrido. - Aunque decida no ser parte en el proceso penal, seguirá teniendo derecho a la indemnización que establezca la sentencia. - Si sus ingresos no superan el doble del Salario Mínimo Interprofesional puede acceder al beneficio de justicia gratuita. Abandono del hogar Si ha decidido alejarse de su hogar, sepa que no incumple el deber de convivencia siempre que en el plazo de 30 días solicite unas medidas provisionalísimas o presente una denuncia o demanda de separación. Las medidas provisionalísimas puede solicitarlas personalmente ante el Juez de Familia sin necesidad de abogado o procurador. Estas medidas la autorizan para vivir separada, establecen la custodia de los hijos, la disposición de la casa y ayudas económicas. Por otra parte, la demanda se interpone en el Juzgado de Familia por medio de abogado o procurador. El Colegio de Abogados ofrece asistencia jurídica gratuita y asesoramiento. Antes de abandonar el domicilio lleve con usted su documentación y la de sus hijos (DNI, cartilla de la Seguridad Social), además de la nómina de la persona con la que convive o copia de la declaración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y facturas y documentos que acrediten los gastos de sostenimiento de la familia. Instituto de la Mujer El Instituto de la Mujer dispone de un teléfono de información de carácter gratuito y alcance nacional (900.19.10.10), que funciona las 24 horas del día, durante toda la semana. Este servicio tiene el fin de informar a las mujeres acerca de aspectos jurídicos, orientación de empleo y recursos sociales en general. Estos teléfonos informan sobre: Aspectos jurídicos: Matrimonial, Filiación, Registro Civil, Legislación Laboral, Malos Tratos, Violación, Justicia gratuita, etc. Orientación de empleo: Trabajo Autónomo, Asalariado, Cooperativas, Formación Profesional Ocupacional, Oficinas de Empleo, etc. Recursos Sociales: Casas de Acogida, Madres Solteras, Centros Asesores, Planificación Familiar, Interrupción del Embarazo, Asociaciones de Mujeres, Asistencia Social, etc. Recursos Sociales El Ministerio del Interior incrementó durante 1999 sus unidades específicas de atención a las mujeres víctimas de la violencia: - Se han creado 24 Servicios de Atención a Mujeres (SAM) en las Comisarías y, al final del 1999 se encontraban en funcionamiento 40 de estas unidades. - La Guardia Civil dispone de 54 Equipos de Mujeres y Menores (EMUNES) en todas las Comandancias de la Guardia Civil. - El Instituto de la Mujer tiene en funcionamiento un servicio telefónico gratuito de emergencias (900 19 10 10). Este servicio ha atendido un total de 9.327 durante 1998 y 1999. - Asimismo, el Instituto de la Mujer cuenta con Centros de Información y Oficinas de Asistencia a las Víctimas. www.ondasalud.com