Comentario de texto. Ockham. Pero me parece que se ha de afirmar que de la potestad regular y ordinaria concedida y prometida a S. Pedro y a cada uno de sus sucesores por las palabras de Cristo ya citadas [“lo que atareis en la tierra, quedará atado en el cielo”] se han de exceptuar los derechos legítimos de emperadores, reyes y demás fieles e infieles que de ninguna manera se oponen a las buenas costumbres, al honor de Dios y a la observancia de la ley evangélica […] Tales derechos existieron antes de la institución explícita de la ley evangélica y pudieron usarse lícitamente. De forma que el papa no puede en modo alguno alterarlos o disminuirlos de manera regular y ordinaria, sin causa y sin culpa, apoyado en el poder que le fue concedido inmediatamente por Cristo. Y si en la práctica el Papa intenta algo contra ellos [los derechos de los emperadores y reyes], es inmediatamente nulo de derecho. Y si en tal caso dicta sentencia, sería nula por el mismo derecho divino como dada por un juez no propio. Guillermo DE OCKHAM, Sobre el gobierno tiránico del Papa. Trad. P. Rodríguez. Madrid, Tecnos, 2001, pp. 60-61 (traducción adaptada). Sitúa al autor en su momento histórico: Filósofo inglés del siglo XIV, miembro de la orden franciscana y crítico de la filosofía escolástica. En relación con el problema de los universales (Las Ideas de Platón o las formas de Aristóteles o Aquino) afirmó que no tienen existencia real: no son más que conceptos mentales, signos de las cosas individuales. Defendió frente a Aquino la radical separación entre la razón y la fe, del mismo modo que fue partidario de la autonomía del poder político respecto del poder del papado y, en todo caso, contrario al absolutismo fuese político o papal. Tema del texto: La idea central del texto es que el poder temporal de los emperadores no debe depender ni estar sometido a la potestad del Papa. En otras palabras: la independencia del poder secular o civil del poder de la Iglesia. Ideas principales: Primera idea: De los poderes concedidos por Cristo al Papa se han de excluir los derechos legítimos de los emperadores en tanto que no se opongan a Dios, las buenas costumbres y las leyes evangélicas. Segunda idea: Los derechos políticos de los emperadores son anteriores a la institución de las leyes evangélicas y, por ello, el Papa no puede modificarlos. Tercera idea: Si el Papa decidiese en virtud de su potestad modificar los derechos legítimos del poder civil, su decisión sería nula de derecho. Relación de ideas: Es un texto que sostiene una tesis central: el poder político del emperador (el poder secular, en una palabra) no ha de estar sometido a la tutela papal. Ello lo fundamenta en una premisa central: los derechos de los gobernantes, la legitimidad de sus poderes temporales, son anteriores a las leyes evangélicas. De ello infiere dos conclusiones: la primera, que el Papa no puede modificarlos ni mediatizarlos; la segunda, que en caso de hacerlo, su actuación sería ilegítima y, por tanto, nula del pleno derecho. Explicación de las ideas: El texto que comentamos hay que comprenderlo en el contexto del enfrentamiento entre el papa Juan XXII y el emperador Luis de Baviera por el predominio político. Ockham, defensor como los franciscanos de la pobreza evangélica que el papa condenaba y, además, crítico del poder total y pleno del pontífice, argumenta los motivos por los que el poder del emperador, si es respetuoso con las buenas costumbres y las leyes evangélicas, ha de ser autónomo respecto de la tutela de la Iglesia. Ockham afirma que Cristo no otorgó a Pedro y a sus sucesores ningún poder temporal, porque como hombre, tampoco Él poseyó poder alguno. Les confirió solamente un poder espiritual sobre la comunidad cristiana de hombres libres. El Papa no puede, por tanto, privar a quienes ejercen el poder civil de unos derechos que no proceden de él sino de Dios, de la naturaleza o de otros hombres. El Papa no puede ejercer ni someter a tutela el poder que corresponde al Emperador que lo es (en contra de lo que sostenía el agustinismo político) por haber sido elegido por sus electores y no necesita ser investido por el Papa para el ejercicio de su potestad que es completamente autónoma. Emperador, reyes y príncipes no tienen superior en las cosas temporales, y no necesitan aprobación pontificia después de su elección. Los emperadores no son vasallos del Papa. El Imperio romano nació antes de la institución de la Iglesia y gozaba de plena legitimidad. En consecuencia, cualquier intento del papado por condicionar o someter el poder civil de los emperadores es ilegítimo y nulo. La doctrina política de Ockham busca, por encima de todo, separar lo espiritual de lo temporal, al igual que pretendió separar la fe de la filosofía, con un propósito manifiesto: no solamente defender los intereses del emperador, sino garantizar la espiritualidad de la comunidad cristiana y la reforma de una Iglesia acorde con la pobreza evangélica.