Tormenta a la vista en Irán

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Tormenta a la vista en Irán
Thierry Meyssan :: 08/10/2014
El nuevo presidente de Irán, Hassan Rohani, se apartan cada vez más de la línea
antiimperialista. El ayatola Ali Khamenei ahora se opone al acuerdo secreto con EEUU y la UE
El proyecto del jeque Hassan Rohani
Desde el triunfo de la revolución del imam Khomeiny, Irán ha respaldado todos los movimientos
antiimperialistas del Medio Oriente, independientemente de las creencias religiosas de sus
miembros.
Esa política se vio fuertemente cuestionada por la «Revolución verde» de 2009. En aquel momento,
el candidato «modernista» Mir-Hosein Musavi declaraba en su campaña electoral que, aunque
rendía homenaje al Hamas y el Hezbollah, no había razones para que los iraníes pagaran las armas
de esos movimientos de Resistencia, ni para que pagaran la reconstrucción de Palestina o la del
Líbano. Años más tarde, en 2013, después de ser electo presidente de Irán, el jeque Hassan Rohani
intrigaba a los comentaristas agitando una llave y dando a entender que pondría el Tesoro iraní al
servicio de los iraníes en vez de seguir financiando movimientos de Resistencia, que en algunos
casos ni siquiera son chiitas. Pero el pueblo iraní no daba mucha importancia a esa polémica,
considerándola erróneamente como simple politiquería.
Cuando fue electo, Rohani parecía representar una esperanza para su país ya que los electores
estaban convencidos de que era el hombre que lograría un acuerdo con Estados Unidos y con la
Unión Europea, poniendo así fin a las «sanciones», y que mejoraría el poder adquisitivo de los
iraníes. En este momento, Irán ha recuperado la posibilidad de vender su petróleo en el mercado
internacional y gracias a ello dispone de divisas extranjeras y se ha estabilizado el valor del rial, la
moneda iraní.
Y está llegando el momento del desenlace: en secreto, el presidente Rohani negoció un acuerdo con
Washington y Bruselas, acuerdo que debería hacer público próximamente [1].
Pero ese acuerdo va mucho más allá que las declaraciones que hacía Mir-Hosein Musavi hace
5 años. Se trata, nada más y nada menos, que de poner a Irán del lado de Occidente, a pesar de la
reciente entrada de ese país en la Organización de Cooperación de Shanghai.
Según ese acuerdo, Irán vendería su gas a la Unión Europea, que podría liberarse así de su actual
dependencia del gas ruso para embarcarse en una nueva guerra fría. Por otro lado, ya China
no podría contar con el gas iraní para seguir adelante con sus planes de desarrollo [2].
El 24 de septiembre de 2014, en ocasión de la apertura del nuevo periodo de sesiones de la
Asamblea General de la ONU, el presidente Rohani se reunió en Nueva York con su homólogo
austriaco Hans Fisher, cuyo país está cargo del proyecto Nabucco. Los dos presidentes conversaron
sobre el financiamiento de una conexión con los yacimientos iraníes de gas y petróleo, un trabajo
cuyo costo podría elevarse a 8 500 millones de dólares. Como puede verse, se trata de un proyecto
de proporciones faraónicas y, por lo tanto, capaz de generar muchas oportunidades de corrupción.
La conclusión de tal acuerdo pondría fin a la polémica sobre la bomba atómica que Irán
supuestamente podría fabricar «en unas cuantas semanas»… desde que Mahmud Ahmadinejad fue
electo presidente en 2005 [3].
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El conflicto entre proestadounidenses y antiimperialistas
Contrariamente a la visión simplificadora impuesta por la propaganda atlantista, la clase clerical
chiita no participó en la Revolución islámica iraní sino que esta se hizo simultáneamente contra el
shah y contra el clero. Este último incluso calificaba al ayatola Khomeiny de «cismático» hasta que
finalmente la mayoría de sus miembros optaron por montarse en el carro del movimiento popular y
acabaron uniéndose al imam.
Las relaciones entre los revolucionarios iraníes y el clero conocieron nuevas tensiones durante la
guerra que Irak impuso a Irán. En aquel momento, los Guardianes de la Revolución –entre cuyos
miembros se hallaba Mahmud Ahmadinejad– comprobaron rápidamente que los hijos de los
dignatarios religiosos brillaban por su ausencia en el frente de batalla.
El clero chiita abusó durante siglos de su poder en Irán. La Revolución del ayatola Khomeiny era
simultáneamente una reforma del chiismo y una lucha por la liberación nacional. Antes de
Khomeiny, los chiitas iraníes lloraban constantemente la muerte del imam Ali. Con Khomeiny,
aprendieron a seguir su ejemplo luchando contra la injusticia.
En lo tocante a la moral y las costumbres, ambos bandos defienden los mismos principios pero no lo
hacen de la misma manera. Tanto el clero –actualmente representado por Hassan Rohani– como las
«Fuerzas de la Revolución» –representadas principalmente por los hermanos Larijani–
son favorables a la coerción mientras que los antiimperialistas –cuyo líder sigue siendo Mahmud
Ahmadineyad– destacan el valor del ejemplo. Durante sus mandatos presidenciales, esa divergencia
llevó a Ahmadineyad a entrar en conflicto con la policía encargada de velar por las costumbres.
Por ejemplo, Ahmadineyad tomó públicamente posición en contra de la obligación de portar el velo
impuesta a las mujeres y también se pronunció contra la fuerte recomendación a los hombres de
dejarse crecer la barba. El enfrentamiento llegó a agudizarse tanto que varios colaboradores del
entonces presidente fueron arrestados y encarcelados por «brujería» (sic).
El Guía Supremo, ayatola Ali Khamenei, discípulo destacado del imam Khomeiny, dispone –a la luz
de la Constitución– de poderes superiores a los del presidente de la República pero sólo puede
intervenir excepcionalmente. Durante los últimos años, el ayatola Khamenei trató de limitar las
iniciativas del turbulento Mahmud Ahmadineyad y de obligarlo a mantener su alianza con los
hermanos Lariyani. Se produjo entonces un choque entre el presidente Ahmadineyad y el Guía
Supremo, principalmente sobre la nominación de Esfandiar Rahim Mashaei como vicepresidente.
Mashaei acabó siendo rebajado al rango de jefe del gabinete presidencial y, en definitiva, la alianza
entre los hermanos Lariyani y Ahmadineyad acabó rompiéndose en medio de un desagradable
ambiente de acusaciones públicas de corrupción [4].
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Después de haber favorecido la elección
de Hassan Rohani para lograr una pausa
en el enfrentamiento con Washington,
el Guía Supremo Ali Khamenei estima en
este momento que Rohani ha
sobrepasado los límites y que hoy
amenaza el ideal revolucionario.
Las reacciones ante el proyecto de Rohani
Un poco más de un año ha pasado desde su elección y la popularidad de Rohani ya está en caída
libre. La opinión pública iraní se divide actualmente entre quienes lo acusan de no haber cambiado
gran cosa y quienes lo acusan de favorecer una clase social a expensas de la mayoría. Es evidente
que si Mahmud Ahmadineyad fuese autorizado a presentarse a la próxima elección presidencial
ganaría la elección en la primera vuelta. Pero parece poco probable que se le conceda esa
oportunidad. En 2013, la candidatura de Esfandiar Rahim Mashaei –quien gozaba del respaldo del
hoy ex presidente– fue rechazada a pesar de que los sondeos de opinión lo daban como ganador en
la segunda vuelta. Eso indica que se hará todo lo posible por apartar a Ahmadinejad de la elección
presidencial prevista para 2017.
En todo caso, el ex presidente de Irán nunca ha estado tan activo como hoy. En este momento está
enfrascado en la movilización de sus partidarios y parece que logrará evitar que Irán caiga en la
órbita atlantista. Como indicio de su probable victoria está el hecho que el Guía Supremo permitió
que los partidarios de Ahmadineyad organizaran un coloquio antiimperialista internacional, a cuya
realización se había opuesto el año pasado [5]. El ayatola Ali Khamenei incluso envió un
representante personal al encuentro y ello indica que se dispone a vetar el proyecto de Rohani.
Para los discípulos de Khomeiny ese proyecto equivaldría a aniquilar la Revolución y volver al Irán
de los tiempos del shah. Irán renunciaría a su influencia política y se dedicaría al comercio
internacional. En el plano interno significaría un regreso a la opulencia para los dirigentes, pero
no para la población. Y de paso, los pueblos del Medio Oriente que han acumulado cierto número de
victorias ante Washington, Londres y Tel Aviv, principalmente en Líbano, en Gaza, en Siria y
en Yemen, se verían nuevamente indefensos.
El «plan B» de Estados Unidos
En previsión de un posible fracaso del plan Rohani –que parece lo más probable, a no ser que el Guía
Supremo desapareciera prematuramente–, Washington sigue preparando su «Plan B»: un amplio
programa de desestabilización, mucho más potente que el de 2009. En aquel momento el objetivo
fue hacer creer que se había producido un fraude electoral que privaba a los proestadounidenses de
una supuesta victoria [6]. Ahora sería un «remake» de la falsa revolución siria de 2011.
Desde hace 5 años, Washington ha venido creando –y haciendo que otros creen– más de 70 canales
de televisión vía satélite en lengua farsi, idioma del que sólo se cuentan en todo el mundo
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100 millones de hablantes de los que 80 millones viven en Irán. Todos los aliados de Estados Unidos,
desde los miembros de la Unión Europea hasta Corea del Sur, han sido “invitados” a transmitir
programas destinados a los iraníes. Si todos esos medios transmitieran simultáneamente una noticia
falsa, los iraníes, que en muchos casos no miran sus propios canales de televisión por considerarlos
demasiado politizados o demasiado puritanos, probablemente creerían que es una información
cierta.
Por otro lado, nadie sabe bien quién es el responsable de la censura de internet en Irán. Para
impedir la difusión de pornografía, se hace imposible ver ningún video en internet y numerosos sitios
también permanecen inaccesibles. Pero cada internauta iraní se ha dotado de algún proxy que le
permite evitar la censura. Por lo tanto, el único resultado de esa práctica es que desacredita al
Estado, cosa que Estados Unidos no dejará de utilizar.
Es por lo tanto evidente que ante un fracaso del plan de Rohani, Washington echará a rodar noticias
falsas que el público creerá. Las nuevas tecnologías hacen posible la difusión de acontecimientos
ficticios, como ya se hizo en Libia –donde las supuestas imágenes de la caída de la Yamahiria se
transmitieron por televisión 4 días antes de los hechos para desmoralizar a la población– y en Siria
–con la transmisión de imágenes de manifestaciones que sólo existieron en las pantallas de
televisión.
El rechazo del proyecto de Rohani marcará por lo tanto el inicio de una nueva confrontación.
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Notas
[1] «La abdicación de Irán », por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 2 de diciembre de 2013.
[2] «Cambio crucial en la geopolítica de los oleoductos», por Melkulangara K. Bhadrakumar,
Asia Times Online, Red Voltaire, 8 de febrero de 2010. «Iran, la bataille des gazoducs», por Manlio
Dinucci, Il Manifesto (Italia), Réseau Voltaire, 9 de marzo de 2012.
[3] «¿Quién le teme al programa nuclear civil de Irán?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 9 de
julio de 2010.
[4] «Ahmadinejad, el insumergible», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 21 de
febrero de 2013.
[5] Bajo el título “Nuevos horizontes”, el encuentro tuvo lugar en Teherán del 29 de septiembre al 1º
de octubre de 2014 en un ambiente de unidad nacional. Asistieron a la apertura el ayatola Abbas
Hoseini Qaem-Maqami, Said Halili –quien participó como candidato en la elección presidencial
frente al actual presidente Hassan Rohani– y Mohammad-Javad Lariyani.
[6] «La CIA y el laboratorio iraní», «¿Por qué tendría yo que repudiar la voluntad de los iraníes?»,
«La “revolución de color” fracasa en Irán», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19, 24 y 26 de junio
de 2009. «Las elecciones iraníes: el timo del robo electoral»», por James Petras, Red Voltaire, 21 de
junio de 2009.
Al-Watan / Red Voltaire
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