La publicación más importante de la historiografía riojana Desde enero de 1938 hasta mediados del 40 Juan Alfonso Carrizo llevó a cabo por todo el ámbito provincial la más intensa, exhaustiva y científica búsqueda de canciones y coplas populares guardadas a través de siglos en la memoria popular. Algo similar ya había realizado en Jujuy, Salta, Tucumán y Catamarca. En conjunto, más de 16.000 testimonios había atesorado. En La Rioja y eso lo cuenta pormenorizadamente en el primer tomo de su obra total más de 1000 páginas que integran el “Cancionero popular de La Rioja” la cosecha fue de cerca de seis mil canciones. Fue, sin duda, la más prolífera de todas las que realizó en el noroeste argentino. No en todos los ámbitos de la provincia tuvo respuestas positivas aunque en todas fue bien recibido pero es interesante destacar lo siguiente: afirma Carrizo que la clase alta fue casi hermética a la hora de responder a sus inquietudes folklóricas y poco o nada consiguió de las múltiples entrevista que realizara con representantes de éste grupo social. En síntesis fue un mutismo que le permitió deducir que los que verdaderamente podían nutrir su búsqueda era la gente del común. Y esto lo vemos en las llamadas que hace de cada uno de los testimonios recogidos. Muchos le fueron dados por ancianos pero también abundan los niños y algo realmente curioso es que encontró varios cuadernos donde se habían anotado canciones dichas por personas ya desaparecidas. Un dato notorio es cuando llega a Olta, pensando quizás que allí encontraría una amplia respuesta a su incansable búsqueda. Para su sorpresa nada obtuvo allí y entonces reflexionó que esa memoria popular ya estaba siendo seriamente perturbada y olvidada por la importante comunicación de esas localidades llanistas con el exterior. Y aquí ubicamos el poder destructivo en la memoria popular del ferrocarril algo equivalente a la destrucción y devastación del bosque chaco santiagueño que por aquel entonces ya era realmente notable. Carrizo realiza la más científica, calificada y seria investigación folklórica como hasta entonces no se había hecho y quizás no se haría más. No hay copla, glosa y canciones sobre las cuales el investigador no haya demostrado su increíble erudición. Son constantes en las llamadas correspondientes, las referencias a publicaciones sobre temas similares en toda Latinoamérica y aún más las citas referenciales a estudios realizados en toda Europa y en especial en España. Creemos que Carrizo fue realmente un sabio total, un curioso intransigente y un humanista a cabalidad. Sin embargo hay algo que se le escapa al investigador a la hora de buscar una explicación honda y coherente sobre el por qué La Rioja fue la provincia en donde más testimonios orales recogió. Creemos que esa riqueza palmaria que encontró en esta provincia se debió a que ya mediado el siglo XX a La Rioja la había afectado muy poco la inmigración extranjera. Recogemos el dato que hacia 1910 apenas habían llegado a La Rioja no más de 1500 inmigrantes algo que continuó de manera similar hasta bien entrado el siglo pasado. Esa estimamos es la principal razón por la cual Carrizo nutriera entre nosotros su exhaustiva búsqueda. Quizás el tiempo elegido para llevarla a cabo fue el límite temporal que la historia le marcó, pues investigaciones similares realizadas algunas décadas después no lograron en absoluto resultados tan espléndidos como los que obtuviera el sabio gordo e imponente catamarqueño. Esta labor, creemos, no ha tenido ni aún hasta los tiempos presentes la debida y obligada proyección hacia los ámbitos educacionales. Es una lastima que tan precioso testimonio no haya sido aprovechado por la escuela riojana para llevar a sus educandos el más vivo, hermoso e interesante documento de la rica historia provincial. No hace falta en absoluto una reedición de los tres gruesos tomos que conforman el “Cancionero popular de La Rioja”. Una inteligente selección permitiría hacer llegar al alumno riojano los trabalenguas, las adivinanzas, las coplas y canciones históricas y todas aquellas expresiones que recogiera Carrizo. Nos cuesta admitir que esa tarea simple y barata no se haya llevado a cabo cuando un mínimo esfuerzo y un mínimo gasto justificaría que aquel gigantesco esfuerzo que realizara Carrizo hace más de 70 años fuera hoy utilizado y aprovechado por generaciones de estudiantes que sobre este magnifico trabajo poco o nada conocen. Miguel Bravo Tedin