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La cuarta transición del Partido Comunista de España
La Transición Política Española
Durante el franquismo los partidos políticos estaban prohibidos. Solamente el Movimiento
Nacional, vertebrado ideológicamente por la Falange, tenía estatuto de legalida d como
partido único. La muerte de Franco, hace 25 años, se produce en un contexto en el que se
suma a la crisis política del régimen fundado por él, la crisis del modelo de acumulación
capitalista español.
En esa época de actividad clandestina, solamente existía un partido realmente organizado
con presencia en el conjunto de la actividad social del Estado, el P.C.E. Reconstruida su
organización tras la guerra civil, el PCE creció en condiciones de extraordinaria dureza y
represión, de la mano de los movimientos sociales, ilegales pero reales. En particular, del
movimiento obrero, que canalizó y estimuló toda la lucha antifranquista.
Paradójicamente, su mayor fuerza política y social coincidió con la última etapa del
franquismo y la transición política, a pesar de ser ilegal, perseguido y satanizado. En esa
época, el PSOE, en reconstrucción, era poco mas que un grupúsculo de jóvenes
oportunistas cuya actividad política real, mas allá de un programa de extrema izquierda (
autogestión, autodeterminación, república, etc.), se desarrollaba en torno a los poderes
fácticos españoles y las embajadas de USA y de la RFA. Allí ofertaban su principal
mercancía: frenar a los comunistas y al movimiento popular, para consolidar una
democracia parlamentaria de mercado al estilo europeo.
En un alarde de tacticismo, el PCE acordó con las élites políticas franquistas, que con
Suarez a la cabeza gobernaban el cambio, facilitar una transición pacífica y rápida. La
justificación de ésta táctica fue doble. Por un lado no perder la iniciativa política respecto al
PSOE, en rápido ascenso mediático y por otro, no provocar al estamento militar, enemigo
acérrimo de su legalización.
El precio fue abandonar la identidad republicana apoyando al monarca heredero de Franco,
enfrentarse al movimiento popular vasco que reclamaba el derecho de autodeterminación y
apoyar políticas económicas antiinflacionistas para estabilizar la economía y propiciar el
crecimiento y la modernización del capitalismo español.
Estas transacciones, que se visualizaron en los Pactos de la Moncloa ( Octubre de 1977) y
en la Constitución Española ( Diciembre de 1978), supusieron la desmovilización de
millones de personas con hambre de salarios y de libertad, como condición para acceder al
aparato del Estado.
En las primeras elecciones generales del 15 de Junio de 1977, se pudo comprobar la
diferencia entre la fuerza social y su representación institucional. El PSOE triplicó en votos
y escaños al PCE. Lo mismo pasó en las primeras elecciones municipales de 1.979 y en las
primeras elecciones sindicales de 1.978, en las que la UGT, siendo inexistente en el
movimiento obrero cinco años antes, consiguió casi el mismo número de delegados y
delegadas que CCOO.
Para aplicar los acuerdos de La Moncloa, a pesar de su pasado, el PCE actuó como un
aparato del Estado que, desde dentro de la sociedad, disciplinó a los sectores más
dinámicos de la población, incluyendo a la mayoría de sus propios militantes y se enfrentó
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duramente con decenas de millares de activistas sin partido o de otras organizaciones, que
querían continuar la lucha. Quienes habían impulsado el poder constituyente ahora lo
reprimían. Esas heridas aún no han cicatrizado.
Realmente no hubo golpe militar, por lo menos en aquel momento, pero, aunque la gente
trabajadora cumplió su parte, todas las contrapartidas sociales y promesas constitucionales
del pacto fueron violadas por el gobierno de UCD y por los gobiernos siguientes del PSOE
y del PP. Tampoco se consiguió evitar que el PSOE se alzara con la representación
institucional abrumadora de la izquierda y de la clase obrera.
Formalmente, el PCE no eligió la participación del poder constituido y la legitimidad del
Estado frente a la participación ciudadana y la legitimidad popular. A diferencia del PSOE
que, con el auxilio de la UGT hasta 1.985, se opuso ferozmente de palabra y obra a las
asambleas, las huelgas y las movilizaciones, el PCE nunca renunció a ser una fuerza política
con vocación de organizar a las multitudes para expresar el conflicto social.
Sin embargo, la cancelación del movimiento popular entre los años 76 - 79 a través de un
férreo control del movimiento obrero y la defensa de la monarquía parlamentaria de
mercado como un bien superior, colocaron su apuesta institucional en el plano de lo real y
su compromiso popular en el plano de las buenas intenciones. A partir de aquí, por un
lado, la lucha por la libertad exigía la mediación de las instituciones, y por otro, la lucha por
las necesidades sociales, dependía de la buena marcha de la economía, vale decir, del
beneficio empresarial. Ese es el contenido de la "modernización" del movimiento obrero y
la causa última de la descomposición del poder constituyente y con él de su principal fuerza
animadora, el propio PCE.
Desde entonces el alma luchadora, anticapitalista del PCE habita en un cuerpo impotente,
institucional, cada vez mas exangüe. Solo puede ser un PSOE mas radical, en el papel. Pero
eso es nada.
La Segunda Transición
El referéndum de Marzo de 1.986 sobre la pertenencia del Estado Español a la OTAN, a
pesar de perderse por los partidarios de la salida, enfrentó a una gran parte del electorado
socialista, contrario a la OTAN, con la corporación felipista ya en el gobierno y soltando
todo el lastre ajeno a sus compromisos con el Capitalismo Global y su brazo armado.
Este movimiento fue iniciado en 1.981 por la izquierda radical que había superado la
transición política se dinamizó desde una plataforma unitaria, donde también estaba el
PCE, ya muy debilitado, que inmediatamente después del referéndum fundó Izquierda
Unida.
Sin embargo, la posibilidad de unir en ese proyecto a las fuerzas impulsoras de la Comisión
Anti Otan, y de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas en torno a un
referente político ( I.U.), no fue posible. El resultado ha sido una fuerza electoral que, solo
consiguió aglutinar al PCPE, algunos grupúsculos como el PASOC de Alonso Puerta,
Izquierda Republicana, el Partido Carlista, y, durante un corto periodo, a un grupo sectario,
el Partido Humanista, además de algunos intelectuales, militantes alternativos y
personalidades escindidas del PSOE. El invento sirvió para interrumpir la dinámica
electoral del PCE, en la frontera de ser extraparlamentario. Pero poco más.
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A las alturas de 1.986, las patronales habían realizado una revolución silenciosa. Un paro
masivo y permanente se combinaba con una precariedad también masiva. La ilegalidad
generalizada de los empresarios, basada en el estado de necesidad de los trabajadores y
trabajadoras, la complicidad de la Administración y la inanidad sindical, imponían
situaciones de hecho que luego eran legalizadas por las reformas laborales. La segmentación
y el aumento de la diferencia, crecían en un entorno sindical cada vez mas pasivo y
cómplice.
En este contexto, se producen cuatro huelgas generales contra la frenética política
neoliberal del PSOE: 20 de Junio de 1.985 contra la reforma de las pensiones, convocada
solo por CCOO; 14 de Diciembre de 1.988 contra el PEJ, ( Plan de Empleo Juvenil ); 20 de
Mayo de 1.992 contra el Decretazo, que disminuyó la cuantía y la duración de la prestación
por desempleo y 27 de Enero de 1.994 contra la segunda gran reforma laboral.
Estas convocatorias tienen como protagonistas a los sindicatos mayoritarios, que se ven
obligados a reaccionar ante la violencia de las oleadas flexibilizadoras. Sus verdaderas
motivaciones no son cambiar la dirección del proceso y acumular fuerzas para interrumpir
el ciclo del capital y sujetar la economía a las necesidades sociales, sino demostrar que, sin
negociación con ellos, no se puede hacer nada. Acreditar su representación, en régimen de
monopolio, de la clase obrera. En particular, la UGT, necesitaba urgentemente tomar
distancias con su servidumbre respecto a un PSOE de yuppis neoliberales furiosamente
antiobreros. Estas muestras rituales de desacuerdo, han sido sagazmente interpretadas por
el PP, que hace lo mismo que el PSOE, pero negociando.
Miles de activistas, diez años más viejos, sucumbieron al desencanto, retirándose a la
privacidad, o fueron cooptados a los aparatos del Estado Central, Autónomo, Municipal o
del nuevo Nacional Sindicalismo, reproduciéndose, otra vez, la sociología de las mayorías
silenciosas del franquismo.
A pesar del aumento del paro y la precariedad, la desmovilización convertía, como ya
sucedió con las minorías desafectas de la transición, cualquier intento de oponerse a esta
lógica en algo condenado de antemano al fracaso o al aislamiento. En un círculo vicioso
perfecto, la debilidad y el aumento de la diferencia hacen imposibles las condiciones para
poner en pié una verdadera oposición y, al tiempo, la falta de lucha política contra el
enemigo común, impide reconstruir la unidad.
La aparente despolitización del discurso de la izquierda, al admitir todas las reglas del juego
del enemigo (crecimiento económico, globalización - europeización, competitividad,
beneficio empresarial como condición para las reivindicaciones obreras), convertían en
irracional cualquier propuesta de verdadera confrontación.
El PCE ha demostrado su incapacidad para reflexionar sobre todo esto, embarcado como
estaba ( y como está ), en una huida institucional hacia delante. En un contexto de intrigas
internas y lucha mediática, hablar del pasado constituye un ejercicio esteril de buscarle tres
pies al gato.
Pero sin revisar este próximo pasado, no se puede entender nada, ni reconstruir alianzas
con los sectores más combativos, de fuera y de dentro del PCE. Menos aún, pensar en las
causas profundas de su comportamiento en la transición política (confundir bienestar y
consumo, democracia con su propia legalización, progreso con desarrollo económico, afán
revolucionario con dogmas obreristas y marxismo codificado y dogmático, rezago en la
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lucha feminista, analfabetismo ecológico, falta de formación de los militantes,
burocratización, jerarquización, hegemonismo, sectarismo).
Esta reflexión autocrítica, en su propio nombre como fuerza principal, pero también en
cierto modo en nombre de casi toda la izquierda radical, era condición necesaria para abrir
un diálogo y unas vías de cooperación con millares de activistas con los que se enfrentó
diez años antes y con otros muchos incorporados a la lucha posteriormente.
La misma estructura política ( militar desarmada ) que permitió al PCE organizar la lucha
de masas en la clandestinidad, con un enorme coste humano y un gran heroísmo, ha
impedido la participación de los militantes en las decisiones estratégicas y la reflexión sobre
sus propios principios políticos y teóricos. El tipo de militante seguro y valeroso,
imprescindible para enfrentarse al enemigo, ha sido incapaz de sobreponerse a 25 años de
intrigas, retórica vacía, simulaciones y oportunismo de muchos de sus dirigentes.
La política "genial" del PCE en el último franquismo y en la transición (¡Que inteligente es
Carrillo !), pretendió jugar simultáneamente a dos tableros, el del Estado y el de la sociedad.
Eso es una muestra de percepción de la complejidad de la lucha de clases, si se aspira a
influir en la sociedad, no solo en pequeños círculos. Sin embargo, la forma como lo hizo,
fue un suicidio. Al desprenderse de la fuerza popular en acción, que él mismo contribuyó a
construir, vendió su alma al diablo. La represión del formidable impulso democrático de la
transición no ha conseguido ninguno de los objetivos con los que se legitimó: superación
del paro y la crisis, consolidación y profundización de la democracia, bloquear a la
corporación felipista. Los tanques no salieron en 1977 pero salieron en 1.981. Ahora la
militarización pública y privada crece con la precariedad masiva. Quienes desobedecen, lo
hacen de forma individual. No hacen falta los tanques.
La consolidación del PCE como fuerza hegemónica de la izquierda en el terreno social e
institucional, no se ha producido. Los mejores resultados electorales, con IU, han distado
poco de los que se vivieron como decepcionantes en las primeras elecciones democráticas,
por parte del PCE. Más aún, la cota más alta de presencia institucional en los últimos años
1995 / 1996 ( 21 diputados al parlamento, 191 diputados autonómicos y alrededor de 3.500
cargos municipales ), no se debe tanto a una reactivación de la influencia política, social y
cultural del PCE, como a la explotación mediática de los crímenes de estado, la corrupción
y la política neoliberal del PSOE.
Una política debe acreditarse por sus resultados. Estos son los resultados. Sin embargo, no
parece haber la capacidad para interrogarse a fondo sobre dicha política
Si el indicador son los votos, en un entorno de desmovilización solo se puede llegar a un
electorado sometido a un potente lavado de cerebro, sumándose a la jauría del coro único.
Las propuestas de resolver los problemas sociales y morales fuera de las exigencias de la
globalización, son solo buenas intenciones sin fuerza que las sustente. Quienes se atreven a
proponerlas, además, son despedazados por los matarifes del coro único, desde las
instituciones y los medios de comunicación.
El electorado socialista que, perteneciendo a la izquierda simbólica, aguanta impávido lo
que le echen, es la muestra de las nuevas técnicas de degradación de las conciencias. Un
trabajo de castración de la imaginación y el raciocinio, realizado de manera masiva, ha
conseguido que los de abajo asuman las razones de los de arriba y la opinión pública se
trasforme en la repetición de las consignas publicadas. Esta deriva, base cultural del
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fascismo dulce que nos envuelve, coloca a cualquier fuerza que quiera progresar
electoralmente, en la obligación de sumarse al coro único, si no quiere ser linchada. Pero en
el coro único ya hay una fuerza representante de la izquierda. La utilidad de otra no está
clara, por mucho diseño de campaña electoral que se haga y muchos adjetivos y
valoraciones morales que se usen. La crítica a un hecho, para ser real, exige otro hecho.
La oposición a la Europa de Maastricht y el apoyo al derecho de autodeterminación de los
vascos ( políticas fracasadas, no por demasiado valientes, sino por demasiado poco
valientes), así como la implicación en una campaña unitaria de reparto del empleo a través
de una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) por una ley de 35 horas en cómputo semanal y
sin rebaja salarial, junto con la exigencia de una Renta Básica y una protección social plena,
expresan, la tensión interior, aún operativa, de I.U.
A pesar de su respetabilidad, I.U. ha sido maltratada, sobre todo en la figura más
representativa de esa tensión, Julio Anguita, a través de campañas sistemáticas de injerencia
interna, basadas en la calumnia y la intoxicación. Ya no valen medias tintas. El PSOE y su
brazo mediático, el Grupo Prisa, no pueden permitir ni el más tímido impulso popular
desde la izquierda cuando ellos, la izquierda mayoritaria, se han entregado con la furia de
los conversos al proceso constituyente del Capital Europeo. El Euro exige la
mercantilización total del trabajo, las necesidades sociales y los derechos políticos. Roma no
paga traidores y hoy se considera traición la más mínima discrepancia.
Un escenario de lucha es el que se dá en el terreno gramatical. Ajustar las palabras a la
realidad y apostar, de una vez por todas, por jugar a lo grande, a lo respetable. Esto
significa eliminar todos los obstáculos para habitar en la " casa común " de la izquierda,
participando en la "causa común" de los que ya no luchan guiados por su razón sino por su
ración, postrados ante la todopoderosa lógica de la Economía Global. En este contexto, la
realidad cotidiana apoya a quienes consideran al alma revolucionaria del PCE como un
cadáver del que hay que desembarazarse.
El PCE tiene que asumir la gramática del PSOE para poder vender respetabilidad y
confianza a un electorado de clases medias conservadoras. Para ser convincente, debe
adaptar sus palabras a los hechos, a la realidad social. Pero la realidad social está constituida
por una lógica basada en la competitividad, el consumismo, la persecución del interés
privado como fuente de sociabilidad y la economía como base de la convivencia.
El poder real genera las relaciones sociales y luego les pone nombres. Incorpora las
nociones tradicionales de la izquierda dándoles nuevos contenidos ( progreso, revolución,
seguridad, bienestar, internacionalismo, solidaridad, cultura de masas, democracia, etc.) La
derecha funda el lenguaje. La izquierda deambula como un zombi entre los escombros de
sus principios y su pasado mas o menos glorioso. Mantiene fuera de tiempo y lugar el culto
a viejas palabras acuñadas en otras condiciones políticas y sociales, o bién con los
contenidos actuales, pasándose objetivamente al coro único, ó bién al defender los
contenidos tradicionales, enrocándose en esencias dogmáticas y derivando hacia el
sectarismo y la marginalidad. Esta es la dimensión gramatical de la crisis de la izquierda.
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La Tercera Transición
Tras el descalabro del 15 de Junio de 1.999, el PCE - IU, desconcertado, dividido, sin
fuerza propia práctica ni teórica, debate ensimismado como evitar que los resultados de las
elecciones generales del 12 de Marzo de 2.000 certifiquen su condición de
extraparlamentario. En estas, llega la propuesta de unidad electoral del PSOE bajo todos
sus presupuestos: ( Euro, OTAN, plena precariedad, solución policial para Euskadi, etc.)
Además, ni una palabra sobre el Gal, la corrupción, las 35 horas, o la protección social
plena.
El PCE ( IU), mas bien su alta dirección, acepta de inmediato lo que había sido objeto de
dura lucha con el PDNI: La unidad de la izquierda.
Esta es la Tercera Transición. Sin norte, sin velas y casi sin barco. La victoria de este
invento, con esos contenidos y en esa situación interna, hubiera supuesto el golpe final a la
parte mas social y combativa del PCE.
El Partido Popular ganó las Elecciones Generales del 12 de Marzo de 2000. Con un
crecimiento de quinientos mil votos y 27 escaños respecto a las anteriores Elecciones
Generales de Marzo de 1.996, obtuvo 10'23 millones de votos y superó la mayoría absoluta
en el Congreso de los Diputados, con 183 escaños.
Izquierda Unida y el P.S.O.E. han concurrido a las elecciones por separado, pero
vinculados por un acuerdo programático y de apoyo, tanto en el Senado como a la
investidura para formar gobierno, caso de tener mayoría. Este acuerdo, que se gestó dos
meses antes de las votaciones, tras veinte años de desencuentro, no ha aportado ventajas a
ninguno de los dos socios.
El P.S.O.E. obtuvo 7'82 millones de votos y 125 escaños. Esto supone 1'6 millones de
votos y 16 escaños menos que en 1.996. Izquierda Unida ha sufrido, respecto a las
anteriores Elecciones Generales, un enorme retroceso, ya anunciado por el descalabro de
las Municipales y Autonómicas del 15 de Junio de 1.999 en las que perdió la mitad de sus
electores, y casi otro tanto de los cargos municipales y de los diputados autonómicos. En
esta ocasión, I.U. pasó de 21 a 8 escaños y de 2'63 millones a 1'38 millones de votos.
El acuerdo P.S.O.E. - I.U. no consiguió superar su naturaleza de artificio electoral. Desde
muchos años atrás, I.U., con mayor o menor convicción, ha combatido las políticas del
P.S.O.E. en casi todos los frentes. Flexibilización del mercado laboral, privatizaciones,
política económica monetarista, ataque a las pensiones y a la protección social, inclusión de
España en la OTAN, corrupción y crímenes de Estado. La confrontación ha sido múltiple,
incluyendo cuatro huelgas generales.
La unidad de la izquierda, en estas condiciones, es solo la suma de impotencias . Una
impotencia al cuadrado. Para sostenerla, IU debía desprenderse de su parte más libertaria,
más popular, más antagonista, más verdadera. Convertirse en una coalición de
arrepentidos. Ser un P.S.O.E. - bis: "Del pasado hay que hacer añicos".
El exponente contrario de la tensión interior de I.U., fue el sindicato de ilusionistas "no nos
resignamos", defensores de la unidad de la izquierda. Unidos por el altruista y democrático
propósito de hacernos "recuperar la ilusión del voto", tensionaron la vida organizativa de
I.U. hasta la desesperación. Queridos por el grupo Prisa-PSOE, dieron alas a la falacia de la
pinza IU-PP, culpable de que la izquierda no gobernara. Luego, demostraron su espíritu
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unitario provocando una ruptura para llegar a su verdadero objetivo, entrar en el PSOE. En
su día se les contestó: "no nos confiemos". Hoy, por los avatares de la vida, lo que ellos
propugnaban se ha llevado a la práctica. Los resultados están a la vista.
La victoria improbable de la unidad de la izquierda, con los más fervorosos ilusionistas en
la cabecera de las listas de I.U., habría profundizado el proceso descrito.
Veamos la derrota electoral como la demostración de un camino bloqueado.
La impotencia de la izquierda tiene su mejor exponente en la llamada Tercera Vía. Una
nueva internacional donde coexisten especies variadas como Clinton, Blair, Aznar.
Pugnando por los derechos de autor, la Internacional Socialista con Felipe Gonzalez,
pionero de la fórmula, a la cabeza.
La sustancia de la Tercera Vía es la nada subjetivizada. Juegos semánticos Keynesianos para
aplicar las violentas dinámicas flexibilizadoras y privatizadoras desde el gobierno, o
criticarlas de palabra desde la oposición. Piadosas y cínicas reclamaciones de controlar, sin
decir como, a esas inmensas acumulaciones de poder económico transnacional que
subyugan todo lo que no es funcional para su reproducción ampliada.
La Tercera Vía es un nudo gordiano virtual. Teoriza el despliegue real del Capitalismo
Globalizado con unas gotas de mala conciencia. Sin el alzamiento de los desheredados no
se puede cortar. No solo el P.C.E. es tragado por el P.S.O.E., sino que el P.S.O.E. es
tragado por el P.P., convirtiéndose, todos, en matices del Coro Unico. En esos matices
consiste la democracia realmente existente. Un eterno presente de soledad y miedo. El
tiempo vacio de una sociedad de consumo en la que no caben recuerdos ni resistencias.
Una servidumbre voluntaria. Un infierno a la medida de nuestros deseos.
Es necesario trazar una línea divisoria entre la convicción de que el éxito de "la unidad de la
izquierda" hubiera cerrado cualquier posibilidad de refundación del PCE como fuerza para
la lucha social y la tentación malsana de alegrarse de su fracaso. En primer lugar, este
fracaso supone la angustia y la desesperanza de muchos militantes y simpatizantes
horrorizados por la vida basura que nos asegura la globalización.
La crisis ¿terminal? del PCE - IU, es resultado necesario de sus errores y su incapacidad
para hablar de ellos. Otro día hablaremos de la crisis ¿terminal? de los que no estamos en el
PCE, como consecuencia necesaria de nuestros errores y de nuestra incapacidad para
hablar de ellos.
La incógnita es si el PCE conserva la capacidad de retomar lo mejor de si mismo y junto
con otras fuerzas, enfrentarse con sus errores, atacar las mentiras del coro único y ensayar,
a través de la Acción Directa, formas para expresar el malestar y la inseguridad de masas
contribuyendo a organizar, otra vez, pero ahora mejor, un bloque antagonista
imprescindible para frenar la barbarie capitalista que avanza como una metástasis.
La cuarta transición
La disolución de la componente anticapitalista en la izquierda parlamentaria queda
subrayada en la agonía de Izquierda Unida. Inmersa en su cuarta transición que es sólo la
prolongación de la 3ª (III´00), recibe, tras su desastre en las elecciones del 14 de marzo de
2004, un trato preferente del PSOE con gestos llenos de materialidad. Entre ellos,
permitirle que tenga grupo parlamentario prestándole los diputados necesarios para cumplir
las condiciones del Reglamento del Congreso, o la inclusión de Felipe Alcaraz, dirigente de
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IUCA que no llegó a alcanzar escaño en la lista de Sevilla, en el Consejo de Radio
Televisión Española. En la situación crítica de las finanzas de IU Federal, que despide a
parte de su plantilla laboral en condiciones dudosas de transparencia económica y respeto a
los derechos sindicales, estos favores son vitales. Con este “trato preferente” del PSOE, la
fuerza que IU no recibe de la sociedad, va a ser compensada por la fuerza del Estado en
manos del PSOE.
IU lleva, con la salvedad del acuerdo electoral de 2000, más de 25 años sufriendo el peor
trato por parte del PSOE. La identidad “anticomunista” ha sido cultivada por este partido
como una componente de su poder político fundacional, otorgado por el franquismo y por
una socialdemocracia europea alineada contra el bloque comunista, a favor de EEUU
durante la guerra fría (1945-1989). IU ha sufrido rupturas internas producidas por los
submarinos del PSOE (PDNI: Diego López Garrido, Carlos Carnero, Cristina Almeida,
etc). Ha soportado durante años el acoso diario a Julio Anguita a través de espadachines a
sueldo del grupo Prisa, como Rodolfo Serrano. Con el coordinador de la coalición
convaleciente de su segundo infarto, se tramó un acuerdo electoral con el PSOE en las
puertas de las generales del 2000. El resultado fue la aceleración de la caída de IU hacía el
extraparlamentarismo, cuando casi toda su política está regida por la vocación
parlamentaria.
Hoy, cuatro años después, el PSOE acoge a IU para protegerla de sí misma y llevarla por el
buen camino. El equipo dirigente de IU, con Gaspar y sus discretos consejeros a la cabeza,
pretenden soltar el lastre del PCE. Pero no de la política del PCE, que no es diferente de la
de IU. Ni tampoco de muchos sectores del PCE tan vulnerables , en su relativismo teórico,
a los cantos de sirena de la socialdemocracia. Lo que se tira fuera es la imagen simbólica de
un PCE que todavía recuerda y añora algunas de sus verdades históricas como organizador
de la lucha de los desheredados de la tierra y de la resistencia contra el franquismo. Hoy, ya
no se admiten retóricas revolucionarias, aunque sean sólo máscaras de la entrega al
antiterrorismo, al progreso tecnológico, a la competitividad, a la empleabilidad, a la
eficiencia económica y a la pertenencia al club de “los demócratas”.
El comunicado de Paco Frutos, secretario general del PCE en la mañana del 11-M-04
condenando “el atentado terrorista de ETA” y poniéndose a disposición del gobierno (del
PP) para cuantas modificaciones legislativas permitan acabar de una vez por todas con el
terrorismo, me impulsó a no votar a IU el 14 de Marzo, después de hacerlo lleno de dudas
en los últimos años. Episodios como la asistencia de Fidalgo y Méndez a la boda de Felipe
de Borbón, certifican la crisis terminal de la izquierda mayoritaria, sin alternativa alguna
para los hombres y mujeres revolucionari@s que aún la habitan.
Tampoco existe articulación de fuerza popular anticapitalista fuera de IU, debido a la
división y la pérdida de iniciativa del movimiento antiglobalización, producida por la
actividad saboteadora del bloque socialdemócrata en el que hay que catalogar, no sólo al
PSOE, sino también a una gran parte de IU, además de CCOO, UGT y un montón de
ONGs, sin olvidar a la secta trotskista que sirve de gozne al PSOE, dentro y fuera de I.U. y
que ha colonizado, entre otras, la parte de la oficina de Madrid de Ecologistas en Acción
que interviene en el MAG. Todos ellos, con la colaboración por acción u omisión, de redes
radicales juveniles reconvertidas, han conseguido esterilizar la fuerza del MAG . Lo han
hecho con el argumento de defender la unidad del movimiento, lo que ha consistido, en
realidad, en bloquear los acuerdos contenidos y acciones que le venían mal al PSOE. El
resultado ha sido romper e impotentizar el mayor movimiento de masas desde la transición
política española.
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La lucha entre IU y su componente mayoritaria y casi única, el PCE, es decir la lucha de IU
contra si misma, sólo servirá para abrir un nuevo boquete por el que mane , hasta el
agotamiento, la energía de la militancia de IU y del PCE. Todo ello a mayor gloria del
proyecto socialdemócrata que, en España, supone una de las patas del bipartidismo
postfranquista neoliberal, siempre atado a su identidad original, golpista, españolista,
monárquica y proyanqui.
Quienes escribieron antes de las elecciones generales de III´00 un artículo en El País “El
veneno de la izquierda cansada” que, en términos taurinos, buscaba dar la puntilla a las
gotas de jacobinismo anticapitalista y ético que Julio Anguita representaba en una IU ya
muy enferma, deberían explicarnos el resultado de su apuesta generacional (por ellos
mismos, ya que han sido y son los ideólogos de guardia del actual coordinador general). Y
sin olvidarse de su responsabilidad en la transición electoral, política y económica de
Izquierda Unida de los 2,6 millones de votos, 21 parlamentarios en el Congreso de los
Diputados, 190 en los Parlamentos Autonómicos y 3.500 cargos municipales “de la
izquierda cansada”, a los 900.000 votos, cinco diputados mestizos, con grupo parlamentario
prestado en el Congreso y menos de la mitad de diputados autonómicos.
Mirando hacia delante
Cualquier propuesta transformadora o reformista requiere, por un lado, de un diagnóstico
veraz sobre la lógica violenta que preside hoy la economía y las relaciones sociales. Justo lo
contrario del consejo que nos ha dado Antonio Gutierrez en su despedida de la Jefatura
Nacional de CCOO: "Acabar con el lenguaje catastrofista de la izquierda". Por otro lado, si
no se apoya en una fuerza popular que comparta esa crítica, será impotente. La mejor, la
única política reformista posible, es la que se deriva, por su adaptación a la realidad, de una
buena política revolucionaria que llame a las cosas por su nombre (que invente nombres
nuevos para fenómenos nuevos) y que se proponga impedir, no desarrollar, el despliegue
de la economía global.
En este vacío se encuentra la explicación del triunfo del P.P. En las aguas muertas de la
sumisión, del conflicto social individualizado e invisible, de la esquizofrenia de criticar de
palabra al Capitalismo como trabajadores, pero apoyarle como consumidores y como
ciudadanos, el reformismo es sólo una cantinela desprestigiada. Mejor votar al original que
a las copias.
Hay que pasar de la lucha de frases a la lucha de clases. Es momento de poner el carro
detrás y no delante de los bueyes. Echar carne en el asador de la lucha teórica y práctica
contra la brutalidad que nos invade. Poner el acento en la actividad social, la elaboración,
organización y expresión política del conflicto social, que tiende cada vez más a expresarse
como lucha entre los pobres, a mayor gloria de economía global. Iniciar una travesía del
desierto. Poner el centro de gravedad en la base y no en los cargos. Buscar la legitimidad en
la capacidad para ayudar a defenderse a los de abajo. Medir el éxito o el fracaso, no por los
votos manipulados de clases medias biempensantes y bienconsumientes, que no quieren ni
oir hablar de los mecanismos de su complicidad con la Economía Global . Medir la propia
fuerza política por la utilidad para levantar movimientos de autodeterminación, conscientes
y poderosos, que paren la fiesta de la globalización. Movilizar las conciencias y los cuerpos.
Esto no son solo palabras. Hay millares de personas haciéndolo, muchos del P.C.E. e
I.U.sin conseguir la masa crítica necesaria para llegar a las multitudes que sufren en
solitario.
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El camino de la izquierda tradicional está bloqueado. Sin embargo hay que contar con una
paradoja. Los lugares de lucha social donde se despliegan dinámicas antagonistas son
numerosos, pero están aislados. En ellos participan, a menudo, militantes de la izquierda
tradicional, pero al margen, e incluso en contra, de sus organizaciones. La fragmentación de
estas dinámicas les condena a la marginalidad, a veces autocomplaciente. Por el contrario, la
capacidad organizativa, basada sobre todo en su dimensión institucional, está en las
organizaciones de la izquierda tradicional. Es decir, los que quieren, no pueden y los que
pueden, no quieren. Además, hay una ruptura generacional entre los militantes veteranos,
que aún quedan y los jóvenes militantes radicales. Eso explica que los vicios de sectarismo y
dogmatismo de la izquierda tradicional se repitan hoy en los movimientos radicales
juveniles.
La elaboración de un discurso solvente sobre la Globalización, la Moneda Unica y sus
efectos económicos, políticos y culturales, es condición necesaria. La Acción Directa que
permita visualizar las múltiples exclusiones sobre las que se alza la Economía triunfante,
debe constituir el campo principal de la intervención política y la acumulación de fuerza.
Está todo por hacer. Cada día que pasa es mas difícil. Hay que utilizar la fuerza organizada
que aún quiere luchar, antes de que se debilite más. Crear espacios de cooperación para la
acción directa y el debate entre la nueva y la vieja izquierda. Salir de una militancia de
reunión en reunión hasta la derrota final. Unirse a la gente que quiere pelear para acumular
fuerzas frente al enemigo común, que está también dentro de nosotros.
A. Morán
CAES
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