TE DEUM, 25 de mayo de 2009 Río Grande (Tierra del Fuego) y RIO GALLEGOS Queridos hermanos todos: La iglesia nos convoca en este espacio sagrado para celebrar juntos la acción de gracias a Dios, nuestro Padre bueno y misericordioso, por la vida y por su paso en nuestra historia, que se traduce hoy también en una sincera súplica por nuestras necesidades y gritos de cruz. Este año la providencia quiso que rezara con ustedes, en esta querida tierra el Te Deum del 25 de mayo. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia. A un año del bicentenario, que es cómo decir en las vísperas del cumpleaños número 200 de la Patria ¿qué es de nosotros? El 25 de mayo de 1810 el cabildo abierto de Buenos Aires expresó el primer grito de libertad para nuestra Patria. Estamos agradecidos a las personas que lo forjaron y recordamos también la presencia de Iglesia en aquellos momentos fundacionales, donde la unidad pudo más que las diferencias. El cuidado por lo que nacía contrarrestó las violencias que surgían. Cuando se celebró el primer centenario de estos grandes acontecimientos, nuestra Nación aparecía como una tierra promisoria y acogedora. Hoy la realidad y los ánimos no son iguales. Con frecuencia rezamos y le decimos a Dios: “nos sentimos heridos y agobiados... Pero queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.” Dice un filósofo argentino: “Hemos aprendido a durar pero hace mucho que dejamos de aprender a crecer… Preferimos durar a transformarnos, repetir a aprender, enclaustrarnos tras los muros de la costumbre y los facilismos, en lugar de innovar y crear. Renunciamos a la educación y nos embanderamos en las ideologías.” 1 1 Santiago Kovaldoff Aunque suene a paradoja pareciera que hace mucho que nos desentendimos verdaderamente de los desafíos del presente que aparecen tan solo en los discursos. Son muchas las voces que nos describen situaciones que nos lastiman y nos desconciertan, que nos hacen sufrir y doler: anomalías institucionales, un poder judicial con escasa autonomía, una violencia que se ha instalado a nivel estructural, conflictos sociales no superados, incertidumbre laboral, desocupación, inseguridad, problemas habitacionales… ¿Cómo unir el recuerdo de la historia que pasó y la vivencia de la historia que estamos construyendo? ¿Qué fue de los valores que impregnaron los orígenes, siguen vigentes en la vida cotidiana de nuestra gente?… A doscientos años del nacimiento de la patria tendríamos que mirar a la luz de grandes principios, de las profundas convicciones y preguntarnos: ¿qué ha sido de nosotros? ¿qué hemos hecho de la promoción humana, ¿qué rasgos imprimimos a la democracia?, ¿qué lugar le damos al bien común? Sobro todo y muy especialmente qué ha sido de nuestros pobres, los débiles, los enfermos, los discapacitados, los discriminados, los ancianos, los invisibles? Esto no se responde con índices ni con encuestas esto se constata en las posibilidades de humanización que como sociedad argentina ofrecemos y garantizamos para “nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino” como reza el preámbulo de nuestra Constitución. El Dios de Jesús, el Dios en quién creemos, es un Dios que sostiene y acompaña la historia, nuestra historia. Un Dios que respeta los caminos de libertad y no abandona a su gente, no deja a su pueblo a la deriva. Un Dios que en el devenir de la cotidianeidad nos encomienda de modo entrañable a sus hijos predilectos: los que más padecen la orfandad social, los que en los márgenes de nuestra vida nacional, esperan reconocimiento y restitución de su dignidad. Aquellos que necesitan ser rescatados de la manipulación oportunista y del flagelo del engaño. Queda un año para la celebración de este acontecimiento de la patria. Queda un año para recuperar el sentido de la Esperanza y Libertad de nuestro pueblo. ¿Qué hacer entonces? Nosotros creemos, desde la Palabra de Dios, que es posible un cambio de escenario. Y esto lo podemos realizar si recuperamos la virtud de la esperanza. Esperanza que es virtud de los sencillos. Esperanza que comenzó en el momento en que todo parecía derrumbarse, en el momento de la cruz pascual del Señor, en el momento del viernes santo, cuando se oscureció el cielo, se rasgó el velo del templo y parecía que todo se había terminado (Mt. 27, 51-52). En ese momento comenzaba la esperanza viva porque la verdadera esperanza nace siempre de la fecundidad de la cruz. Hemos leído un trozo del primer libro de los Reyes. Elías es el profeta de la esperanza, pero llega un momento en que sufre una gran tentación de desaliento. Perseguido por la reina Jezabel, escapa al desierto. Empieza a caminar, no puede más, el sol le quema y se tira debajo de una retama y dice: “¡Señor, basta, no puedo seguir más, no quiero seguir viviendo!” Es la expresión más gráfica del desaliento. ¡Cuán a menudo decimos: ¡basta! ¡Ya no aguanto más...! ¿Por qué tanto sufrir? ¿Merecemos vivir así?. Elías se durmió y entonces el ángel le dijo: “Levántate y come, que tu camino es largo.” (1 Rey 19, 1-8) Qué necesario que en este tiempo de la Patria construyamos juntos una nueva esperanza. Qué necesario que cada ciudadano se constituya en fuente de esperanza para otro ciudadano. Cuántas cosas cambiarían si nos decidimos a vivir, día por día, el espíritu transformador de la Palabra de Dios. No es una utopía o una ingenuidad soñar una sociedad con esperanza, con gente sencilla, sincera y de corazón misericordioso, con hambre de justicia y de solidaridad, de corazón limpio y recto, decidida a dejarse conducir por la justicia y comprometida realmente a trabajar por la paz social. A diario encontramos hombres y mujeres nuevos que buscan construir una sociedad renovada, más fraterna, más justa, más humana. Tenemos que contagiar este desafío, urge asumir este compromiso ya que todos tenemos un lugar irremplazable. Qué necesario también es recuperar el sentido de libertad para estos tiempos. Libertad como práctica de autonomía y ejercicio de derecho ciudadano. Qué necesario es instituir de manera definitiva “el federalismo, que supone la necesaria y justa autonomía de las Provincias y sus Municipios con relación al poder central, no sólo referida al gobierno de esas jurisdicciones sino también a la coparticipación de los recursos. Esta autonomía entraña la promoción de las economía regionales y la igualdad en las condiciones de vida, y también el acceso a las libertades y derechos, especialmente en lo que respecta a la educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda digna” 2. Como Iglesia, como sociedad, somos poseedores de muchas verdades que no podemos callar y somos responsables de escuchar muchas verdades que otros quieren y necesitan decir. Tenemos historia, tenemos valores plasmados en la Constitución que es la que tiene que vertebrar nuestra convivencia nacional, vamos por más Esperanza, vamos por más Libertad. Sepan que, como obispo y pastor de ustedes, los quiero mucho y que rezo cada día por ustedes. Hoy, de una manera muy especial, le pido Jesús, Señor de la Historia, que les regale días distintos, mejores, en los que puedan tener un sincero reencuentro y puedan construir una fraterna amistad social. Miremos a la Virgen María, nuestra Madre Auxiliadora: para aprender a ser sencillos, para aprender a confiar en nuestro Dios para quien nada es imposible y para aprender a tener experiencia de su amor y de su presencia. Esto ayuda a vencer el miedo y nos abre a la fecundidad de la esperanza. María, “Madre de la Esperanza” y Maestra de la Libertad nos ayude, nos proteja, nos acompañe. Que así sea. + Juan Carlos Romanin Padre obispo de Río Gallegos punto 39. Documento: “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016)” CEA-96° Asamblea Plenaria – noviembre 2008 2