Segregación e Inequidad Educacional en Chile Javier Schmidt E. Resumen En el presente documento se desarrolla un análisis de algunas características que el sistema educacional chileno posee y que permiten calificarlo como poco equitativo y que tiende a favorecer la reproducción y mantenimiento de las desigualdades sociales. Reconociendo que la falta de equidad y calidad del sistema educacional es un problema complejo y multicausado, que es parte de una sociedad poco equitativa, la escuela se encuentra determinada por Políticas Públicas que no han sido capaces de revertir dicha realidad, un sistema económico de mercado y una forma de organizarnos espacialmente que hace que ésta se encuentre lejos de romper con el circulo de la pobreza y la exclusión. Son estos tres temas los que constituyen el eje de análisis de la monografía que a continuación se expone. Palabras Clave: Educación, Políticas Sociales, Segregación, Exclusión Social Introducción: Educación y Exclusión Social La deserción escolar tiende a darse mayoritariamente en aquellas familias que están más desfavorecidas económicamente. “Es la población de menores ingresos la que, principalmente, se encuentra fuera del sistema educacional formal. Del total de niños y jóvenes que no asisten a un establecimiento educacional el 76,1% pertenece al 40% de los hogares con menos ingresos del país” (Mideplan, 2000). La no participación de los jóvenes dentro del sistema escolar, los deja claramente en desventaja frente al resto de la sociedad que si permanece dentro del sistema educacional, lo que va constituyendo un fenómeno de exclusión social, lo que va impidiendo al individuo participar plenamente de la sociedad. Se entiende, por lo tanto, la deserción escolar como un problema que responde no solo a factores o causas individuales y familiares, pero que no es la único grave problema del sistema educacional actual ya que va generando exclusión ya que, como se podrá analizar posteriormente, la calidad de los servicios educativos que reciben aquellos alumnos que se mantienen en el sistema educacional posee fuertes diferencias según el tipo de establecimiento educacional, nivel socioeconómico entre otros. Castells (1996), considera la exclusión social como un “proceso por el cual a ciertos individuos y grupos se les impide sistemáticamente el acceso a posiciones que le permitirían una subsistencia autónoma dentro de los niveles sociales determinados por las instituciones y valores en un contexto dado. En circunstancias normales, tal posición suele asociarse con la posibilidad de acceder a un trabajo remunerado relativamente regular al menos para un miembro de una unidad familiar estable. De hecho, la exclusión social es el proceso que descalifica la persona como trabajador en el contexto actual.” (Álvarez, 2004) La exclusión no constituye solo un problema de desigualdad y pobreza, sino un fenómeno basado en la desintegración social. Las sociedades contemporáneas son crecientemente incapaces de integrar a todos sus miembros, particularmente en el sistema económico y en los beneficios públicos y básicos, pero también en las instituciones y organizaciones formales (como la educación) y en las diversas redes de integración social. (CEPAL, 1998 en Hopenhayn y Ottone). Hasta hace unas décadas atrás, se podía acceder fácilmente a un trabajo sin la necesidad de alcanzar un nivel educacional muy elevado, hoy en día, las exigencias de una sociedad en desarrollo, cada vez más exige mano de obra más calificada. La CEPAL señala que el capital educativo mínimo, en términos de acceso al bienestar y al correspondiente ingreso laboral, demanda en la región completar el ciclo secundario y cursar como mínimo 12 años de estudios. Cuando se ingresa al mercado laboral sin haber completado el secundario, uno a tres años más de estudio no influyen mayormente en la remuneración percibida, y en la mayoría de los casos de poco sirven para salir de la pobreza; en cambio, el ingreso aumenta considerablemente cuando los estudios cursados se suman al umbral de 12 o más años de escolaridad (Riveros, 2005). El no alcanzar niveles de educación considerables para las exigencias de la sociedad actual, posiciona a los jóvenes desertores del sistema escolar en una situación de mayor vulnerabilidad. “Una proporción muy elevada de los niños y adolescentes abandonan muy temprano el sistema escolar, sin alcanzar los niveles mínimos de conocimientos y destrezas requeridas para insertarse en el mercado liberal, con lo cual disminuyen las probabilidades de situarse fuera de la pobreza durante su vida activa” (PREAL, 2003) Políticas Sociales en Educación El Ministerio de Educación plantea que la puesta en marcha de la reforma educacional chilena pretende contribuir a la recuperación de una sociedad democrática que permita la construcción de un sujeto histórico pleno de derechos, conciente de sus deberes ciudadanos y abierto a las nuevas experiencias cognitivas y demandas sociales que se inician con la era de la información. Por ello, pone en el epicentro de sus principios los valores de equidad y calidad, significando el primero la provisión de una educación homogénea en términos nacionales, que se hace cargo de las diferencias y que discrimina en favor de los grupos más vulnerables y en que el segundo -la calidadsupone el paso de un foco en insumos de la educación al foco en los procesos y resultados del aprendizaje. Estos axiomas rectores inspiran los Programas de Mejoramiento de la Educación Preescolar, Básica y Media, la elaboración e implementación del Estatuto Docente, los planes de mejoramiento de la gestión escolar y municipal, la elevación del gasto en educación, la extensión de la jornada escolar, las renovaciones curriculares, y las múltiples iniciativas ministeriales iniciadas desde 1990. Sin embargo, no solo interferencias del desequilibrado entorno social conspiran gravemente contra sus posibilidades de óptima realización, sino que existen determinantes internos referidos al propio sistema educacional chileno que potencian la falta de equidad y la baja calidad de la educación pública. Aedo (1996) analiza las tasas de retención por cohorte y por tipo de dependencia, observándose que el sector municipal y el particular subvencionado muestran valores inferiores al del sector particular pagado. Además, los alumnos que estudian en colegios municipales demoran en promedio más tiempo para concluir la educación básica y media que los correspondientes al sector particular subvencionado, siendo esta diferencia más marcada en relación al sector particular pagado. En el sector municipal sólo 74 de cada 100 niños de una cohorte que ingresa a la enseñanza. Para Salazar (en Caleta Sur, 2005), la mayor cobertura y el mayor tiempo dentro de las aulas no significan una disminución de la exclusión y la pobreza, dado que “las grandes políticas nacional-educativas (macro-educación) sólo han conseguido, de un lado, elevar el nivel educacional medio de desempleados y subempleados (peonaje ilustrado) y, de otro, generar, en la cumbre de la pirámide ocupacional, una avalancha de títulos, grados y postgrados, cuyos rebalses forman techos infranqueables para los subcontratados de más bajo rango educativo. La catarata en caída libre de los sobrecalificados ha tornado impracticable el ascenso vertical de los subcalificados” . Claramente la cobertura casi universal de la educación, y las políticas de incentivo de retención escolar para los establecimientos y familias de menos recursos han tenido como efecto la disminución de las cifras de deserción escolar. La escuela ha surgido como el ideal de promoción social con un sentido igualitario en la formación de sujetos que compartan los mismos valores, críticos en su desarrollo cotidiano y capaces de ejercer juicio personal frente a las situaciones que depara la vida en sociedad. No obstante, “no estamos tan seguros como antaño de las finalidades de la escuela. Basta con observar las selecciones educativas de las familias y las diversas políticas de los establecimientos, para convencerse de que la eficacia económica, la igualdad en el acceso a una cultura única y la formación de una capacidad crítica, no armonizan fácilmente”. En este sentido, educación pública y educación privada funcionan a de manera diferenciada estableciendo metodologías, formas, estilos y contenidos, principio sustentado mediante el decreto supremo de educación N° 40 de 1996, que señala que “cada establecimiento educacional podrá decidir si prepara y propone al Ministerio de Educación sus propios planes y programas de estudios (...). Los nuevos planes y programas deberán ser los adecuados para cumplir los Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos”. (Ministerio de Educación, 1998). Bellei (2003) plantea otros factores que atentan contra la equidad y calidad de la educación: la actual distribución de recursos a los establecimientos, que perjudica a los estudiantes más pobres, ya que el monto per cápita que se invierte en la educación de un alumno del sistema público es tremendamente inferior al que se invierte en el sistema privado. La precariedad administrativa y financiera de la gran mayoría de los gobiernos locales constituye un problema que potencia la inequidad. Otros temas por resolver y que perjudican de la misma forma son la selección de alumnos, los problemas de gestión escolar, las prácticas de enseñanza y la falta de incentivos para profesores que enseñen en establecimientos donde estudian los alumnos mas pobres. Finalmente, los mecanismos que las políticas educacionales poseen para promover la retención de los alumnos mas desfavorecidos económicamente, son muy deficientes y no pasan de ser incentivos monetarios o asistenciales (becas, alimentación, atención dental) que no apuntan a fortalecer habilidades, ni a abordar las causas o factores de riesgo asociados a la deserción escolar, incentivos que en algunos casos ni siquiera llegan de manera directa a sus beneficiarios. Es el caso de los fondos Pro-Retención que se traspasan desde el Ministerio de Planificación de manera directa a cada sostenedor por cada alumno que se encuentre inscrito en el programa puente. Dicha beca posee un monto diferenciado y que aumenta de manera gradual desde el séptimo año de enseñanza básica ($50.000), hasta el egreso en enseñanza media ($120.000). Los varios millones que cada municipio suma (ejem. 90.000.000 en Puerto Montt), según lo plantea el mismo decreto (ley Nº 19.873), pueden ser usados con total libertad por los sostenedores, lo que en muchos casos no se traduce en apoyo directo a aquellos alumnos, o se hace uso de manera poco rigurosa y asistencial. Educación y Economía de Mercado Como plantea Nun (2000), en una sociedad de modo de producción capitalista, el sistema económico es el sistema dominante de la estructura social y, por consiguiente, el elemento producción es la base de la organización del espacio y la vinculación del Estado con las necesidades sociales. Las políticas de vivienda, salud y educación han sido reguladas por un sistema de mercado, teniendo el estado un rol fiscalizador y financiador pero con escasa autoridad y competencia frente al desarrollo privado. Juan Eduardo García-Huidobro (2004) se pregunta sobre la viabilidad de tener escuelas que promuevan y favorezcan la equidad de oportunidades y de resultados en el seno de sociedades desiguales. Queda cada vez más claro que la educación, por sí sola, no puede resolver la desigualdad de los sistemas educativos y mucho menos la desigualdad de la sociedad. Es urgente pensar la escuela como parte de un sistema social y actuar con otros sectores. Los niños desfavorecidos llegan a ella muy atrasados y mal nutridos. Las políticas educativas son también políticas sociales y ello obliga a intencionar su articulación e integración operacional. Una escuela injusta resulta de limitaciones en su actuar, pero también de su inserción en una sociedad injusta. Ambos órdenes de causalidad actúan simultáneamente y, por lo mismo, el ideal es abordarlos en toda su complejidad. Por otra parte, hay que cuidarse del inactivismo:“la escuela no puede por sí sola, pero puede más de lo que piensa y hace” (Bouveau). Primero, por las concepciones económicas dominantes, según las cuales la Educación es un espacio del "mercado" regulado por un Estado subsidiario, en que los educandos son clientes y las escuelas son empresas que deben redituar para asegurar su mantención. En este contexto, la notable empresa de haber aumentado el gasto público educacional hasta el 4,1% del PIB en el año 2000 (CEPAL, 2003: 184), se ve limitada por las posibilidades de crecimiento que permite al gasto social un modelo que prioriza el ahorro fiscal. Se ve limitada también por las disparidades que amplía el esquema económico entre los ciudadanos que se bastan a si mismos y los que precisan el aporte estatal, que son la mayoría: cabe recordar, por ejemplo, que el 91% de los niños chilenos asiste a establecimientos financiados con recursos estatales (MIDEPLAN, 2000). Bellei (2003) plantea que no esta demostrado que el sistema de mercado incremente por si mismo la calidad de la educación. Por el lado de la demanda, la información disponible señala que la inmensa mayoría de los padres no utiliza indicadores de calidad educativa al momento de seleccionar la escuela para sus hijos. Las elecciones de los padres parecen ser mas complejas y orientarse por símbolos se estatus así como el ambiente social de la escuela. Por el lado de la oferta, las escuela han respondido a la presión de la competencia seleccionando a sus alumnos con más capital económico y cultural, y con mayores capacidades académicas, incrementando así sus indicadores de calidad por las vía de la segregación de los alumnos con menores probabilidades de éxito, más que del genuino mejoramiento del servicio prestado. Segregación Espacial Bellei (2003) señala que el sistema escolar actual ha tendido fuertemente a la segregación cultural, social, económica, lo que provoca un empobrecimiento de la experiencia escolar en términos de aprendizajes sociales, creándose ghettos y no mejorando el sistema en su conjunto. Estas dinámicas están desintegrando los propios barrios ya que en cada comunidad se crean escuelas “basurero” que constituyen una de las grandes falencias del sistema educacional chileno. Marie Garnier (2007) en un documento denominado “La dimensión espacial de la cohesión social”, informe de investigación realizado durante una breve pasantía en la División de Desarrollo Social de la CEPAL, realiza un exhaustivo análisis respecto a una serie de fenómenos y factores espaciales que influyen fuertemente en la cohesión social en las sociedades latinoamericanas, dentro de los cuales es posible identificar el fenómeno de la segregación escolar como un importante factor, lo que es expuesto a continuación: Kastman (2005) plantea que muchas sociedades latinoamericanas están sufriendo un proceso históricamente inédito de estratificación de los circuitos educativos, lo que concuerda con la afirmación de la CEPAL (2007) referida a que la desigualdad socioeconómica se ha convertido en una característica endógena del sistema educacional. Esto obedece en parte a que, como afirman Arriagada y Rodríguez (2003), el aumento de la segregación residencial ha favorecido el crecimiento de la segregación escolar. Kaztman y Retamoso (2006) afirman que, con el avance de la segregación residencial, las escuelas públicas han ido perdiendo su carácter tradicional como ámbito privilegiado de integración social, debido sobre todo a lo ligadas que se encuentran la composición social de los barrios y las escuelas – los niños tienden a ir a escuelas cerca de sus casas, observándose un “efecto de arrastre” de la segregación residencial sobre la segmentación escolar. Este problema se agudiza cuando, ante la segmentación en la enseñanza, los padres de estratos medios y altos tienden a salir en busca de instituciones educativas mejores y, casi siempre, privadas; lo cual tiende a profundizar la segmentación y dejar a las escuelas públicas sin aquellos elementos que podrían exigir una mejor educación. La CEPAL (1999) encuentra que la composición barrial es uno de los factores que afectan las probabilidades de acumulación de recursos en capital humano de los niños, aparte de la composición familiar; en este sentido, se afirma categóricamente que la composición social del vecindario afecta los logros educativos. Como el nivel educacional es uno de los determinantes más importantes de los ingresos laborales, la composición barrial tiene así un efecto indirecto sobre el ingreso de las personas. Kaztman y Retamoso (2006) apuntan otro factor que refuerza la importancia de las interrelaciones entre segregación residencial y segmentación educativa: cuando las familias y vecindarios no proveen los soportes adecuados, se dificulta la función del sistema educativo como agente de disociación de los logros educativos con las condiciones de origen del niño. Así, cuando en los barrios hay escasez de patrones de convivencia comunal, instituciones barriales fuertes, escasez de pares y modelos de rol, ello incide negativamente en la socialización de los escolares y dificulta la labor de socialización del sistema educativo. Como bien lo apuntan Arriagada y Rodríguez (2003), la interacción entre segregación residencial y segmentación escolar conforma una situación especialmente delicada por sus efectos en la diferenciación social y pérdida de posibilidades de interacción elementales para la formación de un espíritu de cuerpo social, cohesión social. Esto concuerda con las afirmaciones de la CEPAL (2007) con respecto a la educación como institución fundamental para igualar oportunidades y promover un orden más meritocrático, pues permite a los individuos desarrollar capacidades para insertarse en el mercado laboral y en la sociedad en sí como ciudadanos – lo cual a su vez incentiva el sentido de pertenencia. Como apunta Kaztman (2005), en el contexto de una mayor segmentación educacional, al sistema educativo se le dificulta progresivamente el promover la integración social. Así, es imposible fomentar actitudes positivas de reconocimiento al otro como persona de derechos y promover los sentimientos de obligación moral con personas de distinto origen social, por más que se incluya en la educación un paradigma multicultural. Conclusiones Preocupa la urgencia por aumentar la equidad del sistema escolar chileno: que todo alumno tenga el mismo derecho de alcanzar niveles educacionales básicos parece un mínimo difícil de alcanzar a corto plazo. La extrema diferencia respecto a los que reciben y desarrollan alumnos de diferente nivel socioeconómico es éticamente insostenible. El año 2004 se realizan una serie de debates con participación de diversos actores clave de la educación chilena, quienes concluyen en la necesidad de (1) Mejorar la distribución de los recursos financieros y alinear la estructura de incentivos imperante con los objetivos de equidad: Pocas esperanzas hay de aumentar la equidad de resultados si los recursos financieros se encuentran distribuidos regresivamente, como es el caso del actual sistema escolar chileno. (2) Mejorar la distribución social del alumnado, debido a la importancia que tiene el clima sociocultural de la escuela para los resultados de aprendizaje de los estudiantes. El capital social y cultural del alumnado incide tanto directamente como un “efecto del grupos de pares” con que se estudia, como indirectamente mediado por la disposición que los docentes tienen a enseñar; y (3) Mejorar la gestión escolar y las prácticas de enseñanza en las escuelas donde estudian los más pobres: la experiencia internacional enseña que más recursos no aumentan la calidad de la educación si no van acompañados de cambios en el uso de dichos recursos. Así, la única forma de alcanzar calidad y equidad es creando escuelas con buenas capacidades de gestión escolar y contando con profesores competentes. Hemos visto como la falta de equidad del sistema educacional chileno es un problema complejo y multicausado: aspectos financieros, de gestión, funcionamiento autónomo del mercado, elitismo, competitividad, políticas públicas ineficientes, segregación social hacen necesaria la creación de estrategias que constituyen políticas específicas e integrales para el abordaje de un problema que esta hipotecando nuestro desarrollo como país, y mutilando los derechos de miles de ciudadanos con todo el potencial de ser quienes sueñan ser. Bibliografía Aedo (1996) Educación en Chile: Evaluación y Recomendaciones de Política, ILADES Arriagada, Camilo & Jorge Rodríguez (2003), “Segregación residencial en áreas metropolitanas de América Latina: magnitud, características, evolución e implicaciones de política”, serie Población y desarrollo, No. 47 Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Bellei, C. 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