Carolina Alzugaray Ponce Gina Arias Rodríguez Andrés Roldán Tonioni

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Análisis Crítico de la Estrategia Nacional de Drogas 2003-2008 en Chile
Carolina Alzugaray Ponce
Gina Arias Rodríguez
Andrés Roldán Tonioni
Javier Schmidt Espinosa
Introducción y Presentación de la Estrategia Nacional de Drogas
A partir del retorno de la democracia a Chile, y la reorientación que asume el Estado en
materia de políticas sociales, en el inicio de la década de los 90 se inicia un proceso
que busca abordar de manera sistemática el tema del consumo de drogas, que deriva
en dos hitos importantes: la creación del Consejo Nacional para el Control de
Estupefacientes (CONACE) en 1993 y la promulgación de la ley de drogas en el año
1994.
El Conace se constituye de una serie de Ministerios, Servicios Públicos y Fuerzas
Armadas y de Orden, y es presidida por el Ministro del Interior. Posee una Secretaria
Ejecutiva y su carácter es de consejo, no constituyéndose como Servicio Público.
Este marco permite diseñar una Política Nacional de Drogas que constituye los
cimientos de la actual Estrategia Nacional de Drogas 2003-2008 y la actual ley de
drogas (Nº20.000) que sanciona el tráfico y consumo de sustancias ilícitas, crea la
figura legal del micrográfico y eleva las penas en casos de consumo de funcionarios
públicos, entre otros. En el caso del consumo este se sanciona cuándo se realiza en
lugares públicos o que siendo en lugares privados exista concertación. Por su parte la
figura del micrográfico permite establecer penas diferenciadas según la cantidad de
sustancia traficada, pero se ha transformado el una herramienta que sanciona el
consumo ya que a la fecha, más de 22.000 personas consumidoras han sido
procesadas por tráfico.
La Estrategia Nacional de Drogas en Chile tiene por objeto la reducción de la oferta y la
demanda de sustancias ilícitas en Chile, cuyo cumplimiento será evaluado en la sesión
extraordinaria de la Asamblea de la ONU en Viena el año 2008. Dicha Estrategia posee
como principios orientadores:
1. La Integralidad de la Respuesta: Mirada amplia y multidimensional, capaz de
comprender que los problemas asociados tienen motivaciones culturales, sociales y
económicas. Priorizar abordajes y acciones multisectoriales, dado el carácter
transversal de los problemas asociados al consumo y tráfico. Movilizar recursos
humanos de distintas disciplinas, a fin de responder al problema con una visión
multidisciplinaria.
2. Corresponsabilidad: Cooperación y armonización entre los distintos actores de la
sociedad civil y el Estado que cumplen con deberes y funciones en el campo de la
reducción de la oferta y demanda de drogas. En el plano internacional, implica un
compromiso ético y político en orden a cooperar y tratar en conjunto problemas que
atraviesan regiones y Estados, más allá de sus límites, en el marco de respeto a la
soberanía e integridad territorial.
3. Equilibrio entre acciones destinadas a la reduccion de la demanda y con las
drigidas al control de la oferta: La Estrategia Nacional abordará integradamente tanto
los problemas del consumo y la demanda, como del tráfico de drogas en todos sus
eslabones, en un marco de refuerzo recíproco del efecto de estas acciones. Reforzar la
acción del lado de la reducción de la demanda en los mercados ilícitos de drogas. A
mayores logros en reducir la demanda y el abuso de drogas, menos posibilidades
tendrá el narcotráfico de expandir sus mercados y menores serán los delitos y
situaciones de violencia derivados del abuso de sustancias.
4. Participacion social: La Estrategia Nacional promoverá activamente el compromiso
ciudadano con el fenómeno de la droga. La experiencia tanto internacional como
nacional indica que para el logro de un mayor impacto en la reducción de la demanda y
de los costos asociados al consumo de drogas, resulta más eficaz y eficiente si se
moviliza, potencian los recursos de la propia sociedad civil para enfrentar el problema.
5. Equilibrio entre el conjunto de los derechos humanos y libertades
fundamentales y las necesidades de seguridad ciudadana : La Estrategia Nacional
procurará alcanzar niveles de seguridad en los ámbitos señalados compatibles con una
calidad de vida propia de un país de vocación democrática y de paz social, que opta por
valores solidarios y de bien común.
Estos principios de traducen en 13 Objetivos Estratégicos que abordas cuatro
ejes de intervención: Prevención, Tratamiento, Control y Fortalecimiento
Institucional:
1. Fortalecer y potenciar la capacidad de la familia como principal agente protector.
2. Evitar y disminuir el consumo de drogas en niños, niñas y jóvenes de las instituciones
educativas del país en un proceso continuo y sistemático desde la educación parvularia
a la educación superior.
3. Rehabilitar y reinsertar socialmente a personas afectadas por el consumo de drogas
mediante
oportunidades
de
tratamiento
y
rehabilitación.
4. Disminuir el consumo de drogas al interior de instituciones públicas y privadas
mediante programas de prevención laboral dirigidos a los trabajadores y sus familias.
5. Disminuir el consumo de drogas en la comuna, mediante programas de prevención
comunitaria.
2
6. Disminuir el consumo de drogas en niños, niñas y jóvenes en riesgo social y que
están desvinculados de los sistemas formales de la familia, educación y/o trabajo.
7. Aumentar la sensibilidad, el conocimiento y compromiso de la comunidad nacional
para abordar el consumo y tráfico de drogas
8. Impedir la distribución de drogas al interior del país y evitar la utilización de nuestro
territorio como ruta de tránsito.
9. Impedir la producción de drogas, sean éstas naturales o sintéticas y evitar el desvío
de sustancias químicas para la elaboración de sustancias ilícitas dentro y fuera del país.
10. Evitar la utilización del sistema económico y financiero para actividades de lavado
de activos.
11. Fortalecer la institucionalidad para el mayor cumplimiento de la Estrategia y
favorecer el accionar descentralizado de los organismos del Estado vinculados a la
problemática de las drogas.
12. Actualizar permanentemente la legislación para abordar el fenómeno de las drogas
con las herramientas jurídicas adecuadas.
13. Impulsar la cooperación bilateral o multilateral con el fin de fortalecer las
capacidades nacionales para enfrentar integralmente el problema de las drogas
entendido como un problema globalizado y transnacional.
Análisis de los hallazgos
A. Problematización e Interpretaciones respecto del consumo de drogas
Llama fuertemente la atención que en la presentación que el entonces Ministro del
Interior, José Miguel Insulza, realiza en el documento de la estrategia nacional se
señale que “la gravedad de este fenómeno radica en que la droga no solo produce
severos daños a la salud de quienes la consumen. Sus consecuencias exceden el
ámbito de la salud pública: deteriora la familia y es fuente de conflictos sociales de
diversa naturaleza que se expresan en violencia, corrupción y multiplicación de delitos
contra las personas y la propiedad, todo lo cual genera, inevitablemente, una sensación
de inseguridad en la población y puede llegar –en el extremo- a poner en riesgo a las
propias instituciones democráticas de un país”.
Esta declaración da cuenta de una serie de concepciones e ideas respecto del
consumo de drogas que dan cuenta del fuerte énfasis que se pone en el tema de la
3
seguridad pública, definiendo al consumo de drogas como un factor que atenta contra la
seguridad y la institucionalidad en nuestro país, lo que se refleja en lo siguiente:
1. De los 13 Objetivos de la Estrategia Nacional de Drogas, 4 se refieren a la
persecución del tráfico de drogas
2. Existe un actual proyecto para la Creación del Ministerio de Seguridad Publican
donde Conace pasaría a depender como servicio público
3. Conace a duplicado su presupuesto anual para dar respuesta a la ley penal
juvenil
4. Ley 20.000: crea la figura del microtráfico que ha permitido detener a
consumidores
Al respecto, es posible identificar cuatro grandes modelos explicativos del consumo de
drogas:
Modelo Jurídico, donde el marco legal es el sustento fundamental de este abordaje, es
decir, considera como eje la vigencia y aplicación de leyes para impedir el uso de
sustancias. Generalmente este modelo sitúa al "drogadicto" en el margen de la
delincuencia y en tal sentido se inspira en la ley para su tratamiento.
Por su parte el Modelo Médico-Sanitarista posee como sustento la salud-enfermedad
y considera que la persona que consume abusivamente sustancias y/o depende de
ellas, lo hace porque padece de una enfermedad contraída o genética. Esta
enfermedad podría ser biológica y/o mental. ("enfermo", "toxicómano").
El Modelo Psico-Cultural: visualiza la problemática desde el marco psicológico,
considerando el comportamiento del "drogodependiente" como una consecuencia de
sus experiencias de vida en las cuales incidieron fundamentalmente su entorno familiar
y el contexto sociocultural.
Finalmente, el Modelo Social aborda la problemática considerando al
"usador/abusador de drogas" como una consecuencia o síntoma del funcionamiento de
una determinada sociedad. La familia estaría implícita en esa sociedad ya que es parte
de la misma, y de la misma forma que el adicto puede ser el emergente de una familia.
La problemática en sí, lo sería de una sociedad.
A los modelos anteriormente señalados se añade de manera transversal la discusión de
enfrentar el proceso terapéutico desde la mirada de la Abstinencia o de Reducción del
Daño. Esta última se posiciona según Marlatt (1997) como una alternativa de salud
pública, frente a los modelos “moralista/criminalista” y “de enfermedad” del consumo y
adicción de drogas. La reducción del daño reconoce la abstinencia como resultado ideal
pero acepta las alternativas que reducen el daño, ha surgido principalmente como un
abordaje de “abajo –arriba” basado en la defensa del adicto y promueve el acceso a
servicios de bajo umbral como alternativa a los tradicionales enfoques de alta exigencia.
4
La apuesta de Conace esta en la Abstinencia, tanto a nivel de prevención como de
tratamiento, esto es, el NO consumo, lo que da cuenta de una concepción de una
utópica sociedad “libre de drogas”. Esta mirada da cuenta de una visión moralizante y
patologizante del consumo de drogas que pone al consumidor en la calidad de enfermo
y desviado de un patrón de buen comportamiento social.
Finalmente es posible señalar que la estrategia nacional obedece principalmente a
acuerdos y obligaciones internacionales en materia de drogas, principalmente los
referidos a los acuerdos de los Estados miembros de la ONU y las presiones que los
Estados Unidos ejerce respecto a incrementar las acciones de control y persecución del
tráfico y consumo de drogas.
B. Supuestos epistemológicos que sustentan la política nacional de drogas1
Según la definición clásica de lo que se entiende por paradigma de investigación2, a
continuación presentamos una reflexión respecto a los supuestos paradigmáticos de la
política de drogas del gobierno de Chile, asumiendo el desafío de repensar las formas
de actuar frente a la ciudadanía. Partimos de la base que los supuestos paradigmáticos
determinan profundamente las formas de intervenir en lo social, por tanto, la relevancia
de esta presentación.
En las ciencias sociales existen variadas clasificaciones de las líneas paradigmáticas
que han caracterizado la forma en que conocemos la realidad social. La más utilizada
es la propuesta por Habermas (1980, citado en Giddens, 1998) que distingue entre los
paradigmas: Positivista, Hermenéutico y Dialéctico, que se configuran en las el marco
de las sociedades modernas alrrededor del siglo XVIII hasta nuestros días.
En base a esta distinción, afirmamos que la política de drogas está sólidamente ligada a
los presupuestos paradigmáticos positivistas, el sustento de esta afirmación la
desarrollamos a continuación.
Para referirnos a los aspectos característicos de este paradigma, incorporaremos en la
discusión la propuesta de Lincoln quien para el estudio de los paradigmas científicos
añade tres niveles para su abordaje, a saber: ontológico, epistemológico y metodológico
(1990, citado en Del Rincón, 2000).
La dimensión ontológica se refiere a cómo se asume la naturaleza de la realidad social;
la dimensión epistemológica apunta a resolver a la cuestión de la relación entre
1
En base al documento “Estrategia Nacional sobre Drogas 2003-2008” elaborado por el Consejo Nacional
para el Control de Estupefacientes del Gobierno de Chile, disponible en www.conace.cl
2
La definición mencionada es aquella que entiende a los paradigmas como: “el conjunto de creencias y
actitudes, como una visión del mundo compartida por un grupo de científicos que implica, específicamente una
metodología determinada” (Alvira, 1982, citada en del Rincón 2000)
5
interventor/investigador e intervenido/investigado y la relación metodológica a cómo se
debe proceder para descubrir o intervenir el fenómeno de estudio.
La ventaja de abordarlo de esta forma es que en este sistema la dimensión ontológica
conduce a una episteme particular, y ésta, a su vez, condiciona una metodología
concreta que requiere de determinadas tecnologías para conectarse con la 'realidad'
social. Las tres dimensiones pueden caracterizarse a partir de las respuestas que se
dan a cada cuestión en el marco de los tres paradigmas señalados.
En esta problematización de la política de drogas en Chile, expresada en la estrategia
nacional sobre drogas, nos referiremos sólo al paradigma positivista que, afirmamos
sostiene epistemológicamente a ésta, describiéndolo en sus tres dimensiones para
luego hacer una reflexión final de por qué consideramos que este paradigma constituye
la base de la política nacional sobre drogas.
Dimensión ontológica del paradigma positivista
El supuesto ontológico del paradigma positivista establece que la realidad social existe
fuera de la mente de los sujetos sin que pueda ser completamente aprehendida a causa
de los débiles mecanismos intelectuales humanos y fundamentalmente a la intratable
naturaleza de los fenómenos. Su postura es que los argumentos dados sobre la
realidad deben someterse a un examen crítico lo más amplio posible para facilitar la
aprehensión de la realidad tan estrechamente como sea posible. En base a esta
consideración de la realidad, el objetivo de la ciencia positiva se centra en descubrir y
articular las leyes naturales que determinan los fenómenos, tanto para el mundo social
como para el natural, normalmente expresadas como generalizaciones y por lo común
en forma de relaciones de causalidad.
Consideramos que la realidad del consumo y tráfico de drogas se está considerando
desde una perspectiva que la convierte en un problema de algunos que la vivencian
aparte del discurso que establecimos respecto a ella, o sea, existe allá fuera como un
problema externo y primeramente como problema del individuo. Es necesario pasar a
una perspectiva comunitaria de la realidad que considere el consumo y tráfico de
drogas como un producto de las desigualdades sociales que todos los actores
construimos como sociedad. Podemos ver que el problema de la delincuencia no es
homogéneo en la población, hay delitos focalizados y diferenciados según grupos
sociales.
Dimensión epistemológica del paradigma positivista
La epistemología para los positivistas se expresa en una posición dualista/objetivista. O
sea que, la relación con el objeto de conocimiento es neutral y libre de valores, siendo
la objetividad el ideal regulativo.
La forma de aproximación a los sujetos se realiza a través de la rehabilitación como
forma institucionalizada de tratar las desviaciones a la norma. Sobre la base que la
sociedad funciona a través de un cuerpo jurídico que regula y legitima lo que
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entendemos como normal o aceptable y lo que debe ser socialmente castigado y
sancionado. Por lo tanto, el “problema” de un sujeto con las drogas depende solamente
de una acción personal desapegada a lo socialmente establecido lo que en realidad
produce un traspaso de la responsabilidad al sujeto que consume o trafica drogas, sin
importar las causas y las problemáticas que estarían afectando esta acción considerada
como ilegal.
Dimensión metodológica del paradigma positivista
La metodología positivista fundamentalmente es intervencionista, experimental y
manipulativa. La obtención del conocimiento exige la utilización de métodos de
investigación propios de las ciencias naturales: El experimento y la observación de la
realidad. Esta metodología requiere de situaciones y diseño que permitan controlar y
medir mejor la relación entre variables, utiliza estudios de muestra, instrumentos válidos
y fiables, la cuantificación y el análisis cuantitativo.
Esta metodología suele denominarse racionalista, cuantitativa o positivista y apunta a
generar una ciencia nomotética, osea, que busca por sobre otras cosas el
establecimiento de leyes universales de la realidad social. Se orienta al contraste de
hipótesis, siendo su centro de interés la construcción de conocimiento teórico para
describir, explicar y predecir los fenómenos sociales. Su ámbito de aplicación está
sujeto a fenómenos observables susceptibles de medir, controlar experimentalmente y
analizar estadísticamente.
La objetividad, como ideal regulativo de esta metodología, exige que los procedimientos
de investigación sean públicos, replicables e independientes del investigador. Este
criterio afecta a todo el proceso de investigación e intervención, desde la planificación y
recogida de datos, hasta el análisis e interpretación de la misma. La observación
sistemática, la medida, el experimento y la construcción de teoría son aspectos claves
de esta metodología, junto con el papel de la estadística en la contrastación de
hipótesis.
En este tipo de metodología la cuantificación es una consecuencia directa de la medida,
que por definición genera datos cuantitativos y exige métodos de análisis estadísticos,
en la pretensión de llegar a generalizaciones.
La metodología empírico analítica se considera limitada para el estudio de la realidad
social, dada su complejidad, si se compara con el orden de regularidad del mundo
natural. Contempla esa realidad de forma fragmentada y al centrarse en los fenómenos
observables de la realidad corre el riesgo de ignorar dimensiones o áreas de la misma.
También, existen algunas situaciones sociales son difíciles de observar sin ser
distorsionadas, y algunos estudios pueden ser irrepetibles o de difícil replicación
En el caso analizado, lo que observamos es la aplicación de la teoría de la represión
para atacar la drogadicción y la cuantificación de la problemática social y las acciones
de intervención con el riesgo de generar muertos en vida. Existe un utopía
conservadora de la sociedad libre de delitos, sobre la cual se persigue y aumenta el
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castigo al delito, olvidando que desde siempre hay grados de delitos en las sociedades
humanas.
C. Actores en la política de drogas en Chile 2003-2008
Desde la política de drogas en Chile, la familia es considerada como el núcleo donde el
sujeto se socializa desde los primeros años de vida y donde se incorporan las normas
sociales y culturales que servirán como marco de referencia para la integración social.
Se asume que es la familia la principal aliada de la ejecución de los programas y
proyectos de rehabilitación y reinserción social de las personas consumidoras o adictas.
En este caso, el Estado atribuye al núcleo familiar el carácter protagónico que debe
desempeñar en la aplicación y ejecución de dichos programas y proyectos. A este actor
se le aplica fundamentalmente el principio de corresponsabilidad en el sentido que son
éstas las encargadas de “desarrollar las competencias necesarias para enfrentar la
formación de los hijos, especialmente respecto de las drogas y otros riesgos.”
(Estrategia Nacional de Drogas, 2003-2008). Al respecto, consideráramos que si bien la
política reconoce el carácter dinámico de los núcleos familiares y la tendencia mundial
hacia la transformación que este actor presenta, no se reconoce que muchas de las
demandas y requerimientos que se le hacen ya no los puede cumplir cabalmente, ya
que las figuras de autoridad, el proceso mismo de socialización y las dinámicas no son
las mismas de la figura de la familia tradicional. Además dado el periodo de la post
modernidad en el que nos encontramos, las sociedades occidentales se caracterizan
por sufrir un periodo de fuerte desintegración social, donde habría una perdida o
degradación de funciones de los grupos sociales primarios e intermedios donde se
encontraría la familia, existiendo una perdida de vínculos y una irrelevancia en las
interacciones en estos grupos lo que le resulta aún mas difícil para cumplir aquel rol
formador que se dibuja en la política.
En ese sentido, pensamos que es necesario no sólo tener en cuenta estas
transformaciones, sino también construir prácticas sociales que permitan ir
estructurando nuevas maneras de pensar este actor y saber cuáles son los
requerimientos que se le pueden hacer y también los límites; es decir, que toda o la
gran parte de la responsabilidad de la prevención y atención del consumo no se le
puede descargar a la familia como actor social.
Por otra parte, la Escuela y el proceso educativo, se reconocen como otro escenario de
socialización prevaleciente en el sujeto, se asume que este es otro actor relevante para
soportar todas las estrategias de intervención que allí se proponen. Se piensa que la
educación (desde párvulo hasta la educación superior) ayudará a garantizar los
propósitos de la Estrategia Nacional sobre Drogas. Se le pide a las instituciones
educativas que implementen estrategias de prevención del consumo, de detección de
casos tempranos de consumo, al docente se le pide que desarrolle dichas estrategias y
que además haga un acompañamiento más efectivo a los jóvenes para evitar que se de
el consumo de cualquier sustancia psicoactiva. Frente a estos planteamientos,
consideramos si en la práctica, las instituciones educativas y los docentes cuentan con
8
todos los recursos técnicos, financieros y humanos para poder desempeñar todas estas
funciones y requerimientos que se le hacen.
Se observa en la realidad el desgaste de los profesionales en el área educativa y el
énfasis que en la pràctica se le da al desempeño docente en la calidad de la educación
bajo evaluaciones de tipo cuantitativo sin considerar finalmente este rol formador y de
detección en el consumo.
Aparte de la Familia y la Escuela, la comunidad constituye otro actor fundamental para
la política de drogas, ya que se considera que éste es el escenario donde se
desenvuelven cotidianamente los sujetos, donde las relaciones de solidaridad,
cooperación y convivencia se pueden ver diezmadas por quienes trafican con las
drogas y los consumidores, quienes en su afán de consumir pueden causar daño a sus
congéneres. La sociedad como otro actor social importante que se ve afectado por el
consumo de drogas, percibe sensaciones de mayor inseguridad debido a los múltiples
conflictos y situaciones que deterioran la tranquilidad de los y las ciudadanas. En este
caso, la comunidad constituye el espacio geográfico donde se propicia el consumo y
donde además se puede ver afectada la seguridad de los ciudadanos, así como la
política centra su interés en salvaguardar la seguridad ciudadana y no tanto en
reflexionar las condiciones sociales, económicas y culturales que favorecen el consumo
de sustancias psicoactivas.
En la práctica, consideramos que las estrategias de trabajo con la comunidad son
insuficientes pues son en base a proyectos con fondos concursables, sin embargo,
estos fondos son bajos y por un corto periodo de tiempo lo que impide generar algun
tipo de impacto y de perdurabilidad de las iniciativas.
Las empresas públicas y privadas también se convierten en actores importantes para la
Estrategia, debido a que éstas también se pueden ver afectadas por la “amenaza de las
drogas”.
Se plantea que en la aplicación de la END, las relaciones y vínculos entre el Estado y
la ciudadanía deben asumir también un rol protagónico de compromiso y
responsabilidad frente al flagelo de la droga. En ese sentido, las Organizaciones No
Gubernamentales, las asociaciones científicas, las organizaciones comunitarias, deben
generar y promover distintas estrategias para conocer e intervenir el fenómeno. Bajo el
principio de la corresponsabilidad también se plantea que todas las instituciones y
organismos públicos deben estar comprometidos con la aplicación de la END,
generando mecanismos más sólidos de sinergia y cooperación.
Existe en la actualidad una tendencia a la externalización de los servicios,
estableciéndose relaciones de tipo mercantil con ONGs, Corporaciones y otras
instituciones que finalmente se dedican a ejecutar las politicas que ya vienen diseñadas
desde CONACE, sin posibilidad de diseñar o implementar estrategias alternativas en el
tema del consumo y perdiendo finalmente esa capacidad de critica que en algún
momento los distinguió.
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Desde la END, se asume que el Estado, la Sociedad y los gobiernos locales deben
garantizar que el futuro esté cada vez más libre de las drogas. Este planteamiento se
puede problematizar dado que el consumo de sustancias psicoactivas ha estado
presente en toda la historia de la humanidad, como mecanismos para provocar mejores
estados y sensaciones físicas y psicológicas y han sido empleadas con fines
terapéuticos. Entonces, esperar que las sociedades estén libres de las “tentaciones” de
las drogas es algo que no sólo no se ha podido cumplir sino que también advierte una
fuerte tendencia estigmatizadora que lleva a rechazar a aquellos consumidores más
que a permitirles la integración social. En esa vía, una política prohibicionista, basada
en juicios de valor y desde una perspectiva de lo que es bueno y lo malo,
probablemente conducirá a nuevos fracasos. Consideramos que más allá de la
prohibición, la sanción, la marginación y el rechazo, las políticas y programas deberían
hacer más énfasis en los contextos posibilitadotes del consumo, como son las
condiciones económicas, sociales y culturales, así como incorporar mucho más la visión
de quienes serán intervenidos con la END. La END espera que haya mayores niveles
de corresponsabilidad y sinergia entre los poderes ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este
principio también implica que haya mayores niveles de discusión y debate en el
conjunto de la sociedad chilena tendientes a generar estrategias de solución a la
problemática en cuestión.
Por otra parte, es necesario analizar que para la Estrategia Nacional es muy importante
que el país cumpla con los requerimientos que hace la comunidad internacional en lo
que tiene que ver con los mecanismos ilícitos que emplean los traficantes para poder
mantener el “negocio” y el tráfico de las drogas. En ese sentido, Chile suscribió el
compromiso para enfrentar el fenómeno de las drogas desde el ámbito regional,
nacional y mundial, con la aplicación de políticas estables, coherentes, transparentes y
equilibradas en lo que se refiere a la producción, el tráfico y el consumo de drogas
ilícitas. (Estrategia Nacional de Drogas, 2003). Con lo anterior, queda claro que al país
le interesa mantenerse en el cumplimiento de los acuerdos hechos por la comunidad
internacional y que dichos acuerdos deber ser cumplidos y ratificados.
Llegados a este punto, es importante plantear que los usuarios potenciales de las
estrategias de intervención deben ser considerados en todo el proceso de aplicación de
la Estrategia, se espera que ésta en vez de marginar y excluir, genere mayores niveles
y procesos de integración social con miras a acrecentar y agudizar aún más la
problemática en los consumidores. Según los estudios del CONACE, los jóvenes
aunque no son los mayoritariamente consumidores, son considerados como la
población más vulnerable y propensa al consumo de drogas. En este caso, el mayor
riesgo de consumo de marihuana lo tienen los jóvenes dadas las condiciones sociales y
culturales de legitimidad sobre este tipo de droga, ya que los y las jóvenes consideran
que este tipo de droga no resulta tan nociva para la salud y que además los efectos
agradables que produce no desembocará en graves consecuencias de abuso de la
misma. En este caso, resulta cada vez más importante que las investigaciones que se
realicen sobre uso y abuso de drogas no sólo sean en el orden de lo cuantitativo (la
prevalencia, las edades, el género, las sustancias, etc.) sino que también se desarrollen
investigaciones del orden cualitativo, tendientes a comprender e interpretar las
creencias, las representaciones sobre las drogas y sobre los usos de sustancias
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psicoactivas. Esto permitirá involucrar las perspectivas de los que son considerados
como los más “vulnerables” en la implementación de la END. Consideramos que aquí
también se debe considerar que los y las jóvenes no sólo tienen el riesgo de consumir
drogas ilícitas sino también el consumo de cigarrillo, alcohol y otras sustancias
emergentes.
Por último damos cuenta del peligro que genera establecer de modo tan tajante
asociaciones entre el consumo, pobreza, vulnerabilidad e incluso delincuencia pues con
esto lo que se logra es estigmatizar y excluir a los jóvenes dejando de lado además
otros sectores donde también se da el consumo pero se visibiliza menos.
Finalmente, resulta relevante plantear el principio de la participación social en la
implementación de la END, en tanto es necesario vincular a los y las ciudadanas con el
fenómeno mediante estrategias de sensibilización y de fortalecimiento de las iniciativas
ciudadanas para disminuir y prevenir el consumo. Se asume bajo este principio que la
sociedad civil debe ser fortalecida en los procesos de construcción de redes sociales
para enfrentar la problemática. Desde la END se plantea que: “Deberán existir canales
para incorporar a los usuarios en los distintos momentos de la planificación y ejecución
de los programas y proyectos que materializarán la Estrategia y se estimulará las
iniciativas de la sociedad civil en materia de prevención, control, tratamiento y
rehabilitación, mediante fondos concursables y otros mecanismo.”
Conclusiones y Recomendaciones
De acuerdo a los anteriores planteamientos, consideramos que:
y La política de drogas plantea en sus principios de corresponsabilidad y
participación social generar y promover la participación activa de los actores:
familia, escuela, comunidad, sociedad civil para el óptimo logro de la aplicación
de la Estrategia; no obstante, se evidencia que en la práctica no se promueve la
participación de las comunidades y de la sociedad civil en general.
y De lo dicho anteriormente, se puede expresar que la política nacional de drogas
no traduce en la práctica los principios proclamados, lo que hace que sea mucho
más difícil lograr los objetivos propuestos.
y Con el análisis realizado de la postura ontológica, epistemológica y
metodológica, concluimos que la política está basada en una postura
prohibicionista, moralista y dicotómica donde se plantea sobre “lo bueno” y “lo
malo.” Con lo anterior, se evidencia que se promueven mecanismos de
estigmatización lo que dificulta aún más la integración social.
y Vale la pena resaltar que en Chile hay una política sobre drogas pensada y
diseñada a mediano y largo plazo, donde se han multiplicado significativamente
esfuerzos y el presupuesto desde los años 90 hasta la fecha.
11
y Con los análisis realizados, se recomienda dar paso de una visión tradicional,
moralista, punitiva a una visión comunitaria donde se haga efectiva la
participación de los actores sociales involucrados y donde se considere el
fenómeno del consumo abusivo como producto de las desigualdades sociales.
y Para el cumplimiento de la Estrategia Nacional de Drogas, se hace necesario
repensar los roles de los actores sociales involucrados, de las instituciones
sociales y de la ciudadanía.
y Se recomienda promover que la política pueda tener mayor pertinencia social y
cultural de acuerdo a las necesidades y particularidades de los contextos y de las
realidades concretas de las regiones de Chile.
y Desde la perspectiva comunitaria, se hace necesario promover el trabajo en red.
Generar redes sociales que no operen solamente para lo funcional, sino que
también permita ir confluyendo la participación de los actores involucrados.
Bibliografía
Del Rincón, D., Arnal, J., Latorre, A., Sanz, A. (2000). Técnicas de investigación en
ciencias sociales. Madrid: Dykinson.
Consejo Nacional de Centro de Estupefacientes (2003). Estrategia nacional sobre
drogas. 2003-2008. Gobierno de Chile. Disponible en www.conace.cl
Giddens, A. (1998). Sociología. Madrid: Alianza editorial.
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