Jovenes20101010XXVIII

Anuncio
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario z AÑO C z Lc 17, 11-19
z
Primera lectura z 2R 5, 14-17 z “Volvió Naamán al profeta y alabó al Señor”.
z
Segunda lectura z 2Tm 2, 8-13 z “Si perseveramos, reinaremos con Cristo”.
z
Salmo z 97
ción”.
z
Evangelio z Lc 17, 11-19 z “¿No ha vuelto más que este
extranjero para dar Gloria a Dios?”.
z
“El Señor revela a las naciones su salva-
Y
endo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre
Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un
pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que
se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro,
ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de
ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a
Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de
Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha
vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
U
na vez más se nos dice
que Jesús va de camino
hacia Jerusalén. Es su destino
último. Es allí donde será crucificado y donde Dios le Resucitará.
en Jesús. Es de camino cuando ellos son curados.
manifiesta todo su agradecimiento por el don recibido.
La palabra de Jesús es eficaz.
Jesús trae la salvación integral del ser humano y su salvación es para todos.
Yendo de camino salen a su
encuentro diez leprosos, diez
enfermos que sufren la dolencia más grave de aquel tiempo.
Los leprosos tenían que vivir
fuera de los poblados, separados de los demás habitantes.
De los diez uno al encontrarse
curado regresa a donde estaba Jesús glorificando a Dios.
Jesús ante el retorno del samaritano formula tres preguntas:
¿No han quedado limpios los
diez? Los otros nueve ¿dónde
están? ¿No ha vuelto más que
un extranjero para dar gloria a
Dios? Tres preguntas que ex-
Los leprosos, cumpliendo la
normativa vigente, se quedan
lejos de Jesús para evitar todo
contacto, pensaban que la lepra era sumamente contagiosa.
Jesús manda a los leprosos
que vayan a encontrarse con
los sacerdotes que son los que
pueden certificar su curación.
Ellos obedecen, aún antes de
ser curados, porque tienen fe
Como gesto que expresa su
gratitud hacia Jesús se postra
ante Él. Este leproso agradecido era samaritano. Los samaritanos, los judíos y galileos no se portaban bien entre
ellos.
El extranjero, el samaritano es
el que ha mirado lo sucedido
con los ojos de la fe. Y ha descubierto la mano de Dios en la
persona de Jesús, por eso no
va al sacerdote, sino que regresa a quien le ha hecho experimentar la salvación y le
presan la queja de Jesús por la ingratitud de los
nueve, que precisamente eran judíos.
manizante. La gratitud hacia Dios es la mejor
manera de glorificarlo.
Estas tres preguntas de Jesús tratan de resaltar
la importancia de la fe para acoger y ver la acción salvadora de Dios en Jesús, así como la actitud del creyente ante Jesús Salvador.
Para concluir, Jesús le dice: «Levántate y vete en
paz». Jesús pone de pie a este enfermo curado,
dándole su dignidad. Y admira su fe. La verdadera fe es agradecida, o sea el agradecimiento es
uno de los termómetros de la verdadera fe.
Como los diez leprosos, frecuentemente nos
postramos humildemente ante el Señor recordando nuestra debilidad e implorando su auxilio. De muchas formas a Dios le decimos que
tenga piedad de nosotros.
Y el Señor nos responde de muchas maneras.
Jesús nos presenta al leproso samaritano como
persona a imitar por su gratitud, no es la única
vez que Jesús nos propone a algún samaritano
como modelo a imitar.
El evangelista resalta la reacción agradecida de
extranjero. Este relato muestra el contraste entre la gratitud del extranjero y la ingratitud de
los de casa. El agradecimiento es siempre hu-
S
an Vicente de Paul dice que una persona con muchos conocimientos con
mucha sabiduría para hablar de Dios lo hace según su ciencia le dice. Una persona de oración habla de una manera bien diferente. Uno habla partiendo de
su ciencia que ha ido adquiriendo y el otro a partir de una ciencia infusa llena
de amor. El doctor tendrá que callarse allí donde hay una persona de oración.
Le pido al Señor que me ilumine para que me haga comprender lo que quiera
mostrarme.
z Contemplo a los diez leprosos que se acercan a Jesús. Dan pena. Jesús una
vez más se conmueve. Y les invita que vayan al sacerdote. Jesús dignifica a
las personas. Sus seguidores también están invitados a dignificar a todo ser
humano.
z Contemplo al grupo que se dirige a Jerusalén para encontrarse con el sacerdote. En el camino son curados. Se llenan
de entusiasmo, su vida ha cambiado, son
personas normales y lo festejan.
z La salud es fuente de alegría. Uno sólo
de ellos reconoce de donde viene el cambio
y regresa a Jesús para agradecérselo.
z ¿Soy en mi vida agradecido con Dios?
¿Acostumbro a tener momentos de agradecimiento con Dios?
z ¿Y en mi vida suelo ser agradecido con
las personas?
z Llamadas.
Oro lo contemplado
¿NO HAN QUEDADO CURADOS
LOS DIEZ? LOS OTROS NUEVE
¿DÓNDE ESTÁN?
S
eñor Jesús, en tu estancia en este mundo viste
de cerca el sufrimiento de las personas, especialmente el de los enfermos, había muchos y estaban por las calles, hoy los solemos tener en las casas y en los centros sanitarios. No los solemos ver,
no salen a nuestro encuentro, hay que ir a ellos.
En tu tiempo, Señor Jesús, eran los enfermos los
que iban al encuentro de las personas, los que se
te acercaban para que hicieses algo por ellos.
Veo, Señor Jesús que el sufrimiento y en concreto
la enfermedad es propio de la condición humana.
Señor Jesús, la debilidad de nuestro cuerpo es patente. Creo que es bueno tomar conciencia de esta
realidad y no engañar ni engañarnos. Estamos aquí
en este mundo de paso y poco a poco nuestro
cuerpo, por mucho que lo cuidemos, se irá deteriorando, irá acercándose al punto de partida, a Dios.
Tú, Señor Jesús, una vez más te compadeces de
los enfermos, y das vida. Eres portador de vida.
¡Qué bonito! ¡Cuán contentos se pusieron aquellos diez leprosos! ¡Como lo celebrarían!
Ahora también nos alegramos al superar una enfermedad, al salir bien de una operación. No hay nada
como la salud, solemos decir. Es lo más grande que
tenemos, lo malo es que cuando disfrutamos de
ella no lo solemos valorar suficientemente.
lo que Tú les has mandado. Después de un tiempo
ves que uno de ellos está de regreso, vuelve radiante de alegría no es el mismo, su rostro apenado y feo se ha vuelto sonriente y gozoso, ha rejuvenecido. Viene a darte gracias, ha reconocido lo
que has hecho con él. Y ese que regresa es justamente el renegado, el samaritano, el que no va al
templo ni forma parte del pueblo escogido.
¡Qué pena y qué gozo a la vez, sentiste, Señor Jesús! Los caminos de la salvación no están señalados como las carreteras en los mapas. Hay mucha
salvación que llega al mundo a campo través, por
las montañas y valles.
El agradecimiento ¡qué poca cosa es y cuánto
muestra de la grandeza de la persona!
Y en este caso se ve también un reconocimiento
de que Tú, Señor Jesús, eres la fuente del bien,
eres la mano de Dios en el mundo.
Gracias, Señor Jesús de todo. De haber nacido, de
la salud y la enfermedad, de la
familia, de los
amigos y vecinos, de las
personas...
de Ti, de
Dios Padre y de tu Espíritu y de los Santos.
Gracias de la Iglesia
y de lo que la
vida me va
dando.
Señor Jesús, los leprosos se han ido a cumplir con
Ver z Juzgar z Actuar
“Gratitud”
VER
S
uelo enviar bastantes correos electrónicos a grupos de mi lista de correo. Algunos son correos “generales”, impersonales, como la homilía semanal que preparamos desde la Acción Católica General, junto con los enlaces a otros materiales
de interés. Pero hay otras veces que el correo es para un grupo determinado, ya no
es algo tan “general” o impersonal, lo que en él se dice es más específico y personalizado. El último de este tipo que envié hace dos semanas estaba dirigido a un
colectivo de más de cien personas, y hasta la fecha sólo he recibido una respuesta: “Hola, lo que planteas es nuestro día a día y el de mucha gente, así es
que SI sirve, al menos a mi me ha gustado leerlo”. Gracias. No envío los correos para que me lo agradezcan, por supuesto, es un servicio que hago con gusto,
pero también es cierto que me alegré de recibir esta respuesta.
JUZGAR
S
olemos estar muy prontos para pedir, o para aceptar recibir algo, pero nos cuesta bastante más ser
agradecidos La gratitud es un “sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha
hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de
alguna manera”. Y si a nivel humano es muy importante saber ser agradecidos por algún servicio
o favor que nos han hecho, mucho más deberíamos serlo con Dios, como lo hemos escuchado
hoy en el Evangelio. Diez leprosos piden a Jesús:
«ten compasión de nosotros». Jesús atiende su
petición, ya que al decirles: «Id a presentaros a los
sacerdotes», está ya anunciando que serán curados y los sacerdotes podrán certificarlo según indicaba la Ley. Y ellos se fían de Él y «mientras iban
de camino, quedaron limpios». Todos. Pero sólo
«uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por
tierra a los pies de Jesús, dándole gracias». Ese
gesto de gratitud es apreciado y valorado por Jesús: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros
nueve, ¿dónde están?»
La Palabra de Dios nos invita hoy a hacer una sincera evaluación de nuestro nivel de gratitud para con
Dios. Para ello, podemos guiarnos por lo que hemos escuchado en la 2ª lectura que san Pablo decía
a Timoteo: «Haz memoria de Jesucristo el Señor».
Hagamos memoria de las veces que presentamos
peticiones al Señor, por diferentes motivos; de las
veces que hemos exclamado como los leprosos:
«Jesús... ten compasión de nosotros»; hagamos memoria de las veces que el Señor ha atendido nuestra petición; y hagamos memoria con sinceridad de
las veces que hemos sido capaces de volvernos hacia Él y darle gracias de corazón.
Y no es que Dios necesite nuestra gratitud. Pero,
además de ser un modo de manifestarle nuestro
amor, esa actitud de agradecimiento redundará en
nuestro propio beneficio, porque fortalecerá nuestra fe en el Señor, como hemos escuchado que ocurrió a Naamán el sirio en la 1ª lectura: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el
de Israel». Y esa conciencia de la cercanía y del
amor de Dios hacia nosotros hará que nuestro seguimiento como discípulos y apóstoles sea más fiel:
«en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni
sacrificios a otro dios que no sea el Señor».
ACTUAR
E
l escritor Michel Quoist, en su libro Oraciones
para rezar por la calle, tiene un capítulo titulado “Gracias”, en el que dice: “Hay que saber dar
gracias. Nuestros días están repletos de regalos
que Dios nos envía. Si supiéramos verlos y llevar
cuenta de todos, llegaríamos a la noche deslumbrados y radiantes ante tantos dones recibidos.
Como niños en día de Reyes. Y miraríamos agradecidos a Dios... Todo es don de Dios, aun las cosas
más insignificantes”. Por eso hoy, evaluando nuestra gratitud, pensemos: ¿De qué le tengo que dar
hoy gracias a Dios? ¿Qué dones que doy por supuestos, si me paro a pensar, son realmente un regalo suyo, una muestra de su amor?
“Eucaristía” significa “acción de gracias”. Que
nuestra participación consciente y activa en la celebración de la Eucaristía, no por cumplir el precepto sino por amor, sea precisamente eso, el
tiempo y el modo privilegiado de dar gracias a
Dios por todos sus dones y sobre todo por estar
siempre a nuestro lado en el camino de la vida, en
lo bueno y en lo malo. Y que por tener esa actitud
de agradecimiento, también sintamos que el Señor nos dice: «tu fe te ha salvado».
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
www.accioncatolicageneral.es
Descargar