20110327IIICuaresma

Anuncio
III Domingo de Cuaresma z AÑO A z Jn 4, 5-42
z
Primera lectura z Éx 17, 3-7 z “Danos agua de beber”.
z
Salmo z 94 z “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
‘No endurezcáis vuestro corazón’”.
z
Segunda lectura z Rm 5, 1-2. 5-8 z “El amor de Dios ha
sido derramado en nosotros con el Espíritu que se
nos ha dado”.
z
Evangelio z Jn 4, 5-42 z “Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.
L
legó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino,
estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de
Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían
ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío,
me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría
agua viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob,
que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que
beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le
daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más
sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Señor, veo que tú eres un profeta.
Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros
adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que
adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo».
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía
creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Para situar este evangelio
Durante estos próximos tres domingos se nos presenta la relación de Jesús con el Reino y
quien es para nosotros. Los tres
pasajes son del evangelio de
Juan. Son textos catequéticos
que acompañan a los candidatos
al bautismo y a la comunidad de
creyentes en el proceso de fe. El
relato de la samaritana expresa
detalladamente lo que significa
creer en Jesús y dar testimonio
a otros confesando tanto nuestro pecado como nuestra fe,
compartiendo esa experiencia
con otros como buena noticia.
Los otros dos textos de los domingos siguientes serán el del
ciego de nacimiento (persona
llamada a creer y a convertirse
en discípulo) y la resurrección de
Lázaro (por la palabra del Señor
viviremos).
Los versículos 1-3 nos sitúan a
Jesús en un camino: no es
comprendido en Judea. Se
quiere absolutizar a Juan, aunque él se presenta como precursor (Jn1,6-8; Jn3,27-30); Jesús
no es un profeta más, es el
Hijo de Dios. Jesús es rechazado por la ley-Moises y se va...
el quiere presentar la relación
reciproca de amor entre el
hombre y Dios (el culto verdadero es la práctica del amor);
pero en todos los sitios se presenta la ley, el culto-relación
localizada, la institución... ¿qué
nos ofrece? Una relación con
Dios... y una fe, fruto de una
relación. En los versículos anteriores se nos presentan institu-
ciones humanas (divinas=ley,
el templo) que quieren ser cauce de comunicación con Dios...
pero estas instituciones caducan y se niegan a desaparecer
(se convierten en fin en si mismas) y esta es su perversión.
En este evangelio Jesús se revela a través de diálogos llenos de equívocos y malentendidos. Resulta escandaloso el que Jesús hable con una mujer
samaritana. Un maestro judío no se rebaja a hablar con mujeres (“mejor es entregar la ley a las
llamas que entregársela a una mujer”, decía un
rabino de la época de Jesús). Además, Jesús le
pide agua, con el riesgo de tocar el cántaro perteneciente a una persona impura por ser samaritana. Jesús es libre ante las leyes rituales.
Son unos textos muy bonitos, ricos... si los lees
antes, los rezas y vas a misa (celebrar con otra
gente, sentir con otros/as cerca... gente que no
conoces y quieren beber, ver, vivir... ) experimentarás lo que es “celebrar”.
Para fijarnos en el Evangelio
La relación con Dios se realiza en sitios, lugares...
cada lugar conserva sus tradiciones (obedecen a experiencias y enfrentamientos). Y Sicar (antigua Siquén) es un lugar que conserva los recuerdos de los
orígenes de Israel (Jacob, José; cf. Gn 33,18-20; 48,22;
Jos 24,32; Os 6,9). Samaria y Judea tienen pendiente
reconciliarse, como anunció Isaías (Is 11,12); es la
voluntad “del Padre” que Jesús “lleva a término”. En
Sicar, al pie del Garizin, se cruza el camino de Jesús
con el de la Samaritana. Uno trae la Buena Noticia
a los que son visto en Jerusalén como heréticos e
impuros, la otra ha venido a sacar agua.
El pozo, en un país de desiertos, es lugar de encuentro, de reconciliación, y motivo de conflicto
(Gn 26,15-22)... y así son conocidos (por pactos y
acuerdos... por conflictos). El manantial de Jacob
es llamado más tarde “pozo”, que en la tradición
judía se convierte en elemento mítico, sintetizando los pozos de los patriarcas y el manantial que
Moisés abrió en la roca del desierto (cf Gn 29,2-10;
Nm 21,16-18). Es figura de la Ley, de la que brota el
agua viva de la sabiduría.
La “mujer” no tiene nombre propio, representa a
Samaría que pretende apagar su sed en la antigua
Ley-tradición. El Mesías se encuentra a solas con
Samaría (cf Os 2,15) y Jesús le pide una señal de
solidaridad elemental (“dame de beber”) que une
a las personas por encima de culturas y barreras
políticas-religiosas. Recordemos que la mujer que
viene a buscar agua es una persona con su historia concreta; pero aquí, además, representa el
pueblo de Samaría; y cuando expresa su sed y
deseo nos representa a todos.
“Don de Dios” no designa algo preciso, hace referencia a los beneficios prometidos a David (Is 55,3)
y los que Pedro resume en una palabra: el don del
Espíritu Santo (Hechos 2,33). El don de Dios se da
en Jesús. El “agua viva” simboliza el Espíritu. Hay
una extrañeza de la mujer (como la de Nicodemo)
que no conoce más agua que la de la ley (el pozo)
y piensa que ha de extraerse con esfuerzo humano. No se puede imaginar el don de Dios como
algo gratuito. Hay una insatisfacción del don hecho por Jacob (nos dio) diciéndonos que la Ley no
satisface al hombre (cf Eclo 24,21-23); Jesús ofrece
a todos agua/Espíritu (Is 55) que puede satisfacer
las aspiraciones más profundas. El Espíritu es un
manantial interno, no externo como la ley/pozo;
el Espíritu personaliza y comunica una vida que
supera a la muerte (definitiva)... ¿estoy dispuesto
a abandonar la ley-tradición que no calma la sed?
Un obstáculo para recibir el agua/Espíritu puede
significar los cinco maridos. Los cinco maridos
puede tener de trasfondo el libro de Oseas, donde
la prostituta (Os1,2) y la adultera son símbolo del
reino de Israel, que tenía a Samaría por capital.
Prostitución y adulterio: la idolatría es el abandono al verdadero Dios (Os 2,4.7-9.15). Alusión a 2Re
17,24-41, donde se narra el origen de la idolatría
de los samaritanos y se mencionan cinco ermitas
de dioses, además del culto a Yahvé (2Re 17,29-32).
Piensa que la relación con Dios es cultual ... pero
Jesús nos dice que no se trata de elegir entre
templos, esa época ha terminado; ya no hay lugares privilegiados... En todo caso el templo es la
persona, los pobres (los predilectos).
Nuevo nombre de Dios: el Padre, el dador de vida.
Se propone una nueva relación, establecida por la
comunidad de Espíritu entre Dios y el hombre;
que excluye todo particularismo. El vinculo será
familiar y personal, y el culto será también personal (marco de relación hijo-padre). No se dará
culto a un Dios lejano, sino se dará culto al Padre.
Se honra al Padre siendo como él, colaborando en
su obra creadora, actuando a favor del hombre.
Así, los antiguos templos-cultos son sustituidos
por el amor al hombre (cf 1,14.17). Dios es Espíritu, dinamismo de vida/amor; y el hombre/hijo ha
de comportarse como su Padre (revelación del Mesías
25-26). El designio de Padre es comunicar a los
hombres el Espíritu, terminar la tarea creadora del
hombre comunicándole la capacidad de amar.
La respuesta de la Samaritana y la de los habitantes abre el horizonte de la cosecha inmediata. Así,
realizar el designio del Padre esté en función del
fruto y el salario, el fruto mismo. Al ocupar la tierra prometida, Israel gozó de bienes que no había
trabajado (Dt 6,10s; Jos 24,13). Así ocurrirá ahora a
los discípulos, quienes gozarán de la vida en la comunidad mesiánica, nueva tierra prometida, sin
esfuerzo propio, mientras Israel, que rechaza a
Jesús, se verá privado de ella (Dt 28,30; Miq 6,15).
La noticia dada por la mujer hace comprender a
los samaritanos que ha llegado para ellos la hora
de la misericordia de Dios (Os 7,1). Y la fe, fruto
del contacto personal con Jesús.
El testimonio de la mujer hará posible que muchos
otros descubran que Jesús es “el salvador del
mundo”. Jesús es el caminante que se cansa y tiene sed, que se quiere rehacer en el pozo. Pero
aquí es, también, el representante de Israel, que
pidió agua al desierto (Ex 17,1-7); en su petición de
agua hay la sed de su pueblo: sed (y hambre) de
escuchar la Palabra de Dios
(Am 8,11), sed del Dios vivo
(Sal 42,2-3). Pero Jesús tiene otra sed expresada
también en la cruz:
“tengo sed” (Jn 19,28).
¿Sed de qué?: sed de
que la mujer y su
pueblo
acojan
el
“agua viva” y a aquel
quien la da.
En el diálogo se aprecia
una progresiva revelación de la identidad de
Jesús hasta su identificación como el Mesías,
avanzando desde la extrañeza hasta la adhesión a Jesús por la fe.
CORRO A LA FUENTE
z Ruego por pedir el don de comprender el
Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.
z Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
z Ahora apunto aquello que descubro de
JESÚS y de los otras personajes, la BUENA
NOTICIA que escucho... ¿En qué aspectos
de mi vida siento que tengo sed de Dios,
del Evangelio, de una vida nueva?
z Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. ¿He podido “beber” el
“agua viva”? ¿quién me ha dado ocasión
de que Jesús se me hiciera encontradizo.
z Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
z Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Ver z Juzgar z Actuar
Corro a la Fuente,
deseo llegar a la Fuente de agua viva,
el Manantial que jamás se agotará.
Corro a la Fuente, deseo la Fuente.
No hay lentitud en el correr,
sino que es un correr incansable,
un continuo anhelar la Fuente.
Sedienta está mi alma de Ti, Dios de la vida.
Padezco sed en el destierro, sed en la carrera,
pero no me hartaré sino a la llegada.
Una sola cosa te pido, ésta solicitaré siempre,
y es la de habitar en tu casa
todos los días de mi vida.
Tanto en las prosperidades
como en las adversidades,
derramo lágrimas de deseo;
y, sin embargo, el ardor de mi deseo
no disminuye.
Aún cuando todo en el mundo
fuera de mi gusto,
tendré siempre este desasosiego
hasta que llegue el momento
de presentarme a Ti.
San Agustín
s que
“Encuentrorm
an”
nos transfo
VER
S
i hacemos un repaso a nuestra vida, veremos que ha habido puntos de inflexión, momentos en los que nuestra
vida ha tomado un nuevo rumbo. Aunque hay puntos de inflexión positivos y negativos, vamos a fijarnos en los positivos. Y
seguramente en esos puntos de inflexión positivos ha habido alguna persona que para nosotros resultó decisiva, una pieza clave que
nos ayudó a orientar o reorientar nuestra vida, y quizá sin ellas no lo
hubiéramos hecho. Gracias a esas personas nuestra vida se transformó,
nuestra historia personal tomó un nuevo rumbo.
JUZGAR
C
omo estamos reflexionando durante este tiempo de Cuaresma, estamos llamados a tener unos “encuentros en la 3ª fase”
con Jesús, no un encuentro “de vista”, o superficial, sino un encuentro personal y profundo con Él por la fe. Un encuentro que, como veía-
mos el domingo pasado, nos tiene que dejar huella. Y si nos deja huella, también debe tener un
efecto transformador en nuestra vida. El encuentro
con Jesús Resucitado debe ser un punto de inflexión para nosotros, como lo fue para la mujer samaritana, y que hemos escuchado en el Evangelio.
De nuevo el encuentro con Jesús se produce en
unas circunstancias totalmente normales: «Jesús...
estaba sentado junto al manantial. Era alrededor
del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar
agua». Una situación ordinaria, cotidiana... pero
que resultará extraordinaria.
Jesús aprovecha esa situación cotidiana para entablar diálogo con la mujer, como también quiere
entablarlo con nosotros. Un diálogo que parte del
comentario de un tema “externo”, “social” («los
judíos no se tratan con los samaritanos»), para ir
centrándose en lo que Jesús ofrece («si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva») y en
cómo eso que Jesús ofrece es lo que la mujer,
aunque no lo reconocía, está necesitando («Señor,
dame esa agua: así no tendré más sed...») como
también lo necesitamos nosotros.
Jesús ayuda a la mujer a que se descubra y se sepa
“sedienta”, la ayuda a que se dé cuenta de que su
vida no es como debería ser («Tienes razón, que no
tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no
es tu marido»), y que por eso mismo necesita dar
un cambio radical. Jesús, en el diálogo con la samaritana, la ayuda a que se dé cuenta de que su vida es
como es porque en el fondo tiene sed de Dios («Sé
que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él
nos lo dirá todo»). Y en ese momento Jesús se da a
conocer: «Soy yo: el que habla contigo».
Esta revelación supone el punto de inflexión para
la samaritana, que «entonces, dejó su cántaro, se
fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho:
¿será éste el Mesías?”» Es tal la transformación que
se ha producido en ella, se nota tanto el encuentro transformador que ha tenido con Jesús, que
sus conciudadanos «salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él». La samaritana pasa a ser ahora evangelizadora; el agua viva
que ha encontrado en Jesús se convierte dentro
de ella en un surtidor, y por eso «en aquel pueblo
muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer». La samaritana da un
giro a su vida y se convierte en apóstol; su transformación, su testimonio de fe propicia que otros
quieran también tener un encuentro con Jesús
como ella lo ha tenido, los mueve para que se
acerquen a Jesús, de modo que «le rogaban que
se quedara con ellos y todavía creyeron muchos
más por su predicación». Los del pueblo también
encuentran en Jesús el agua viva, «y decían a la
mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es
de verdad el Salvador del mundo”».
ACTUAR
Q
ué puntos de inflexión he tenido en mi
vida? ¿Qué personas influyeron en esos
momentos? ¿Creo que puedo tener un encuentro
con Jesús en mis tareas cotidianas? ¿De qué tengo
“sed”, y con qué la sacio? ¿Cómo busco el agua
viva? ¿Se me nota que me he encontrado con Jesús resucitado? ¿Ha transformado mi vida? ¿Doy
testimonio de fe como lo dio la samaritana? ¿Favorezco que otros quieran acercarse a Él?
¿
En la Eucaristía podemos tener un encuentro con
Jesús tan real como lo tuvo la samaritana. En la cotidianidad de un domingo Él se pone a nuestro lado
para cuestionarnos acerca de nuestra vida con su
Palabra; y con su Cuerpo y su Sangre nos da el agua
viva, para que se convierta dentro de nosotros en
un surtidor. Como la samaritana, pidamos al Señor
su agua viva, y salgamos transformados de este encuentro, para que seamos apóstoles creíbles, como
ella. Ojalá también otras personas, gracias a nuestro
testimonio de fe, puedan acercarse al Señor y encontrarse con Él, y nos digan, como a la samaritana:
«Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad
el Salvador del mundo».
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
www.accioncatolicageneral.es
Descargar