IV - “ESTOY DISPUESTA A IR…” Ambientación: Se coloca ante el altar un ánfora vacía, símbolo de nuestra vida… mientras se lee el Cantar de los Cantares se va llenando el ánfora con agua, signo de la plenitud de vida que sólo Jesús puede darnos. Sería bueno que se oyese el ruido del agua al caer. Lectora: Cantar de los Cantares, 4,12-15 “Eres jardín cerrado, hermana y novia mía; eres jardín cerrado, fuente sellada. Tus brotes son jardines de granados con frutos exquisitos, nardo y enebro y azafrán, canela y cinamomo, con árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores bálsamos y aromas. La fuente del jardín es pozo de agua viva que baja desde el Líbano”. A LA ESCUCHA DE LA PALABRA, JN 4,5-42 “Jesús tenia que atravesar Samaría y llegó a un pueblo que se llamaba Sicar, cerca del campo que le dejó Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Agotado del camino, se sentó sin más junto al pozo. Era casi mediodía. Una mujer de Samaría llego a sacar agua, y Jesús le dijo: ”Dame que beba” (sus discípulos habían ido a comprar provisiones). La samaritana le preguntó: ¿Cómo tu, siendo judío, me pides de beber a mi que soy samaritana? (los judíos no se trataban con los samaritanos). Jesús le contesto: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú a él y él te daría agua viva”. La mujer le preguntó: Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar agua viva? ¿vas a ser tú más que nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, donde bebían él, sus hijos y sus ganados? Jesús le contestó: “El que bebe agua de ésta vuelve a tener sed; el que beba el agua que yo voy a dar nunca más tendrá sed: porque ese agua se le convertirá dentro en un manantial que salta dando una vida sin término”. La mujer le dijo: Señor, dame agua de ésa; así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla. El repuso: “Ve a llamar a tu marido y vuelve acá”. La mujer le contestó: No tengo marido. Jesús le dijo: “Muy bien dicho que no tienes marido, porque has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”. La mujer le contesto: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres celebraban el culto en este monte; en cambio, vosotros decís que el lugar donde hay que celebrarlo está en Jerusalén. Jesús le dijo: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni este monte ni en Jerusalén. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación sale de los judíos. Pero se acerca la hora, o mejor dicho ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y verdad, pues de hecho el Padre busca hombres que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran han de dar culto con espíritu y verdad”. La mujer le dijo: Sé que va a venir el Mesías, el Ungido; cuando venga él nos lo explicará todo. Jesús le contestó “Soy yo, el que habla contigo”. En aquel momento llegaron sus discípulos y se quedaron extrañados de que hablase con una mujer, aunque ninguno se atrevió a preguntarle qué deseaba o por qué hablaba con ella. La mujer, dejó el cántaro, se fue al pueblo y le dijo a la gente: Venid a ver un hombre que ha adivinado todo lo que he hecho, ¿será éste tal vez el Mesías? Salieron del pueblo y se dirigieron a donde estaba él. Mientras tanto, sus discípulos le insistían: Maestro, come. Él les dijo “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis”. Los discípulos comentaban: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: “Para mí es alimento cumplir el designio del que me envió y llevar a cabo su obra. Decís que faltan cuatro meses para la siega ¿verdad? Pues yo os digo esto: levantad la vista y contemplad los campos; ya están dorados para la siega. El que siega cobra ya el salario y recoge cosecha para una vida sin término; así se alegran los dos, el que siembra y el que siega. Yo os envié a segar lo que no habíais labrado; fueron otros los que labraron y vosotros habéis entrado en su labor. Muchos samaritanos de aquel pueblo creyeron en él por lo que les dijo la mujer, declarando que había adivinado todo lo que ella había hecho. Por eso, cuando llegaron los samaritanos a donde estaba él, le rogaron que se quedara, y se quedó allí dos días. Muchos más todavía creyeron por lo que les dijo él, y decían a la mujer: ya no creemos por lo que tú cuentas; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es realmente el salvador del mundo”. Silencio Canto (relacionado con el agua) Guía Jesús, al revelarse a la Samaritana, no solo le proclama su verdadera identidad, que ella no conocía, sino que le hace descubrir el agua que buscaba. Jesús es el agua que satisface nuestra sed de felicidad…, el único que realiza todo lo que deseamos…, el que lo encuentra y bebe de su agua, como la Samaritana y Assunta, corre hacia los demás para decirles a quién ha encontrado: “… le hago saber (a Madre Fundadora), que estoy pronta, si Jesús lo quiere, para ir a China… es un deseo que siento desde los primeros días que recibí la gracia…” Quien bebe de ese agua, como la Samaritana y Assunta, se convierte en “fuente que rocía los jardines, pozo de agua viva y riachuelos que brotan del Líbano para que otros puedan beber de la misma agua”. ASSUNTA NOS HABLA CON SU VIDA Florencia, 1 enero 1903 Reverendísima Madre General, Le escribo con afecto filial para exponerle un deseo que siento desde los primeros días que recibí la gracia de ser admitida en su Instituto. No me atrevía a escribirle pero finalmente, a pesar de sentirme indigna, en este primer día del año me decido a hacerlo. Durante la adoración me viene a la mente este deseo: le hago saber que estoy pronta, si Jesús lo quiere, para ir a China cuando haya una partida. Mi deseo es, especialmente, entre los leprosos. Soy indigna, pero si Jesús lo quiere, se lo recordara… Le ruego que me bendiga… Ahora que le he expresado mi deseo, estoy tranquila: como Jesús quiera. Su indigna hija Maria Assunta. LA PALABRA SE HACE ORACIÓN (ISAÍAS 12,1-6) “Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has consolado. El es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Aquel día diréis: dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: qué grande es medio de ti el Santo de Israel”. DE LOS ESCRITOS FRANCISCANOS (LEYENDA MAYOR, CAP. III, 7) “Id, le dijo el dulce Padre a sus hijos, anunciad la paz a los hombres y predicadles la penitencia para la remisión de los pecados. Sed sufridos en la tribulación, vigilantes en la oración, fuertes en los trabajos, modestos en las palabras, graves en vuestro comportamiento y agradecidos en los beneficios; y sabed que por todo esto os está reservado el reino eterno”. Canto de envío Durante el canto, cada una va al cántaro, saca un poco de agua y la bebe, como signo de estar dispuesta a ser canal para que los demás puedan encontrar a Jesús.