EL FRUTO DE LA HUMILLACIÓN Por Carlos Salas 2 REYES 5: 8-14 INTRODUCCION: La humillación es para nosotros una actividad continua que ejercemos afín de mantener en nuestras mentes y nuestros corazones un recuerdo vivo de lo que éramos y de los que somos. La humillación es un requisito para la salvación, y el crecimiento espiritual. Jesús dijo: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos”. Mt 18:4, “Y en Mt 23:12 “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” Falta de humillación es falta de conocimiento. Falta de conocimiento porque no sabemos las bendiciones que obtenemos cuando nos humillamos ante el Dios todo poderoso. 1. LOS FRUTOS DE LA HUMILLACION 1. Produce arrepentimiento. Para que haya arrepentimiento tiene que haber un reconocimiento o una convicción de culpabilidad. Esa convicción llega cuando nos postramos ante Dios y reconocemos nuestra falta. 2. Produce Perdón. Si algo conmueve a Dios es ver a un hombre o a una mujer humillados ante su presencia. Ser perdonados indica ser absueltos, y libre de culpa. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciaras tu, oh Dios” Sal 51:17 3. Produce Bendición física y material. 2 Cro. 7:14 “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielo, y perdonare sus pecados, y sanare su tierra.” 4. Produce salvación: Después de arrepentirse y humillarse ante Dios. Tendremos la seguridad de ser llenos de su gloria. “Mas nuestra ciudadanía esta en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformara el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” Filipenses 3:20,21. 2. ANTES DE PODER RECIBIR LOS BENEFICIOS DE DIOS, TENEMOS QUE APRENDER A HUMILLARNOS ANTE DIOS. 1. Encontramos a un hombre llamado Naamán. Un hombre grande, fuerte y con todas las cualidades de un gran general. Pero era Leproso. Cuantas personas no encontramos a nuestros alrededores con grandes potenciales, pero leprosos espiritualmente. 2. Cuando creemos que por nuestra posición social, económica, o religiosa podemos comprar los favores de Dios cometemos un grave error. El poder del rey le podía comprar muchas cosas, le daba acceso a todo a su alrededor, pero había un lugar que estaba fuera de limites. V. 5-7. 3. Cuando Elíseo se entera de lo que había acontecido le dijo “Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel”. Hasta que no reconozca el medio que tenemos que usar para llegar a Dios no recibiremos lo que estamos buscando. 4. Naamán llego rápido cuando fue enviado a buscar por Elíseo. V. 9 Su posición le impidió la humillación. En el V. 10 Dios le había dado las instrucciones a Elíseo y él se las envía a Naamán con su Siervo. En el V. 11 encontramos a Naamán enojado por la manera que fue recibido. Notamos cuatro ejemplos de la altivez de este general. * Yo decía: Saldrá él luego. Nunca pensó que tendría un intermediario. * Estando en pie- se presentará delante de mí, y se parará como un siervo para escuchar las ordenes de su Señor. * Invocará el nombre de Dios. De modo que tanto Dios como él me rindan servicio y honor. * Y tocará el lugar; porque no se puede suponer que se comunique alguna virtud sanadora sin contacto. 5. El mensaje que le envío Elíseo no fue simple, pero tampoco costoso. Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Esta orden fue una humillación. V. 12. Fue un remedio simple, pero le costaría un gran precio. Su orgullo. ¿Cuántas veces el orgullo impide que usted reciba la bendición de Dios? 6. El Jordán era un río muy sucio para un general del calibre de Naamán. Esto nos muestra que la humillación no llega tan fácil para muchas personas. Lo grande que creemos que somos, lo intelectual que pueda ser, no le librará de tener que limpiarse para poder alcanzar la gracia y la misericordia de Dios.