LA SABIDURÍA DE LOS EQUIPOS Jon Katzenbach y Douglas Smith Los equipos pertenecen a nuestra cultura desde hace cientos de años. Muchas personas han tenido la oportunidad de vivir experiencias en equipos, unas agradables y otras desagradables. En principio se pensó que las personas encargadas de tomar decisiones no podían apreciar las diferencias favorables que representaban los equipos. El fenómeno es más complejo y más útil, si se lo entiende bien. Existen serias dificultades para construir un equipo eficiente y, en muchos casos, no se distingue qué es un equipo del que no lo es. A modo de introducción, los autores nos explican qué aprendimos de los equipos: 1. Los retos de desempeño importantes vigorizan a los equipos, independientemente de dónde se encuentren en una organización. Ningún equipo puede conformarse sin un reto de desempeño que sea significativo para quienes intervienen (algo así como “jugar por el campeonato”… o “por evitar el descenso”, pero rara vez es para “mantenerse”; esto último no sería un reto). Desde esta óptica, el desempeño es el objetivo principal en tanto el equipo es un medio y no el fin. Esto permite una clasificación de tres tipos de equipos: los que recomiendan cosas, los que crean o hacen cosas y los que dirigen o administran cosas. 2. Los líderes organizacionales pueden fomentar en forma más efectiva el desempeño de equipos al crear una ética de desempeño sólida, en lugar de preocuparse tan sólo por crear un ambiente idóneo para el equipo. Es probable que los equipos eficaces se desarrollen si los líderes procuran balancear las necesidades de los clientes, de los empleados y de los accionistas. Si hacemos una analogía con el fútbol, esto sería “tener un estilo de juego definido”. Es importante que la cultura de la empresa, mediante sus políticas y procesos, esté dirigida a fomentar el trabajo en equipo (este concepto es más extensivo que el “que el equipo mismo aprenda sobre ‘trabajo en equipo’”; la idea no pasa por saber sino por “ser”. 3. Aunque existen prejuicios hacia el individualismo, no tienen por qué entorpecer el desempeño del equipo. La mayoría crecemos con un sentido de responsabilidad individual fomentado por padres, maestros, entrenadores, etc. Generalmente, en el ámbito escolar –primario y secundario– nos enseñan a “competir”… y ello se refuerza en la universidad. De allí que nuestro “software” está programado para reaccionar principalmente como individuos, no como “miembros de un equipo”. Sin embargo, las posturas individuales no tienen por qué despreciarse absolutamente en los equipos. Los aportes individuales pueden ayudar a construir un desempeño eficiente del equipo. Es necesario encontrar la forma de que los aportes individuales se compatibilicen con los objetivos del equipo. Nuevamente, la figura que surge es la del “DT” que debe saber conformar el equipo, cada partido, para cada ocasión. Debe saber aprovechar las individualidades: el “10” que administra la pelota, el “5” que corta, el “2” que se anticipa, los “laterales” que “se mandan al ataque”. Todo eso es 1 posible, pero teniendo en claro el “estilo de juego” del que hablábamos en el punto 2. 4. La disciplina –tanto dentro del equipo como en la organización– crea las condiciones para el desempeño del equipo. Los grupos se convierten en equipos mediante la acción disciplinada. Le dan forma a un propósito común, convienen metas de desempeño, definen un enfoque de trabajo común, desarrollan niveles altos de habilidades complementarias y se hacen mutuamente responsables por los resultados. Entendamos la disciplina como “cosa ordenada”… lo que nos lleva a una cuestión de ser previsibles. Esta condición nos lleva a un nivel de estabilidad en cuanto a las reglas a seguir que forman la “cultura” del equipo. LA NECESIDAD DE LOS EQUIPOS Para el autor, los equipos deben ser la única base del desempeño de las organizaciones, independientemente del tamaño que tengan. Las razones que esgrime pueden sintetizarse en: En cualquier situación que requiera la combinación de tiempo, habilidades, experiencias y criterios múltiples, el equipo obtiene mejores resultados que las personas que desempeñan funciones y responsabilidades limitadas. Aquí aplica el dicho “el todo es más que la suma de las partes”. Los equipos son más flexibles que los grupos grandes debido a que se pueden reunir, mejorar su eficiencia e inclusive disolverse, mejorando las estructuras y los procesos permanentes de la organización. Los equipos son más efectivos que los grupos porque tienen objetivos definidos y pueden lograr resultados complejos. Ese objetivo definido no es más que la brújula u orientación sobre “para qué lado tengo que patear”… o tener en claro “dónde está el arco”. La dinámica y la complejidad del entorno requieren que la mejora de la competitividad no pueda ser alcanzada por una sola persona, porque ello no es sostenible en el tiempo. Los equipos proporcionan una dimensión social única y, para alcanzar una alta performance, los componentes tienen que trabajar duro para crear condiciones de confianza y seguridad entre los componentes. Estas condiciones son similares a cuando un equipo (del deporte que fuera) tiene muchas “horas de vestuario”: donde todos se conocen, incluso en temas personales, familiares, etc. Ello mejora el nivel de confianza y por ende la seguridad con la cual cada miembro se siente “respaldado” por el otro. Para pensar en organizaciones del futuro con imágenes como “redes”, “horizontales” o “sin jerarquías”, deberán basarse en equipos que superan al individuo como la unidad de desempeño principal de la compañía. RENUENCIA A LOS EQUIPOS A pesar de reconocer las ventajas de los equipos, existe cierto escepticismo por la efectividad real que los equipos tienen en las organizaciones. Tres causas son las 2 que atentan contra el trabajo en equipo: carencia de convicción, incomodidad personal y riesgo, y ética de desempeño y organización débil. La primera, carencia de convicción, se produce ante la creencia de que los equipos ocasionan más problemas que soluciones, debido a que se desperdicia el tiempo en reuniones y discusiones improductivas. Otros, siguiendo esta línea de pensamiento, creen que son útiles desde el punto de vista humano, pero no favorecen la productividad y la eficiencia. Esta posición se instala por confundir a los equipos con “los comité, los consejos y los grupos de trabajo, que no son necesariamente equipos”, destacan los autores. Un conjunto de personas no se transforma en un equipo sólo porque alguien le dé ese nombre. La creencia en el trabajo en equipo es diferente a la implementación efectiva de equipos. Imagine la situación de que “a partir de mañana” Ud. comunica a todos sus colaboradores que han de “formar un equipo”… pero luego ante la menor crisis o pico de trabajo todo vuelve a ser como al principio. ¿Qué convicción cree que tendrá cada uno de ellos la próxima vez que Ud. hable de “equipo”? La segunda barrera, incomodidad personal y riesgo, está vinculada con las dificultades de las personas de relacionarse con otras personas, lo cual implica tiempo, es incierto o muy riesgoso. Por ejemplo, para quienes tienen gente a cargo, modificar su rol de poder y tener que escuchar a otros con puntos de vista diferentes a los suyos puede resultar intolerable. Además, las personas tienen que cargar con toda una historia dirigida hacia la responsabilidad y el desempeño individual. El sistema educativo (como señaláramos anteriormente) y el organizacional (de recompensas, en muchas empresas) están basados en las personas y no en el grupo. Por último, la ética de desempeño organizacional débil plantea las dificultades que tienen las organizaciones para comprometerse plenamente con una cultura que fomente el trabajo en equipo. En la medida en la que existe una centralización en la toma de decisiones en los mandos más altos, que luego baja hasta su implementación operativa, se socava el valor que para las organizaciones tienen los equipos. Deberá asumirse un desafío tendiente a reemplazar las estructuras y enfoque directivos centrados individualmente por diseños orientados hacia equipos. Pero, además, la organización deberá poseer una fuerte ética del desempeño… si no todo tendrá poca importancia o incluso resultará dañino, explican los autores. Hasta aquí ya se podría decir que se han distinguido algunas características de los equipos, pero avancemos sobre la definición que ensayan los autores: Un equipo es un número pequeño de personas con habilidades complementarias que están comprometidas con un propósito común, con metas de desempeño y con una propuesta por la que se consideran mutuamente responsables. Los aspectos esenciales de la definición son: Número pequeño: “prácticamente la integración de todos los equipos que hemos conocido, de los que hemos leído, o escuchado, de los que hemos participado, ha oscilado entre dos y veinticinco personas”, explican los autores. El tamaño de un equipo dependerá del propósito, las metas de desempeño, el enfoque, las habilidades complementarias y la responsabilidad mutua que se le hayan 3 determinado. El número pequeño es una pauta práctica. Los equipos con demasiados integrantes tienen dificultades logísticas, de integración (puede haber “internas” o “camarillas”) y de definición de propósitos y responsabilidad conjunta. Habilidades complementarias: los equipos necesitan desarrollar una correcta mezcla de habilidades. Estas habilidades se pueden clasificar en: Conocimientos técnicos o funcionales: es importante que existan distintas especialidades para alcanzar mayor eficiencia que incorporar solamente especialistas de una sola disciplina. (¿Se imagina a TODA la EESS con expertos en una misma especialidad?) Habilidades en la solución de problemas y toma de decisiones: los equipos deben estar en condiciones de identificar los problemas y las oportunidades que deben enfrentar, evaluar las opciones necesarias e implementar las decisiones. Podrán iniciarse los equipos sin que todos tengan estas habilidades, pero deberán desarrollarlas durante la vida del equipo. Esto equivale a “bajar” los niveles de autoridad donde más se necesiten… en la playa, en la tienda, en el lubricentro… y esto es cerca del cliente. Habilidades interpersonales: los propósitos comunes y la construcción de la confianza sólo son posibles de alcanzar con una comunicación efectiva y mediante la resolución constructiva de conflictos. Esto es posible si los integrantes se animan a correr riesgos, escuchar en forma activa y reconocer los intereses y logros de los otros. Todos deben “reconocer” algo del otro, algo que le aporta… algo que lo motiva… algo que le permite un mejor desempeño individual. Compromiso con un propósito común y metas de desempeño. El propósito de un equipo y sus metas de desempeño van juntos. ¿Qué significa esto? 1. Un propósito común, significativo, establece la aspiración: los equipos necesitan que la alta gerencia valore los propósitos y productos del resultado de su trabajo. Deben conocer el “espacio de decisión”, es decir, los límites y el alcance de su autoridad. Los equipos efectivos dedican suficiente tiempo a determinar con claridad los propósitos de su existencia. Esta definición es clave para mantener la cohesión y la motivación de sus miembros. ¿Qué implica el “jugar por el campeonato”?: ¿ser la mejor estación de la ruta… de la zona… de la Red? 2. Las metas de desempeño específicas son parte integral del propósito: las metas específicas y medibles permiten darle forma al propósito. Para ello es necesario definir un producto del trabajo en equipo, desafiante pero alcanzable, y cuyo cumplimiento irá fortaleciendo la autoestima de los integrantes. Al mismo tiempo permitirá evaluar el progreso y las responsabilidades que implica. “Ser el mejor… ¿qué cosas implica?: ¿cómo nos vamos a medir?” 3. Compromiso con una propuesta común. Es indispensable para los equipos definir la metodología de trabajo. Necesitan dedicarle a este aspecto tanta cantidad de tiempo como se dedica a definir los propósitos. La propuesta de trabajo deberá incluir aspectos económicos y administrativos (cantidad de tiempo similar entre los miembros, roles y forma de decisión) y social (la manera de 4 relacionarse para construir la confianza). “En este equipo TODOS debemos ‘transpirar’ la camiseta… no solamente se premia el hecho de llevarla puesta sino el esfuerzo, el logro, “las ganas… la ‘garra’ ”. 4. Responsabilidad mutua. El equipo debe responsabilizarse de sí mismo. Esto implica que las personas deben superar el individualismo enraizado en su vida para adquirir compromiso y confianza con el propósito del equipo. Existe una diferencia importante entre “el jefe me responsabiliza” y “nosotros nos responsabilizamos”, dicen los autores. Las personas deben animarse a poner su destino en manos de otros, con el agravante de que el compromiso y la responsabilidad no se pueden obligar, así como tampoco el sentimiento de confianza en el otro. Para alcanzar el estado que el autor denomina “verdadero equipo” es necesario distinguir cinco estados, relacionando dos variables: repercusión del desempeño (impacto en la empresa) y efectividad del equipo (logro de resultados). 1. Grupo de trabajo: no tiene una necesidad de desempeño adicional importante u oportunidad que requiera que se convierta en un equipo. No existe un propósito común del equipo sino que principalmente se centra en la colaboración para que cada miembro se desempeñe mejor en sus responsabilidades y funciones. Por ejemplo: “Se colabora cuando no queda otra… o cuando tenemos tiempo”. 2. Seudoequipo: es el caso más débil en la concepción del grupo. Se reconoce a sí mismo como equipo pero no se ha centrado en el desempeño colectivo, ni tampoco ha intentado hacerlo. Inclusive atenta contra el desempeño individual y aporta menos que los grupos de trabajo a los objetivos de la empresa. En este estadío “mueren” muchísimos equipos que “creen ser” un equipo. Con el tiempo este reconocimiento decae y se pasa a la etapa anterior. 3. Equipo potencial: ha identificado una necesidad adicional del desempeño e intenta mejorar su repercusión del desempeño. Pero requiere mayor claridad de propósitos, metas o productos de su trabajo y más disciplina para una propuesta común. Aún no ha determinado la responsabilidad colectiva. Este puede ser el caso de muchos equipos comprometidos… pero en el cual el propio Operador o el Gerente a cargo no tenga “la convicción” de la cual habláramos anteriormente. 4. Verdadero equipo: en este estadio las personas están igualmente comprometidas con un propósito, metas y propuesta de trabajo comunes por los que se sienten mutuamente responsables. 5. Equipo de alto desempeño: son aquellos equipos que superan las expectativas razonables de los propios miembros. Reúnen a miembros que también están profundamente comprometidos con el crecimiento y el éxito personal mutuo. Generan pertenencia… y en grandes organizaciones a veces recelos y envidias. Por ello, a pesar de estar en el grado de desarrollo más alto, la misma organización debe “protegerlos” teniendo una cultura de fomento y recompensas adecuada. Considerando estos cinco estadios, es posible trazarse un plan de trabajo que permita ascender en la curva de desempeño de los equipos de trabajo y animarlos a 5 correr riesgos. “Es necesario que todos los integrantes del equipo estén convencidos de que los objetivos del equipo son apremiantes y que valen la pena”, definen los autores. Esta definición tiene que ver con la importancia que el propósito del equipo tiene para la empresa. Otro aspecto a considerar es la selección de miembros sobre la base de habilidades y potencial de habilidades, no por personalidad. No siempre un grupo que se inicia cuenta con las personas correctas. Esta pretensión para empezar puede resultar una utopía que paralice el trabajo del grupo. Lo más importante es lograr un equilibrio de conocimientos, habilidades y actitud hacia el trabajo con otros. Durante el desarrollo del equipo es también posible para los miembros adquirir las habilidades requeridas. Otro aspecto a tener en cuenta es el impacto que producen las primeras reuniones, en especial las opiniones y comentarios de los líderes de los equipos o ejecutivos que tengan influencia. Existen en este primer momento muchas dudas y temores que, dependiendo de las señales, es posible incrementar o desvanecer. El equipo debe determinar reglas claras de comportamiento relacionadas con la asistencia, las discusiones, la orientación hacia el producto final y la confrontación constructiva, entre otras. También es importante el tiempo que los miembros del equipo pasan juntos, sobre todo al inicio. El discernimiento creativo, así como los vínculos personales, requieren de interacciones improvisadas e informales para desarrollar su identidad. Por último, los autores destacan aprovechar el poder de la retroalimentación positiva, el reconocimiento y la recompensa. Estimular la participación o apoyar a los que asumen riesgos son aspectos valiosos para consolidar al equipo. Los autores sintetizan esta idea: “los equipos más exitosos reconocen los puntos de vista y las experiencias opuestas de sus miembros como una fuente de fortaleza. En forma similar, la responsabilidad mutua requiere de confianza e interdependencia, lo que normalmente no se desarrolla sin riesgos. Y, por último, la mayor parte de los equipos potenciales están conformados por miembros que tienen que desarrollar las habilidades que necesita el equipo después de que se han unido al mismo. Esto también implica riesgos y trabajo duro para todos”. Existen dos figuras clave para el éxito de una cultura de equipos de trabajo eficientes: los líderes de equipos y la alta gerencia. ¿Qué pueden hacer cada uno de ellos? Para los líderes de los equipos, la meta es el resultado del desempeño del equipo y no los logros individuales, incluyendo el suyo propio. El resultado del equipo requiere de una repercusión más allá de la suma de las partes individuales. Recuerden lo de “el todo es más que la suma de las partes”. Los buenos líderes de equipos tienen la humildad para saber que no tienen todas las respuestas y que no pueden tomar todas las decisiones. Además, reconocen las necesidades de los miembros del equipo. Para ello deben superar la principal barrera: el ego personal. Sin embargo, esto no implica que los equipos no decidan o no necesiten control, pero el propio equipo debe aprender a decidir y correr los riesgos para superar conflictos, crear confianza e interdependencia y trabajo constante. El líder debe desafiar los paradigmas del ejercicio del poder y ceder algo 6 de mando y de control (si no el equipo no se desarrolla). No obstante ello, deberá hacerlo cuando haya evaluado que el grupo está listo para aceptarlo y usarlo de la manera apropiada. Qué hacen y qué no hacen los líderes de equipo 1. Mantener la importancia y significado del propósito, las metas y la propuesta El equipo espera de su líder que use esa perspectiva y distancia para ayudarlo a comprometerse con su misión, metas y propuesta. Hay que cuidarse de que las opiniones no sean tomadas como órdenes y empezar a influenciar como líder con sus propósitos y no con los propósitos del grupo. 2. Crear compromisos y confianza Los dirigentes del equipo deben trabajar para crear el compromiso y la confianza a nivel individual y en equipo. 3. Fortalecer la mezcla y el nivel de las habilidades Los dirigentes efectivos de equipos prestan mucha atención a las habilidades. Su meta es clara: es un hecho que los equipos más flexibles de mejor desempeño están integrados por gente que reúne habilidades técnicas, funcionales, de solución de problemas, de toma de decisiones, interpersonales y de trabajo conjunto que necesita el equipo para su desempeño. 4. Manejar las relaciones con terceros, eliminar objetivos Tanto el personal externo como el interno del equipo dependen de sus líderes para el manejo de contactos y relaciones con el resto de la organización. Los líderes deben comunicar con efectividad el propósito, las metas y la propuesta del equipo a cualquiera que pudiera ayudarlo u obstaculizarlo. En estos casos suele funcionar como un “Help Desk” (Mesa de Ayuda) para resolver los problemas que el equipo tiene y que pueden ser “desactivados” con la ayuda del líder. 5. Crear oportunidades para otros El desempeño del equipo no es posible si el líder se adjudica las mejores oportunidades, tareas y créditos. Aquí no debe aplicar el refrán “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”, sino por el contrario, el reto esencial del líder es proporcionar oportunidades de desempeño al equipo y a los que lo integran. 6. Trabajar realmente Deben trabajar todos más o menos el mismo tiempo. No usan su rol para dedicarse exclusivamente a tomar decisiones. Cuando los riesgos personales son altos o cuando se trata de un trabajo atroz, el líder del equipo debe ser el primero en encararlo (en otras palabras, diríamos “arremangarse” o “empujar el lápiz”). En general, hay dos cosas que nunca deben hacer: Inculpar ni permitir que alguien fracase como persona y Justificar incumplimientos en el desempeño. 7 Los líderes verdaderos atribuyen el éxito o el fracaso al equipo. Cita el filósofo chino Lao Tzu al describir su punto de vista sobre el liderazgo del equipo: “En lo que se refiere a los mejores líderes, la gente no se da cuenta de su existencia. Al siguiente mejor se le honra y alaba. Al siguiente, se le teme y, al siguiente, se le odia. Cuando el trabajo del mejor líder ha concluido, la gente dice: nosotros mismos lo hicimos”. Respecto de la alta dirección, los autores consideran que deben dedicar mayor cantidad de tiempo para fomentar la creación de equipos y no exclusivamente estar sumergidos en aspectos operativos. El diseño y fortalecimiento de la cultura que valore el esfuerzo de los equipos es una tarea indispensable y únicamente puede ser realizada por la alta dirección de la organización. Los equipos se están convirtiendo en una necesidad y serán una piedra angular en la organización de alto desempeño en el futuro. Esto es posible si se fomentan políticas que permitan la instalación de los equipos y evitan que el fortalecimiento de conductas individuales hagan poco atractiva la participación en equipos. En este aspecto su responsabilidad es triple: Primero, necesita identificar qué equipos contribuirán más al desempeño. Segundo, debe saber cómo ayudar a los equipos a ascender por la curva del desempeño. Tercero, necesita conocer las diferencias en el manejo de equipos que manejan cosas, de equipos que recomiendan cosas y de equipos que fabrican o hacen cosas. Actualmente nadie discute ciertos atributos de una organización para ser excelente. Podemos mencionar, por ejemplo, orientada al cliente, informada, centrada en la calidad total y contar con equipos de trabajo. Detrás de estos títulos subyacen algunas características: 1. Resultados equilibrados de desempeño. Las empresas competitivas alcanzan resultados a través del tiempo, que las hacen competitivas. Generalmente obtienen resultados ventajosos para los empleados, los clientes y los accionistas. No confunden un medio con los fines. El resultado exitoso de su equipo no depende de “ganar un partido” sino de “jugar a ganar”. Es la diferencia entre un equipo que gana (y a veces pierde) y un equipo “ganador”. 2. Metas claras y prioritarias. Aunque le demos diferentes nombres como visión, misión, planeamiento estratégico u otros, el propósito de la compañía debe reflejar metas claras y directas que beneficien a todos los involucrados. Al mismo tiempo, deben ser comunicadas para generar adhesión racional y emocional. Esto es lo que crea la convicción de la cual hablábamos anteriormente. 3. Liderazgo comprometido y orientado. Los líderes deben transmitir a la empresa el compromiso con el desempeño como el mejor camino hacia la realización económica y personal. También esto apunta a la convicción. 4. Un grupo de trabajo consolidado, dedicado a la productividad y el aprendizaje. La incertidumbre del contexto exige una constante actitud de 8 aprendizaje y adaptación. Para enfrentar el cambio es necesario comprenderlo y evaluar alternativas para dominarlo. 5. Fuentes de ventajas competitivas basadas en la habilidad. Las empresas deben identificar sus competencias clave que les permiten diferenciarse de los competidores y lograr mejor posicionamiento. “Las habilidades básicas dependen invariablemente de las aptitudes de los equipos”, destacan los autores. Para ello es necesario que Ud. como Operador o Gerente, conozca a sus colaboradores y sepa el grado de aptitud que cada uno posee. 6. Comunicaciones abiertas y manejo del conocimiento. Para muchos observadores el conocimiento, en los negocios actuales, es tan importante como el capital y el trabajo. Pero, además de la “tecnología de la información", es necesario focalizarse en los valores compartidos que fomentan las comunicaciones abiertas y el manejo del conocimiento. Finalmente, los autores señalan lo que parecen ser 3 acuerdos generales: Los diseños de la organización futura buscarán estructuras más sencillas y más flexibles que las jerarquías con fuertes niveles de mando y control que han prevalecido en el siglo veinte. Se logrará un equilibrio tendiente a organizar el trabajo y el comportamiento alrededor de los procesos, en lugar de las funciones o tareas. Se insistirá en la creación de equipos como la unidad de desempeño fundamental de la compañía. Como Ud. podrá apreciar, la “sabiduría” de los equipos es semejante a un check list de “cosas obvias” y que permiten compararlos con la relación de las células cardíacas: cada una puede “latir” de acuerdo con una frecuencia, pero todas juntas son las que le dan el “ritmo único” que tiene un corazón, y que funciona como los buenos equipos: son generadores de vida. 9