2004 04 15 Carta N 15

Anuncio
N° 15
SUPERIORA GENERAL
FRANCISCANAS MISIONERAS DE MARÍA
Via Giusti, 12
00185 - ROMA
Roma, 15 de abril 2004
Queridas Hermanas,
Durante la visita a la provincia de Alemania-Austria-Bosnia-Hungría y Eslovenia, haciendo
una gira por Odzak y sus alrededores descubrimos una región devastada por la violencia y los
odios fratricidas. Casas quemadas, en ruinas, abandonadas, bosques destruidos – un verdadero
desastre ecológico –se entremezclaban con edificios restaurados que parecían nuevos, campos
cultivados y flores de primavera. Todo nos hablaba del sufrimiento de los pueblos aún
reciente, pero también de sus frágiles esperanzas ante un futuro que todavía puede ser posible.
Ante estas imágenes, se despliegan otras muchas, las que vemos cada día en las pantallas de
nuestra televisión, o las que Internet nos surte abundantemente: guerras, atentados, amenazas,
levantamientos, discriminaciones, terremotos, inundaciones ... Imágenes que corresponden a
la mayoría de nuestras provincias, países donde en solidaridad con aquellos y aquellas que se
sienten abrumados por la amargura y la desesperación, vivimos la bienaventuranza de los
afligidos (cf. Mt 5,5).
La realidad despiadada de los acontecimientos y situaciones de hoy, lo que vemos y
escuchamos aquí y allá, lo que compartimos diariamente, son la raíz del desánimo y la
decepción, de la pérdida de confianza e incluso de confusión. Y esto hace sufrir. El drama de
tantos seres humanos nos afecta profundamente, pero nos sentimos desprovistas e impotentes.
Como los discípulos de Emaús, después de Pascua, no comprendemos los acontecimientos
que vivimos. No obstante, esperamos y soñamos en un mundo mejor, el que Dios quiera para
nosotras. (cf. Lc 24, 13-35). ¡Lo creemos! Hoy todavía, Dios ve la miseria de su pueblo, escucha
su grito y conoce sus angustias (cf. Ex 3, 7).
Mirar el mundo y sus realidades desde una perspectiva femenina, como lo hemos escrito en
nuestro documento capitular1 es discernir la presencia de Dios que actúa y consuela a su
pueblo (Is 49, 13) como una madre consuela a su hijo (Is 66,13). Pascua, el gran misterio del
amor de Dios hacia nosotros por medio de Su Hijo, de su presencia para siempre con nosotros
por Su Hijo (cf. Mt 28,20); Pascua que nos muestra el camino a seguir: Amar al mundo, tanto
como Dios amó al mundo (Jn 3, 16), abrir nuestro corazón al sufrimiento humano, como
mujeres de Evangelio discípulas de Cristo2 para que en nosotras y por nosotras, todavía hoy,
Dios se haga compasión, defensa de la vida, bondad, ternura3; es contemplar el rostro de
Cristo desfigurado por nosotros y transfigurado por Dios, para descubrir Su Obra en los
gemidos de nuestro mundo y en las semillas de vida que están enterradas.
1
cf. Documento capitular 2002, En el mundo de hoy 2
cf. Documento capitular 2002
3
cf. Documento capitualar 2002, En el mundo de hoy 2.1
2
Discípulas, no lo somos de una vez por todas. Nos hacemos sin cesar por la fuerza del
Espíritu que nos enseña todas las cosas y nos hace volver a recordar todo lo que el Maestro
nos ha dicho (cf. Jn 14, 26) para pensar y sentir como El. Viviendo Su elección y Su misión,
llegamos a alcanzar, por lo que somos y hacemos, a un gran número de personas que creen se
puede construir un mundo de paz, de amor y de justicia.
Discípulas, no lo somos solas. Entregándonos libremente al Padre, en seguimiento de Cristo,
nuestras vidas, al darse, crean una comunidad nueva, la comunidad de discípulas donde se
puede vivir por encima de toda raza, lengua y nación. Osar vivir como hermanas, como
hemos escrito, para ser signo profético en un mundo dividido4 en un mundo donde el
individualismo y la violencia, sin cesar, van ganando terreno. Juntas, ser testimonios de la
reconciliación de los pueblos, tal y como nos invitan nuestras Constituciones5, es vivir el
perdón en nosotras, entre nosotras y con los demás, sobre todo allí donde las heridas debidas
al racismo, al pasado colonialista, a la guerra o a cualquier otra razón grave, son todavía
obstáculos auténticos para nuestra comunión universal6. Esta es la esperanza del Reino, en
un mundo que parece haber perdido sus sueños de futuro; es un proyecto de vida, un
itinerario, una experiencia pascual que anuncia, por la palabra adecuada y el valor de un
gesto fraterno7, la Paz de Cristo Resucitado.
En el último Capítulo general del 2002, hablamos frecuentemente sobre las urgencias y la
necesidad de una reestructuración de nuestras provincias. A través de nuestro compartir e
intercambios, sentimos entonces la necesidad de vivir “como cuerpo un dinamismo de
planificación, de reestructuración, para buscar y arriesgarnos a nuevas formas de presencia y
misión, por un compartir mayor de nuestros recursos asumiendo si fuera necesario el riesgo
de cambiar nuestras fronteras personales y geográficas”8. Sin embargo, el Capítulo general no
creyó necesario, someter a voto la reestructuración como una de las prioridades del Instituto,
para los próximos años. En Consejo general lo hemos mantenido y nos hemos comprometido
a ello con la ayuda de Hna. Micheline Tremblay, religiosa canadiense de la Santa Cruz, que
acompaña a varias congregaciones religiosas entregadas a la misma tarea.
En varias provincias el futuro es bastante incierto, frágil, y a veces inquietante. Es verdad que
no depende totalmente de nosotras, puesto que es un don que hay que recibir. Sin embargo,
estamos invitadas a prepararnos para acogerlo, si no ¿cómo podríamos ser capaces de aceptar
un futuro más modesto, diferente, pero más verdadero y normal en relación a lo que somos, y
a la vez estar presentes en el mundo para vivir la Misión, nuestra razón de ser? Se imponen
dos opciones esenciales con sus riegos y gozos. Nos pide vivir con confianza el paso que
estamos llamadas a dar, porque Dios sigue teniendo designios sobre nosotras. Nos da un
porvenir y una esperanza (Jr 29, 11).
En los últimos números de Lazo hemos compartido las decisiones tomadas en el Consejo
general, respecto a Suiza, por una parte, y a Guayana-Guadalupe, por otra, dos entidades del
Instituto que han afrontado directamente esta realidad. Ante la petición de las hermanas, en
Consejo general revisamos su situación, y después de varios meses de reflexión, de
4
cf. Documento capitular 2002, En el mundo de hoy 4
cf. Const.7
6
cf. Documento capitular 2002, Enviadas a la misión universal, Líneas de acción 1
7
cf. Oración Eucarística para las asambleas
8
cf. Compartir de un grupo de trabajo durante el Capítulo general de 2002
5
2
intercambios y discernimiento juntas, estas dos provincias se han convertido en regiones, a
partir del 31 de octubre 2003.
Ante la disminución del número y el aumento de la edad media, las hermanas de Suiza han
constatado, cada vez, más la dificultad de mantener todas las estructuras. Después de
consultar a las hermanas de la región, en Consejo general hemos nombrado un equipo
regional, formado por Hna. Madeliene Kayser, Hna. Susanna Kim y Hna. Odette Podvin, que
durante dos años se encargarán de la animación y gobierno de la región. Dentro del equipo,
cada una, en colaboración estrecha con las otras dos, asume responsabilidades bien precisas y,
juntas, animan y acompañan la región, a partir de su proyecto y de sus compromisos. Con la
ayuda de Hna. Françoise Pécresse, secretaria general, han elaborado como región las
estructuras de animación y de gobierno que mejor responden al momento histórico actual y a
sus necesidades; estructuras que nosotras hemos aprobado.
Acompañadas por Hna. Françoise Massy y Hna. Sue Philips, consejeras generales, las
hermanas de Guayana y Guadalupe han hecho con gran valor y fe un camino que nos ha
conducido a opciones diferentes de las que conciernen a Suiza. Su situación particular en el
interior del continente y su realidad actual nos hacían entrever un futuro muy precario, con
posibilidades y medios que iban menguando cada vez más. Después de haber rezado mucho,
reflexionado y dialogado con ellas, en Consejo general hemos tomado la decisión de
retirarnos definitivamente de Guayana-Guadalupe, entre enero y junio de 2005. Hemos
nombrado a Hna. Paulette Françoise y Hna. Winnie Nacua como equipo regional que
acompañarán el proceso hasta la retirada definitiva. Esta grave decisión nos afecta a todas
que, como Instituto, formamos un mismo Cuerpo y que juntas somos corresponsables de sus
elecciones, orientaciones y misión. Va a afectar sin duda , a las Iglesias locales y a la gente
que desde tantos años dependía de nuestra presencia y de nuestra misión en Guayana y
Guadalupe, y también en Surinam han sido testigos de nuestra búsqueda, nuestro caminar y
nuestras profundas transformaciones, ofreciendo su acogida y su apoyo para que nuestro
carisma siga dando fruto en esos lugares donde había sido sembrado. Como a los discípulos
de Emaús, los acontecimientos nos superan. Frente a esta opción, la paz y la confianza de
nuestras hermanas de Guayana y de Guadalupe nos dicen que, en medio de su sufrimiento y
en este momento particular de su historia, una historia rica de un pasado y de un presente
generoso en respuesta a las llamadas de las Iglesias y las sociedades, el Señor mismo las ha
alcanzado y camina con ellas (Lc 24, 15). ¿Podemos hacernos también nosotras cercanas a ellas
por nuestra oración agradecida, que entrega a Dios la misión de Guayana-Guadalupe que El
nos había confiado?
En Consejo general hemos visto la necesidad de dar un paso más en este proceso de
reestructuración. Y así hemos hecho una primera experiencia del 19 al 21 de febrero,
invitando a las provinciales de Alemania-Austria-Bosnia-Hungría-Eslovenia, de BélgicaHolanda-Féroé-Islandia, de Francia e Italia, a reunirse con nosotras y la representante de la
región de Suiza, para establecer jalones de colaboración con vistas al futuro. Está previsto
otro encuentro para el mes de octubre, en el que el Consejo general se reunirá de nuevo con
las provinciales de Alemania-Austria-Bosnia-Hungría-Eslovenia, Polonia y Ucrania y la
delegada de Rusia, para estudiar la presencia del Instituto en Europa Central y Oriental. A
estas reuniones, ciertamente, se sumarán otras más con provinciales de otros continentes,
según las necesidades. Las realidades que vivimos actualmente crean nuevas necesidades que
nos apremian a intensificar la colaboración entre nosotras. No obstante, estas reuniones
parciales de provinciales9 no reemplazan de ninguna manera las reuniones continentales, que
9
Código complementario
3
permanecen como lugar de reflexión para las cuestiones y situaciones que tocan la vida y la
misión de un continente.
Provincias de edad avanzada y provincias más jóvenes tienen que afrontar cada vez más
situaciones sin respuesta. A nivel general, también tenemos que afrontar las mismas
realidades. Si de una parte nos preocupa la edad, nuestro número que decrece, la falta de
hermanas para asumir responsabilidades y responder a las necesidades, comunidades que se
cierran, dificultades para enviar hermanas fuera de su provincia de origen, etc... el futuro del
Instituto del mañana nos interpela. ¿Cómo tendrán que prepararse las nuevas generaciones
para forjar el Instituto de mañana? ¿Cómo podríamos juntas, hermanas de diferentes culturas,
generaciones y provincias, actualizar cada vez más nuestro carisma y aportar nuestra
contribución a las necesidades de nuestra época, de una manera realmente nueva?
Estos interrogantes que nos habitan, deseamos escucharlos junto a todas las provinciales, las
delegadas de Rusia y de la Casa General, la representante de Suiza y las maestras de
novicias10, personas claves en la vida y futuro de sus provincias/ regiones y del Instituto. Los
cambios y las crisis que vivimos con muchas, en la Iglesia y en el mundo, nos ofrecen
oportunidades de renovación, de nuevos lanzamientos. Nuestras dificultades y límites
actuales, nuestra pobreza y nuestra vulnerabilidad son un tiempo favorable, un Kairos, que
nos empuja a lo esencial para acoger en la fe, para hoy y para mañana, el don de nuestro
carisma que Dios sigue dándonos para nosotras y para el mundo. Nuestra responsabilidad, de
todas y de cada una, es grande.
Seguir a Cristo, como mujeres apasionadas por El11, es, con María Magdalena (cf. Jn 20,11...),
dejar la inquietud y dar espacio a una profunda confianza en Dios, que nos hace discípulas en
seguimiento de Jesús para continuar Su misión, Su gran proyecto de Vida; es también acoger
el Espíritu de la verdad (cf. Jn 16,13...) que nos abre plenamente a la conversión, a la
transformación, a la novedad, dejando que Dios haga su Obra en nosotras y por nosotras.
Nuestras comunidades, nuestros compromisos, nuestra formación, nuestras opciones ¿son el
lugar dónde, juntas y personalmente, nuestra identidad de discípulas se modela, se confirma y
se afianza?
Mientras en este año celebramos el centenario de su Pascua, María de la Pasión nos vuelve a
decir de qué manera participaba ella en las angustias de su época... Mujer de su tiempo, en su
tiempo, la gracia actuó en ella a través de los acontecimientos de su vida, dejándose
transformar por el don de la Paz que Cristo Resucitado nos ofrece. He orado sobre estas
palabras, escribía: “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz” ; desde
hace algunos meses son mi punto de reflexión. He pedido a este Cordero que me dé la paz y
que la dé también al mundo... Me he ofrecido, también con él, para obtener la paz del
mundo12. Podremos decir cada una con ella: ¿Pertenezco al Evangelio?13
Con gran afecto fraterno,
CHRISTIANE MÉGARBANÉ
f.m.m., Sup. gral.
10
Encuentro de provinciales y de maestras de novicias, del 14 al 26 de junio 2004
cf. Documento capitular 2002, Discípulas
12
Notas espirituales 58, abril 1883
13
cf. al Padre Rafael, el 1º de julio, 1890
11
4
Descargar