LA IMPORTANCIA DEL I+D+I EN LOS MODELOS DE CRECIMIENTO

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LA IMPORTANCIA DEL I+D+I EN LOS MODELOS DE CRECIMIENTO
Guillermo de la Dehesa, Chairman du CEPR, Centre for Economic Policy
Research y President du Steering Comité de la ESCP-EAP
En las últimas cinco décadas de desarrollo de modelos de crecimiento,
se han producido cambios fundamentales que van mejorando el conocimiento
sobre los factores que determinan la tasa de crecimiento de los países. El
progreso técnico ha pasado de considerarse exógeno a ser endógeno; los
rendimientos a escala de la acumulación del capital han pasado de ser
decrecientes a ser constantes o crecientes; de la mayor importancia del capital
físico para el crecimiento se ha pasado a la del capital humano y de ser poco
importantes las políticas económicas para crecer han pasado a ser
fundamentales para incentivar el conocimiento, la investigación, el desarrollo y
la innovación para alcanzar un crecimiento sostenido a largo plazo.
Los primeros modelos neoclásicos de los años 50 y 60 de Solow, Swan,
Cass y Koopmans establecían que la producción aumenta con la utilización y
la acumulación del capital físico y del trabajo, los dos factores productivos
fundamentales, y su productividad conjunta crece, a largo plazo, a una tasa
dada de progreso técnico que es totalmente exógeno al modelo. Como la
acumulación de capital físico muestra rendimientos decrecientes a escala, llega
un momento en el que se alcanza un “estado estable” en el que el stock de
capital crece en línea con el PIB y la relación capital/producto tiende a ser
constante a largo plazo. Estos modelos permiten, dada la existencia de
rendimientos decrecientes o constante a escala, que exista convergencia de
crecimiento a largo plazo entre los países que tienen menor acumulación de
capital físico con los que la tienen mayor.
El contraste empírico posterior de estos modelos mostró, por un lado,
que dicha convergencia de renta por habitante entre los países no es absoluta
sino sólo condicional, es decir, entre países con tasas de ahorro y de
fecundidad muy similares (Barro) y, por otro, que los países crecen en mayor
medida por la contribución del progreso técnico exógeno, o productividad total
de los factores (PTF) (es decir el llamado “Residuo de Solow”, que explica
aquel crecimiento que no se deriva de la acumulación de capital y trabajo) que
por la mera acumulación endógena de capital y trabajo (Denison).
Esta teoría neoclásica, en la que el progreso técnico es exógeno, fue
desafiada, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, por los
nuevos modelos denominados de “crecimiento endógeno” en los que el
progreso técnico es endógeno. Los modelos de Romer, Lucas, Rebelo y
Aghion y Howitt, explican que el crecimiento a largo plazo está explicado por
factores endógenos y que las políticas económicas tienen un peso mucho más
importante en el crecimiento, al relajar el supuesto de rendimientos
decrecientes del capital y al hacer que el progreso técnico sea endógeno al
modelo y que la acumulación de capital físico y especialmente de capital
humano genere rendimientos constantes o incluso crecientes a escala.
Además, algunos de estos modelos (Romer y Lucas) introducen
“externalidades” en el stock acumulado de capital humano, en el sentido de
que aunque las empresas inviertan en conocimiento privado con rendimientos a
escala decrecientes, estos contribuyen finalmente al stock de conocimiento
público con lo que sus rendimientos sociales devienen crecientes. En unos
casos, estas externalidades se consiguen por el aprendizaje a través de la
experiencia o “learning by doing” (Arrow, Romer y Young), es decir que las
nuevas ideas pueden surgir del uso continuado de las antiguas. En otros casos,
se consiguen a través de la investigación, el desarrollo y la innovación (Romer,
Grossman y Helpman y Aghion y Howitt). Con estos modelos, la tasa de
crecimiento a largo plazo se vuelve endógena ya que depende de que las
decisiones de inversión en capital humano y en I+D+i con rendimientos
constantes o crecientes a escala aceleren la tasa de progreso técnico y la
productividad total de los factores (PTF).
Son, por tanto, las externalidades que genera la acumulación de las
ideas y del conocimiento las que pasan a primer plano en el crecimiento, ya
que como señalan Arrow, Romer y Jones, las ideas son independientes de los
objetos y además, a diferencia de estos no son rivales, es decir, que mientras
que la utilización de un objeto (un átomo, un ordenador o un automóvil) excluye
su uso por otra persona, las ideas y el conocimiento pueden utilizarse al mismo
tiempo por todo el mundo sin excusión alguna de otras personas.
Una vez que se ha inventado el diseño de un chip, puede ser utilizado en
todo el mundo sin tener que reproducirlo en cada chip. Esto significa que el
crecimiento económico puede ser sostenible incluso en el caso de que los
objetos, o las materias primas de las que están hechos, sean finitos ya que a
través de las ideas y el conocimiento se pueden encontrar nuevas formas de
organizar los átomos para producir más objetos con los mismos átomos. Por lo
tanto, es razonable asumir que si los factores de producción que son rivales
(trabajo, capital y suelo) tienen rendimientos constantes a escala, las ideas no
rivales hacen que el conocimiento produzca retornos crecientes.
Cada nueva idea es, a su vez, creada por la investigación, el desarrollo y
la innovación, por lo que si las externalidades existen con las ideas y el
conocimiento también tienen que existir con las actividades de I+D+i.
Griliches ha demostrado que los rendimientos de la inversión privada en I+D+i
tienden a ser dos veces mayores que la inversión en capital físico y además se
duplica si se tienen en cuenta sus efectos “derrame” (spillover) a otras
empresas del mismo sector.
Este tipo de crecimiento basado en la continua innovación es un proceso
de “destrucción creadora” “a la Schumpeter”, en el que cada nueva idea,
conocimiento o cada nuevo producto de mayor calidad, tecnología y variedad
destruye las oportunidades de mercado de las ideas y de los productos más
viejos y de calidad y diferenciación menores (Grossman y Helpman, Aghion y
Howitt y Romer). En un estudio sobre la economía de EEUU, Jones estima que
entre 1950 y 1993, el aumento de cuatro años más de escolaridad explican un
30 por ciento del crecimiento de la producción por hora trabajad y que el
restante 70 por ciento es atribuible al aumento del stock de ideas en dicho
país. Mohnen, ha encontrado que, en los países de la OCDE, el crecimiento de
la inversión en I+D+i es responsable del 40 al 60 por ciento de la productividad
de los factores (PTF).
Ahora bien, la idea de los rendimientos crecientes a escala entra en
conflicto con la competencia perfecta ya que la remuneración de las viejas
ideas no rivales, de acuerdo con su coste marginal corriente, que es cero, no
produce ningún premio o incentivo al esfuerzo de investigar para crear nuevas
ideas. De ahí que se introduzca un sistema de competencia imperfecta o
monopolística en el que haya que proteger la consecución de nuevas ideas o
invenciones con un período de explotación de la patente en régimen de
monopolio que permita resarcirse del coste del esfuerzo investigador.
Naturalmente, no todas las ideas, invenciones o desarrollos de
productos son iguales. Existen grandes invenciones revolucionarias, como
han sido la máquina de vapor, la electricidad, el motor de combustión, el
ordenador o microprocesador o Internet, que se han convertido en tecnologías
de aplicación general ya que han cambiado la forma y organización de los
procesos productivos. La gran mayoría de las nuevas invenciones sólo han
sido pequeñas mejoras incrementales de determinados procesos productivos
o productos o servicios.
La adaptación rápida a las nuevas invenciones o tecnologías da una
ventaja muy importante a las empresas o países que lo logran ya que devienen
más productivos, eficientes y competitivos, al reducir los costes y aumentar la
productividad, frente a los que no lo consiguen. Por ejemplo, el mayor y más
rápido uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC)
por parte de EEUU, frente a la Unión Europea (UE), ha contribuido a que la
productividad total de los factores haya amentado en el primero un 60 por
ciento, frente a un 40 por ciento de la segunda (O’Mahony y Van Ark).
Más recientemente, Aghion y Howitt han desarrollado un modelo
explicativo de las diferentes tasas y niveles de crecimiento de EEUU y de la UE
y porqué esta última se ha quedado atrás respecto al primero. Dicho modelo
distingue entre el país más avanzado, que está en la frontera tecnológica,
como es el caso de EEUU hoy, en el que la innovación es su principal
fuente de crecimiento y los países que están por detrás, que no desarrollan y
utilizan las tecnologías más avanzadas sino las existentes cada vez con
mejores métodos de producción.
La primera novedad de este modelo es que las políticas
macroeconómicas que son más eficaces en el país situado en la frontera
tecnológica pueden no ser las más adecuadas para los países que se sitúan
detrás de él. Por ejemplo, en el país situado en la frontera, el crecimiento
depende cada vez más del nivel de educación universitaria de la fuerza
laboral, mientras que en los situados detrás dependen todavía más en el peso
de la educación secundaria en el total de la población empleada, pero tendrán
que ir aumentando la universitaria si quieren acercarse a dicha frontera.
La segunda novedad es la utilización de la “destrucción creadora” que
establece que aunque la mayor parte de los modelos ensalzan la acumulación
de capital, resulta que puede ser a veces mucho más eficiente destruirla. Es
decir, el crecimiento de un país suele ser más rápido, conforme se acerca a la
frontera tecnológica, si se mantienen los mercados totalmente abiertos a la
entrada de nuevas ideas o nuevos competidores que o bien expulsan del
negocio a las ideas anteriores o a las empresas establecidas o bien las
incentivan a invertir para poder sobrevivir. En EEUU la tasa de mortalidad y de
fertilidad empresarial es mucho más elevada que en la UE.
La tercera novedad del modelo se refiere a las políticas
macroeconómicas ya que frente a la idea de muchos economistas de que la
política fiscal y financiera debe de aplicarse a corto plazo en una economía, el
modelo establece que una política macroeconómica anti-cíclica puede
ayudar al crecimiento a largo plazo. En los países que tienen mercados
financieros más desarrollados, como en EEUU, las empresas más sanas
pueden conseguir también financiación durante las recesiones, mientras que en
aquellos países con mercados financieros menos desarrollados, como los de la
UE (salvo Reino Unido), es necesario que las políticas macroeconómicas se
dirijan a a suavizar el ciclo y a evitar recesiones para impedir perder muchas
empresas viables. La realidad es que la política fiscal en la UE ha sido procíclica, expansiva en las fases de auge del ciclo y restrictiva en las fases
recesivas.
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