22/05/11 - “Ya esperamos un año y no hemos recibido ninguna ayuda, ni siquiera la bolsa solidaria; todo fue una mentira porque en la comunidad todos seguimos esperando una respuesta del presidente”, expresa Salomé Nolasco, vecina de la aldea Chicovix, Zunil, Quetzaltenango, donde 12 familias perdieron sus casas y pertenencias debido a un devastador deslave, del cual aún quedan cicatrices. A ese municipio llegaron el presidente Álvaro Colom y su ahora ex esposa Sandra Torres para ofrecer ayuda; sin embargo, los vecinos aún esperan. “La primera dama dijo que se casó con el pueblo pobre de Guatemala, pero a saber qué pueblo, porque nosotros seguimos afectados y yo ya estoy cansada de tantas vueltas que hemos hecho”, afirma Nolasco. Su percepción no es equivocada, pues, según Karin Slowing, de la Comisión Nacional de Transformación, a cargo de la reconstrucción, solo se ha avanzado 9.6 por ciento en la tarea, debido a dificultades financieras y límites en techos presupuestarios. Un año después Durante los días que duró, Ágatha golpeó fuerte al país: dejó 160 muertos, 79 heridos, 37 desaparecidos, 111 mil 20 albergados y 168 mil 59 evacuados, muchos de los cuales aún no recuperan su vida normal. Deslaves y derrumbes dañaron 38 mil 389 viviendas, así como 22 carreteras principales y 161 puntos en caminos secundarios. Destruyó 46 puentes y debilitó estructuras en otros 116, según la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred). Mucha de esa infraestructura afectada o dañada continúa prácticamente igual, pese a que está por cumplirse un año de ese desastre. A las puertas del nuevo invierno, el temor resurge en Chicovix, donde ya se limpió el deslave que se llevó varias casas, aunque los pobladores se negaron a ser reubicados, mientras en las zonas 2 y 5 de la cabecera de Quetzaltenango prevalece el riesgo de inundación, pero la percepción de vulnerabilidad se extiende a otros lugares. La tormenta La tormenta Ágatha se hizo sentir en Guatemala el 29 de mayo del 2010, a eso de las 7 horas; el país llevaba ya dos días en emergencia debido a la erupción del Volcán de Pacaya, el 27 de mayo. Solo en el primer día, la tormenta dejó 12 muertos, y muchos de los daños de aquel día aún siguen sin reparar. En San Lucas Tolimán, Sololá, 550 familias perdieron sus viviendas y siguen sin tener una propia; en la aldea Pixabaj, la mayor área de producción de legumbres de ese departamento, los agricultores siguen sin poder sacar sus productos, ya que la carretera sigue intransitable. En Sacapulas, Quiché, fueron destruidos los puentes Tzununul, que permitía el paso sobre el río Chixoy hacia Huehuetenango, y el Fray Bartolomé, sobre la carretera a Huehuetenango y Alta Verapaz. El paso sigue restringido en ambos puntos. Otra área de Quiché afectada es el puente bailey sobre el río La Vega de Godínez, cuya destrucción dejó incomunicado a Quiché con Chimaltenango y Guatemala vía Pachalum, San Martín Jilotepeque, San Juan Sacatepéquez. La Costa Sur también afrontó los embates de Ágatha: en Tiquisate, Escuintla, el tramo carretero utilizado para sacar los productos hacia El Semillero quedó inhabilitado por tres días; sin embargo, la precariedad de la reparación del puente hace evidente el riesgo de volver padecer en el próximo invierno, ya que solo fue rellenado con tierra blanca y cemento a las orillas. Mientras, en el kilómetro 120, en el acceso a Tiquisate, en Río Bravo, Suchitepéquez, la mitad de la carretera sigue derrumbada y a merced de una nueva crecida del río. En Palín, Escuintla, vecinos de cinco colonias fueron afectados por las corrientes de agua y escombros procedentes del Volcán de Agua, y las zonas 2 y 3 de ese municipio quedaron anegadas. “Algunas familias hemos abandonado las casas, otras las han puesto en venta, pero nadie quiere comprarlas, por el peligro que se corre al vivir en el sector”, dice María Rodríguez, residente en el lugar. En los municipios El Jícaro y El Rancho, en El Progreso, los poblado- res aseguran que la situación está como si la tormenta hubiera sido hace unos días, ya que la conexión hacia la carretera al Atlántico sigue destruida. La municipalidad, ante la falta de respuesta del Gobierno, construyó una rampa para subir al puente que quedó, pero es una solución frágil. La desolación persiste En localidades como Xepanil y Santa Apolonia, Chimaltenango, además de las pérdidas materiales hay recuerdos que no sanan. Mario Suy vio morir a 11 de sus familiares, arrastrados por la corriente, sin poder auxiliarlos. Junto a su hijo Elías visitan periódicamente el lugar donde perdieron a su familia. “Han sido meses difíciles de superar, ya que somos muy pobres; durante seis meses no pude trabajar, pues tuve que cuidar a mi hijo que resultó fracturado”, cuenta Suy, quien no recibió mayor ayuda. En Xepanil, 50 familias se han dedicado a descombrar sus casas en busca de materiales reutilizables para levantar un techo; nunca recibieron lo que el Gobierno les ofreció y prefieren regresar a sus propiedades. “Tenemos miedo de que en el nuevo invierno haya otro desastre, pero no tenemos a dónde ir”, afirma Delfina Cuá, vecina. Sin casa y sin agua La falta de agua entubada es otro problema persistente. En la aldea Tzanixnam, a 40 kilómetros de la cabecera de Totonicapán, los manantiales quedaron sepultados. A veces los problemas tienen componentes colaterales. Tal el caso del puente Jumaj, que une las zonas 1 y 6 de la cabecera de Huehuetenango, es patrimonio histórico y no ha sido reparado debido a que se necesita una autorización del Instituto de Antropología e Historia; sin embargo, los vecinos prefieren que se construya otro . Siempre en Huehuetenango, en la ruta a Huista, en la comunidad El Zapote, un derrumbe ocurrido hace un año aún bloquea un carril de la carretera. Ante los rezagos descritos bien se podría recrear el famoso relato El Dinosaurio del guatemalteco Augusto Monterroso: “Cuando despertó, Ágatha todavía estaba allí”.