HOMILÍA PARA LA COMUNIÓN EL NIÑO OLVIDADO Javier Leoz

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HOMILÍA PARA LA COMUNIÓN
EL NIÑO OLVIDADO
Javier Leoz
Diócesis de Pamplona y de Tudela
(Peralta-Navarra)
Llega uno de esos días en los que, después de una gran preparación, viene a nuestro encuentro Jesús en la
Primera Comunión.
Hoy, pensando estas palabras, me imaginaba vuestro corazón. ¿No será como una casa que, a punto de llegar
un buen amigo, ha sido acondicionado con una sincera confesión, con una limpieza fondo y sobre todo dejando el mejor
lugar para él? ¿Sabéis quién es ese AMIGO –con mayúsculas- que hoy entra a vuestro corazón? ¡Así es ¡ ¡JESÚS! Ojala,
que conforme vayáis creciendo, lo digáis con la misma fuerza que en este día lo afirmáis delante de vuestros padres,
sacerdotes, catequistas y….delante de Dios.
1.Me vais atender un momento, pequeños y mayores, mayores y pequeños…a esta anécdota que nos hace caer
en la cuenta de la importancia de este momento sacramental, cristiano, divino…..
En cierta ocasión una madre iba con su hijo pequeño abrazado en su regazo cuando, al pasar por delante de una
gruta, escuchó una voz que desde el interior de la misma le decía: “ven y puede ser tuyo cuanto recojas”. La mujer,
atraída por la curiosidad, se adentró en la gruta y vio una impresionante riqueza compuesta por oro, plata, collares,
anillos y monedas. La voz, de nuevo, comenzó a sonar y le dijo: “sólo tendrás 10 minutos para atesorar en tus bolsillos lo
que puedas. Pasado ese tiempo la cueva se cerrará y ya no podrá salir nadie ni entrar del exterior ninguna persona.
La madre, sin pensarlo dos veces, apoyó al bebé sobre una roca y comenzó a llenar sus bolsillos, delantal e
incluso un gran bolso que llevaba de todas aquellos tesoros. A los diez minutos, la mujer, nerviosa porque se acaba el
tiempo salió corriendo de la gruta y saltando de alegría decía: ¡Soy rica! ¡Soy inmensamente rica! Cuando, de repente,
¿Sabéis lo qué ocurrió? Comenzó a escuchar el llanto del hijo que, por estar pendiente de las riquezas, había olvidado
dentro. Quiso entrar…y no pudo. Finaliza esta historia que, aquella mujer, siendo rica fue tremendamente desdichada.
Olvidó lo esencial, lo que le daba vida, lo que era su alegría…por estar pendiente de lo secundario.
2.Estoy seguro (¿verdad que sí niños y niñas?) que habréis entendido a la perfección la conclusión de esta
anécdota. Y, estoy seguro, que también vosotros los padres. El niño de esa gruta es ese Jesús al cual, queriendo o sin
querer dejamos de lado cuando nos seducen las cosas que nos rodean.
Abandonamos a Jesús cuando, por las noches, nos retiramos a dormir y preferimos estar frente al televisor
antes que dedicarle unas oraciones.
Abandonamos a Jesús cuando, en este día, convertimos la comunión en una excusa para el derroche y no
dejamos que Cristo sea lo más grande y esperado de esta celebración.
Abandonamos a ese Niño que, nuestros padres sembraron en la gruta de nuestro corazón, cuando creemos sólo
en lo que vemos. En lo que tocamos. En lo que escuchamos.
Hoy, os lo puedo asegurar, vosotros –queridos niños y niñas- os diferenciáis de nosotros los más mayores en
que, hoy más que nunca, lo recordáis y nos lo recordáis a nosotros. Nos decís que, vivir y recibir a Jesús, es algo
indescriptible. Una sensación que, sólo los más pequeños, sois capaces de comprender porque…lejos de atesorar
queréis vivir este momento con una emoción que nace del cielo, que viene de Dios, que entra en esa Santa Hostia que
dentro de un momento vais a recibir.
No dejéis, que el mundo, os engañe. No imitéis a los que os rodean en aquellos aspectos que os puedan alejar
de Jesús. Es más, queridos niños, cuando los mayores olvidemos que Dios existe (la bendición de la mesa, las oraciones
de la mañana o de la noche, el confesarnos, etc, etc…) que seáis los primeros en decir a vuestros padres: ¿No falta aquí
algo? ¿No tenemos que hacer algo antes de comer o de dormir? También, vosotros, podéis ayudar a la causa de Jesús:
anunciando su evangelio. ¿Lo haréis? ¿De verdad? Entonces, ahora sí, podéis recibir la comunión como Dios manda. Con
Un corazón grande, generoso, limpio y radiante.
Enhorabuena por no olvidar a ese NIÑO que recibisteis en el Bautismo y que hoy se deja comer para haceros fuertes.
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