1 Vine para rendir homenaje de admiración y gratitud a Lorena Silvani de Moreno. En abril del año pasado ella tampoco pudo acompañarlos en su discusión anual sobre los sistemas de pago y su “importancia y trascendencia para el país”; pero, con la entrega con la que siempre hizo todo aquello a que se comprometió, organizó el encuentro, preparó la agenda, y estuvo pendiente de su desarrollo. Fue el último de los tantos temas del sector financiero con los que lidió en sus 30 años de vida profesional en Colombia. Ustedes que la conocieron y fueron testigos de la vehemencia con que discutió los porcentajes de comisión que debían reconocerse a cada parte involucrada en el negocio; la necesidad de extenderlo y de hacer transparentes los beneficios para usuarios y beneficiarios; la urgencia de avanzar en tecnología ante la complejidad y velocidad de las transacciones y tantos otros temas que tocan con el manejo virtual del dinero, debieron suponer que era una super- especialista en la materia o que había sido signada con la misión de sacar adelante el dinero plástico en Colombia. Estaban en lo cierto; pero no porque Lorena fuera una monotemática, obsesionada con la manipulación del efectivo, sino porque ella desempeñó cada uno de sus roles; ejecutó cada una de las labores que tuvo a su cargo; se involucró en cada tema, de los muchos con los que trajinó en su vida, con tal entusiasmo y entrega, que pareciera el único de su interés. 2 Yo la conocí en el año de 1998. Miguel Urrutia la había designado de tiempo atrás como enlace entre el Banco de la República y la entonces Superintendencia Bancaria. Eran épocas de crisis; Lorena quiso aprender de supervisión bancaria e hizo parte de un equipo que colaboró con Aristóbulo de Juan en la creación de un Banco Virtual, al que se aplicaron estándares de valoración internacionales, para conocer la verdadera situación patrimonial del sector financiero colombiano. El trabajo se entregó en el mes de septiembre, recién inaugurada la administración Pastrana. Lorena nos explicó la racionalidad del modelo que se había construido con base en la realidad de cuatro bancos de distinto tamaño y especialización; y como ella había sido parte del equipo que, in situ, revisó las carteras de crédito, que para esos años constituían el mayor porcentaje de los activos del sistema, nos previno sobre lo que habría de suceder. A ustedes les consta que Lorena no hablaba carreta. Era concisa y manejaba cifras y proyecciones con una precisión casi adivinatoria. En un perfecto español y con ese acento que en más de una ocasión la hizo pasar por pastusa, exponía ante cualquier audiencia sus puntos de vista; con respeto, pero sin eufemismos. Fue la más estudiosa, discreta y eficaz colaboradora con que contamos quienes tuvimos la fortuna de trabajar con ella. Lorena estudió economía en Nancy (Francia) y llegó a Colombia en 1979, país del que según ella se enamoró, aunque yo lo que creo, es que llegó a Colombia enamorada, y no precisamente del trópico, sino 3 de un ingeniero colombiano, con el que se casó ese mismo año y con quien habría de compartir el resto de su vida. Inició su actividad profesional entre nosotros como investigadora en la Universidad Javeriana, donde hizo un post-grado en economía. Poco tiempo después, se pasó al Banco de la República, que para entonces manejaba líneas de crédito, muy seguramente para aprovechar la experiencia que había tenido en Francia, cuando, recién graduada, se desempeñó como analista en evaluación de proyectos en una agencia de desarrollo regional. En el Banco fue sucesivamente analista, Jefe de Estudios Especiales y Subdirectora del Departamento de Crédito Industrial; pasó luego al de Operaciones de Mercado Abierto y asumió en 1993 la Dirección del Departamento de Líneas Externas y Cartera. En 1996 fue en comisión a la Superintendencia Bancaria y se interesó tanto en la problemática del Sector, que regresó al Banco de la República, una vez superada la crisis en cuyo manejo tuvo activa participación, como Investigadora Principal, con el encargo de analizar el sistema financiero y las entidades que lo integran, para identificar y anticipar los riesgos específicos del sistema, tanto a nivel individual como de grupo financiero, y hacer recomendaciones de política al Gerente del Banco y a los miembros de su Junta Directiva. Este recuento lo saqué de su hoja de vida, porque Lorena nunca hablaba de ella. Sus temas, que eran múltiples, omitían cualquier 4 referencia a su persona, su vida y su entorno familiar. Su intimidad le pertenecía, de manera exclusiva y excluyente. Pero como toda regla, esta también tuvo su excepción. Recuerda el Chiqui Valenzuela que trabajando juntos a comienzos su carrera, que también se inició en el Banco de la República, a Lorena le tocó lidiar con su “precoz dificultad con la disciplina y las instituciones”. Añade que en forma inteligente y absolutamente amorosa, logró hacerlo trabajar y configurar análisis financieros con el “Código Industrial Internacional Uniforme” a cuatro o cinco dígitos, contándole de su infancia en la Toscana, de por qué había migrado con su familia a Nancy y como había terminado con un amplio conocimiento y cariño por Nuquí. Dice el ex ministro que del Código y del Banco se olvidó muy rápido, pero nunca de las bellísimas historias que Lorena le regalaba a poquitos para así obligarlo a trabajar. Tanto fue así, que tiempo después, andando por Europa, decidió conocer Rassiglia de Foligno, un pueblo en el fin del mundo al que llegó sin saber una palabra de italiano y donde a punta de maromas logró que le entendieran que era colombiano y que había trabajado con Lorena Silvani. No se sorprendió cuando aparecieron señoras que la recordaban; primos y parientes que le hablaban rapidísimo, indiferentes a que él no entendiera nada, ni que lo atiborraran con quesos y jamones. Siempre tuvo claro que pocas cosas tan importantes le habían pasado en la vida como haber conocido y trabajado con Lorena. Ella tenía la disciplina para hacer las cosas más aburridas con el mayor de los rigores, sin jamás perder un fantástico 5 sentido del humor y una exacerbada imaginación. Fue probablemente la más impactante mezcla de toneladas de inteligencia racional y toneladas de inteligencia emocional que llegó a conocer en su vida laboral. Además de su sólida formación académica, Lorena era intuitiva, solidaria y diligente. Nada lo dejaba al azar y su horario estuvo siempre determinado por las necesidades de los demás. Recién designado Ministro de Hacienda en agosto de 1998, Juan Camilo Restrepo la nombró secretaría técnica de un comité ad-hoc que creó para hacerle seguimiento a las entidades en crisis, con la responsabilidad de preparar los documentos técnicos que identificaran los problemas y plantearan propuestas conducentes a subsanar las dificultades individuales y evitar las sistémicas. En ese contexto, Lorena participó en la estructuración de los decretos de la Emergencia Económica decretada al finalizar el año 98 y en la de las leyes 546 y 550 de 1999, relativas al nuevo marco de financiación de vivienda y de reestructuración empresarial, respectivamente. Curiosa, como toda persona inteligente, quiso asistir a los debates en Senado y Cámara para ver cómo se aprobaban nuestras leyes. Sospecho que fue lo único en la vida que no pudo entender, salvo que en los últimos tiempos María Mercedes, campeona en la materia, se lo hubiera logrado explicar. En el último debate de la ley de vivienda, Juan Camilo la hizo sentar a su lado para 6 indicarle, paso a paso, cómo iba desarrollándose el proceso. Recuerdo que al filo de la media noche, en medio de una enorme algarabía, se levantaron todos de sus curules y vinieron en tropel hacia el Ministro. Cuando volvió la calma y empezamos a movilizarnos hacia la salida, Lorena muy afectada le preguntó: ¿pero Ministro, qué pasó, por qué hundieron el proyecto, qué vamos a hacer ahora? Y él sorprendido, le dijo ¿Cómo que lo hundieron, no se dio cuenta?, tenemos nueva Ley y lo que sigue es reglamentarla. Eso de los pupitrazos no cabía dentro de los esquemas mentales de Lorena, que nunca levantó la voz para tratar de reforzar sus argumentos. Cumplidos veinte años de su vinculación al Banco de la República, se acogió a un plan de retiro anticipado para, en sus palabras, “hacer, cuando todavía se puede, un montón de cosas que siempre he deseado”. Para mi sorpresa, el tipo de cosas a que Lorena dedicó su entusiasmo de jubilada prematura, fue la Programación Neurolingüística y la actuación teatral. Ambas actividades las tomó tan en serio como sus investigaciones macroeconómicas y fueron muchas las tertulias a las que no pudo llegar, por estar ensayando un parlamento de María Antonieta, bajo la dirección de Robinson Díaz, su admirado maestro. Pero María Mercedes y Martha, otras que no conocen el reposo, la convencieron de regresar a la formalidad, encomendándole primero temas de vivienda y luego el de tarjetas de crédito. Ustedes conocen de primera mano sus aportes al desarrollo de estos sistemas en el 7 país; las peleas que dio por defender lo que creía justo; su convencimiento sobre la necesidad de hacer más eficientes y seguras las transacciones y de reducir el costo de la movilización de fondos para lograr incrementos en la bancarización. No hubo tema, de los muchos que se manejan en el mundo de las finanzas y de la intermediación financiera, que Lorena no manejara con solvencia. Su objetividad y buen criterio hacían de sus recomendaciones parámetros indiscutibles a la hora de tomar decisiones. Hablando con Nathalie su hija, concluimos que la neurolinguística, que practicó con entusiasmo, pudo ser lo que le permitió hacer abstracción de su enfermedad, a tal extremo que, pasada su segunda cirugía, un día me la encontré de camino a su trabajo y al preguntarle cómo iba, recibí como respuesta que ya casi se ponían de acuerdo sobre las comisiones, aunque le parecía que todavía no era totalmente confiable alguna información y que, además, en su opinión, el Superintendente de Industria no era el competente para… No volví a preguntarle por su salud y, su muerte anunciada, me tomó por sorpresa, como creo que nos pasó a casi todos, incluida ella. Sus hijos me prestaron las fotos que les comparto, donde se ven varias de las Lorenas de las que les he hablado. Aquí, con ellos, en el patio del Hotel Santa Teresa de esta ciudad. En esta aparece de “Tola”, conmigo y con “Maruja”, así las apodábamos a ella y a María Mercedes Copello en las épocas de la emergencia. Ahora, se prepara 8 para caminar sobre carbones encendidos en su graduación de Programadora Neurolinguística, y esta, la muestra en transe de Madame Butterfly. Por último, una imagen formal de nuestra inolvidable amiga. Claramente, Lorena no era una persona del común, su vida y sus ejecutorias así lo demuestran. Nuevamente en las palabras de Luis Carlos Valenzuela, Lorena era una linda persona. Ahora, que sus luces no volverán a iluminar las discusiones sobre tantos temas áridos que para ella no lo eran, solo nos queda desearle que brille para ella la Luz Eterna. Cartagena, marzo 11 de 2010.