Dios ha actuado desde siempre en la historia humana, pero lo ha hecho mediante los hombres llamados por Él. Al hablarles, Dios se ha revelado, y ha confiado un encargo, una misión. Les ha revelado a los hombres sobre sí mismo lo que les era necesario saber, para poder cumplir con la misión que les dio. La misión confiada por Dios a sus enviados ha tenido que ver siempre con el hombre, en su relación con el proyecto divino acerca de la creencia. Por eso, esta misión pasa a ser de carácter de salvación del hombre y su universo, y esto será a la vez, la gloria de Dios. Dios ha llamado a personas mayores como Noé o Abraham, o a muy jóvenes, como Samuel, David y Jeremías. Ahora en la plenitud de los tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo, ya que Él es la clave para entender bien el plan de Dios para con su creación, para ver la cohesión íntima, y la interrelación de todo lo que el Padre quiere. Necesitamos de Él para poder llegar a Dios, y para poder actuar dentro del plan divino. A partir de esto podemos decir que, aparte del mandato misional que encontramos en los Evangelios, la misión es participar en la misión del Hijo, con el fin de la edificación del Reino de Cristo sobre toda la creación redimida, es decir, que la misión es el actuar salvífico del Padre, impulsado por su amor –Espíritu Santo-, realizado por Cristo y los que viven su vida unidos a Cristo. Dios es el que antes que nadie actúa, y realidades como la Iglesia y su misión tiene su origen en el amor salvífico de Dios. La misión tiene su origen en las exigencias más profundas de la vida divina en nosotros. Jesús en su Pascua, nos ha unido a su misión, y nos ha dado el alma y el dinamismo de su propia vida, entregándonos su Espíritu Santo, como nos relata Juan. Es el mismo Espíritu amoroso que ha sembrado las semillas de la palabra presente en los ritos y la cultura, preparándolas para su maduración en Cristo. El mismo amor entre el Padre y el Hijo, que es el dinamismo de todo el actuar divino en la historia de la salvación, da orientación, fuerza, perseverancia y sentido final a toda la actividad de la Iglesia. Misionero... aquel que es miembro de la Iglesia, que es convocado para anunciar el Evangelio. Es conducido por el Espíritu Santo que lo ilumina y convierte los corazones de los que lo reciben, teniendo a María como modelo de vida para los hombres de todos los tiempos y situaciones. Es perseverante en la oración, tiene preferencia por los más alejados y por los que sufren. - El MISIONERO busca conocer cada día más a Cristo y a su fe. - El MISIONERO es un hombre apasionado por la salvación de las almas. - El MISIONERO es portador del mensaje de Cristo. - El MISIONERO es el hombre – líder, guía de sus hermanos en la fe. - El MISIONERO actúa con urgencia en la Misión de la Iglesia - El MISIONERO es un hombre de oración que busca crecer en santidad. - El MISIONERO trabaja con método, disciplina y deseo de superación constante. - El MISIONERO fundamenta su fe en la resurrección de Cristo. - El MISIONERO es testimonio de alegría que convence. - El MISIONERO cuida la fe católica de sus hermanos y lucha por incrementarla en su propia vida. El MISIONERO reúne ciertas actitudes ante la Misión: - No espera ver frutos, confía en que todo lo que hace por amor, dará su fruto en el reino de Dios, aunque no llegue a verlo. - Tiene certeza de éxito; porque lo que parece imposible, es posible para Dios. - Está convencido de lo que cree y anuncia, porque no tiene miedo, ni vergüenza, no está solo, Cristo y el Evangelio valen la pena. - Humildad, para presentar la verdad con sencillez. - Alegría, porque lo que ofrece entusiasma y merece ser vivido. - No se desalienta ante los primeros signos de desconfianza o indiferencia. - Escucha y dialoga; comprende la realidad que está viviendo, no impone las ideas; la misma verdad que es Cristo se transmite. - No polemiza, no juzga por la verdad, por un punto de vista personal o por cosas sin importancia. - No entra en temas políticos, porque ninguna opción política abarca toda la riqueza del Evangelio. - Servicio, para poder ver qué ayuda puede ofrecer, y así trabajar para que después se cumpla lo que ofrece. Actividad: Representar una de las actitudes del MISIONERO, mediante un collage o dibujo. Esta fórmula representa las cuatro características que debe tener en cuenta el misionero. I. + T. + T. + S. Las letras significan: I- Identificación: El misionero, como primer paso, tiene que identificarse con Jesús, así como Jesús se identificó con su Padre. No será una identificación total como la de Jesús con su Padre, pero es un reconocimiento con Jesús, lo que permite al misionero tener eficacia, ser escuchado por los demás y hablar con autoridad. T- Transparencia: El misionero tiene la obligación de ser transparente, ya que a través de él se debe ver a Jesucristo y su amor; esta transparencia del misionero puede no llegar a ser como la de Jesús, pero se tiene que hacer todo el esfuerzo posible. T- Totalidad: El compromiso del misionero es llevar el anuncio con la totalidad de su ser, aunque sea pobre e insignificante, ya que si no lo realiza, los demás percibirán que no están hablando con totalidad. S- Salida: Ser misionero es ser abierto, saliendo del propio encerramiento, de la propia estrechez, para irse a los demás; y algunos para ir hasta los más lejanos a llevar el primer anuncio. Actividad: Les sugerimos que formen grupos y realicen encuestas a los grupos misioneros y de la Diócesis del lugar, basándose en si se cumple esta fórmula. Expresen experiencias personales. Luego, realicen una reflexión grupal sobre el tema tratado. Helena Stollenverk nació el 28 de noviembre de 1852 en Rollesbroich, una pequeña aldea de la comuna de Simmerath en la región del Eifel. Su familia fue muy cristiana y Helena creció en una comunidad viva y activa. Llamó su atención la Asociación de la Santa Infancia de Jesús (hoy Infancia misionera), que tenía la finalidad de despertar el interés de los niños para con sus coetáneos en los países de misión, quería introducirlos en la solidaridad con el mundo entero y despertaba naturalmente la responsabilidad por el anuncio del mensaje cristiano a la gente sin fe. Editaba, cuatro veces al año, una revista en la que los misioneros relataban sus experiencias. Al leerlas Helena tomó contacto con el mundo universal y amplió sus conocimientos. De los diez a los treinta años fue celadora de la Asociación de niños misioneros. La conmovía la suerte de los niños chinos. “Muchas veces sentía una gran compasión, en forma especial con los niños paganos abandonados; entonces me venía un gran deseo de estar allí y rescatar de ciénagas, pampas y bosques a estos niños desvalidos y abandonados y llevarlos entonces al sacerdote o a las religiosas para que recibieran el santo bautismo y fueran educados como cristianos. Algunas veces, incluso soñaba cómo estaba levantando niños abandonados de los pantanos y los llevaba conmigo”. Sus ideas eran confirmadas por los sueños, Dios mismo le presentó un horizonte amplio y la invitó a preocuparse por los niños en la lejana China. Sentía amargura, ya que por ser mujer, no podía realizar la vocación a la que se sentía llamada. En 1871 se dio cuenta que podría vivir su vocación sólo si ingresaba a una congregación misionera, pero aún no existía en Alemania ninguna en la rama femenina. No era capaz de descubrir por qué Dios la había llamado interiormente con tanta claridad, sin mostrarle el camino concreto. Helena permaneció fiel en el camino de su vocación y en 1882 se convirtió en fundadora de una congregación. Fue una mujer a la cual Dios le dio un corazón lleno de compasión y amor por las almas, sentido de apertura, decisión y ánimo alegre. El ejemplo de Helena constituye un verdadero desafío, para confiar en nuestra intuición y buscar nuestro propio camino. Nos quiere animar para que atendamos al propio corazón y creamos que Dios habla a cada uno. Falleció el 3 de febrero de 1900. Dios aceptó su entrega. La Congregación de la Siervas del Espíritu Santo creció a un ritmo vertiginoso y asumió trabajos misionales en los cinco continentes; obró para el bien de incontables personas. Actividad: Formar grupos. Cada uno lee una de las siguientes citas del Nuevo Testamento. Mateo 9, 9 – 13 Hechos de los Apóstoles 6, 3 – 7 Juan 1, 35 - 42 Hechos de los Apóstoles 9, 1 - 9 Primer paso: realizar una lectura atenta y pausada, para poder responder las siguientes preguntas: - ¿De qué manera escuchan la voz de Dios que llama? - ¿En qué situación se encuentran los que son llamados? Segundo paso: guiados por las preguntas, reflexionar sobre el tema y volcar en un afiche cómo descubre Helena su vocación a la santidad. Oración del I Congreso Misionero Juvenil Colonia Hinojo 2 y 3 de noviembre de 2002 Padre Bueno, que nos enviaste a tu Hijo nosotros, los jóvenes de hoy te pedimos que nos asistas con tu Santo Espíritu en el Primer Congreso Misionero Juvenil. Tú nos enseñas a renovar nuestra fe, y deseas que de esta forma nosotros, los jóvenes, seamos guía y esperanza de nuestros hermanos. Despierta en nosotros los deseos, anhelos y coraje para poder convertirlos en Misión y de esta manera poder ser portadores del mensaje de tu Hijo, ante los que no lo conocen. Anímanos a hacer como Jesús, teniendo nuestro corazón disponible y nuestros ojos empapados de esperanza, para dar la vida por nuestros hermanos. Te lo pedimos por la intercesión de María nuestra Madre y, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.