II Domingo de Pascua

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II Domingo de Pascua
FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
A los ocho días, se les presentó Jesús
(Jn 20,19-31)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Esdr 2,36-37)
Abran su corazón con alegría, y den gracias a Dios, que los ha llamado al Reino de los cielos.
Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios de eterna misericordia, que reavivas la fe de tu pueblo con la celebración anual de las fiestas
pascuales, aumenta en nosotros tu gracia, para que comprendamos a fondo la inestimable riqueza
del bautismo que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha dado una vida nueva y de la Sangre que
nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo...
PRIMERA LECTURA (Hch 4,32-35)
Tenían un solo corazón y una sola alma.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles
La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en
común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.
Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y
todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían
terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego
se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 117)
R/. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
Diga la casa de Israel:
"Su misericordia es eterna".
Diga la casa de Aarón:
"Su misericordia es eterna".
Digan los que temen al Señor:
"Su misericordia es eterna". R/.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
Me castigó, me castigó el Señor;
pero no me abandonó a la muerte. R/.
La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo. R/.
SEGUNDA LECTURA ( Jn 5,1-6)
Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.
De la Primera Carta del Apóstol San Juan
Queridos hijos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios; todo el que ama a un
padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos
a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus
preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al
mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que
vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.
Jesucristo es el que vino por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua
y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
SECUENCIA opcional
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Jn 20,29)
R/. Aleluya, aleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor.
R/. Aleluya, aleluya.
EVANGELIO (Jn 20,19-31)
Ocho días después se les apareció Jesús.
+ Del santo Evangelio según san Juan
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban
los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté
con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor,
se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los
envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que
les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen, les quedarán sin
perdonar".
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los
otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la
señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré".
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús
se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás:
"Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando,
sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has
visto; dichosos los que creen sin haber visto".
Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro
Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,
creyendo, tengan vida en su nombre.
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas que (junto con los recién bautizados) te presentamos; tú que nos
llamaste a la fe y nos has hecho renacer por el bautismo, guíanos a la felicidad eterna.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 20,27)
Jesús dijo a Tomás: acerca tu mano, toca las cicatrices dejadas por los clavos y no seas incrédulo,
sino creyente. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso,
que la gracia recibida en este sacramento
nos impulse siempre a servirte mejor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectio
Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia Sal. 117
Los textos litúrgicos de este día, segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del
Sacramento de Reconciliación, Sacramento de la Divina Misericordia, de manera que van
perfectamente con la petición de nuestro Señor “a quienes perdonéis los pecados les quedan
perdonados” Jn 20,23. Dios es Misericordioso y nos ama a todos...
En ningún tiempo como el de Pascua tenemos motivos para expresar esta alegría agradecida,
porque «este es el día en que actuó el Señor, y es que el Señor es nuestra alegría y nuestro gozo».
Cristo nos ha abierto las puertas de la nueva vida, la auténtica vida, la que el Espíritu Santo va
dándonos por pura gracia y que llena los corazones de esperanza y abre los ojos a la Paz.
En los textos litúrgicos del día de hoy existen dos episodios distintos para presentar separadamente
dos temas importantes: el primero es donación del Espíritu, «reciban el Espíritu Santo». Este
encuentro es también de misión, «así también los envío yo». La misión para el perdón universal y
en el segundo se presenta la fe personal que ha de superar la incredulidad del discípulo.
El relato del Evangelio (Cfr. Jn 20, 19-23) empieza, al atardecer del mismo día en el que, Jesús se
hace presente en medio de los discípulos, encerrados en un espacio cerrado a causa del miedo, su
presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento de un
envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre. “como el Padre me envió así yo os
envío”. Recibid el Espíritu Santo; “a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados” Jn
20,21-23, Jesús deja a los apóstoles el poder de perdonar. Envía al Espíritu Santo: fuerza
insustituible que anima a los testigos de Cristo que se encierran por miedo. Cristo nos ha traído un
mundo nuevo, él es nuestra paz. El Espíritu Santo es el don de Cristo Resucitado a su Pueblo, la
Iglesia, para la tarea evangelizadora confiada al grupo que hereda y continúa la misión de Jesús.
Por eso la gran misión y responsabilidad nuestra; hacer creíble, presente y eficaz la Resurrección
del Señor, no podemos disimular ni reducir nuestra fe, gozo y esperanza pascuales al ámbito
intimista y privado, con las puertas cerradas por miedo al mundo o al ridículo, ni por un falso pudor
o un malentendido respeto a las ideas ajenas.
El segundo tiempo del relato (Cfr. Jn 20, 24-29) se sitúa a la semana siguiente. Esta vez el problema
no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha puesto condiciones para poder creer
que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige
al apóstol que había puesto condiciones.
A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; “a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos” (Jn 20, 22). Al conferir a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados, el Señor
comparte su triunfo sobre el mal y el pecado. Asociando la transmisión del poder de perdonar con el
relato de la primera aparición del Resucitado, la espiritualización que se ha producido en el Señor a
través de la resurrección se prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos de la Iglesia.
En ambas ocasiones el saludo de Jesús es un saludo de paz que les llena de alegría.
En estos textos hay que reflexionar varios detalles; por una parte el miedo de los discípulos es un
signo que sirve para recalcar la iniciativa del Resucitado. De unos hombres aterrados no habrían
salido valientes predicadores de no haberse dado un encuentro real con el Señor Jesús; por otra
parte, el darse a ver, Cristo, con las señales de la pasión, es decir en sus manos y en su costado
traspasadas, confirma el interés que tiene el evangelista en probar la identificación de Jesús con el
Resucitado; esto sólo lo lograron los discípulos gracias a la intervención del mismo Señor.
Otro detalles es la presencia inesperada de Jesús en medio de los discípulos, les devuelve la alegría;
Cristo es el gozo que se les había prometido. Y les concede la paz, ya que su saludo repetido varias
veces, no es mero deseo sino un don concedido y el viático para la misión.
En la Segunda lectura: Quien cree que Jesús es el hijo de Dios vence al mundo, este es el que vino
con agua y con sangre: Jesucristo 1 jn 5, 5-6. Nosotros entramos en la comunidad de resucitados
por el bautismo (agua) y la Eucaristía (sangre).
Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría, componente esencial del ser
cristiano. Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de ánimo
grato; fuerza vital desbordante. Esta fe es don de Dios; fue adquirida para nosotros por la
resurrección de Jesús. La fe en Cristo vivida a fondo, nos lleva a la comunión total en el amor
fraterno, este ha de reconocernos como discípulos de Jesús precisamente por el amor Jn. 13,15.
La primera lectura nos muestra que el fruto de la paz de Cristo glorioso es la nueva comunidad de
los cristianos. La resurrección del Señor impulsaba a las Comunidades Cristianas primitivas a
reunirse para vivir en comunidad su fe (Cfr Hch 4,32-35). Les hacía cambiar su forma de vida, la
alegría que llevaban dentro de ellas era por la fe en la Resurrección de Jesús, las impulsaba a dar
testimonio claro de ella; de tal modo que la gente quedaba admirada y sorprendida del modo de
proceder de los cristianos, los aceptaba y estimaba como una comunidad litúrgica, actividad
evangelizadora de los apóstoles, que Vivian en comunión de bienes.
El anuncio de Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado por nuestra Salvación (Rm 4,25)
crea la nueva comunidad de fe y constituye el centro vital de la misma que se mantiene a la escucha
de la Palabra transmitida por los apóstoles. La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida
comunitaria. Podríamos decir que estos son los cuatro pilares de la comunidad: la evangelización, la
oración, la Eucaristía y la comunión fraterna.
Cristo es quien abre las puertas cerradas de nuestro corazón. Nos trae la paz fruto del amor. Que tu
Espíritu, el Espíritu del Resucitado nos ayude para descubrir la verdadera Vida.
Termino con un pensamiento de La Madre María Oliva fundadora de las Hermanas Hijas de la
Iglesia: “las Pascuas se pasan rápidamente y señalan nuestro camino hacia la Pascua eterna que la
vida eucarística nos anticipa. Qué Misterio verdaderamente glorioso! Vivimos ya la vida eterna!
Por esto la Liturgia es siempre pascual y la Victima del altar es gloriosa también el Viernes Santo y
Victima también en Pascua.
Apéndice
V. CATECISMO DE LA IGLESIA
Las apariciones del Resucitado
641: María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús enterrado a
prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado, fueron las primeras en encontrar al
Resucitado. Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los
propios apóstoles. Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce. Pedro,
llamado a confirmar en la fe a sus hermanos, ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre
su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha
aparecido a Simón!» (Lc 24, 34).
642: Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los apóstoles —y a
Pedro en particular— en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua.
Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la
primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los
cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos «testigos de la Resurrección de
Cristo» (Ver Hech 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla
claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de
Santiago y de todos los apóstoles (Ver 1 Cor 15, 4-8).
643: Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden
físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los
discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro,
anunciada por El de antemano. La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que (por lo
menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios,
lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los
discípulos abatidos y asustados. Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del
sepulcro y «sus palabras les parecían como desatinos» (Lc 24, 11). Cuando Jesús se manifiesta a los
once en la tarde de Pascua, «les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber
creído a quienes le habían visto resucitado» (Mc 16, 14).
644: Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los
discípulos dudan todavía: creen ver un espíritu. «No acaban de creerlo a causa de la alegría y
estaban asombrados» (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y, en la última
aparición en Galilea referida por Mateo, «algunos sin embargo dudaron» (Mt 28, 17). Por esto la
hipótesis según la cual la resurrección habría sido un «producto» de la fe (o de la credulidad) de los
apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de
la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad resucitada de Cristo
645: Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (Ver Lc 24,
39;Jn 20, 27) y el compartir la comida (Ver Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a
reconocer que él no es un espíritu (Ver Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo
resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya
que sigue llevando las huellas de su pasión (Ver Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y
real posee sin embargo, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está
situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y
cuando quiere (Ver Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya
no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (Ver Jn 20,
17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo
la apariencia de un jardinero (VerJn 20, 14-15) o «bajo otra figura» (Mc 16, 12) distinta de la que
les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (Ver Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).
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