Domingo de Pentecostés

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Domingo de Pentecostés
El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena
(Jn15,26-27;16,12-15)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sab 1,7)
El Espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.
Aleluya.
o bien (Rom 5,5; 10,11)
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones;
derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en
el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación
evangélica.
PRIMERA LECTURA (Hch 2,1-11)
Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del
cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le
sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el
ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio
idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:
No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, cómo es que cada uno los olmos hablar
en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en
Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la
zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos;
también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra
propia lengua.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 103 lab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34)
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor:
Dios mío, qué grande eres!
Cuántas 'Son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les retiras el aliento,
y expiran y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
SEGUNDA LECTURA (Co 12,3b-7.12-13)
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay
diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta
el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo,
a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos,
esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos
hemos bebido de un solo Espíritu.
SECUENCIA
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
EVANGELIO (Jn 20, 19-23)
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Lectura del santo evangelio según san Juan
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»
Se dice «Credo»
Prefacio
Plenitud del Misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte siempre gracias y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, dios todopoderoso y eterno.
Pues, a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado
como hijos por su participación en Cristo.
Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que
infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de
una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los
coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Hch 2,4-11)
Se llenaron todos de Espíritu Santo,
y cada uno hablaba de las maravillas de Dios. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Oh Dios, que has comunicado a tu Iglesia los bienes del cielo: que el Espíritu Santo sea siempre
nuestra fuerza y la eucaristía que acabamos de recibir acreciente en nosotros la salvación.
Lectio
Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres;
ven dador de gracias,
ven luz de los corazones.
Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.
Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto,
¡Oh luz santísima!,
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda, nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está enfermo.
Doblega lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.
Concede a tus fieles
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de salvación,
dales la felicidad eterna.
Amén. Aleluya.
CONTEXTO
Pentecostés (cincuenta, es decir cincuenta días después de la Pascua) en Israel conmemoraba dos
acontecimientos: la recolección de las cosechas (Ex 23, 16; 34, 22) y la promulgación histórica de la
Alianza en el Sinaí (los diez mandamientos).
El primer día de la semana (v. 19) Primer día de la semana.
Desde el tiempo del Nuevo Testamento remplazó al sábado judío (Cf. Hechos 20,7; I Cor 16,2).
San Juan llama "El día del Señor", que en latín es "Domínica". El evangelista Juan ya va señalando
que el domingo es el día más importante para los discípulos, porque acontece en ese día la
resurrección de Jesús. Es la nueva creación, señalada por la presencia y acción del Resucitado, que
nos trae una nueva creación. Yo hago nuevas todas las cosas (Ap. 21, 5).
La donación del Espíritu Santo los Apóstoles en la tarde de la Resurrección demuestra que ese don
inefable está estrechamente unido al misterio pascual; es el supremo don de Cristo que, habiendo
muerto y resucitado por la redención de los hombres, tiene el derecho y el poder de concedérselo.
El Resucitado va a dominar las tinieblas del miedo de los discípulos y va a abrir todas las puertas
cerradas. El mensaje pascual de Jesús es para todos, los discípulos los primeros. Porque en la nueva
creación, habrá una nueva luz, un nuevo comienzo (Génesis), una nueva vida, una total recreación.
Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Se supone que los
once apóstoles están juntos, se puede presumir que posiblemente hubiese con ellos otras personas,
pero estas no se citan.
No habla a cerca del lugar donde sucedieron estos hechos, (Hch 1:4.13). Los sucesos de aquellos
días, siendo ellos los discípulos del Crucificado, quienes estaban temerosos.
Esa es la razón por la cual se ocultaban y permanecían a puertas cerradas, temían la indiscreción
inesperada de sus enemigos.
Éste es el relato que Juan el evangelista hace de la donación del Espíritu, por parte de Jesús. Otro
momento importante de esta misma donación lo señalan los comentaristas bíblicos con las palabras
de Juan: Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu (Jn 19, 30).
Nosotros, por la venida del Espíritu del Resucitado, ya somos nuevas criaturas. Siguiendo la
exhortación de Pablo: Revístanse del hombre nuevo que, en busca de un conocimiento cada vez más
profundo, se va renovando a imagen
La paz sea con ustedes (vs. 19 y 21) Jesucristo tiene todo poder en cielos y tierra y los “envía”
ahora con una misión concreta. Los apóstoles, con el poder de perdonar los pecados. En el Antiguo
Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por eso, de Cristo, al considerarle sólo hombre,
decían los fariseos escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo
Dios?” (Mc 2:7).
Por dos veces, Jesús da la paz a sus discípulos, tan necesitados de ella. La paz que es el compendio
de todos los bienes que el Señor regala.
La paz, la auténtica, nos viene de Jesús Resucitado. Es el don que nos serena, nos pacifica y nos
libera de: angustias, temores, complejos, pecados, soledades y cansancios.
Te conceda el perdón y la paz. Nos dice el sacerdote cuando nos imparte la absolución en el
sacramento de la confesión. La paz incluye también el perdón de los pecados. La presencia de Jesús
Resucitado regala ampliamente a sus discípulos y en ellos a la Iglesia el perdón y la plenitud de la
paz.
“Como el Padre me envió, yo también los envío a ustedes”.
Jesús anuncia a los apóstoles que ellos van a ser sus “enviados,” como El lo es del Padre. Es un
tema constante en los evangelios. Ellos son los “apóstoles” (Mt 28:19; Jn 17:18, etc.).
Jesucristo tiene todo poder en cielos y tierra y los “envía” ahora con una misión concreta. Los
apóstoles son sus enviados con el poder de perdonar los pecados. Para ese tiempo, ese envío era
algo insólito. En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por eso, de Cristo, al
considerarle sólo hombre, decían los fariseos escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede
perdonar los pecados sino sólo Dios?” (Mc 2:7).
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “reciban el espíritu santo”
El Espíritu Santo es el “don” por excelencia, infinito como infinito es Dios; aunque quien cree en
Cristo ya lo posee, puede sin embargo recibirlo y poseerlo cada vez más. La venida del Espíritu en
el día de Pentecostés renueva y completamente este don, y se realiza no de una manera íntima y
privada, como en la tarde de Pascua, sino en forma solemne, con manifestaciones exteriores y
públicas indicando con ello que el don del Espíritu no está reservado a unos pocos privilegiados
sino que está destinado a todos los hombres como por todos los hombres murió, resucitó y subió a
los cielos Cristo. El misterio pascual culmina por lo tanto no sólo en la Resurrección y en la
Ascensión, sino también en el día de Pentecostés que es su acto conclusivo.
“los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que
ustedes se los retengan”.
Al decir esto, “sopló” sobre ellos. Es símbolo con el que se comunica la vida que Dios concede
(Gen 2:7; Ez 37:9-14; Sab 15:11). Por la penitencia, Dios va a comunicar su perdón, que es el dar a
los hombres el “ser hijos de Dios” (Jn 1:12): el poder de perdonar, que es dar vida divina.
Precisamente en Génesis, Dios “sopla” sobre Adán el hombre de “arcilla,” y le “inspiró aliento de
vida” (Gen 2:7) Por eso, con este simbólico soplo explica su sentido, que es el que “reciban el
Espíritu Santo.” Dios les comunica su poder y su virtud para una finalidad muy concreta: “Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se
los retengan”.
MEDITACIÓN:
No podemos vivir nuestra vocación cristiana sin una referencia total al Espíritu. Porque en Él nos
viene la plenitud del Amor del Padre y del Hijo.
Hemos sido bautizados en el Espíritu. Y por el bautismo hemos sido constituidos hijos de Dios y
coherederos con Jesús del Reino.
¿No será que nuestra tibieza espiritual se debe a la poca importancia que damos a la vida en el
Espíritu.
El Espíritu es: donación, profundidad, intimidad, unificación, centralización de la vida en Dios.
¿Qué hacemos con el Espíritu (soplo de creación = Espíritu)?
OREMOS:
Espíritu Santo,
perfecciona la obra que Jesús
comenzó en mí.
Apura para mí el tiempo
de una vida llena de tu Espíritu.
Mortifica en mí
la presunción natural.
Quiero ser sencillo,
lleno de amor de Dios
y constantemente generoso.
Que ninguna fuerza humana
me impida hacer honor
a mi vocación cristiana.
Que ningún interés, por descuido mío,
vaya contra la justicia.
Que ningún egoísmo reduzca en mí
los espacios infinitos del amor.
Todo sea grande en mí.
También el culto a la verdad
y la prontitud
en mi deber hasta la muerte.
Que la efusión de tu Espíritu de amor
venga sobre mí, sobre la Iglesia
y sobre el mundo entero. (San Juan XXIII)
CONTEMPLACIÓN:
Al Espíritu que desciende sobre ti como en Pentecostés a los discípulos.
Al Espíritu, que te va liberando de tus miedos, prejuicios, envidias, pecados.
Al Espíritu que te enardece y te anima para que otros conozcan y vivan el Evangelio.
Seamos generosos en unirnos al Espíritu Santo. Él viene apenas se le invoca, y sólo hemos de
invocarlo. Cuando se le invoca, viene con la abundancia de las bendiciones de Dios. Él es el río
impetuoso que da alegría a la ciudad de Dios (cf. Sal 45,5) y, cuando viene, si te encuentra
humilde y tranquilo, aunque estés tembloroso ante la Palabra de Dios, reposará sobre ti y te revelará
lo que esconde el Padre a los sabios y a los prudentes de este mundo. Empezarán a resplandecer
para ti aquellas cosas que la Sabiduría pudo revelar en la tierra a los discípulos, pero que ellos no
pudieron soportar hasta la venida del Espíritu de la verdad, que les habría de enseñar la verdad
completa.
Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y
aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, “Dios es Espíritu”
COMPROMISO: Algunas acciones concretas que te pueden ayudar a revestirnos del Espíritu
Jesucristo.
Como comunidad: ¿qué podemos hacer para realizar la misión de reconciliación, de encuentro con
la Palabra, de celebración sacramental a la que nos envía Jesús?
APENDICE
Catecismo de la Iglesia Católica:
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a
los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una
vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la
glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el
año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como "la fuente y el origen de toda la divinidad"
(Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en
conexión con el del Hijo: "El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e
igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice
que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Cc. de Toledo XI,
año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: "Con el Padre y el
Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).
El Espíritu y la Iglesia En Los Últimos Tiempos
Pentecostés
731
El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se
consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina:
desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.
732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por
Cristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en
la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al
mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no
consumado:
Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera
fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado (Liturgia bizantina, Tropario de
Vísperas de Pentecostés; empleado también en las liturgias eucarísticas después de la comunión)
El Espíritu Santo, El Don de Dios
733 "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8. 16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este
amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm
5, 5).
734 Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del
don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo (2 Co 13, 13)
es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. Rm 8, 23; 2 Co 1, 21):
la Vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1 Jn 4, 11-12).
Este amor (la caridad de 1 Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque
hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (Hch 1, 8).
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