IV Domingo de Adviento (Mt 1,23) ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 45,8)

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IV Domingo de Adviento
Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de José
(Mt 1,23)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Is 45,8)
Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación.
No se dice «Gloria»
ORACIÓN COLECTA
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la
encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de su resurrección.
PRIMERA LECTURA (Is 7, 10-14)
La virgen concebirá
Lectura del Libro de Isaías
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor tu Dios: en lo hondo del abismo o
en lo alto del cielo». Respondió Acaz: «No la pedo: no quiero tentar al Señor». Entonces dijo Dios:
«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a Dios? Pues el
Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone
por nombre Emmanuel, (que significa “Dios-con-nosotros”)».
SALMO RESPONSORIAL (Sal 23, 1-6)
R/. Va a entrar el Señor, Él es el Rey de la Gloria
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
SEGUNDA LECTURA (Rom 1, 1-7)
Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios del Apóstol
Comienzo de la Carta san Pablo a los Romanos
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios.
Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras Santas, se refiere a su Hijo, nacido,
según lo humano, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de David, con
pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por Él hemos recibido este
don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre
ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y
ha llamado a formar parte de su pueblo santo, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y
del Señor Jesucristo.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 1,23)
R/. Aleluya, aleluya
Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel «Dios–con–
nosotros»
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mt 1, 18-24)
Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: La madre de Jesús desposada con José, y antes de
vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era
bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: «José, hijo de David, no tengas
reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: «Mirad la
Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa: “Dios–
con–nosotros”).» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se
llevó a su casa a su mujer.
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
El mismo espíritu, que cubrió con su sombra, y fecundó con s poder las entrañas de María, la
Virgen Madre, santifique, Señor estos dones que hemos colocado sobre tu altar.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Is 7,14)
Mirad: La Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Dios–con–nosotros.
ORACIÓN DE COMUNIÓN
Señor, que este pueblo, que acaba de recibir la prenda de su salvación, se prepare con tanto mayor
fervor a celebrar el misterio del nacimiento de tu Hijo cuanto más se acerca la fiesta de Navidad
Lectio
Nos estamos acercando a la importante celebración del nacimiento de Jesús. La Palabra Bíblica nos
invita hoy a contemplar la grandeza de un Dios que se hace una persona como nosotros, para
mostrarnos su salvación, su compasión y su liberación. El niño pequeño que nace en Belén se
convierte para el pueblo oprimido y creyente en signo de la cercanía de Dios que quiere mostrarnos
su vida y su salvación.
El Evangelio dirige la mirada a Aquella de cuyo seno nacerá el Reconciliador y Salvador del
mundo: Santa María, la madre del Señor.
En esta Mujer se cumple aquella promesa que Dios había hecho a los primeros padres, en la escena
misma de la caída original: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: Él te
pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gén 3,15). Este anuncio es conocido como el
“protoevangelio”, es decir, del primer anuncio de la buena nueva del triunfo de Dios sobre el
demonio, sobre el poder del mal y de la muerte. Dios enviará un reconciliador, que nacerá de una
misteriosa mujer.
Contexto
Mateo se permite intitular su relato: “La generación de Jesús-Cristo fue de esta manera” (1,18a). El
término que traducimos por “generación” alude a un “génesis”, a un “origen”. El “Cristo”
(=Mesías) que hace su irrupción histórica en la persona de “Jesús”, tiene en las raíces de su
existencia un misterio particular que hay que tratar de comprender. Por eso el evangelista nos invita
a comenzar su evangelio remontándonos hasta los “orígenes”.
Tratando de ir a fondo, el evangelista Mateo distingue el “origen remoto” y el “origen próximo” de
Jesús.

El origen remoto hace el recorrido ascendente al interior del hilo histórico del árbol
genealógico de Jesús, hasta llegar al “padre” del pueblo hebreo: Abraham (ver Mt 1,1-16).
A Jesús se le comprende bajo la luz de la historia salvífica del pueblo del que hace parte, al
cual redime en primer lugar.

El origen próximo, ya en medio de los acontecimientos previos al nacimiento de Jesús, nos
dice explícitamente que María “se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (1,18c).
Por tanto el origen de Jesús no está relacionado solamente con los eventos históricos sino
con la obra creadora de Dios en el vientre de María.
El “origen próximo” de Jesús, que hoy nos ocupa, viene a dar un dato que había quedado faltando
en la genealogía de Jesús. En 1,16, Mateo había escrito: “Jacob engendró a José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”. Pero, como puede verse, en esta última generación el
padre terreno no toma parte. Se dice que José es el esposo de María pero no se agrega que sea el
padre de Jesús, éste por lo pronto queda solamente como hijo de María. Luego, al decir que la
gravidez de María ocurre “por obra del Espíritu Santo”, la laguna de información se completa; es
claro que José no toma parte. Pero queda por explicar aún el papel de José en la generación de
Jesús, el cual vendrá por revelación del Ángel.
Dicho de otra manera, se trata de enfrentar las cuestiones:
¿Cómo viene Jesús al mundo? ¿Qué significación tiene esta venida para la humanidad? ¿Cómo es
posible que Jesús sea al mismo tiempo descendiente de José e hijo de la Virgen?
Pues bien, el misterio con que se cerró el árbol genealógico de Jesús es ahora develado através de la
magnífica narración que Mateo hoy coloca en nuestros oídos
Estructura del texto
El texto El relato ahonda lo anunciado en el título (“El origen de Jesús-Cristo fue así...”)
desarrollándose así:
1) La nueva situación ante la que se encuentra el matrimonio de María y José (1,18b-19)
En pocas palabras Mateo nos cuenta que José se encuentra ante una situación sorprendente: su
esposa está embarazada de un hijo que no es de él. Entonces reflexiona qué hacer: ¿Poner fin a la
relación con María? ¿Introducir en la familia a un descendiente al cual no tiene derecho? ¿Darle el
nombre a un niño que sabe que no generó? El texto nos dice que José piensa en la primera
posibilidad, pero quiere hacerlo con la mayor dignidad.
2) La intervención de Dios para cambiar los planes de José (1,20-23), la cual presenta las
palabras el Ángel (1,20-21) y una pausa meditativa bíblica (1,22-23).
Pero el afligido José sólo conoce un aspecto del acontecimiento. Falta escuchar el otro punto de
vista: el de Dios. Sucede como en todo serio discernimiento que se haga para las decisiones
importantes de la vida: siempre hay que escuchar el punto de vista de Dios.
Por medio del Ángel, Dios ilumina el acontecimiento y le da instrucciones precisas a José.
Enseguida, todavía dejando oír palabras que provienen de lo alto, ahora por medio de la Santa
Escritura, el relato se permite una breve pausa de reflexión para contemplar el significado del
nacimiento que está por venir.
Al final lo que importa no es el hecho de que nazca un niño sino que, observando cómo nace, se
llegue a saber su dignidad y su misión en el mundo.
3) La ejecución de lo mandado por Dios (1,24)
Este hecho subraya la obediencia de José así como el hecho de que la Palabra de Dios es realizable.
El relato nos había hablado de la sensibilidad espiritual de José. Ahora es cuando actuando en
conformidad con las instrucciones con mayor razón se muestra que es “justo”, es decir, que es
capaz de adherir con fe a la Palabra y obrar en sintonía con el corazón de Dios.
Esto nos da la ocasión para que nos preguntemos en este último domingo de Adviento, ya casi a las
puertas de la Navidad, quiénes son estas tres personas a quienes la próxima vez encontraremos
unidas en torno al nacimiento:
Jesús
Está en la mira del relato. De él se dice que:



Debe su propia existencia al poder creador de Dios.
Porque proviene de Dios está en capacidad de liberar al pueblo de sus pecados, por eso se
llama “Jesús”.
Porque es capaz de sacar al pueblo de su situación de separación de Dios e introducirlo en
la comunión con Dios de la Alianza, por eso es “Emmanuel”.
María
Está en función de Jesús. De ella, la esposa de José, no se nos dice qué hace, piensa o siente en este
relato, pero sabemos tres datos fundamentales:



Ella es Madre por obra del Espíritu Santo.
Ella es la Madre del Salvador y del Emmanuel.
Ella está bajo la protección y los cuidados de José.
José
Es el protagonista del relato de hoy: escucha a Dios y está en función de Jesús y María. Del relato
se desprende que:

No es el padre biológico de Jesús, pero desempeña un papel importante frente a Jesús y a
María en cuanto padre y esposo que acoge en la casa y le da el nombre al niño. Él le ofrece
un espacio de protección en el que María podrá llevar acumplimiento su tarea y Jesús podrá
crecer como un verdadero hombre en función de su obra.

También él, como María y como Jesús, es puesto al servicio de los planes de Dios. Él lo
comprende gracias a su sensibilidad espiritual y a su disposición para tener en cuenta dentro
de su discernimiento el punto de vista de Dios. Ser esposo y padre es un llamado de Dios.

Por medio de José, Jesús es inserto, no en sentido carnal sino legal, en la genealogía que va
desde Abraham hasta José. Gracias a José, Jesús entra en la historia de su pueblo.
Dios
En trasfondo de todo está el mismísimo Dios: de manera diferente está vinculado con cada uno de
los personajes. De muchas formas hoy se nos habla del amor de Dios por nosotros:


Su deseo es liberarnos de la ruina del pecado y darnos la plenitud de la vida.
Para realizar esto nos manda a su Hijo, el “Salvador” y “Emmanuel”
Reflexión
«Al llegar la plenitud de los tiempos —dirá San Pablo—, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva» (Gál 4,4-5). Aquel que habría de pisar la cabeza de la antigua serpiente es el
Hijo mismo de Dios, y María es aquella mujer pensada desde antiguo y elegida por Dios para ser la
madre de su Hijo. El Hijo de María, Jesucristo, tiene la misión de rescatar, de salvar y de elevar a la
filiación divina a todo ser humano.
Faltando ya pocos días para celebrar el nacimiento de Jesucristo, la Iglesia fija su mirada en Aquella
que está pronta a dar a luz, Aquella que como una bella aurora anuncia el ya cercano nacimiento del
Sol de Justicia.
¿Pero cómo se hizo hombre el Verbo divino? ¿Cómo llegó a ser “linaje de mujer” Aquel que desde
toda la eternidad era ya Hijo de Dios? San Mateo en su evangelio afirma que el Verbo divino se
encarnó no por obra o intervención de varón, es decir, por contacto sexual alguno, sino «por obra
del Espíritu Santo». San Lucas, que probablemente escuchó el relato de la milagrosa concepción de
labios de la misma Virgen, describe detalladamente cómo sucedió esto (ver Lc 1,26-38). De la
dificultad que María ofrece al ángel ante el anuncio de que ella concebirá y dará a luz a un Hijo a
quien habrá de poner por nombre Jesús, «¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc
1,34), se deduce que María tenía el propósito de guardar su virginidad aún estando casada con José.
No se entiende cómo pudiese plantear tal dificultad quien pronto pasaría a vivir con él (ver Mt
1,18). El término griego que se traduce como “no conozco varón”, abarca también el pasado y el
futuro, de modo que debe entenderse así: “no he conocido, no conozco actualmente ni tampoco
tengo intención de conocer a varón”, significando este “conocer a varón” el mantener relaciones
conyugales.
Los primeros cristianos, que se encontraron ante el hecho milagroso de la concepción virginal del
Señor Jesús, descubrieron que estaba ya anunciado desde antiguo en las Escrituras (1ª. lectura). El
evento les permitió comprender que el signo ofrecido por Dios a Acaz, a través de su profeta Isaías,
constituía una profecía que se realizó en María: «Miren: la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y
le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». La versión de la Escritura
usada por el evangelista Mateo, usada también por el Señor Jesús y los demás apóstoles, es la
traducción griega llamada de los Setenta. Allí se utiliza explícitamente el término “virgen” (ver Mt
1,23). El hecho extraordinario de que una mujer conciba permaneciendo virgen es justamente el
signo que confirma que Jesucristo es el Emmanuel.
El título Emmanuel coincide con el nombre que llevará el Hijo de María, nombre que expresa su ser
y manifiesta su misión: Jesús significa “Dios salva” (ver Catecismo de la Iglesia Católica, 430). El
Emmanuel, Dios-con-nosotros, es Dios que viene en persona a salvar a su pueblo de sus pecados
(ver Mt 1,21).
¿Y cuál es el papel reservado a José en los designios divinos de reconciliación? Aquel signo divino
por Isaías a Acaz quería asegurarle al rey de Israel que la descendencia de David no sería
exterminada, como era su temor. Más aún, Dios le promete a Acaz, y con ello a todo Israel, que de
la descendencia de David nacería un gran Rey, el caudillo de Israel, el Mesías. El Cristo sería «hijo
de David» (Mt 1,1). José, siendo de la descendencia de David (Mt 1,20), debía asegurar la
descendencia davídica a este Niño mediante una paternidad legal.
Ante la noticia que le da María a José de que estaba encinta, dice la traducción literal del texto
griego: él «resolvió repudiarla en secreto». Repudiarla es una expresión idiomática que significa no
seguir adelante con el desposorio. A diferencia de lo que se interpreta comúnmente, que José
decidió repudiar a María en secreto por dudar de su integridad, sostiene Ignace de la Potterie que
José le creyó a María, y creyó que el Niño que había concebido venía de Dios. Su confusión
obedecería más bien a un temor reverencial: dado que el hijo de María era el Hijo de Dios, pensaba
que lo propio era hacerse a un lado, separarse de María, para no apropiarse de una descendencia
sagrada que no era suya, sino de Dios. De allí que el ángel le dijese en sueños: «no temas tomar
contigo a María, tu mujer, aunque [que es la traducción precisa del original griego] lo engendrado
en ella es del Espíritu Santo». Entonces José permanece al lado de María, porque Dios mismo le
pide asumir la paternidad del Niño, dándole así la descendencia davídica.
Apéndice
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
La espera del Mesías y de su Espíritu
711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a
la espera del Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño
Resto, el pueblo de los Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la "consolación de Israel"
y "la redención de Jerusalén" (cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a Él se refieren. A continuación se describen
aquéllas en que aparece sobre todo la relación del Mesías y de su Espíritu.
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf.
Is 6, 12) (cuando "Isaías vio [...] la gloria" de Cristo Jn 12, 41), especialmente en Is 11, 1-2:
«Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor».
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12,
18-21; Jn 1, 32-34; y también Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y 52, 13-53,
12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu
Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra "condición de
esclavos" (Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de
vida.
714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc
4, 18-19; cf. Is 61, 1-2):
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor».
715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en
los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del "amor
y de la fidelidad" (cf. Ez 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo cumplimiento
proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés (cf. Hch 2, 17-21). Según estas promesas, en los
"últimos tiempos", el Espíritu del Señor renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una
Ley nueva; reunirá y reconciliará a los pueblos dispersos y divididos; transformará la primera
creación y Dios habitará en ella con los hombres en la paz.
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