No todo es paz y armonía hoy en día, pese a que existe un des-interés generalizado por toda reivindicación social, existe no obstante, de por medio y de manera bastante evidente, un malestar generalizado, tanto por las precarias condiciones laborales, como por la mala paga; por otro lado está el endeudamiento masivo, que aparece como solución fáctica material para llenar el vacío que han dejado todos los regímenes autoritarios que han caracterizado la historia pasada y reciente de Chile y otros países del mundo, tras los cuales parece haberse esfumado toda solidaridad, toda inconformidad que se manifieste más allá de las palabras, donde no se escucha más que ese quejido somnoliento que reproduce la masa de gente tan inconforme, pero a la vez conformada con la situación que les toca vivir. Ciertamente el miedo que se difunde por los medios de comunicación de masas, refuerza la inactiva pasividad con la que enfrentan el cotidiano vivir por vivir, los millones de trabajadores y trabajadoras, que subsumidos en un vacío utópico que se llena con productos, se lanzan al abismo del fin de los sueños. La capacidad de soñar se controla por medio de los productos que se venden, con una imagen por detrás, que te hacen “soñar” que por tener, por ejemplo, ese auto, conocerás esos lugares soñados. Se trata de hacer olvidar el pequeño detalle, de que por más que accedas de manera expedita a créditos de consumo o hipotecarios o de lo que sea para adquirir cosas, no existe la posibilidad de optar a un bienestar mayor, por medio de aquellos productos determinados, que ciertamente no te entregarán más que la sensación de llenar un vacío, que se extinguirá con la posesión y que seguirá, cual patología, expandiéndose y requiriendo ser llenado nuevamente en un ciclo eterno de dependencia enfermiza del último grito de la moda ; dentro de este sistema, no tendrás jamás la satisfacción de poder hacer lo que te gusta, distribuir tus horas como mejor te parezca, trabajar no por obligación, sino por gusto, tener lo que por justicia corresponde que tenga cada cual, sin que otro/a tenga más por efecto de la propiedad privada, la herencia, la acumulación de capital o por provenir de una “estirpe” de renombre que le hace poseer ciertos lujos de “grupo dominante”. Existe no obstante la posibilidad de que luchemos por tener lo que nos corresponde, ya que todas las condiciones para que ello suceda están en nuestras manos, en la posibilidad de organizarse con otros/as que son la gran mayoría, esos/as otros/as que comparten la desdicha de ser la masa trabajadora que mueve el engranaje de la gran maquinaria capitalista-neoliberal, que enriquece a un reducido grupo de mal nacidos que jamás le han trabajado un peso a nadie, porque sus circunstancias a lo largo de la historia se han repetido privilegiadamente, haciéndoles ostentar una posición aventajada respecto a todos/as aquellos/as que han sido “sus trabajadores” llegando al punto extremo en que les pertenece hasta la vida de los mismos. Es tal el control que existe, la manipulación, que cualquier tentativa por cambiar el orden de las cosas es criminalizada, y recompensada con sanciones que van desde la cárcel, hasta la muerte de quienes luchan aún por cambiar el status quo, aquel orden único de las cosas, imperturbable, hegemónico y tan perjudicial y precario para quienes no estén de acuerdo con él y hagan algo en su contra o en contra de quienes lo mantienen, defienden, fortalecen y viven gracias a él y por él. ¿Qué nos queda entonces sino el recurrir a los-as otros-as para poder cambiar el orden de las cosas, las condiciones que precisamente nos condicionan a vivir en la miseria, en la amargura, en la desdicha de vivir para trabajar-consumir-morir?. Recordar el sufrimiento, las muertes de todos-as aquellos/as que cayeron por causa y manos de policías, tan serviles y funcionales a los intereses de la burguesía dominante, a los intereses de terratenientes, de acomodados empresarios; llámense sus bienes inmobiliarias, industrias madereras, salmoneras, mineras y todo tipo de industria contaminante y destructora, que como bien sabemos, pertenecen precisamente a quienes mantienen ese orden inalterable, tanto en el país como en el mundo entero, que expanden de norte a sur su reinado que devasta áreas intocadas antes por la mano del hombre, que destruye todo vestigio de naturaleza autóctona, que expulsa a comunidades de lo que ha sido por cientos de años su entorno, el lugar gracias al cual se pueden sustentar, sin depender de un patrón, siendo autónomos y autogestivos de su propia existencia por ello y gracias a ello. Ejemplos de represión a lo largo y ancho del país, son encubiertos, tergiversados y llevados al extremo de atentados terroristas, vaciando el significado mismo de la acción llevada a cabo por trabajadores y trabajadoras, estudiantes, etc. que en su mayor parte jamás son dados a conocer a la opinión pública. Se llena el vacío existente con espectáculo, superficialidades de farándula, pero jamás con información verídica de lo que son los hechos en sí. Importa más qué le pasó o qué dijo determinado personaje del mundo público y plástico de la TV. que lo qué está pasando hasta en el entorno más próximo, las luchas que se llevan a cabo, por todos/as aquellos/as que aún no dan su brazo a torcer, ni se enredan en el jodido y podrido mundo de la ociosidad televisiva, radial, etc. Se educa para ser serviles, funcionales, mano de obra barata, sumisa y manipulable a intereses que no nos son propios, a intereses de un grupo que existe como tal, sólo y gracias a la inactividad organizativa y falta de solidaridad imperante, reforzada por estúpidas palabras vacías como liderazgo, emprendimiento, competitividad, individualismo, capacitación, consumo, productividad, surgimiento, nacionalismo, libre mercado, cuidadanismo, estado de derecho (en donde tu derecho se reduce a ser juzgado por un montón de payasos que no tienen ética para poder juzgar a nadie, por ser tan corruptos como el derecho en sí) y tantas otras palabras que se me quedan en el tintero. Libertad es entonces la del consumo: ¿de trabajo?, de poder pisar a otros/as para ascender en la escala social, ¿de opinión?, ¿de acceder a educación de “calidad”? de pagar por cada servicio que en cualquier otra parte del mundo es administrado por el estado, tales como la luz, el agua, educación, salud, etc. Mientas tanto, sigues sumido en la servidumbre, en la esclavitud de pagar por cada servicio que pagas (supuestamente) por medio de tus impuestos y vuelta a pagar en un ciclo sin fin, por algo que debería ser gratis. Mientras tanto te sumes en la televisión para poder escapar de la jodida realidad que te toca afrontar, la rutina, el apestoso trabajo, la precariedad, las cuentas, el colegio, el supermercado, los niños y niñas, su educación superior, la que no podrás pagar a menos que hagas horas extra por el resto de vida que te queda por “vivir”, o por medio de la impagable deuda con bancos o con el “aval” del estado. Elegir cómo y por qué vivir es algo que no es tan lejano como nos han hecho creer ilusamente a lo largo de los años. Es una posibilidad abierta y latente, sabiendo que nada perderemos con intentarlo, ya que nada tenemos de verdad, ni siquiera un mínimo de bienestar mental, porque por más que nos atiborremos con productos, el sólo hecho de pensar que hay que pagar esa deuda más todas las otras en las que incurrimos para poder “vivir de manera digna”, nos lleva al stress, al tedio, rutina, al odio hacia quienes nos rodean, sintiéndolos como posibles usurpadores de “nuestro trabajo”, de “nuestro espacio” individual. Frente a ello lo único que nos queda es apoyarnos en quienes enfrentan la misma paupérrima situación, los desesperanzados, los sin posibilidad de acceder a ese “futuro prometedor”, los/as trabajadores/as, que nunca han sido nuestros enemigos sino que son nuestros aliados, los que comparten la miseria, la mala vida, la pobreza material e intelectual, no por voluntad propia, claro está, sino debido al hecho de que las circunstancias propicias para un desarrollo pleno e integral del ser humano, en esta sociedad no se encuentran a disposición de quien las quiera para sí, porque es algo por lo que hay que pagar, sea a costa de endeudamiento, trabajo, marginación, enfermedad metal y física, vaciamiento mental, atiborramiento de productos que en nada compensan la falta de felicidad, la falta absoluta de las condiciones que le posibiliten a todo el mundo, por igual, el poder acercarse a aquel ideal de felicidad en una sociedad de libres e iguales, de solidaridad y bienestar general, al que llamamos utopía….