El segundo Siglo de Oro LETRAS LUISA SANTAMARÍA Harold Raley El espíritu de España Prólogo de Julián Marías Traducción, César Armando Lozano Alianza Editorial, 2003. Madrid 236 páginas Entra en materia con los orígenes de España, arguyendo que las anomalías españolas vienen desde la época visigótica, ya debilitada ésta más tarde con una amalgama tripartita de moros, judíos y cristianos, y aunque después de la época medieval vive en condiciones bárbaras, pero no era culpa de la cristiandad católica como se ha dado a entender, sino más bien resultado de la conquista y la opinión islámica. U n prólogo de Julián Marías explica la importancia que tiene un extranjero —un hispanista— analizando los problemas y la idiosincrasia de España desmenuzándola hasta las últimas raíces. El resultado no es un libro de España para norteamericanos, sino una visión desde sus orígenes de sus conexiones con el mundo, desde la romanización, hasta las invasiones, las relaciones con el Islam hasta Al-Andalus, la estrecha vinculación con toda Europa, sin la cual no se comprende. No se olvida de la figura de Cervantes, con Don Quijote, distinguiéndola del estoicismo español. El resultado es un libro conciso y denso que nace de un amor infrecuente. La obra comienza con una carta para los lectores españoles que sirve para reconocer una deuda “que nunca podré pagar y que bebió a fondo de que le hablaban de España por qué ese interés, para más tarde contestarse, descubriendo por Ortega, Laín Entralgo, Zambrano y Unamuno, que es quizá el país que más resueltamente se ha negado renunciar a su historia, que Unamuno llamaba su “intrahistoria”, pero más en la actividad y costumbres populares que en el discurso intelectual. las fuentes españolas descubriendo que éstas hacían vibrar una cuerda muy profunda y sensible y hablaban de manera más persuasiva que los supuestamente más cercanos en lengua, nacionalidad e ideología, probablemente porque los grandes pensadores españoles hablaban desde su mismo centro”. Desde muy joven sintió Raley la necesidad de preguntar a sus profesores En la Edad Media representa un desafío y una alternativa a la modernidad europea pues, a pesar de sentirse llamada a difundir otras normas de vida, era incapaz de evitar el ejemplo triunfante de naciones comprometidas con la modernidad al uso. La peor de las acusaciones hechas a España es la que tiene que ver con la Inquisición; a pesar de todos sus defensores. Así, Menéndez Pelayo asegura que evitó las guerras religiosas y fue inferior en sus víctimas al número de los ritos religiosos en la Indias, donde España no era poseedora, sino que según Ganivet era una más de las varias Españas dentro del Imperio. A la pregunta hecha con anterioridad sobre ¿qué es España?, surge otra: ¿qué es Europa? Un pensamiento —en síntesis— que rechaza lo suyo y busca lo mejor para su espíritu. Es notable, desde el Renacimiento y la Ilustración y en el siglo XX, oír su mundo creador y su atrevimiento innovador. En la época moderna, ha seducido al mundo con sus doctrinas extremas acerca de la “pasión inútil” que dijo Sartre. Éstas han infectado la tierra de una desvalorización espiritual, mientras que España, la primera nación moderna y no una de las últimas como se cree en la actualidad, no se vio afectada por las divisiones religiosas como el resto de Europa del Norte, sino que continuó impregnada de su cristianismo inicial. Resulta curioso que el autor crea en cuatro generaciones del 98. La primera, Ortega, Azorín, Baroja y Unamuno declaran la guerra a la Restauración. Para Ortega fue un panorama de fantasmas y Cánovas el gran empresario de la fantasmagoria. La angustia por España es común a todos. Las dos obras decisivas de este periodo son La rebelión de las masas y Del sentimiento trágico de la vida La segunda generación tiene un aumento masivo de la invasión artística y cultural. Procuró conceder un nuevo rigor conceptual al pensamiento. Preconizaba una revitalización de la vida intelectual que era una intensificación geométrica en un orden de magnitud superior. La tercera generación, que se hizo patente en 1930, resulta una tendencia a ponerse en camino a lo largo de sendas inexploradas y tangenciales. Si Unamuno y Ortega dieron pasos gigantes, las figuras más destacadas de esta generación proyectaban una imagen más modesta. La cuarta generación, que aparece en el año 40, incluye e Julián Marías, Cela, Miguel Hernández, Dionisio Ridruejo, Tierno Galván y un largo etcétera. No parecían tener más de dos opciones, o reafirmarse como guardianes de lo heredado, o abandonarlo. Fueron objeto de intensas influencias ideológicas. Los líderes intelectuales sobrevivieron a la Guerra Civil, duraron más que la dictadura y denunciaron las falsedades políticas y totalitarias que eran necesarias. La ventaja de estas generaciones es su espléndida obra. Al conjunto de todas ellas espera Raley que sea llamado “el segundo siglo de oro de España”. La última parte del libro es un canto a D. Quijote, porque evita los subterfugios que ocultan nuestra verdadera condición y revela el auténtico dinamismo de la vida humana. Hace un canto al amor y a la libertad para concluir diciendo que la libertad más intensa se da cuando nos comprometemos con todo nuestro corazón con lo que verdaderamente amamos. La exposición de Harold Raley es tan brillante y acertada que terminarla supone una profunda nostalgia de no poder seguir leyendo el producto de un pensamiento tan profundo en unos párrafos llenos de ideas. LETRAS Un rey gentleman Enrique González Fernández Quién era Alfonso XIII Editorial Juventud, S.A. 2003. Madrid. 528 páginas. Enrique González Fernández (Madrid 1942), doctor en Filosofía y Letras y Ciencias de la Educación y profesor de Literatura, ha escrito un riguroso volumen sobre la vida de Don Alfonso XIII, con una cuidada recopilación de datos y en una minuciosa tarea de investigación histórica. Don Alfonso XIII, de quien piensa González que es un desconocido en su patria, es objeto de un estudio que va desde su nacimiento —17 de mayo de 1886, en Madrid— hasta su muerte —28 de febrero de 1941, en Roma— y aparece en él como un hombre desgraciado y con mala suerte que se concita en la muerte prematura de su padre, Don Alfonso XII, el nacimiento de sus hijos, dos de ellos con hemofilia, y la salida de España hasta el destierro el 14 de abril de 1931. El Rey jura la Constitución el 27 de mayo de l902 y, durante su minoría de edad, ocurren en su Patria una cantidad de hechos desgraciados, como la guerra de Cuba, Filipinas y Estados Unidos, que acabaron con la liquidación de los últimos restos del imperio colonial español, y se inició la guerra de Marruecos. A partir de su mayoría de edad, viajó por todas las provincias y pasó al extranjero visitando las cortes de Alemania, Inglaterra, Portu- gal y la capital de la República Francesa, donde fue objeto de un atentado del que salió ileso y muy airoso ante la opinión publica por su naturalidad, lo que también se alabó mucho en España. Ya en su mayoría de edad, en 1909 se recrudeció la guerra de Marruecos, donde el desastre de Annual fue el verdadero causante de la República y su salida de España. Siguió una cierta paz interior con el turno pacífico de partidos, hasta 1923 en que la inestabilidad de los gobiernos carentes de autoridad general y ante el malestar con chispazos de anarquía y revuelta de todas las regiones, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio el golpe de estado, que terminó aceptando el Rey, confiándole el gobierno. Éste lo ejerció por un directorio militar, convertido en civil después, durante el que se terminó definitivamente la guerra con Marruecos y se celebraron las exposiciones de Sevilla y Barcelona. Al cesar en el gobierno Primo de Rivera, en 1930, se encarga del poder el general Berenguer y en 1931 el almirante Aznar. A consecuencia de las elecciones de concejales y del estado de agitación del país, salió el 14 de abril para Francia, después de haberse proclamado la República. Capítulo aparte merece su casamiento con la Reina Victoria Eugenia, princesa Ena de Battenberg, fecha en la que se produce su segundo atentado, del cual igualmente sale ileso, pero causó numerosas víctimas. Éste es en resumen el trayecto de la vida del Monarca, pero contado por González Fernández con una minuciosidad de detalles en los que el hilo conductor no es continuo, pues da constantes vueltas hacia atrás y adelante, causando a veces una cierta confusión en la lectura, que a pesar de ello no deja de ser interesante. Aunque hay una gran cantidad de libros sobre el personaje, el autor piensa que no es suficientemente conocido ni, por supuesto, valorado en su justo valor. Hay una idea recurrente en el libro y es raro el capítulo en que no se hace presente. Se trata de la voluntad de Don Alfonso de marcharse de España antes de que se derramara por su causa ni una sola gota de sangre española. Expuesta de varias formas esta idea, bien por parte del protagonista o de sus allegados, es la dominante en todas las partes del libro. Tiene momentos en los que el autor causa cierta emoción, con argumentos “ad populum”, al lector. Por ejemplo, la descripción del sufrimiento del Rey, cuando está en el exilio y en plena Guerra Civil, al saber que su querida Ciudad Universitaria, que tanto le había costado promover, es tremendamente destruida por la guerra. Así como la inmensa cantidad de pinos y cedros tan cuidadosamente plantados. También causa emoción al lector cuando relatan las infantas Doña Beatriz y Doña Cristina el fino sentido del humor de su padre, que hacía más presente cuando estaba en el exilio para levantar el ánimo a la familia real. De la minuciosidad con que están escritos algunos párrafos, nos da idea el siguiente, sobre la presentación de cartas credenciales del embajador de Italia: “A las doce menos veinte salen de las Caballerizas Reales cuatro carruajes de gala, con cocheros, postillones, lacayos y mozos, con pelucas y resplandecientes uniformes. El primer carruaje es un coche de París. Lo arrastran seis alazanes con magníficos arreos rojigualdos y grandes plumas de los mismos colores, que se agitan al sol sobre sus cabezas. El segundo carruaje es la carroza de amaranto, con los caballos empenachados de azul y encarnado; el tercero es el de cifras de azul y blanco: ambos llevarán al consejero, secretarios y agregados de la Embajada...” Del casticismo y madrileñismo del Monarca, hay varias pruebas a lo largo del libro, así como de su aspecto físico: “La distinción regia de Don Alfonso se une a una extraña y sugestiva melancolía de su mirada. Su encanto está también en una sonrisa campechana. Su figura elevada y esbelta, su dignísimo porte, se mezclan con su llaneza, su sentido del humor, de raíz ma- drileña que no todos sus interlocutores saben apreciar positivamente. Por ejemplo, Sánchez Albornoz le llama Chulito madrileño”. LETRAS Para llevar a cabo este trabajo de investigación, el autor ha consultados a tres hijos de Don Alfonso, a Don Pedro Sainz Rodríguez, a Don Julián Cortes Cavanillas, así como periódicos nacionales y extranjeros y documentos de palacio. Es por tanto un auténtico trabajo de investigación. Nuevas mitologías George Steiner Nostalgia del absoluto Traducción, María Tabuyo y Agustín López Ediciones Siruela, 2002 Madrid. 133 páginas. George Steiner (París 1929) es uno de los más reconocidos estudiosos de la cultura europea y ha ejercido la docencia en diversas universidades estadounidenses e inglesas. Su presente obra nace de una reflexión a través de cinco conferencias emitidas por la radio canadiense en 1974 sobre el vacío moral y emocional que ha dejado en la cultura occidental la decadencia de los sistemas religiosos institucionales. Con una perspicacia muy particular, Steiner define las causas de la caída del fenómeno religioso del racionalismo científico durante el Renacimiento; otros lo atribuyen al escepticismo y secularismo propio de la Ilustración; otros al darwinismo y la teoría moderna. La historia política y filosófica de Occidente parece ser un intento de llenar ese vacío, debido a la “muerte de Dios” (Nietzsche). A este intento de rellenar el espacio vacío mediante antiteologías, lo llama Steiner “mitologías”. Estas son muy semejantes a la teología que pretenden reemplazar. Las características de todas esas teorías “científicas” reflejan directamente las condiciones establecidas por la decadencia de la religión y por una nostalgia del absoluto profundamente arraigada. La primera de las mitologías es el marxismo que habla del progreso del hombre hasta el reino futuro de la justicia perfecta. Como tantas construcciones artísticas, traduce la doctrina de la caída del hombre del pecado original y de la redención final a términos sociales e históricos; el hombre lleva sobre su mente y sobre su cuerpo el emblema permanente de su estado caído. Las predicciones marxistas no se han cumplido, es muy fácil darse cuenta, por ejemplo, a la depauperación de la clase obrera, o en cuanto al inminente derrumbamiento capitalista. Lo que estaba en juego no era la nueva crítica técnica de ciertas instituciones económicas. La llamada a la dedicación total fueron en su sentido pleno mesiánicas, teológicas y religiosas, que fueron las que fracasaron. Popper cita el marxismo como uno de los grandes ejemplos modernos de pseudociencia; la otra pseudociencia es la escuela freudiana del psicoanálisis. Freud estaba dispuesto a dar al psicoanálisis un fundamento biológico; tenía la amplia brecha que podría abrirse entre el psicoanálisis y la investigación clínica. Las teorías de Freud son lecturas inspiradas y proyecciones a partir de las muy especiales condiciones sexuales, familiares y económicas de la vida burguesa de la Europa Central y Occidental entre los años 1880 y 1920. Surgieron muchas neurosis desde el momento que Freud enseñó a afrontarlas. El psicoanálisis tiene una triple relación con el mito, ya que en sus últimos escritos Freud desarrolló una bella teoría de la creación y de la extensión humana y los antiguos mitos: la ficción, la novela, la obra de teatro no se citan como un paralelo necesario. La demostración de Freud de la universalidad de sus metáforas terapéuticas, así como el complejo de Edipo, son en sí mismas construcciones metafóricas. En el psicoanálisis como en el marxismo existe el pecado original. En ambos existía la decisión de eliminar de la psiquis humana las ilusiones infantiles de la religión. Las dos doctrinas ya están retrocediendo en la historia. Sus fines no se han cumplido. Al contrario. Claude Levi-Strauss, el antropólogo francés, habla de la decisiva influencia de Freud y de Marx y quiere completar y mejorar sus trabajos. Llama a su ciencia la “ciencia del hombre”. Para Levi-Strauss los mitos son los instrumentos de la supervivencia del hombre como especie pensante y social. Marx y Freud hacen derivar de la religión y la teología sistemática el pecado original, y en Levi-Srauss se encuentra algo de la ruptura cultural del hombre con el mundo natural y del profundo malestar que esta cultura dejó en nuestras almas. Afirma que sólo podemos prohibir aquello que nuestro vocabulario y nuestra gramática son los bastante ricos y precisos para designar; la gramática es la condición necesaria de la ley básica. Entre las tres mitologías existe un lazo genético, la de LeviStrauss es un Apocalipsis ocasionado por el mal humano y la devastación provocada por los hombres. La Astrología es la cuarta de las mitologías de las que se ocupa Steiner, y es tan amplio el número de sus adeptos, que hay miles de seres humanos adultos que se abstienen de ir a su trabajo y se meten en la cama cuando las estrellas están en una configuración amenazante. Muchos no creen totalmente en ello pero piensan que puede haber algo de verdad. Siguiendo en la escala de la necedad, se cree en objetos volantes no identificados y han sido observados por grupos iluminados girando sobre el planeta Tierra. Comparadas con estas consideraciones están las pretensiones de los nuevos magos, de los videntes y de los dobladores de cucharas. Otra insensatez es el orientalismo. Es necesario decir que la cultura occidental está sufriendo una auténtica crisis de confianza. Las dos guerras mundiales, la vuelta a la barbarie política de la que el holocausto fue sólo el ejemplo más crudo, la inflación continua, han provocado un ataque de nervios generalizado. Tal vez no hubiera existido un pensamiento especulativo puro sin la esclavitud, si los hombres no hubieran dispuesto del tiempo libre necesario para consagrar su voluntad, energía y ambiciones a problemas no relacionados directamente con la supervivencia personal y económica. La escuela de Frankfurt propone frente a tanta mitología, la objetividad, la ley científica, las funciones fijas: la lógica misma. Y esta es la breve obra de Steiner presentada con la refinada erudición que le caracteriza y no exenta de un tono irónico.