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Beata Beretta
Una beata que llevó, hasta el sacrificio voluntario de su propia
vida, la vocación de la maternidad
Entrevista de Acción Familia al esposo de la Beata Juana Beretta Molla.
En una amplia casa de la pequeña ciudad de Magenta, a algunos kilómetros
de Milán, nos recibe el ingeniero don Pedro Molla, viudo de la beata
Giana Beretta. Todo en esta casa parece un verdadero relicario de esta
mujer que antes de ser su esposa le escribía: "/quiero ser para ti como
la mujer fuerte de las Escrituras/".
Giana Beretta Molla nació en 1922, séptima hija de una familia de ocho
hermanos, tres de los cuales serían religiosos. Ella optó por la carrera
de medicina y, más tarde, en el año 1951, la dejó por las obligaciones
de esposa.
Ella misma comentaba en uno de sus escritos particulares su vocación a
la maternidad : "/Cada vocación es vocación a la maternidad, material,
espiritual o moral. Dios ha puesto en nosotros el instinto a la vida...
Ay! de aquellas hijas que no aceptan la vocación de la maternidad. Cada
cual debe prepararse a la propia vocación, prepararse para ser dadores
de vida/".
Fue para ser modelo de madre que Dios la llamó al matrimonio. Sus tres
primeros hijos llegaron al mundo con muchas dificultades y sufrimientos,
lo que permitió a Juana Beretta demostrar la seriedad de sus propósitos.
Sin embargo, la consumación de su holocausto de madre se daría un poco
más tarde.
En septiembre de 1961, esperando su cuarto hijo, después de varias
dificultades y de una intervención quirúrgica por complicaciones de
salud, la esposa Molla no aceptó propuestas. Como médico, conocía todos
los riesgos que corría y la fatalidad del dilema: o salvarse a sí misma
o salvar a la criatura. A una amiga le confió: "/Voy al hospital, pero
no estoy segura si volveré. Mi maternidad es difícil. Tendrán que salvar
o al uno o al otro. Yo quiero que viva el niño/".
El niño nació el 20 de abril de 1962, en la tarde de un día Viernes
Santo. Una semana después, el 28 de abril, partía al Cielo esta madre
ejemplar.
El Papa Juan Pablo II la elevó a la honra de los altares beatificándola
en el año 1994, el "Año internacional de la Familia".
Todos estos recuerdos brotan pausadamente de la memoria de su esposo don
Pedro Molla durante la amena conversación que quiso mantener con
“*/Acción Familia/*”. Pareciendo que al revivir estos hechos, don Pedro
recobrara las energías de su juventud, nos invita a recorrer algunos
lugares que marcaron esta vida providencial.
De su casa partimos a visitar el pequeño cementerio de Magenta, donde
yace su cuerpo a la espera del día de la Resurrección. Nos explica el
Ingeniero Molla que siempre está lleno de flores: son de jóvenes madres
que se encomiendan a su intercesión para los partos difíciles. Después
vamos a visitar la ultima casa donde vivió, el consultorio donde
atendía los niños, el jardín que cuidaba ella misma, y por último, la
pequeña Iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo donde rezaba
diariamente y donde tomó la resolución de aceptar la muerte para dar la
vida al hijo que esperaba.
Al despedirnos después de esta peregrinación revivificante, le
preguntamos al Sr. Molla, qué admiraba más en su esposa. No vacila en
respondernos: "/el equilibrio en todas las virtudes y el saber ver a
Dios en las más sencillas cosas de todos los días/".
Un ejemplo que a todos los lectores de "*/Acción Familia/*" debe
animar...y especialmente a las madres de familia con dificultades.
Juan Antonio Montes
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