Neurosociología: cerebro e interacción social Bergara)

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Neurosociología: cerebro e interacción social
Vicente Huici Urmeneta PhD (EUMBAM-Universidad de Deusto / UNED Bergara)
Con mi agradecimiento a los profesores Luis Yllá (MD) y José Manuel Rodríguez
(PhD) sin que les sean atribuibles mis errores.
“Aunque los sujetos siempre dan explicaciones de sus actos, tales explicaciones
no obedecen a un acceso especial a los procesos que subyacen a las decisiones, sino a
convenciones sociales” (Ledoux, 1996/1999: 35).
1.- ¿Qué es la Neurosociología?
En los años noventa del siglo XX, dos psicólogos norteamericanos, Gary Berntson
y, singularmente, John Cacioppo, director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social
de la Universidad de Chicago,
comenzaron a utilizar la expresión “ social
neuroscience” [ neurociencia social] para definir el ámbito de sus investigaciones.
La revista Social Neuroscience (Psychology Press, University of Chicago), cuyo
primer número apareció en marzo de 2006, es la
publicación de referencia
en
neurociencia social. En dicho número, los editores afirmaban: “Con raíces en muchas
disciplinas, como la neurología, la psicología social, las ciencias del desarrollo, la
economía y la psicología cognitiva, la neurociencia social ha alcanzado la mayoría de
edad. La Neurociencia Social puede ser ampliamente definida como la exploración de
las bases neurológicas de los procesos tradicionalmente examinados por la psicología
social. Esta descripción general proporciona un punto de partida desde el cual podemos
examinar la conducta social y la cognición. Sin embargo, vemos esta definición como
una guía más que como una regla y, como tal, vemos este campo más incluyente que
excluyente. Los comportamientos y las cogniciones estudiados bajo el paraguas de lo
social son diversos”. Así mismo, añadían que el objetivo de la neurociencia social era
“comprender la relación compleja y dinámica entre el cerebro (y sus sistemas afines) y
la interacción social, una investigación emocionante y significativa, no sólo para los
académicos, sino también para el público en general” (Decety- Keenan, 2006:1-2).
Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de
Madrid, ha propuesto la expresión castellana neurosociología para traducir el sentido
del original social neuroscience, afirmando al respecto en su obra Neuro-cultura:
“Neurosociología es, en esencia, una aproximación a entender los parámetros que rigen
1
las interacciones sociales basadas en la lectura de los códigos con los que funciona el
cerebro humano” (Mora, 2007:85).
2.- Precedentes de la neurosociología.
La neurosociología es, por lo tanto, una neurociencia, es decir, una de las ciencias
que toman como punto de vista teórico el funcionamiento del sistema nervioso
, y
particularmente del cerebro, en cualesquiera actividades humanas. Específicamente, la
neurosociología intenta comprender el rol que tiene el funcionamiento del sistema
nervioso en la interacción del ser humano con su entorno social.
La necesidad y utilidad de abordar este punto de vista en relación a lo social
aparece ya en la literatura neurológica fundacional, como, por ejemplo, en los escritos
de Santiago Ramón y Cajal (1941/1960), pero ha recibido su estatus científico muy
recientemente.
A pesar de su incipiente formulación actual, la neurosociología no hubiera dado
sus primeros pasos sin los notables avances que se han producido en los últimos años
en relación a la anatomía y fisiología del cerebro humano.
Sólo así han podido tomar cuerpo algunas de las intuiciones formuladas desde el
siglo XVIII, como en el caso de la frenología de F.J. Gall y J. C. Spurzheim,
que
afirmaba, por ejemplo, que “las ideas que dependen de la influencia del cerebro están
igualmente sujetas a las opiniones que nos dominan y a las preocupaciones que nos
gobiernan“(Gall, 1806: 115). Sin olvidar, por supuesto, el debate sobre el caso de
Phineas Gage (1848) y los descubrimientos de P. Broca y C. Wernicke sobre las áreas
cerebrales.
Otro tanto podría decirse de la obra de S. Freud y de sus controvertidos discípulos
que apuntaron correlaciones entre lo social y lo neuronal que en los últimos tiempos
han encontrado eco en la nueva biología de la mente ( Kandel, 2005)
3.- Emergencia de la neurosociología.
No obstante, entre las circunstancias que han contribuido más al asentamiento
empírico de la neurosociología, se pueden citar tres de particular interés.
En primer lugar , el descubrimiento de una neurona , la célula fusiforme, que
actúa más rápidamente que ninguna, guiándonos en decisiones sociales inmediatas, y
que ha resultado ser más abundante en el cerebro humano que en el de otras especies
animales. En efecto, los humanos tenemos unas cien mil células fusiformes más que,
2
por ejemplo, los primates, habiéndose detectado también en delfines, ballenas , orcas y
elefantes (Coghland, 2006). Estas neuronas fusiformes configuran conexiones
particularmente activas entre la corteza orbito frontal y la corteza cingulada anterior del
sistema límbico, zonas
cerebrales en las que “los sistemas relacionados con la
emoción/sentimiento, la atención y la memoria funcional interactúan de manera tan
íntima que constituyen la fuente de la energía tanto de la acción externa (movimiento)
como de la interna (animación del pensamiento, razonamiento). “(Damasio,
1994/2009:94).
Algunos especulan que las células fusiformes pueden explicar por qué algunas
personas (o animales como los citados) son más sensibles socialmente que otras y
apuntan a" una posible y obligatoria adaptación neuronal en cerebros muy grandes,
permitiendo el procesamiento rápido de la información y la transferencia a través de
proyecciones muy específicas y que evolucionaron en relación al surgimiento de
comportamientos sociales." (Butti, 2009:254)
Los estudios de imágenes cerebrales permiten observar un incremento de la
actividad en la corteza cingulada anterior en personas que tienen mayor conciencia
interpersonal ya que “interviene en el autocontrol y la conciencia social “(Del Abril,
2005: 719).
En segundo lugar, se ha constatado que, más allá de otros aspectos de carácter
psicosocial, la sociabilidad se encuentra muy ligada a la neurotransmisión de la
dopamina. Así, una baja captabilidad de dopamina es frecuentemente encontrada en
personas con ansiedad social y depresión.
La dopamina (DA) es una catecolamina y las catecolaminas generan cambios
fisiológicos que preparan al cuerpo para un incremento de la actividad física (como la
lucha o la huida). La dopamina, en particular, modula muchas funciones en el cerebro,
influyendo en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la
recompensa, el sueño, el humor, la atención, y el aprendizaje. Las neuronas
dopaminérgicas (es decir, las neuronas cuyo neurotransmisor primario es la dopamina)
están presentes mayoritariamente en el área tegmental ventral (VTA) del cerebro-medio,
en la parte compacta de la sustancia negra, y en el núcleo arcuato del hipotálamo. Así
mismo, algunas drogas, como la cocaína o las anfetaminas, pero también el alcohol o la
nicotina, “inhiben la recaptación de dopamina funcionando como potentes agonistas de
la dopamina” (Carlson, 2004/207:127).
3
La dopamina es comúnmente asociada con el sistema del placer del cerebro,
suministrando los sentimientos de gozo y refuerzo para motivar proactivamente en la
realización
de
ciertas
actividades.
Participa
en
experiencias
naturalmente
recompensantes tales como la alimentación o el sexo. Por ejemplo, al controlar la
actividad retiniana y vincularse rápidamente por medio del meso-encéfalo a algunas
estructuras del sistema límbico y del cortex frontal, la dopamina facilita una rápida
respuesta en el caso de la atracción amorosa.
En tercer lugar, ha sido singularmente decisivo el descubrimiento de las
neuronas espejo por el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universitá degli Studi di
Parma (Rizzolatti -Craighero, 2004).Las neuronas-espejo son una variedad de células
cerebrales que perciben la acción que otra persona está a punto de realizar e
instantáneamente preparan para imitar ese movimiento.
Este tipo de neuronas
fue detectado en principio, en macacos y primates
superiores. En los seres humanos se han localizado fundamentalmente en el Área de
Broca, en la corteza parietal inferior del cerebro (Larocca, 2013:2).
El descubrimiento de las neuronas espejo ha obligado a revisar lo que hasta hace
poco tiempo se venía afirmando respecto de las regiones motoras del cerebro. Así,
parece que el sistema motor no puede ser ya concebido como un mero “ejecutor pasivo”
de órdenes emitidas por otra región cerebral, sino que la experimentación indica más
bien la existencia de un complejo entramado de zonas corticales diferenciadas, capaces
de realizar las funciones sensorio-motoras que parecerían propias de un sistema
cognitivo superior. Todo lo cual ha supuesto “un importante reto para nuestras
convicciones filosóficas acerca de la importancia de la comprensión consciente de los
actos humanos (Feito Grande, 2007).
Habría pues una base neuronal para la explicación de determinados actos
que se llevarían a cabo en contexto sociales específicos sin mayor intervención
ejecutiva de los participantes. Actos en los que la capacidad imitativa operaría de
motu propio, garantizando la sociabilidad: “Somos criaturas sociales y nuestra
supervivencia depende de entender las intenciones y emociones de los demás”
(Rizzolatti in Feito, 2007)
A contrario, la clínica relaciona el autismo con una disfunción de las neuronasespejo lo cual “explicaría la mayoría de los síntomas del trastorno autista: falta de
4
habilidades sociales, ausencia de empatía, déficits de lenguaje, imitación pobre,
dificultad para comprender las metáforas, etc.”(Feito Grande, 2007)
4.- Virtualidades y limitaciones de la neurosociología.
De lo anteriormente expuesto puede deducirse que la neurosociología abre un
campo singularmente interesante en el ámbito más amplio de la comprensión de las
interrelaciones sociales.
En efecto, la introducción de la perspectiva neurosociológica puede permitir
deslindar con mayor eficacia algunos aspectos de temas habitualmente tratados por la
sociología en general, como, por ejemplo, las cuestiones de la identidad de los grupos o
las ligadas a la memoria colectiva.
Sin embargo, la postulación de la neurosociología como perspectiva única, una
tendencia muy habitual en las neurociencias - que tienden a considerar el cerebro como
un simple hardware, susceptible de la implantación de diferentes software - puede
convertir lo que no es sino una aportación más a la comprensión del ser humano
en una nueva metafísica, tal y como ha ocurrido en otras ocasiones con la economía o
la psicología.
Además, tampoco se ha de olvidar que, en general, cualquier teoría, y aún más
tomada como razón única y suficiente, puede “tener efectos determinantes no sólo para
explicar la dinámica social, sino para producirla” con lo que rápidamente se transforma
en una ideología que sólo consta lo que previamente define debido a “sus propias
inercias performativas” , todo ello sin ser consciente , en muchas ocasiones, de su
implicación en “una compleja dinámica de relaciones de poder/saber/deseo” (Castro,
2005:658-662)
Como
dice Antonio Damasio, poniendo un buen ejemplo, “ la solución al
problema de la violencia social no vendrá sólo de considerar exclusivamente los
factores sociales e ignorar las sustancias neuro-químicas correlacionadas, ni vendrá de
culpar únicamente a una sustancia neuroquímica correlacionada; será necesario
considerar a la vez los factores sociales y neuroquímicos” (Damasio, 1994/2009:101).
Pues , en efecto, la neurosociología no debería ser ni determinista ni unívoca ya
que , a pesar de reconocer que “todo comportamiento es biológico” también constata
que
“el reduccionismo biológico no proporciona explicaciones satisfactorias para
comportamientos complejos” (Cacioppo, 2004: 115).
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Tampoco se debería, en este sentido, dejar fuera de las consideraciones
neurosociológicas, la importancia del lenguaje como generador de socialidad, pues,
como apunta el profesor Luis Yllá, siguiendo una larga tradición que se remonta a
Aristóteles, “ el habla actúa sobre el cerebro humano y también animal como estímulo
que modifica químicamente muchos funcionamientos interneuronales” ( Yllá 2011:31).
Tan sólo en la medida en que conozcamos qué áreas y circuitos del cerebro son
claves para la cognición social (como, por ejemplo, las muchas y diferentes áreas de la
corteza pre-frontal y cómo estas han ido apareciendo a lo largo de la evolución para
cumplir qué funciones), llegaremos a conocer gran parte de los procesos mentales que
nos agrupan en sociedad.
Y, así mismo, el mayor discernimiento de las funciones del sistema límbico, en el
que residen las emociones, nos debe proveer de conocimientos acerca de los
fundamentos neuronales de la empatía y la aceptación o el rechazo social.
En cualquier caso “todo ello está en el corazón de lo que hemos venido en llamar
neurosociología” (Mora, 2007: 85).
5.- Un ejemplo de aplicación: la memoria colectiva.
Como se ha hecho mención anteriormente, de entre los muchos temas que serían
susceptibles de adquirir una nueva luz desde la perspectiva de la neurosociología puede
citarse, a modo de ejemplo, el de la denominada memoria colectiva.
Se trata, por otro lado, de una cuestión que tiene un largo recorrido en la
investigación sociológica debido a las implicaciones que conlleva en relación a la
conciencia colectiva, las representaciones sociales o la identidad.
En este punto no puede dejar de citarse, como referencia fundamental, la obra de
Maurice Halbwachs.
En efecto, Maurice Halbwachs (1877-1945),
discípulo del filósofo Henri
Bergson, (Huici, 2007) inició una profunda revisión de la cuestión de la memoria desde
el punto de vista sociológico. Así, para Halbwachs lo que denominamos memoria en su
dimensión individual tiene siempre un carácter social ya que " cualquier recuerdo,
aunque sea muy personal, existe en relación con un conjunto de nociones que nos
dominan más que otras, con personas, grupos, lugares, fechas, palabras y formas de
lenguaje, incluso con razonamientos e ideas, es decir, con la vida material y moral de
las sociedades de las que hemos formado parte " (Halbwachs, 1994: 38). Además,
siguiendo a Bergson, aceptó que la razón de la emergencia de los recuerdos " no reside
6
en ellos mismos, sino en la relación que tienen con las ideas y percepciones del
presente " (Halbwachs, 1994:141-2), es decir en la necesidades imperiosas o ejecutivas,
algo posteriormente confirmado por sucesivas investigaciones (Schacter, 1999).
Como puede observarse la teoría de la memoria de Halbwachs acentúa, como era
previsible, su dimensión social y, por ello, en la segunda parte de su obra Les Cadres
Sociaux de la Mémoire se hace una exposición de los ámbitos sociales en los que la
memoria individual se halla implicada, ya que los marcos sociales de la memoria son
también los marcos de la memoria individual.
Para Halbwachs los ámbitos sociales más relevantes implicados en la
construcción de la memoria son la familia, la religión y la clase social. Así, según
Halbwachs, los individuos articulan su memoria en función de su pertenencia a una
familia, a una religión o a una clase social determinada.
La investigación de los elementos que, en los diversos ámbitos sociales, permiten
la construcción de la memoria, tanto individual como colectiva, abocó a Halbwachs a
establecer la existencia de unos marcos sociales de la memoria [cadres sociaux de la
mèmoire].
Según Halbwachs, dichos marcos pueden ser específicos, como los ya
explicitados en relación a la familia, la religión o las clases sociales, pero hay otros, de
carácter más general, que son el espacio, el tiempo y el lenguaje.
Es decir, que cuando se recuerda, se recuerda por medio de las claves específicas
que se corresponden a los grupos en los que o sobre los que se esté recordando, pero
también por medio de la aceptación implícita de marcos más amplios que prescriben
determinadas configuraciones básicas
Recordar implica, así también,
sobre el espacio, el tiempo y el lenguaje.
asumir una determinada representación de la
temporalidad, la espacialidad y el lenguaje.
En realidad casi toda la primera parte de Les cadres está dedicada al estudio de
estos marcos sociales de la memoria de carácter general, pero también se pueden
encontrar interesantes reflexiones acerca de ellos en obras como La mémoire collective.
Para Halbwachs el lenguaje es " el marco a la vez más elemental y más estable de
la memoria " (Halbwachs, 1994: 64). Y esto es así hasta tal punto que podría decirse
que la memoria en general depende de él. Esta dependencia de la memoria respecto del
lenguaje constituye, además, la prueba manifiesta de que se recuerda por medio de
constructos sociales, pues el lenguaje no se puede concebir sino en el seno de una
7
sociedad, como ya señaló Aristóteles en su momento (1986:43) y se ha apuntado
anteriormente.
En cualquier caso, tanto los marcos sociales generales como los específicos son
para Halbwachs constructos sociales que no son estrictamente ni imágenes ni conceptos.
Son nociones. Es decir combinaciones de imágenes y conceptos, o si se quiere,
representaciones en las que interviene una parte sensible y otra más o menos abstracta.
Esta dimensión de los marcos sociales de la memoria es fácilmente perceptible
cuando se trata de marcos de carácter específico - en la familia, por ejemplo, el padre
representa la imagen de un padre específico y también la figura ideal o conceptual del
[padre] pero no ocurre así con los cuadros generales.
Así se puede explicar la propensión a confundir el lenguaje con el lenguaje
articulado y éste con el discurso lógico-conceptual , a pesar de que en la rememoración
la dimensión significante del lenguaje posee enormes virtualidades y de que , como
demuestra Halbwachs en el caso de la memoria de los músicos , un lenguaje nodiscursivo puede perfectamente operar como marco social de la memoria: " [ los
músicos ] necesitan tener ante los ojos unas hojas de papel en las que todos los signos y
su sucesión se encuentran materialmente fijados. Hay una parte de sus recuerdos que
sólo se conserva bajo esta forma, es decir, fuera de ellos, en la sociedad de aquéllos
que, como ellos, se interesan exclusivamente por la música " (Halbwachs, 1992: 59).
De aquí también la tendencia a confundir, por ejemplo, los marcos sociales del
tiempo y el espacio con el tiempo y el espacio abstractos o matemáticos, que son
meramente conceptuales. Y también, y particularmente, la inclinación a homologar el
marco social temporal con el tiempo histórico, cuando este último, en realidad " se
desarrolla en una duración artificial que no tiene realidad alguna para ninguno de los
grupos de los que se toman los acontecimientos " (Halbwachs, 1968:103).
Pues bien, a la luz de los conocimientos neurocientíficos, podemos hoy confirmar
varias de
las matizaciones de Halbwachs y atribuirlas a diferentes niveles del
funcionamiento cerebral. Así la figura de la noción, que recoge una parte sensible y
otra
más
o
menos
abstracta
se
correspondería
a
combinaciones
de
representaciones del hemisferio cerebral derecho e izquierdo, respectivamente.
Por otro lado, en La mémoire collective se recogen una serie de trabajos y works
in process entre los que destacan los dedicados a la cuestión de las relaciones entre la
Historia y la Memoria Colectiva.
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Para Halbwachs Historia y Memoria Colectiva son dos registros del pasado que si
se enfrentan se suelen oponer a veces radicalmente en función de su condición. Así,
afirmar que pueda existir algo como una memoria histórica le parece una contraditio
in terminis ya que dicha expresión " asocia dos términos que se oponen desde todo
punto de vista " (Halbwachs, 1968: 68).
En realidad, afirma Halbwachs, habría que admitir que más bien la Historia, en
tanto que registro del pasado, " no comienza sino donde termina la tradición, es decir,
allí donde se extingue o se descompone la memoria social " (Halbwachs, 1968: 68).
Por ello intentar vincular ambos registros le parece un cierto desatino, como
también se lo parece pretender que la Historia sustituya a la Memoria Colectiva cuando
aquella no es sino un factor más de esta.
Para Halbwachs, Historia y Memoria Colectiva se distinguen claramente
al
menos en dos sentidos.
Por un lado la Memoria Colectiva es " una corriente de pensamiento continuo, de
una continuidad que no tienen nada de artificial, ya que no retiene del pasado sino lo
que todavía está vivo o es capaz de permanecer vivo en la conciencia del grupo que la
mantiene " mientras que la Historia " se ubica fuera de los grupos, por debajo o por
encima de ellos" obedeciendo a " una necesidad didáctica de esquematización "
(Halbwachs, 1968: 70-1).
Así " en el desarrollo continuo de la Memoria Colectiva, no hay líneas de
separación netamente trazadas como en la Historia, sino más bien límites irregulares e
inciertos ", de tal manera que " el presente no se opone al pasado como se distinguen
dos periodos históricos próximos "(Halbwachs, 1968:73).
Pero, además, la existencia de diferentes grupos en el seno de las sociedades da
lugar a diversas Memorias Colectivas, mientras que la Historia pretende presentarse
como la memoria universal del género humano, o, al menos, como la memoria de una
parte del género humano, frecuentemente parcelado en Estados o Naciones. Así, frente
al carácter universal espacio-temporal de la Historia, " cada memoria colectiva se
asienta sobre un grupo limitado en el espacio y en el tiempo"(Halbwachs, 1968:75).
Confundir ambos registros y no delimitar las pretensiones genera un cierto
desprecio por parte de grupos sociales determinados respecto de la Historia y, por otro
lado, alimenta la incomprensión de la Historia ante algunos episodios que pueden
resultar sorprendentes sin el concurso de la Memoria Colectiva.
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También en este aspecto resultan muy sugerentes las aportaciones de Halbwachs,
pues, la Historia, con su contenido analítico y secuencial satisfaría la dinámica del
hemisferio cerebral izquierdo de los individuos, mientras que la denominada
Memoria Colectiva, más sintética y global, devendría un producto del hemisferio
cerebral derecho con implicaciones emocionales del sistema diencefálico-límbico.
Pero quizá, la implicación más interesante al respecto es la que nos indica que en
la rememoración de la memoria colectiva, ya sea de amplios colectivos, o de colectivos
más restringidos, al estar siempre guiada por los intereses inmediatos, se produciría un
automatismo inconsciente en la recuperación del recuerdo ya que “si determinadas
combinaciones de estímulos se repiten, pueden intensificar una ruta posible entre las
muchas de una estructura neural” (David H. Hubel, “El cerebro” in VV. AA,
1981/1979: 19)
Habría así, si se acepta esta perspectiva, una manera de recordar
predominante que en gran medida estaría condicionada por la activación de los
mismos específicos circuitos neuronales. Pues en efecto, “una sinapsis que se usa
repetidamente se hace más eficaz. Y esto es probablemente la memoria, es decir, un
cambio físico, entre neuronas que puede ser permanente y que puede ser activado,
evocado y, por tanto, rememorado “(Mora, 2002/2009: 215).
Todo lo cual permitiría comprender mejor las razones por las cuales las memorias
colectivas pueden llegar a resultar contradictorias en relación a los mismos episodios, y,
así mismo, porqué su distanciamiento respecto del relato hiper-significativo de la
Historia puede llegar a ser cada vez mayor.
Y, por fin, otro tanto se podría decir acerca de los rituales de la Memoria
Colectiva, con sus ritmificaciones temporales (festividades, celebraciones) y sus
espacialidades pertinentes (lugares de encuentro colectivo) que reiniciarían una y otra
vez la dinámica de los procesos identitarios ayudándose de los procesos
desencadenados por las células en espejo.
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