XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA

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XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA
Madrid, 10, 11 y 12 de Julio de 2013
Sede: Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de
Madrid,
Campus de Somosaguas
Lema: "Crisis y cambio: propuestas desde la sociología"
GT 24 Sociologías de la Comunicación y del Lenguaje
Coordina: Octavio Uña Juárez (Universidad Rey Juan Carlos)
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TEXTO COMPLETO:
La situación sociolaboral de los periodistas españoles en el momento presente
Juan-Francisco Torregrosa Carmona
Carmen Gaona Pisonero
Universidad Rey Juan Carlos. Madrid.
1. Introducción al tema objeto de estudio. Periodismo, formación y
profesión en España.
En este trabajo se aborda la evolución experimentada por el colectivo de
periodistas profesionales de España en los últimos decenios hasta llegar a la situación
en la que se encuentran en la actualidad. El enfoque es primordialmente desde la
Sociología de las profesiones y las Ciencias de la Comunicación, sin descuidar otros
aspectos relacionados.
Como ámbito directamente relacionado, se plantea también el estudio de la
situación actual del mercado profesional correspondiente a las titulaciones propias de
las Ciencias de la Comunicación (Comunicación Audiovisual, Publicidad y
Relaciones Públicas, y Periodismo), si bien especialmente en lo que se refiere a la
realidad socioeconómica de los periodistas.
En íntima conexión con el mercado profesional se encuentra la formación reglada
de los periodistas y el resto de profesionales de la información y la comunicación. De
ahí que resulte preciso conocer las necesidades a las que debe dar respuesta la
enseñanza superior para lograr el objetivo de una adecuada preparación académica de
los futuros profesionales del periodismo, en una profesión de cuya evidente crisis
también debe aprender la enseñanza universitaria, e incluso realizar una cierta
autocrítica.
En este sentido, es necesario hacer un recorrido para conocer la evolución
experimentada por la enseñanza formal del periodismo en España y reivindicar la
meta inaplazable de abordar una revisión crítica de diversos aspectos; entre ellos, en
primer lugar, del papel de las empresas y la reflexión sobre los nuevos y los clásicos
perfiles profesionales. Un elemento de indudable importancia viene determinado por
la dimensión formativa y académica. El llamado Proceso de Bolonia, el Espacio
Europeo de Educación Superior (EEES), en el que están implicados casi cincuenta
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países del viejo continente, pretende precisamente que el alumno aprenda, que se
implique, que cuestione, que busque, que amplíe, que piense… y en primer plano el
objetivo absolutamente justificado de que participe activamente en el aula.
Superando así la llamada “lección magistral” por parte del profesor como único
método de transmisión de conocimientos especializados.
Es de esperar que al final todo el nuevo y ya vigente modelo de transformaciones,
transformaciones en principio relevantes e intensas, no acabe siendo un modelo que
haya que calificar como gatopardiano: que todo cambie (aparente y formalmente)
para que todo (en el fondo) siga igual. Especialmente teniendo en cuenta la notable
falta de financiación de la universidad española.
Entrando más de lleno en la cuestión que nos ocupa, en la actualidad los
periodistas se han convertido mayoritariamente en esos precarios poderosos de los
que habla en diversos trabajos académicos el profesor Félix Ortega (2000, 2006,
2008): “El periodista español es como un dios Jano: frágil y precario de puertas
adentro de los medios de comunicación, engreído y prepotente de puertas afuera.
Frágil debido a las características estructurales de la profesión, que podemos
sintetizar en los tres aspectos siguientes: la situación laboral, las relaciones con las
empresas y la élite periodística, y finalmente el tipo predominante de organización
profesional” (Ortega, 2008: 232).
Toda una serie de paradojas de inmenso calado que afectan a la mayor parte de
los trabajadores del periodismo en España y, también es verdad, en otros países
incluso alejados geográfica y culturalmente.
Aunque resulta muy real lo que asegura el veterano columnista de prensa y
maestro de periodistas Manuel Alcántara al decir que “el periodismo es un oficio de
juglares”, no lo es menos que ese oficio tiene mucho de profesión. Una profesión que
atraviesa, desde el punto de vista laboral, por su peores momentos desde la
restauración de la democracia en España a finales de los años setenta del paso siglo
XX, cuando nacen, por cierto, las primeras facultades universitarias de periodismo en
el país.
Un dato de extraordinaria elocuencia permite resaltar estas afirmaciones: el hecho
de que hace ya más de un decenio un número superior al ochenta por ciento de los
periodistas en ejercicio eran menores de cuarenta años (Ortega y Humanes, 2000).
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Este panorama se traduce claramente en desinformación, en disminución de la
calidad periodística y en precariedad laboral, que afecta en especial a los jóvenes
periodistas, o lo que es lo mismo, a la mayor parte de la profesión.
“Mi precariedad es tu desinformación”, rezaba de forma muy gráfica,
acertadamente, el lema de una asamblea anual de sindicatos españoles de periodistas
de las muchas celebradas para denunciar públicamente la situación de indignidad
laboral que sufren miles de informadores en España (en consonancia, es cierto, con
prácticamente todos los sectores profesionales del país).
Sin embargo, de esas situaciones no suelen hacerse demasiado eco los propios
medios de comunicación en los que los afectados desempeñan su labor. Por algo se
afirma con convicción casi desde tiempo inmemorial que “perro no come perro”. Una
situación histórica que está cambiando progresivamente en los tiempos actuales,
especialmente gracias a la proliferación de nuevos medios digitales presentes en
Internet, así como a los mayores esfuerzos realizados por las asociaciones
profesionales y los recientes sindicatos de periodistas.
Podemos afirmar que hemos desarrollado, además, nuevos males (la
discriminación se encuentra instalada en lo más profundo de la profesión
periodística). Así, en el 2001 la Federación Internacional de Periodistas (FIP) puso de
manifiesto el dato de que pese a que las mujeres constituyen un tercio de la fuerza
laboral dentro del sector, únicamente el 1% de los puestos directivos contaban con
ellas en dichos niveles máximos de responsabilidad.
Sí parece haber mejorado la valoración que se hace desde la propia profesión
respecto a la formación universitaria, lo que podría ser un reflejo o una consecuencia
del mayor número de titulados en la especialidad que ejercen hoy la profesión en
España, siendo prácticamente inexistentes las incorporaciones de periodistas sin
carrera universitaria, frente a lo que ocurría hace veinte o treinta años, incluso en
medios de comunicación públicos, lo que era considerado por muchos un inaceptable
“intrusismo” profesional.
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha comprobado que en el año
1999 el 70% de los entrevistados decía tener terminada la Licenciatura (Humanes,
2005: 13), cifras muy superiores a las que manejaban los investigadores sólo unos
años antes.
Por lo que tiene que ver directamente con su empleo, con su desempeño
profesional más cotidiano, los periodistas viven en la actualidad “una situación de
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emergencia laboral y de credibilidad”, a tenor del diagnóstico procedente de los datos
presentados en las sucesivas ediciones del Informe Anual de la Profesión Periodística,
realizado desde 2010 por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), miembro de
la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE).
El estudio del citado año, que refleja el deterioro de las condiciones laborales y
profesionales de los periodistas según lo percibido por ellos mismos (1.000
entrevistados) y por los ciudadanos (1.200 hogares encuestados) dibuja una profesión
periodística atascada en una coyuntura sin precedentes que ya en aquel momento la
colocaba en una difícil posición de debilidad.
De acuerdo con las conclusiones del Informe, el desempleo dejó de ser el primer
motivo de desvelo de los periodistas españoles, pese a los 5.564 profesionales
registrados en los servicios públicos en septiembre de 2010 y los más de 3.500
puestos de trabajo afectados que figuraban ya ese año contabilizados en el
Observatorio de la Crisis, dirigido por la propia FAPE. Después se han unido muchos
más, con decisiones como las anunciadas por el Grupo Prisa en enero de 2011, editor
de El País, de despedir a 2.500 trabajadores, 2.000 de ellos en España. Y en 2012 a
129 de los periodistas más experimentados y prestigiosos de esa cabecera. En el
presente año 2013, según el mencionado Observatorio, son cerca de 10.000 los
periodistas que han perdido su empleo en España desde el inicio de la crisis en 2008
(con cifras registradas desde noviembre de ese año). También han sido relevantes los
EREs de Unidad Editorial (El Mundo) y Telemadrid, así como la desaparición de la
cadena ABC Punto Radio.
La cifra a fecha 8 de abril de 2013, era de 9.819, de ellos 4.888 correspondientes
al año 2012, unas cifras que no incluyen las previsiones ni los EREs no llevados a
cabo pese a estar ya firmados o presentados). Como dato igualmente relevante, cabe
indicar que ya existen dos provincias españolas en las que no se publica ningún
periódico en papel: Cuenca y Guadalajara.
La Federación nacional de periodistas, ya aludida, alerta de que se está sufriendo
una “devastación de la profesión periodística” y de que el despido de los
profesionales más consolidados empobrece la calidad de la información y, por ende,
de la propia democracia. (Otro problema es el de las llamadas “ruedas de prensa sin
preguntas”, o las comparecencias a través de pantallas de televisión, en las que tanto
gobiernos como partidos de la oposición reducen a la prensa a mera comparsa).
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El número de informadores afectados por cierres o despidos, la citada
organización gremial, la FAPE, lo considera consecuencia directa de la actual crisis
económica, que se ha venido a sumar a otros males ya existentes en la profesión,
como la precariedad laboral de parte de los que sí conservan su empleo o el
mencionado “intrusismo” laboral, que constituye hoy otra de las principales quejas de
los periodistas profesionales.
Respecto a la remuneración por el trabajo realizado en la prensa en sentido
amplio, del análisis de 50 convenios colectivos que afectan a unos 17.000 periodistas,
se desprende que el sueldo medio de los periodistas asciende a 30.000 euros brutos
anuales.
El dato revela que las condiciones de trabajo de las áreas digitales, con salarios
“mileuristas”, comienzan a extenderse a otros soportes. El 66% de los periodistas
encuestados señala que la crisis ha reducido su sueldo, degradando también la
situación contractual con la disminución del número de contratos indefinidos (0,9%)
y un aumento de los contratos temporales (al pasar los mismos del 8% al 13,7%).
La remuneración de los periodistas con convenio asciende a 35.000 euros anuales
de media en España (Fuente: Federación de Asociaciones de Periodistas de España,
FAPE, 2010). El gran problema es que hay miles de periodistas que están fuera del
mismo, al tratarse de “free-lance” y colaboradores a la pieza, un colectivo muy
amplio cuya situación atraviesa sus horas más bajas en la actualidad, tanto en lo que
tiene que ver con las retribuciones como con otras aspectos laborales básicos.
Por lo que hace referencia a los trabajadores autónomos (la mayoría de periodistas
son autónomos a la fuerza, porque no les queda otro remedio, pero para muchos
incluso eso es hoy un lujo que no se pueden permitir); según datos del último Informe
Anual de la Profesión Periodística de la FAPE, presentado en 2012, los salarios están
más repartidos que entre quienes trabajan con una nómina de empresa, pero ni mucho
menos son cifras mejores.
El 34% de los trabajadores cobra entre 1.000 y 2.000 euros mensuales, y el 32%
dice tener un salario inferior a los 1.000 euros. Tan solo el 15% gana entre 2.000 y
3.000 euros, un porcentaje similar a los que reciben más de 3.000.
La situación no tiene perspectivas de mejora: el pasado mes de febrero de 2013, la
Asociación de Editores de Prensa Diaria de España (AEDE), solicitó una bajada del
diez por ciento para todo el sector en los salarios del próximo IV Convenio de Prensa
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Diaria, una medida que los trabajadores rechazan frontalmente. Se considera que los
periodistas con convenio son aproximadamente la mitad de los que ejercen, unos
15.000 o 17.000.
Otro problema es el de los “falsos autónomos”, contratados incluso para medios
de titularidad pública a través de productoras, algunas de las cuales están
prescindiendo sobre todo de operadores de cámara de televisión que se quedan al ser
despedidos sin indemnización y sin derecho a prestación por desempleo, pese a llevar
trabajando en algunos casos más de diez años para la misma empresa en régimen de
dedicación completa y exclusividad, una práctica abusiva denunciada por la propia
FAPE.
Un caso real de febrero de este año 2013: un reconocido y longevo diario nacional
busca corresponsal en una provincia española (andaluza para más señas): ofrecen
treinta euros por página publicada (y no asumen ningún gasto de teléfono, gasolina,
etcétera). Varios periodistas veteranos en paro aseguran que “eso significa,
literalmente, pagar por trabajar”. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de diarios
nacionales han cerrados sus ediciones autonómicas, con lo que las crónicas,
entrevistas, reportajes y otros textos publicados bajan considerablemente.
Volviendo al ámbito estrictamente académico, tan relacionado con el profesional,
se detecta un desajuste entre la oferta y la demanda. En las 37 universidades, entre
públicas y privadas, que impartían la titulación de la Licenciatura, ya casi por
completo en extinción, o el nuevo Grado de Periodismo en España, estudian un total
de 18.681 alumnos. En el curso 2010-2011, de los 2.906 alumnos que terminaron la
carrera, el 70% fueron mujeres y el 30%, hombres (datos de la revista “Periodistas”,
de la FAPE).
Ha de tenerse en cuenta que los cálculos habituales sitúan en el entorno de las
veinte o veinticinco mil personas, treinta mil todo lo más, el número de los periodistas
en ejercicio, con lo que es fácil comprender que el ritmo que proporcionan los
números de matriculados actuales hace que cada lustro o incluso cada cuatro años
haya un número de egresados similar al de quienes están ya trabajando en el sector
(cada vez menos numerosos a causa de los recortes y los despidos generalizados).
Supone una evolución espectacular desde mitad de los años setenta, cuando nacen
las actuales facultades de Ciencias de la Información y de Ciencias de la
Comunicación, un momento en el que el número de demandantes de empleo en este
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campo resultaba muy bajo en comparación con el de hoy, si bien también debe
considerarse que había un menor número de puestos de trabajo disponibles como
periodista o desempeño similar. Pero, pese a ello, el desequilibrio es realmente
notable. De ahí que desde la propia Academia se insista en que España ha creado al
día de hoy una “burbuja” universitaria en estudios como los de Periodismo y
Comunicación que plantea numerosos problemas.
2. Incertidumbres en el ámbito de la comunicación profesional.
La actual indefinición en el modelo empresarial informativo se debe a diversos
factores que intentaremos abordar a continuación. Entre ellos, el debate sobre la
calidad de los contenidos informativos ocupa siempre, por derecho propio, un papel
central en muchas de las cuestiones más directamente implicadas en el sector de la
comunicación profesional periodística. Un buen trabajo sobre este tema es el firmado
por Juan Varela, “El fin de la era de la prensa”, en Cuadernos de Periodistas. (Núm.
8, octubre de 2006. Asociación de la Prensa de Madrid, APM, pp. 17-50).
Ahora bien, lo que no resulta tan frecuente es reconocer la clara vinculación que
existe entre la precariedad laboral y la baja calidad de la información ofrecida al
público receptor.
La
convergencia
tecnológica
y
empresarial
que
facilita
y
aumenta
exponencialmente la revolución digital tiene una víctima clara: el periodista.
Las encuestas periódicas de organismos como el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) indican de forma reiterada que la de periodista es una de las
profesiones peor valoradas en España, junto con los políticos, con quienes se
relaciona desde el imaginario colectivo (en tanto que la más estimada es la de
profesor universitario). Así ha ocurrido en este mismo año 2013.
Bien es cierto que algunos otros estudios recientes de otras entidades
profesionales parecen arrojar unos resultados algo mejores. En concreto, la encuesta
sobre la población general realizada a 1.200 hogares por parte de la FAPE muestra
una mejora respecto a la imagen social de la profesión. El 40,9% la considera muy
buena, frente al 39,3% de 2009, pese a que todavía son mayoría los que la valoran
como regular (46,5%).
Como ha señalado en su análisis sobre los medios Carlos G. Reigosa (2004: 17):
“Los que informan para desinformar tienen a veces éxito y logran convertir un diario
o una radio en un medio de comunicación que como ellos desinforma. Pero también
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ellos saben que a la postre nadie puede engañar a todos todo el tiempo. Al final, el
periodismo se revuelve y gana. Ésa es su grandeza. Y la esperanza social que
representa”.
La misión y justificación del periodista, de su labor, no es otra que la de informar,
una labor desde luego compleja y arriesgada que se encuentra, tal y como señalara
Kapuscinski en su obra Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen
periodismo (2005) ante dos realidades existentes: la física, la acontecida y, por otro
lado, la realidad representada.
El peligro es que prevalezca esto último y que sea más real la narración que los
hechos, más real la verdad mediática que la vivida en carne propia. El periodista
polaco recientemente desparecido abordó un tema apasionante: la verdad como
relación intrínseca y siempre conflictiva respecto a la información periodística y su
comunicación pública.
Si el periodismo pierde definitivamente la calle, la crisis será permanente e
irreversible. Ya no se tratará de una coyuntura más o menos duradera, sino de un
camino de difícil retorno en el medio e incluso en el largo plazo.
En este sentido, un discurso negativo hablaría de las rutinas que se derivan de las
nuevas tecnologías; reciclaje y reaprovechamiento de contenidos de todo tipo sin
acudir a las fuentes originales o documentales, estaríamos ante el Presentismo,
Continuismo, Propagandismo.
Como asegura el intelectual italiano Furio Colombo (1997: 52), “un periodismo
que acepta vivir con una memoria corta de los hechos, tal como aparecen en un día
determinado, y con la versión que de ellos han ofrecido sólo las fuentes interesadas,
es un periodismo mutilado que se pone en manos de las partes enfrentadas”.
A la hora de realizar el análisis de la situación del periodismo en España, desde el
plano de la formación, vemos que nuestros males no son tan diferentes a los
existentes en otros lugares del mundo, en especial respecto a América Latina. Sobre
todo por el hecho de que la base o estructura de influencias es la misma: naturaleza
del periodista (características personales, actitudes, valores y creencias), influenciado
por factores internos: profesionalización y formación, las condiciones laborales y las
prácticas asociativas, funcionando las Universidades, las asociaciones y los
empresarios como agentes intermedios involucrados de forma destacada. Junto a
estos elementos, el sistema económico, el político y los fenómenos sociales. Al
margen de las particularidades de cada continente y de cada país, lo cierto es que los
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grandes males de las Facultades universitarias de Ciencias de la Comunicación serían
similares en distintas latitudes. Es el caso de Chile, por ejemplo: “No sólo hay quejas
por la calidad de la educación que hoy se entrega a los futuros periodistas, sino que
existen grandes dudas respecto a la especificidad y singularidad que estos centros
formativos dan a la profesión” (Mellado Ruiz, 2009: 200).
En España, desde las viejas Escuelas, la del periódico católico El Debate, creada
por impulso del introductor de Pulitzer en España, el cardenal Ángel Herrera Oria, y
vinculada directamente al diario homónimo que nace en el año 1926; las posteriores
de la Iglesia y la Oficial de Periodismo, hasta las actuales facultades de
Comunicación y los Master universitarios y de empresas, lógicamente ha pasado
mucho tiempo.
A las instituciones de formación reseñadas, hay que añadir las Escuelas de
Periodismo de los propios medios de comunicación. Entre ellas, algunas cuentan ya
con más de dos decenios de vida, como las de diarios de referencia, por ejemplo la del
periódico El País con la Universidad Autónoma de Madrid o la del diario ABC, en
colaboración con la Complutense (Vigil y Vázquez, 1987: 271)
Como antecedentes de las primeras Escuelas de inspiración católica ya citadas
deben señalarse las denominadas Asambleas de la Buena Prensa (1904-1924),
igualmente de naturaleza religiosa. La intención de las Asambleas nacionales que se
celebraron en Sevilla, Zaragoza y Toledo no era otra, precisamente, que la de mejorar
las condiciones de los periodistas católicos y adoptar las medidas necesarias para la
dignificación del gremio (González Segura, 2007: 1).
Para algunos autores, la investigación académica sobre la Comunicación en
España, que guarda una cierta relación con propia praxis profesional, presenta perfiles
todavía bajos de desarrollo en comparación con otros países de nuestro entorno y en
especial respecto a Estados Unidos, por lo que los expertos hacen una revisión crítica
de la evolución experimentada, con la evaluación de lo que han supuesto las
facultades (Martínez Nicolás, 2008).
A este respecto, conviene insistir en que el posible paralelismo entre investigación
y profesión es cada vez mayor, habida cuenta de que empiezan a consolidarse
estudios empíricos en España sobre la naturaleza y la realidad de la profesión
periodística, tal y como venía ocurriendo desde hacía tiempo en otros países con más
experiencia en la aproximación científica de los temas periodísticos (Rodríguez
Andrés, 2003: 487).
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Es el caso de los trabajos, entre otros, del propio Rodríguez Andrés, 2003; pero
también de autores como los siguientes: Fernández, 1993; Diezhandino, Bezunartea y
Coca, 1994; García de Cortázar y García de León, 2000; Tapia López, 2001; Martín
Algarra y González Gaitano, 2004 o González Segura, 2007.
A juicio del primero de los investigadores mencionados, quien ha estudiado las
características socio-demográficas de los profesionales del periodismo, así como su
índice de satisfacción laboral, dos de las características principales de la realidad
profesional actual son la juventud de quienes se encuentran en ejercicio y el
incremento de mujeres que ha experimentado el periodismo profesional en España
(Rodríguez Andrés, 2003: 491-492).
Como ha habido oportunidad de comprobar ya en este trabajo, el aumento del
número de mujeres no ha ido, por lo general, acompañado de su acceso a puestos
directivos o de mayor responsabilidad, algo que habría resultado lógico dada su
significativa y creciente presencia, con niveles de preparación perfectamente
equiparables a los que presentan los hombres.
Todos esos extremos de los que hablamos resultan también corroborados en su
investigación por este autor: “Esta mayor presencia de la mujer en el periodismo se
observa también en las responsabilidades que van adquiriendo en la redacción. Hoy
por hoy, la mujer está trabajando en todas las secciones, y desempeñando
exactamente los mismos cometidos que los hombres […]. Sin embargo, hay aún dos
aspectos en los que siguen existiendo desigualdades en nuestro país. En primer lugar,
el número de mujeres directoras o redactoras jefe es aún reducido. Su incorporación
generalizada a los puestos directivos todavía no es una realidad. Y en segundo lugar,
las mujeres siguen cobrando menos que los hombres, a pesar de que se encuentren en
los mismos niveles y categorías laborales y aun cuando lleven ejerciendo el mismo
número de años de experiencia profesional, aunque en este aspecto no hay
coincidencia entre todos los estudios demoscópicos” […] (Rodríguez Andrés, 2003:
493).
Precisamente, el aumento de las mujeres periodistas se está produciendo gracias a
la masiva incorporación, en especial desde los últimos años, de estas jóvenes a las
diversas facultades universitarias de Ciencias de la Comunicación.
Existe por tanto una relación entre la precariedad laboral y la mayor presencia de
mujeres, con retribuciones inferiores a las de sus compañeros hombres que ocupan los
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mismos puestos en los organigramas de periódicos, sitios web y medios de
información audiovisual.
Del mismo modo, la juventud de la gran mayoría de redactores y reporteros
ahonda en esa línea, hasta el punto de haberse producido una auténtica brecha
generacional entre los profesionales que ahora se están jubilando, con condiciones
profesionales y económicas buenas o aceptables, a diferencia de lo que hoy
predomina entre los sectores con dos decenios, uno o menos años en ejercicio.
Se puede hablar de generaciones “analógicas”, ahora en retirada, frente a las
nuevas hornadas de “nativos digitales” o periodistas con gran formación tecnológica
que soportan condiciones de trabajo considerablemente inferiores a las que tuvieron
desde sus primeros años de trabajo los profesionales que ahora se encuentran en torno
a los cincuenta, sesenta o más años.
Otro de los elementos que aporta indefinición al modelo profesional, al académico
y al empresarial es el hecho de contar con multitud de vías de acceso a la profesión
periodística.
Una polémica todavía no superada completamente en el caso español, si bien es
cierto que conforme ha ido aumentando el número de titulados en Comunicación que
ejercen el periodismo, tal y como hemos visto en este mismo texto que ha ocurrido
desde el último decenio hasta hoy, se ha atenuado en una cierta medida (Torregrosa,
2005: 11).
3. Análisis prospectivo de la situación.
No parece que en los próximos años la situación del mercado profesional de la
Comunicación vaya a mejorar. Antes al contrario, informes como los de la Profesión
Periodística en España (Asociación de la Prensa de Madrid-APM, Federación de
Asociaciones de Periodistas de España-FAPE) detectan con preocupación que los
especialmente bajos salarios de los empleos periodísticos en los nuevos medios
digitales se están extendiendo al resto de soportes convencionales, tradicionalmente
no tan mal pagados como empiezan a estarlo ahora.
Hasta tal punto que existe ya una brecha que además de ser, como hemos
señalado, generacional, lo es también salarial, incluso en los mismos medios, donde
quienes se han jubilado en los últimos años o quienes lo harán en los próximos
disfrutan unas condiciones económicas y contractuales que, sin ser por lo general
espectaculares, resultan a todas luces inalcanzables para los nuevos periodistas. Tanto
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en el momento presente como, previsiblemente, también lo será a lo largo de su
carrera futura.
En cuanto a la calidad y a la credibilidad de los contenidos informativos, no
hay tampoco especiales motivos para el optimismo. Porque existen numerosas señales
inequívocas de que, en sintonía con los tiempos que corren, caminamos
inexorablemente, pero no irreversiblemente, hacia un “periodismo de marca blanca”,
en el que cada vez queda menos espacio para el buen periodismo y más para el
entretenimiento, sea éste de buena o de mala factura. Con una mezcla en ocasiones de
ambos territorios tan dispares.
Resulta todo un símbolo casi trágico, además de una dolorosa realidad para los
periodistas y para todo tipo de trabajadores, que el hueco dejado por un canal de
información continua los últimos días de 2010, como CNN Plus, lo ocupara al minuto
siguiente un nuevo canal dedicado a 24 horas de espectáculo banal, e incluso zafio,
como el de Gran Hermano.
Tendrán que pasar algunos años para que el modelo de empresa informativa se
clarifique. Los nuevos medios digitales han ejemplificado la ceremonia de la
confusión: pasando de contenidos de pago a otros gratuitos (y a la inversa),
unificando las redacciones digitales y tradicionales (y a la inversa) o abriendo y
cerrando -en estos últimos casos por falta de la gran rentabilidad económica esperada
y necesaria en el nuevo ecosistema mediático nacional e internacional- canales de
televisión local y autonómica de capital privado que no han acabado de cuajar, entre
otros aspectos destacables.
A corto y medio plazo, la estabilidad de la profesión periodística no mejorará,
pese a que la fuerte crisis económica actual ya haya terminado o al menos remitido en
su virulencia: la crisis es doble, tanto económica en general como de identidad y de
modelo de negocio de comunicación en concreto.
Sin embargo, por mucho que el panorama siga resultando sombrío, la inmensa
mayoría de los periodistas y otros profesionales de la información y la comunicación
continuará en sus puestos contra viento y marea. Y ello porque como bien aseguran
Ortega y Humanes (2000: 187): “Aun a riesgo de las tensiones que la profesión
produce, causa como hemos señalado del estrés y de un posible abandono, lo que
encontramos es que la permanencia en el periodismo es de larga duración. Estamos
ante una actividad que genera fuertes dependencias vitales, que si por un lado limitan
ciertos aspectos personales, por el otro provocan una innegable adicción. Porque
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cambiar del periodismo a otra profesión supone bastante más que el paso de un
trabajo a otro: requiere abandonar una forma de vida, con la consiguiente necesidad
de rehacerla casi completamente”.
4. Conclusiones
La profesión periodística atraviesa por dificultades endémicas a las que se une
la sangría laboral que supone en España desde 2008 la severa crisis económica que
todavía en 2013 padecemos.
El siempre controvertido sistema de formación universitaria especializada,
rechazado por muchas empresas, que cuentan con sus propios master y programas
de formación en periodismo constituye un aspecto que conviene atender
suficientemente para que los egresados cuenten con una formación superior de
calidad. Les será muy necesaria para enfrentarse a un sector tan precario como
competitivo.
Son muchas las sombras que se ciernen hoy sobre la profesión, y por tanto
sobre la carrera universitaria, de periodista. La justificación social de su labor queda
muy clara a lo largo de la historia. Pero la situación es muy complicada, con
problemas que generalmente no son nuevos, pero sí mucho más acuciantes de lo
que antaño lo fueron.
Los periodistas nunca han gozado en su conjunto de unas condiciones
económicas y laborales especialmente ventajosas. Sin embargo, esa realidad se ha
acentuado en la medida en que la crisis económica está afectando especialmente al
colectivo de los periodistas españoles. Según datos de la FAPE (Federación de
Asociaciones de Periodistas de España), desde noviembre de 2008 han perdido su
empleo casi 10.000 personas (Fuente: Observatorio de la Crisis de la FAPE), lo que
claramente ha convertido al colectivo de informadores, en términos relativos, en
uno de los más castigados, tras el sector de la construcción y el de los empleados de
banca.
Las encuestas del CIS suelen reflejar la baja credibilidad del periodista como
profesional, quien, después de los políticos, es uno de los menos valorados en
términos de confianza general por parte de la población. Precisamente es una
relación que se entiende excesivamente permeable entre el poder institucional y la
prensa la que afecta más de lleno a dichas opiniones populares tan generalizadas y
habituales a lo largo del tiempo.
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La formación universitaria ha sido también puesta a menudo en cuestión,
aspecto que se aspira a mejorar en el contexto del ya vigente Espacio Europeo de
Educación Superior (EEES), con la formación no sólo teórica sino también en
destrezas y competencias prácticas.
En el presente trabajo se consideran estas y otras cuestiones, en la medida en
que también se realiza una evaluación crítica de la bibliografía y demás fuentes
documentales que han estudiado al periodista como sujeto profesional, desde la
óptica de la sociología, la política o la propia empresa informativa, entre otros
enfoques diversos.
En la actualidad los periodistas se han convertido mayoritariamente en esos
precarios poderosos de los que habla en distintos trabajos académicos el profesor
Félix Ortega (2000, 2006, 2008) al referirse a que si es frágil y precario de puertas
adentro de los medios de comunicación, no resulta menos engreído y prepotente de
puertas afuera, debido a la configuración histórica de su realidad laboral y
sociológica.
En conclusión de todo expuesto cabe expresar el convencimiento, a partir de
la literatura científica revisada y desde nuestro propio análisis, de que el Periodismo
nunca debe dejar de ser lo que siempre fue. De forma que el terreno del periodismo
banal y efímero pierda peso frente a una necesidad democrática de mucho mayor
calado que devuelva la influencia y el prestigio perdidos.
Porque el periodismo, “un espejo inteligente y veraz ante los hechos, no sólo
capta los hechos correctamente: capta el significado de los hechos correctamente.
Es validado no sólo por fuentes dignas de todo crédito, sino por el despliegue de la
historia” (Allman, citado por Pilger, 2007: 13).
Lo deseable es que ese “espejo a lo largo del camino”, como decía Stendhal de
la novela, siga siendo capaz en el futuro de devolver cada jornada una imagen de
nosotros mismos que no resulte deformada. Antes al contrario, que el periodismo
ofrezca un retrato de nuestra realidad que sea -antes que increíble o verosímilverdadero como sujetos sociales de un tiempo concreto.
5. Referencias bibliográficas
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