La Educación Ambiental como campo: una aproximación desde la teoría de Bourdieu. María Barba Núñez Pablo Ángel Meira Cartea Resumen En esta comunicación se recoge la propuesta de aplicación de las teorías de Bourdieu al estudio del campo de la educación ambiental (EA) en Galicia. Se presentan unas indicaciones para la objetivación del mundo social, para la representación de su trayectoria y génesis como campo social y simbólico estructurado, dirigida a la toma de consciencia sobre las condiciones que derivaron en la situación de crisis o desmantelamiento del campo (Meira y Pardellas, 2012), frente a representaciones lineales e historicistas que ignoran los enfrentamientos, los conflictos y las luchas que lo constituyeron y lo constituyen y que escasamente contribuyen a la toma de posición de los educadores y educadoras ambientales en la relación al momento presente. Palabras clave: educación ambiental, teorías de Bourdieu. Introducción El apogeo que tuvo la EA en sus inicios está debilitándose, sufriendo una pérdida de su potencial transformador y una limitada renovación generacional. La EA en Galicia está sufriendo un retroceso respecto a la consolidación que había adquirido en décadas anteriores. Esta decadencia se aprecia, entre otros factores, en la escasa renovación generacional. Meira y Pardellas (2012), a partir de los resultados del Proxecto Fénixi, estiman en un 50% la pérdida de puestos de trabajo en el sector de la educación ambiental en Galicia, reflejo de lo que consideran un desmantelamiento silencioso del campo, como una de tantas otras estrategias de “deconstrucción” del estado de bienestar y degradación de los servicios públicos efectuadas con la excusa de la crisis económica. A esta pérdida cuantificable se suma la limitación cualitativa referida a su función de cambio y dinamización social (Benayas et al., 2003; Caride, 2007; Meira y Pardellas, 2012). Estos autores reflejan en sus trabajos que el crecimiento que se ha dado en programas, publicaciones, infraestructuras, etc. –actualmente también en decadencia-, no supuso una correspondiente mejora en lo que se refiere a la capacitación de nuestras sociedades para la necesaria atención a la crisis ambiental. Sobre este punto se cuestiona la capacidad que actualmente posee para promover procesos realmente críticos y participativos, frente a la posibilidad de que se esté trabajando fundamentalmente con propuestas de atención al medio ambientalistas, o incluso en la línea de producto de consumo que comercializar. En la tarea de atender a este posible desmantelamiento del campo de la EA, se defiende la necesidad de hacer una lectura crítica de la realidad social en su dimensión política e ideológica, como medio para reflexionar en torno a cómo las finalidades del campo y de su propia práctica e identidad profesional pudieron ser distorsionadas por intereses ajenos -o incluso opuestos- a los propios de la EA. Se trata de trabajar por la comprensión del tiempo presente para pode adoptar decisiones sobre la base de una toma de consciencia que sitúe a los sujetos de este campo dentro de las coordenadas sociohistóricas que les ha tocado vivir. Se opta, en este sentido, por la aplicación del marco teórico de Bourdieu al trabajo de análisis histórico y genealógico sobre el campo de la EA1, a través de la trayectoria de algunos y algunas de sus protagonistas (enfoque socio-biográfico)2. En el relato de su vida, estas personas se sitúan frente a la misma y la dotan de sentido, a través de un proceso de reflexión que tiene valor en sí mismo. La conciencia histórica se presenta como manera de apropiarse de la realidad, de recuperar el poder y de situarse identitariamente, se trata del "correlato indispensable de la función fundadora del sujeto" (Foucault, 2002: 20), no limitada a la voz del pasado, sino como garantía y visión de un futuro (Ferrarotti, 1991). 1 Objeto del estudio de tesis de María Barba Núñez, realizado dentro del Grupo de Investigación en Pedagogía Social y Educación Ambiental de la Universidad de Santiago de Compostela, tutorizada por el profesor Pablo Ángel Meira Cartea y la profesora María del Carmen Morán de Castro. 2 Se trabaja con el relato de vida de 10 educadoras y educadores ambientales de Galicia, diferenciando tres etapas generacionales, y seleccionando dentro de las mismas a personas en función de criterios como género, formación y ámbito de trabajo. Hablar de la aplicación de la teoría de campos de Bourdieu al análisis de la trayectoria histórica y estado actual de la educación ambiental, no supone el uso de un marco teórico ya elaborado por el autor al objeto particular de este estudio. Los trabajos de Bourdieu no presentan la “gran teoría”, sino una investigación inseparablemente teórica y empírica donde los conceptos fundamentales desde los que trabaja -las nociones de campo, espacio social y simbólico, habitus, etc.-, no se examinan en sí y para sí mismos (Bourdieu, 2007), sino en la aplicación a la realidad estudiada, ubicada histórica y culturalmente. En la construcción del marco teórico de la presente investigación, haciendo caso de la propuesta del autor de superar una lectura particularizante de su obra, se procedió a la revisión analítica de sus trabajos para identificar en ellos, y a partir de los conceptos propuestos por el autor para la lectura del mundo social, un esquema de análisis que atendiese al campo de la educación ambiental; esto es, que permitiera “hacer funcionar el modelo en ese otro caso particular del posible” (ibid: 25). Se parte de la existencia de leyes generales de los campos que permiten que “se pueda emplear lo que se aprende sobre el funcionamiento de cada campo particular para interrogar e interpretar otros campos” (Bourdieu, 2000: 112), así como de la existencia de propiedades específicas propias del campo que surgirán del análisis del mismo. En este línea, se presentará el concepto de campo y su capacidad heurística y analítica en relación al campo de la educación ambiental; la necesidad de identificar las creencias que sustentan el campo y que suponen que, al margen de las divergencias internas que puedan surgir, existe cuando menos un acuerdo sobre qué cuestiones merece la pena discutir; el espacio social y simbólico, que supone la existencia de diferentes perspectivas y posicionamientos dentro del campo; y los principios de diferenciación respecto a otros campos, sobre todo respecto a aquellos que puedan ejercer un especial poder simbólico y le lleven a desviar o desatender su finalidad socialmente transformadora. 1. La aplicación del modelo teórico de Bourdieu como objetivación del mundo social. El modelo teórico de Bourdieu se sitúa tanto en la superación del enfoque subjetivista fenomenológico, que pone el acento en la experiencia vivida ignorando las condiciones de producción de la misma, como del objetivista estructuralista, centrado en las estructuras que condicionan la acción humana, ignorando las individualidades. De ahí nace su propuesta constructivista-estructuralista, que supone la objetivación de ese mundo social estructurado, para favorecer el retorno reflexivo sobre la experiencia subjetiva y las condiciones de producción de la misma, mediadas por la posición de la persona dentro de la estructura y en relación a los otros sujetos que la conforman. Esto permite superar la ilusión de comprensión inmediata -que nos permitiría metodológicamente presentar el relato de los sujetos como explicación directa de la realidad-, teniendo en cuenta que las estructuras, al ser incorporadas en forma de habitus, llevan consigo la percepción del mundo social como realidad objetiva y ajena, por lo tanto a cualquier interrogación sobre sus condiciones de producción. En un análisis epistemológico de ambos enfoques, en esta falsa oposición entre subjetivismo y objetivismo en la que muchas veces se mueve el conocimiento sociológico, uno de los conceptos más debatidos es el de “libertad”. Del subjetivismo e suele cuestionar el gran peso la idea del hombre libre, del que se presume ingenuamente que orienta su vida cara una finalidad conscientemente construida; del estructuralismo se critica su determinismo, que sitúa a la persona dentro de una estructura que coarta su existencia, condenándola a un papel pasivo y derrotista con consecuencias desmovilizadoras. Bourdieu no presenta la objetivación del mundo social, de las estructuras y leyes de funcionamiento, como un enfoque determinista sino, todo al contrario, como la única posibilidad para el ejercicio de la libertad. Desde su enfoque se propone un trabajo de toma de conciencia que permita liberar al sujeto de la ilusión de libertad, identificando las determinaciones sociales que guían las prácticas y favoreciendo una acción más consciente y reflexiva dentro del campo, dado que "la eficacia de una acción de violencia simbólica está en relación directa con el desconocimiento de las condiciones e instrumentos para su ejercicio” (2000: 67). Es labor del intelectual en este ámbito hacer visible lo invisible, las fuerzas en juego en el territorio sometido al análisis (Varela y Álvarez-Uría, 1985), en un tiempo y en unas condiciones determinadas, dado que esas luchas por establecer la visión de la "realidad" -que en última instancia es la que orienta, en nuestro caso, el desarrollo del campo de la EA- son la forma fundamental de poder social. Uno de los principales riesgos en la objetivación del mundo social -y por ello debe ser objeto de reflexión metodológica permanente-, es el punto de vista en sí, es decir, la relación del investigador con el objeto y todo lo que se deriva de ello. Esto demanda la explicitación del lugar que ocupa la persona que investiga, alejándose de la imagen ficticia de un observador objetivo, que ignora la relación con el objeto y con la práctica que pretende comprender. De ahí la defensa, por un lado, de la mirada externa, de la visión ajena a las determinaciones propias del campo que llevarían, en última instancia, a proyectar en el análisis los esquemas de interpretación propios del mismo; por otro lado, de la importancia de la objetivación de la propia posición y de la relación con el objeto y con las personas que forman parte del mundo social sometido a análisis3. El hecho de situar a quien realiza el trabajo de comprensión del mundo social en el contexto universitario supone una determinada relación intelectual con el objeto investigado, con pretensión de rigor científico y ciertos intereses en juego que es importante reflejar. Además, la pertenencia a un determinado ámbito académico, el ámbito educativo, lleva consigo una determinada posición respecto a la estructura propia del campo de la EA. Se opta por un conocimiento crítico, que ponga en tela de juicio los principios de interpretación del propio investigador e incorpore las máximas perspectivas posibles como clave para alcanzar una mayor –que nunca completaobjetividad. Se confía, en este sentido, en la potencialidad de atender a las lecturas que hacen de la realidad sus protagonistas –las personas que conforman la muestra del estudio-, así como en la confrontación de perspectivas entre las diferentes personas implicadas en este proceso de investigación –doctoranda y tutores-, tomando todas ellas como un punto de vista entre los posibles. De qué hablamos con la objetivación del mundo social: la noción de campo. La objetivación del mundo social supone la opción por un pensamiento relacional que se acerca a la comprensión de todo elemento a través de las relaciones que lo unen a otros del sistema, obteniendo su sentido y función (Bourdieu, 2007). Esfuerzo realizado por Bourdieu en sus diferentes obras y, especialmente, en “Esto no es una bibliografía. Autoanálisis de un sociólogo” (2006), trabajo de reflexión sobre su ubicación dentro del campo intelectual francés del que formaba parte y, por lo tanto, de toma de consciencia sobre su punto de observación. 3 Era lo que Mills (1961) entendía como comprensión del escenario histórico más amplio en cuanto al significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de los individuos. Pasar de lo real a lo relacional, supone dejar de lado un discurso apoyado en categorías preestablecidas, a las que se asignan unas calidades concretas, partiendo de que éstas están condicionadas a la posición que ocupan en el espacio social en un momento concreto del tiempo, en un estado concreto del campo en el que operan. No podemos trasladar directamente las “distinciones” hechas de un campo a otro, sin atender a la estructura del mismo y, por lo tanto, al significado y condiciones de producción de esa distinción, dado que ese rasgo que muchas veces es apreciado como cualidad innata es, en realidad, una propiedad relacional que únicamente existe en y a través de la relación con otras propiedades (Bourdieu, 1997). Personificar colectivos implica caer en el determinismo, trasladar la idea de que la pertenencia a un grupo concreto –definido teóricamente- lleva consigo una forma de acción determinada y, echando la vista atrás, una determinada responsabilidad histórica. La interpretación de las trayectorias y la previsión de las prácticas no debe fundamentarse en la clasificación de la persona, con un discurso del tipo “los biólogos y biólogas defienden la perspectiva cientifista de EA”. Lo que aportan las categorías elaboradas en la objetivación del mundo social es la identificación de ciertas condiciones de existencia similares, que puede traducirse en un habitus de clase o grupo, pero que no está determinado por la pertenencia al mismo, sino por dicha confluencia en un mismo colectivo de personas con condiciones de existencia similares y, por lo tanto, de habitus similares. Sirviéndonos del ejemplo anterior, supondría cambiar el discurso que determina o etiqueta a la persona por la pertenencia a un colectivo concreto, por un discurso del tipo “es muy probable que entre los biólogos y las biólogas se defienda una EA de perspectiva cientifista, basada en la alfabetización ambiental, dado que en ella encuentran el lugar propicio para hacer valer un determinado capital cultural, asociado al dominio de conocimientos de biología”. Se defiende la necesidad de pasar a definir la existencia -y por lo tanto a interpretar los relatos de vida-, en la relación entre las posiciones sociales, disposiciones (habitus) y tomas de posición (elecciones). La investigación debe permitir desvelar que lo que las personas del campo presentan como evidente es una construcción, fruto de tomas de posición y relaciones de poder (Bourdieu y Chartier, 2011), para cuya interpretación es preciso definir previamente el espacio social en el que operan, es decir, el conjunto de posiciones distintas e interrelacionadas en función de la cercanía o alejamiento en dicho espacio, así como por relaciones de orden: por arriba o por debajo (Bourdieu, 1997). Se introduce, de este modo, el concepto de “campo” para hacer referencia a ese “espacio estructurado de posiciones cuyas propiedades dependen de su posiciones en estos espacios, y que pueden ser analizadas independientemente de las características de sus ocupantes (que en parte están determinadas por las posiciones)” (Bourdieu, 2000: 112). Hablar de la representación de la trayectoria y del estado actual del campo de la EA en Galicia, exige de su definición relacional, tanto internamente –espacio de posiciones- como en su relación con otros campos dentro del espacio social más amplio. 2. Definición de la educación ambiental como campo. La definición de la EA como campo –y, por ello, su distinción respecto a otros campos-, implica su objetivación atendiendo a la necesidad y a la lógica del mismo, así como a los objetos en juego e intereses específicos -no compartidos en otros campos-, que exigen de personas dispuestas a implicarse en el juego y dotadas de las disposiciones precisas para la comprensión de las leyes y objetos en juego. Esto implica que, por encima de toda rivalidad, divergencia interna, diferencias de posición o tomas de posición entre las personas que componen el campo, existe el acuerdo fundamental sobre qué cuestiones merece la pena discutir y sobre los elementos en juego. Toda persona inmersa en el campo de la EA, independientemente de su posición en la estructura, parte de la aceptación de la necesidad de atender a una crisis ambiental, cuyas causas son fundamentalmente humanas, que exige una respuesta educativa dirigida a la transformación de las relaciones entre el ser humano y su entorno. La aceptación de este postulado por las personas que componen el campo lleva consigo una serie de intereses fundamentales de los que deriva una complicidad objetiva que subyace a todos los antagonismos (Bourdieu, 2000). Las luchas en la definición del campo de la EA presuponen, de antemano, un acuerdo sobre aquello por lo que merece la pena luchar, y que lo distingue respeto otros campos. Las transformaciones que se aprecian a lo largo de la trayectoria de la EA en Galicia son, en todo caso, transformaciones parciales que no ponen en cuestionamento las bases del juego, la necesidad y la lógica del mismo. Los cambios que se han dado en la concepción de la EA, de posiciones conservacionistas a perspectivas sociocríticas, han sido producto de un proceso de luchas de poder que es interesante explicitar, pero teniendo presente que se ha producido sobre la base de la aceptación de ciertas creencias comunes. Los fundamentos del juego se apoyan, además de en la conformidad consciente con ciertos presupuestos por parte de las personas que componen el campo, en una serie de creencias que la pertenencia impide objetivar y que se pretenden extraer del análisis de los relatos de vida de las educadoras y educadores ambientales. En su diferenciación –o distinción- como espacio social y simbólico, que supone la existencia de diferentes posicionamientos y perspectivas dentro del campo y en la relación con otros campos, resulta interesante partir de la propuesta hecha por Meira (2008), de atender al campo de la EA como “transcampo”, es decir, como espacio social en la intersección de los campos educativo y ambiental cuya naturaleza híbrida lleva consigo problemas de identidad y luchas de poder en su definición –o indefinición- que es importante explicitar. La escasa autonomía respecto a otros campos reduce su coeficiente de refracción -capacidad para hacer valer sus principios de diferenciación-, configurándose como "un espacio social movedizo, de límites imprecisos, de poca constancia científica y dependiente en demasía de "externalidades" e intereses espurios, que, lejos de enriquecer su desarrollo, actúan como un lastre que endurece el camino” (Meira, 2009: 39). La posición ocupada en esa intersección del campo educativo, del ambiental y, podría añadirse, del social y cultural, se ve agravada por el escaso reconocimiento que tiene la EA en cada uno de ellos. Su conceptualización como “transcampo” se presenta como base para la representación de la estructura del campo de la EA. Elaborar su espacio social implica definir unas clases teóricas lo más homogéneas posibles, atendiendo a ciertos aspectos que resultan los determinantes mayores de las prácticas y de las propiedades que resultan de ello. Debemos tener en cuenta que son clasificaciones teóricas, sobre el papel. Aunque a veces puedan coincidir con clasificaciones reales, como la traducción en categorías profesionales, son simplificaciones del mundo social. Tener presente durante todo el proceso el elemento crítico de la reducción que siempre supone la teorización, debe hacernos conscientes del hecho de que estamos conceptualizando las generalizaciones vinculadas a las clases creadas, cuando la práctica se ahorra todo los razonamientos que la construcción de concepto exige (Bourdieu, 2007). En el análisis de las trayectorias de vida de las educadoras y educadores ambientales, se fundamentarán sus tomas de posición atendiendo a una lógica económica que se explicitará a través de conceptos que, posiblemente, nunca hayan sido parte de un pensamiento valorativo de las personas, dado que estas operan según un sentido práctico que guía las elecciones atendiendo a las propiedades que le convienen o no. Captar los principios de la lógica práctica implica hacerles sufrir un cambio de naturaleza: de lo real a una representación que atiende a un esquema teórico determinado. Destaca Bourdieu, de este cambio de naturaleza, su potencialidad como verdadera toma de conciencia: “Al producir afuera, en la objetividad, bajo la forma de principios manejables, aquello que guía las prácticas del dentro, el análisis docto hace posible una verdadera toma de conciencia, transmutación -materializada por el esquemadel esquema en representación que ofrece la maestría simbólica de los principios prácticos que el sentido práctico actúa sin representar o dándole representaciones parciales e inadecuadas” (Bourdieu, 2007: 163) Volviendo a la cuestión de las clasificaciones, indicar que, frente a la idea marxista de una agrupación organizada conscientemente cara una finalidad común que parte de la existencia de clases objetivas y reales 4, que existen al margen del razonamiento teórico que las designa-, Bourdieu defiende una lectura relacional que implica que las personas que comparten una misma posición en el espacio tienen más posibilidades de unirse y organizarse –en lo que se conoce como clases movilizadasporque, primero, tienen más posibilidades de confluir en el espacio, pero también porqué tienen más posibilidades de entenderse. La negación que Bourdieu hace de la 4 Frente a existencia de clases reales, Bourdieu (2001, 2008) defiende la existencia de las mismas únicamente de manera teórica, como simplificación del mundo social. Las discontinuidades en las que se apoya la definición teórica de las clases identificadas no se dan en el mundo real. Apunta también el riesgo, muchas veces ignorado por el intelectual, que comporta la teorización, en la medida en que a través de la toma de consciencia puede promover la organización real en función de las clases descritas teóricamente. existencia de clases reales en el sentido marxista no implica, en ningún caso, posicionarse en el debate sociológico al lado de quien niega la existencia de las mismas apelando a la desaparición de las diferencias sociales. Implica la defensa de espacios y grupos sociales estructurados, siendo objeto del análisis sociológico identificar aquellos principios de diferenciación: la “estructura de distribución de las formas de poder o especies de capital eficientes en el universo social considerado, y que por lo tanto varían según los lugares y los momentos“ (Bourdieu, 2000: 49). Que las personas que componen dichos colectivos actúen de manera semejante, dando la falsa imagen de organización cara un beneficio común, no se debe a un cálculo estratégico en relación a un porvenir probable, sino a que están haciendo valer su sentido práctico. El habitus se presenta con una “urgencia y una pretensión de existir que excluye la deliberación” (Bourdieu, 2007: 87), como sentido práctico generado en unas determinadas condiciones de existencia que lleva a que las personas que las comparten respondan de manera similar en la interacción con el mundo social, pudiendo llegar a organizarse en clase movilizada ante un interés común. Esto tiene enormes implicaciones en lo que a la representación de la trayectoria del campo se refiere, al no atender a las personas y colectivos como agentes históricos capaces de hacer historia libremente, sino como agentes mediados por la incorporación de dicha historia y por la reproducción de la misma en sus esquemas de pensamiento y acción (habitus). Frente la creación continua del libre proyecto aparece la historia incorporada que produce historia o, en ideas de Mills (1961), la posibilidad de comprender la sociedad como producto de la historia y como historia que se crea en ella. En la atención de la EA como campo surgen una serie de elementos que es necesario precisar: el capital como elemento estructurante, y por lo tanto la necesidad de identificar las especies de capital eficientes en el mismo; y el habitus como esquema generador de las representaciones y de las prácticas, siendo preciso determinar lo que supone en la interpretación de los relatos de vida. 3. El capital como elemento estructurante. Se entiende el espacio social como la estructura de distribución de las diferentes especies de capital eficientes en el mismo, “del capital específico 5 que, acumulado en el curso de las luchas anteriores, orienta las estrategias ulteriores” (Bourdieu, 2000: 113). Como producto de luchas, otorga un determinado poder a quien posee dichos recursos –y, por tanto, una posición elevada en el campo-, que optará por estrategias de conservación, frente a los más desprovistos de ellos, que emplearán estrategias de subversión para modificar las especies de capital eficientes en el mismo, en la línea de hacer valer el capital propio y, de esa manera, mejorar su posición. Es decir, el capital específico del campo se presenta como producto de luchas pasadas y como objeto de las disputas actuales. En la obra de Bourdieu no se presenta una definición clara del concepto de “capital”, más que como elemento de dominación de las oportunidades que ofrece el campo. Podría entenderse como los recursos que posee una persona para beneficiarse de las condiciones del campo. Si cambian esas condiciones –o cuando el sujeto opera en otro espacio social- posiblemente esos recursos ya no tengan la misma validez, de ahí el interés de aquellos que dominan el capital específico por mantener estables las condiciones. El ejercicio de definición6 del campo de la EA abarca tanto su relación con otros campos en el espacio social más amplio, como su estructuración interna. Su situación en el espacio social más amplio viene determinada por las especies de capital eficientes en el mismo, pudiendo establecer en base a este criterio principios de diferenciación o distinción respeto a otros campos. La representación de su estructura interna debe permitirnos situar a los sujetos dentro de su espacio social en relación al dominio de los diferentes tipos de capital eficientes –condición 5 Se entiende por capital específico aquel que adquiere su valor en relación a un campo determinado, conformado por las especies de capital eficientes en el mismo, que al hacerlo operar en otro campo puede perder su funcionalidad. Cuando en este artículo empleamos el término “definir”, lo hacemos entendiéndolo como clarificar algo dudoso, no como fijar con precisión el significado o naturaleza de algo. Escapando de concepciones esencialistas, se busca una descripción del campo dirigida a clarificar las tensiones e intereses de los diferentes agentes sociales en la lucha por otorgar el significado al campo y establecer su estructura. 6 imprescindible para dotar de sentido a los relatos de vida- y, de ahí, identificar agrupaciones que nos permitan prever tomas de posición en relación al campo. El capital como elemento de distinción y estructuración respeto otros campos. El campo sometido a análisis en el presente estudio, el campo de la EA, se sitúa dentro de un espacio social más amplio: la sociedad gallega. Y dentro de este espacio social se define en relación a otros campos. Hace falta, en este sentido, partir de la objetivación del capital específico del campo de la EA -que lo distinguen respeto a otros campos- y reflexionar sobre su operatividad en el espacio social más amplio. Un primer acercamiento permite intuir un escaso peso del capital económico como elemento de estructuración en la EA –apreciado, entre otros factores, en las escasas diferencias salariales-, lo que lleva consigo, por otra parte, un elemento de lucha con otros campos de poder y con el espacio social más amplio. Como indica Bourdieu (1997), en las sociedades avanzadas –como es el caso de la sociedad gallega- el capital económico es uno de los factores fundamentales en la estructuración social que, asociado a un modelo económico capitalista, puede implicar estrategias –competitivas, individualistas, depredadoras- que son en sí mismas contrarias o contradictorias a los presupuestos de la EA. Cabe preguntarse qué implicación puede tener para el campo esta situación. Debido a su posible posición de inferioridad, derivada del escaso dominio del capital económico –como la especie de capital de mayor eficiencia en el espacio social más amplio-, puede verse en riesgo de no tener la capacidad de hacer valer su lógica de funcionamiento o de verse influenciado por lógicas de campos contrarios. La atención al capital cultural, y su mayor o menor peso en la historia del campo, se presenta como un elemento clave en la representación del mismo, al atender a una trayectoria en la que fue cobrando cada vez mayor relevancia, producto de las luchas pasadas y actuales en la transición desde su concepción como movimiento social hacia la profesionalización del campo. Asimismo, figura como un elemento clave en su estructuración interna, siendo esperable que la influencia de su mayor o menor dominio se vea plasmada en las lecturas que sobre la trayectoria del campo hacen las personas que componen la muestra. El capital cultural presenta un mayor grado de encubrimiento que el económico (Bourdieu, 1997), por lo que es más fácil que esté funcionando como capital simbólico, desconocido pero reconocido por las personas que componen el campo. Puede ejercer como elemento de distinción que se traduzca en conquistas materiales y simbólicas para la persona. El capital social también apunta a ser un elemento de peso dentro del campo de la EA debido al hecho de que el mismo es mucho más que un campo profesional. Si todo ámbito profesional lleva consigo cierta huella en el habitus del sujeto y, por lo tanto, en los esquemas organizadores de su vida personal y social, esto se ve acentuado -hasta el punto de convertirse en un elemento de distinción respecto a otros campos- en el caso de la EA. El análisis de las trayectorias de vida da cuenta de en qué medida los presupuestos del campo de la EA, los principios y fundamentos en los que se asienta, se trasladan a la vida personal y social de las personas, traduciéndose en modelos de vida que superan lo profesional y que orientan a los sujetos en la búsqueda de unas determinadas condiciones de existencia. Esto se traduciría en la propensión a crear redes sociales entre los sujetos que componen el campo. Por otra parte, los elementos distintivos del capital social del campo de la EA, las formas de relación que le son propias, pueden ser un elemento de interés en la comprensión de las facilidades o dificultades de acceso al campo. Capital y habitus como elementos de selección de las personas que componen el campo. El campo de la EA no suele ser el espacio donde la persona nace –salvo en casos concretos en los que la familia de origen pueda estar fuertemente unida al campo, situaciones que es interesante analizar comparativamente en la atención a la influenza del habitus-, sino un espacio de acogida de aquellas personas que se ajustan a sus presupuestos. El habitus, generado en unas determinadas condiciones de existencia, lleva a la persona a rechazar espacios que puedan resultar hostiles e introducirse en campos afines en los que opere positivamente y en los que puede hacer valer su capital con posibilidades de éxito. Lo que muchas veces se describe como vocación, es entendido por Bourdieu como un “proceso dialéctico por el cual “uno se hace” a aquello por el cual uno es hecho y uno “elige” aquello por lo que uno es “elegido”, y al término del cual los diferentes campos se aseguran los agentes dotados del habitus necesario para el buen funcionamiento” (2007: 108). La entrada en el campo de la EA supone “inversiones en la empresa colectiva de creación de capital simbólico” (Bourdieu, 1997: 110), lo cual exige del desconocimiento de su lógica de funcionamiento y, por lo tanto, la procedencia de un campo con condiciones de existencia similares. Este es un factor al que se debe prestar especial atención a la hora de acercarse a la comprensión de la escasa renovación generacional que se da dentro del campo de la EA en Galicia. Cabe atender a los cambios en las condiciones del espacio social más amplio, en la actualidad enormemente mediadas por el peso del capital económico sobre otras formas de capital. Es decir, se ponen encima de la mesa la posibilidad de que las transformaciones en las condiciones sociales en las que se socializan las personas, cada vez más condicionadas por lógicas capitalistas, esté favoreciendo un habitus y una distribución de capital alejados de lo que oferta y demanda el campo de la EA, con consecuencias a la hora de atraer o repeler personas al mismo. En esta línea, cabe cuestionarse si podría tener alguna incidencia el momento de crisis actual que pueda llevar a cuestionar esa primacía de valores y modelos capitalistas. Volviendo a la selección que el campo opera entre los sujetos -o la selección que el habitus opera entre los campos de posible acceso-, podemos valernos de la estructura elaborada por Bourdieu (1989: 140-141) para situar a los educadores y educadoras ambientales –y por lo tanto al propio campo- dentro del espacio social más amplio. Dicha estructuración se realiza en relación al dominio de dos especies de capital, aquellas que se consideran de mayor relevancia en las sociedades avanzadas: el capital económico y el cultural. Los sujetos se distribuyen según el volumen de capital que poseen, según la composición del mismo y según el peso relativo de las diferentes especies de capital. La representación gráfica del universo poblacional más susceptible de formar parte del campo ofrece información sobre el tipo de sujetos que atraen las condiciones del campo y, por lo tanto, sobre las características de su espacio social y simbólico en relación con otros campos. Debemos tratar las diferentes especies de capital como elementos que operan en unas determinadas condiciones de existencia, transformables –en función de la tasa de cambio- en nuevas formas de capital. Por ejemplo, si observamos un cierto peso del capital económico entre los sujetos que escoge el campo –un primer análisis de los relatos refleja que la mayoría de los educadores y educadoras ambientales tiene su origen en la clase media-, deberemos atender a si ese capital opera del mismo modo dentro del campo de la EA o si, por ejemplo, ha adquirido su poder en la medida en que se ha convertido en garantía de un cierto capital cultural. El capital como elemento de estructuración interna del campo. Los ejes de estructuración del espacio social se definen en relación al capital económico, al capital cultural, al capital social y al capital simbólico, entendido este último como la “forma que adoptan los diferentes tipos de capital una vez son percibidos y reconocidos cómo legítimos” (Bourdieu, 2001: 106). De este modo, se organiza a las personas atendiendo al volumen y a la composición de su capital, pero también a la evolución del mismo. En el presente trabajo cobra especial relevancia esta tercera dimensión, la dimensión temporal, por la información que aporta en la representación de la trayectoria del campo y en la comprensión de los posicionamientos y tomas de posición de los diversos agentes. Dicta estructuración debe permitirnos reagrupar a los individuos en clases atendiendo a la distancia relativa en el espacio social definido, lo cual implica una mayor o menor coincidencia de propiedades comunes, y por lo tanto posibilidades de presentar habitus, estrategias e intereses semejantes. La posición ocupada por los agentes en la estructura se define tanto por las características asociadas a unas determinadas condiciones de existencia, como en relación –superioridad, inferioridad, distancia, cercanía- a otras posiciones en el campo. En todo caso, este ejercicio de objetivación -volviendo al debate entre subjetivismo y objetivismo-, debe hacerse asumiendo que se realiza desde una determinada posición social. Los agentes son clasificados pero, asimismo, clasifican dependiendo de su posición en el espacio, lo que dota al trabajo intelectual de una funcionalidad política, en la medida en que defiende una determinada lectura del mundo. Atender a las historias de vida posicionándolas en el espacio social permite apreciar diferencias de visión -en la definición de lo que se entiende por “educación ambiental”, en las estrategias empleadas para la acción educativa dentro de la misma, en las formas de relación empleadas, en la identificación de las principales problemáticas que atraviesa, en la lectura del tiempo presente, etc.- en función de la posición ocupada, que se traducen en luchas simbólicas por hacer valer la visión legítima del mundo social (Bourdieu, 2001). No se puede entender la vida de una persona ni sus producciones sin situarla en el espacio de agentes o producciones que le son coetáneos. 4. El habitus como orientador de las prácticas. Lo que implica en la interpretación de las trayectorias de vida. Bourdieu define el concepto de campo como “un conjunto de personas participan de una actividad regulada, una actividad que, sin ser necesariamente el producto de la obediencia de las reglas, obedece la ciertas regularidades” (Bourdieu, 2000: 72). Todo campo presenta ciertas regularidades en su funcionamiento y por ello podemos deducir el comportamiento probable de sus miembros en relación a una determinada circunstancia. Ante un hecho concreto podemos prever la respuesta que se va a dar por parte de los diversos colectivos -qué esperar de los intelectuales, de los empresarios, de las clases populares, etc.-, no por el hecho de que las personas actúen según la obediencia a normas o reglas explícitas, ni como resultado de una decisión producto de la puesta en relación consciente entre la situación y sus intereses o posibilidades de éxito, sino por la mediación del habitus. Bourdieu define el habitus como los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia, “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones precisas para alcanzarlos” (1997: 85). El hecho de ser producto de unas determinadas condiciones de existencia lleva consigo que personas que comparten una situación similar –una posición próxima en la estructura del campo- presenten disposiciones y tomas de posición afines. No hablamos de habitus de campo, sino de habitus homólogos asociados a la pertenencia a un campo o a la posición ocupada en el mismo. En esta línea, se entiende por clase social “una clase de individuos biológicos dotados de un mismo habitus, como sistema de disposiciones común a todos los subproductos de los mismos condicionamientos” (Bourdieu, 2007: 97). Cuando se hace un trabajo intelectual por intentar definir un habitus de campo o clase atendiendo al análisis del habitus individual de las personas que lo componen, se debe escapar de expresiones generalizadoras, dado que las diferencias en los habitus individuales son tan diversas cómo diversas son sus trayectorias. La principal potencialidad que supone para este estudio trabajar desde el concepto de habitus reside en que se presenta como elemento clave en la interpretación de las trayectorias de vida, para pasar de la atención a los relatos como explicación directa de la realidad a su interpretación en constante puesta en relación con las condiciones del campo, las disposiciones y espacio de posibilidades que mediaron en esa experiencia de vida. El habitus opera como elemento generador de las prácticas, pero también como esquemas clasificatorios, principios de visión y división (Bourdieu, 1997), por lo que el relato de vida se presenta como una de las lecturas posibles, objetivable mediante la puesta en relación con la serie de posiciones ocupadas por la persona a lo largo de su vida. En atención a la influencia del habitus, el presente estudio parte del relato de vida de las personas para la construcción de su trayectoria vital, entendida como “serie de las posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente -o un mismo grupo- en un espacio en sí mismo en movimiento y sometido a incesantes transformaciones” (Bourdieu, 2007: 82). Cuando las personas narramos nuestra vida lo hacemos devolviéndole un afán de coherencia que posiblemente nunca tuvo (Rodríguez, 2002), una explicación basada en sucesivas tomas de decisión fundadas en razonamientos conscientes, ignorando la influencia de un habitus, que al ser incorporado en nuestro ser se vuelve imperceptible como condicionamiento. Frente a la creación de sentido artificial que se da en el relato de vida, como si la vida fuera un todo orientado cara una finalidad consciente, se defiende la puesta en relación de la trayectoria personal y la trayectoria del campo para dotarlas de su verdadero sentido. Debemos tener presente que una persona se mueve en diferentes posiciones dentro de un campo, así como en diferentes campos al largo de su vida e, incluso, en varios campos al mismo tiempo. Defiende Carvalho (2007: 24), que la narrativa de vida debe “captar el sujeto de la acción, sin encerrarlo en una identidad estable. Al contrario, la identidad narrativa constitutiva del sujeto permite comprenderlo en la transformación, incluido el cambio en la cohesión de una vida”, favoreciendo, de este modo, tomar cuenta de las relaciones entre individuo, sociedad e historicidad. En vez de dotar de un sentido artificial a las acciones y objetos “hay que insertarlos en el sistema complejo de oposiciones significativas: el sentido de una cosa o una práctica es su diferencia en un sistema de cosas o de prácticas” (Vázquez, 2002: 65-66). Para hacer biografía hay que situar al sujeto en el campo, en su relación de acercamiento y confrontación con los integrantes del mismo y con aquellos que lo precedieron, estableciendo reglas de percepción comunes y puntos de discordancia. Conclusiones Para la descripción del espacio social se parte de la concepción de la educación ambiental como transcampo, creado en la intersección entre el campo educativo, el ambiental y el social y cultural, y condicionado por las diferencias de poder que caracterizan sus relaciones en el espacio social más amplio. Implica la elaboración de clasificaciones teóricas que nos permiten ubicar a los sujetos del campo atendiendo a la posición ocupada por los mismos en dicha intersección. Supone la creación de su espacio social identificando los diferentes colectivos que operan y se interrelacionan en el mismo, no asignándoles unas cualidades esenciales, sino identificando tomas de posición posibles atendiendo a la posición ocupada en relación al campo y a los otros agentes que lo componen, así como a las disposiciones o habitus que ésta genera. Dicha objetivación del mundo social permitirá, por un lado, interpretar las historias de vida de los/as educadores/as ambientales atendiendo a su ubicación en el campo, escapando de la dotación de sentido artificial en la que suele caer el relato de vida, como si la vida fuera un todo orientado por un proyecto consciente. Por otro lado -partiendo de la información obtenida de los relatos-, otorgar sentido a la trayectoria del campo de la EA, como producto de luchas internas en su definición, sin negar la complicidad objetiva que sustenta el campo y que buscaremos explicitar. El análisis de la construcción del espacio de la EA desde las teorías de Bourdieu permite realizar una representación de su trayectoria y su génesis como campo social y simbólico estructurado, identificando los tipos de capital eficientes a lo largo de ese proceso diacrónico, así coma las luchas pasadas y actuales por mantener o cambiar esa estructura. Esa aproximación crítica al pasado y al presente de campo permite comprenderlo en su complejidad, frente a representaciones lineales e historicistas que ignoran los enfrentamientos, los conflictos y las luchas que lo constituyeron y lo constituyen, priorizando una visión progresiva e ingenua de la EA como una praxis que ha evolucionado y avanzado desde un pasado “primitivo” (Belgrado, Estocolmo, Tbilisi, etc.) a un presente “futurista” (marcado por la etiqueta de la “Educación para el Desarrollo Sostenible”). Se destaca en este sentido el peso del capital cultural y social frente a otras formas hegemónicas en el espacio social más amplio, como es el capital económico. La atención a la evolución en las especies de capital eficientes en el campo a lo largo de su corta trayectoria buscará la comprensión de las transformaciones de la EA, como producto de luchas internas en su definición o, incluso, de influencias de otros campos debido a su escaso pode en el espacio social más amplio. Se atenderá a cómo las finalidades del campo y de su propia práctica o identidad profesional pudieron ser distorsionadas por intereses ajenos –o incluso opuestos- a los de la EA, pudiendo derivar en la situación presente de supuesta crisis o desmantelamiento. Bibliografía Benayas, Javier.; Gutiérrez, José y Hernández, Norma (2003) La investigación en EA en España. Madrid. Organismo Autónomo Parques Nacionales. Bourdieu, Pierre (1989) La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid, Editorial Taurus. Bourdieu, Pierre (1997) Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Editorial Anagrama. Bourdieu, Pierre (2000) Cuestiones de sociología, Madrid, Ediciones Istmo. Bourdieu, Pierre (2001) Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, Editorial Desclée de Brouwer. Bourdieu, Pierre (2006) Esto no es una biografía. Autoanálisis de un sociólogo, Barcelona, Editorial Anagrama. Bourdieu, Pierre (2007) El sentido práctico, Madrid, Siglo XXI de España Editores. 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