APORTES PARA ELABORAR UN MODELO COMUNICATIVO EDUCADOR

Anuncio
APORTES PARA ELABORAR UN MODELO COMUNICATIVO EDUCADOR
PARA LAS ONG DE DESARROLLO (ONGD).
Javier Erro Sala, Leila C. Matthews y Yosra Bouyanzari Faraji.
Tú tienes la cabeza llena de gavetas, de cajoncitos –me decían-, en las que metés y
sacás cosas. En una las ideas, en otra la lucha, en otra el trabajo.
Y ¿cómo es pues? –le preguntaba yo.
Pues cómo va a ser, redonda en vez de cuadrada como vos,
las cosas no están separadas1.
El modelo de solidaridad que da vida al Sistema de Solidaridad, Ayuda y
Cooperación Internacional para el Desarrollo (SACID)2 propio del proyecto moderno se
muestra cada vez más agotado. El nuevo escenario de superación de la modernidad
exige una intervención social solidaria que, además de resolver problemas puntuales
(urgentes), no renuncie a su poder emancipador (construir alternativas sociales). Se
requiere entonces otro paradigma de intervención, capaz de abordar la diversidad,
complejidad, e incertidumbre global, algo que, a nuestro juicio, pasa por repensar las
interrelaciones entre intervención y comunicación (desde una noción de comunicación
no instrumental). Apostamos por una propuesta, desde la figura institucional de las
Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD), que parta de los
vínculos entre comunicación y educación para el desarrollo. Buscamos contribuir a
refundar desde ahí un nuevo modelo integrador de solidaridad internacional basado en
su dimensión comunicativa, entendida esta última con todo su espesor educativo y
cultural. Dentro de ese esfuerzo ofrecemos aquí una cartografía preliminar sobre el
tema.
1
Testimonio en Martín Beristain, C. (1997). Viaje a la memoria. Virus. Barcelona.
A partir de este momento SACID. Adoptamos esta dominación frente a las más habituales de Sistema
Internacional de Cooperación al Desarrollo (Galán y Sanahuja, 1999) o de Sistema de Ayuda
Internacional (Llistar, 2009), puesto que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) es un concepto más
restrictivo.
2
1
1- LA
CONTRADICTORIA
COMPLEJIDAD
POROSA
DE
LA
COOPERACIÓN INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO.
Podemos entender la cooperación internacional para el desarrollo como el conjunto de
actuaciones, realizadas por actores públicos y privados, entre países de diferente nivel
de renta con el propósito de promover el progreso económico social de los países del
Sur de modo que sea más equilibrado en relación con el Norte y resulte sostenible
(Gómez Galán y Sanahuja, 1999:17), siempre que dejemos muy claro:
-
que constituye un subsistema específico del sistema de relaciones
internacionales y, por tanto, de las políticas exteriores de los estados (y de
los gobiernos)3;
-
que no existe un concepto unívoco y ahistórico de cooperación para el
desarrollo.
Ahora bien, por debajo de esa definición y de la apariencia formal del SACID se
esconde una compleja y contradictoria realidad cultural de ideas, valores, normas,
prácticas sociales, instituciones y personas. Hablamos de un fenómeno social con
muchas caras y que permite distintas lecturas. Su naturaleza ambivalente y paradójica le
convierte en un orden marcado desde arriba (prosistema), pero a la vez en un caos
poroso con cierta autonomía que admite también usos transformadores e incluso
prácticas sociales de raíz subversiva (antisistema). Se trata además de una realidad
conflictiva determinada por los valores dominantes en los países del Norte en cada etapa
histórica. Es el Norte desarrollado el que impone un modelo de “cooperar” basada en la
lógica vertical de la donación, que implica falta de obligatoriedad, establece una
relación de inferioridad del otro en situación de carencia y se sostiene por el principio
decisivo de condicionalidad4. Una cooperación con un presupuesto preescrito –el
3
Citamos también a los gobiernos por las dificultades que pueden surgir, por lo menos en nuestro país, a
la hora de deslindar los intereses del Estado y del país y de los gobiernos de turno (bastaría con revisar las
derivaciones de las sucesivas políticas de los gobiernos del Partido Popular y del Partido Socialista
Obrero Español y las subvenciones obtenidas por aquellas fundaciones y ONGD con las que “sintonizan”
uno y otro), pero también para señalar a la cooperación descentralizada porcentualmente muy importante
en España y sin dependencia directa de las relaciones exteriores estatales (los ejemplos de
instrumentalización por parte de los gobiernos autónomos de este tipo de cooperación son también
notorios). Desde una lectura de base luhmanniana podríamos sostener que el SACID se ha ido
configurando en nuestro país como subsistema técnico-social autorreferente desde una impronta de baja
base social activa y de alta dependencia económico-ideológica-institucional de las administraciones
públicas.
4
La historia de la cooperación podría leerse desde trayectoria de la condicionalidad, es decir, del
conjunto de condiciones que el donante impone al receptor como exigencia para que este último pueda
2
principio de desarrollo- que, como veremos, forma parte de la religión moderna y de la
ideología del progreso (Morin 1995; Rist 2002; Latouche, 2006, 2007). Es el Norte
quien unilateralmente se proyecta: dice qué es desarrollo, qué es progreso, cómo se
miden y legitiman y, finalmente, quiénes y cuánto los han alcanzado. En consecuencia,
resulta inútil negar que la cooperación constituye un proyecto genuinamente moderno,
correspondiente a un momento histórico muy concreto, con un enfoque del mundo
determinado, lineal y progresivo propio de una realidad ya muy lejana: la segunda parte
del siglo pasado. Tal vez por eso le llueven las críticas, y no es para menos, si además
añadimos que el balance general de los datos que hoy puede presentar la cooperación se
muestra tan poco fructífero en términos de eficacia. En pocas palabras, la pobreza se
resiste a disminuir mientras se agudizan las desigualdades Norte-Sur (y dentro de los
distintos países), irrumpen nuevas formas y procesos de empobrecimiento y exclusión
social, y el futuro del planeta y de sus habitantes sigue seriamente amenazado por el
estilo de vida hegemónico. La falta de responsabilidad con que los “países
desarrollados” vienen afrontando el desafío del cambio climático –“el mayor problema
de acción colectiva al que el mundo se ha tenido que enfrentar” (Innerarity, 2013: 127)atestigua lo que decimos.
Por eso en este trabajo nos centramos en intentar deslindar los dispositivos sociales
subterráneos decadentes, pero sobre todo emergentes, que perviven en ese subsistema
de cooperación imperante y de los que podría servirse una refundación de la cultura, o si
se prefiere contracultura, de la solidaridad.
1.1.¿Y si la actual forma de cooperar fuera anticooperación?
La cooperación puede ser revisada desde su antítesis: la anticooperación. Desde este
enfoque Llistar (2009) elabora un esquema metodológico capaz de alumbrar el cariz
ambivalente y contradictorio del actual modelo de cooperación y sus lagunas nucleares.
El autor nos recuerda que el SACID nace después de la Segunda Guerra Mundial de la
mano de las relaciones internacionales, cuyo estudio de convierte en disciplina en esa
recibir la ayuda. La ayuda siempre ha estado ligada a la condicionalidad, que ha ido complejizándose y
alcanzado cada vez mayor peso político: en los años 90 entraron en escena las exigencias de vinculadas al
ejercicio de la democracia, el respeto de los derechos humanos y el cultivo del buen gobierno. Hay abierto
un debate inconcluso sobres estos aspectos tan discutibles, de difícil evaluación, y que con frecuencia se
vulneran a favor de los intereses de las políticas exteriores. ¿Podría EE.UU. ser objeto de ayuda mientras
mantenga el limbo carcelario de Guantánamo? ¿Y Rusia y China, por poner otros dos ejemplos?
3
época. Pero el Sistema de Relaciones Internacionales (SRI)5 instaurado en esa época no
se fundamenta en la cultura de la solidaridad, sino en la defensa de los intereses
nacionales y en el sentido de la oportunidad. Por lo tanto, el marco de las relaciones
internacionales resulta insuficiente para explicar toda la riqueza y la complejidad del
fenómeno de la cooperación. Llistar va más lejos y sostiene que el actual SRI es
funcional al sistema que produce las causas fundamentales del empobrecimiento de las
mayorías sociales de los países del Sur (en ese caso deberíamos hablar de países
empobrecidos, no de pobreza), en cuanto que obedece a una visión geopolítica que
mantiene al Sur como subalterno del Norte. Sucede además, siempre siguiendo a este
autor, que tanto el SRI como su subsistema el SACID giran en torno a la centralidad de
tres presupuestos complementarios que hoy se ponen en tela de juicio: el principio de
soberanía6; la figura del Estado-nación; y la separación diáfana entre los ámbitos interior
y exterior.
Sin embargo el modelo hegemónico de globalización estaría haciendo estallar esa
realidad del pasado, por lo menos en el sentido de que las fronteras se estarían
difuminando hasta el punto de que lo interior y lo exterior se solaparían, se confundirían
y acabarían fundiéndose. Pero hoy las fronteras ya no están en las fronteras físicas
(Balibar, 1998), y la “psicopatología de los límites” propia de la modernidad debe ser
revisada porque “la creciente complejidad y diferenciación de los límites en la política
global contrasta con la simplicidad de nuestras prácticas en relación con ellos”
(Innerarity, 2013:82).
Por ejemplo, la actual crisis española se confunde y funde por dentro y por fuera hasta
el punto de configurarse como un fenómeno de límites borrosos, fuertes
interdependencias, alta complejidad y consecuencias impredecibles: ¿Dónde están sus
límites nacionales (Estado), internacionales (Europa) y globales? ¿Se trata de una crisis
financiera, económica, política, social, cultural o todo eso a la vez?
Resulta particularmente grave que el sistema político, como el modelo de cooperación
5
A partir de este momento SRI.
En un trabajo de esta naturaleza no podemos ahondar en el cuestionamiento de estas tres apuestas de
fondo, pero no queremos pasar por alto un detalle. No sólo el principio de soberanía del Estado-nación
está hoy sobre la mesa cuando los gobiernos descubren antes la ciudadanía que no son capaces de
mandar, sino que gobernar consiste en obedecer pero no a la sociedad, sino dictados de los organismos y
estructuras supranacionales alejados del control democrático, sino que la idea devaluada de soberanía ha
dado un giro subversivo para transformarse en el enfoque de la “soberanía alimentaria”. Una propuesta
muy sugerente cultivada en el Sur y que entronca con los procesos emancipadores de reconquista o
creación de las soberanías individuales y colectivas (la soberanía de la naturaleza y del futuro; la
soberanía de la mujer sobre su cuerpo y su vida; la soberanía de la pluralidad de conocimientos y culturas;
la soberanía de los pueblos, etc.).
6
4
internacional para el desarrollo, sigan pensándose sobre todo desde al ámbito de los
Estados-nación cuando sus desafíos son hoy de naturaleza global. Llistar lo deja muy
claro cuando basa su teoría en el concepto de interferencia, que define como
aquel factor procedente de fuera de las fronteras de un Estado que afecta
temporalmente la dinámica interna de un determinado grupo social, sea éste un
grupo de personas estructurado en una comunidad local, un segmento de la
población o un país, no importe si se produce directamente o indirectamente a
través de la alteración de su entorno (2009:27).
Lo que le permite redefinir qué es cooperación y qué es anticooperación. La
cooperación sería el conjunto de interferencias positivas entre el Norte y el Sur
Globales, en ambos sentidos (asumiendo además que hay que usar distintos lenguajes de
valoración). Entenderíamos entonces como ayuda NS toda interferencia positiva en
sentido no sólo NS. La anticooperación constituiría entonces la conjunción de todas las
interferencias negativas. Define también este autor los mecanismos de cooperación o
anticooperación como
los dispositivos existentes en el actual sistema mundial a través de los
cuales tienen lugar la cooperación y la anticooperación (el crédito
internacional, el comercio internacional, el militarismo, emisión/absorción de
gases a/de la atmósfera, la transferencia de tecnología, etc.)” (2009:55). Los
mecanismos de anticooperación –“la vía práctica (el resorte) del sistema que
permite, en uno o más pasos, que cierto grupo de interés acabe por interferir
negativamente sobre el buen vivir de otros grupos de personas, o que incluso
acabe por subordinarlos (2009:81)7.
El enfoque de Llistar nos resulta útil porque permite distinguir los elementos de
cooperación y de anticooperación que integran el SACID, así como la contradictoria
complejidad de sus interrelaciones. Nos señala como la anticooperación prevalece sobre
la ayuda y como una parte determinante de esa ayuda obedece a los intereses del
donante. Pero también identifica aquellos símbolos y fragmentos de una solidaridad y
emancipación social genuinas que todavía subsisten latentes dentro de las prácticas
sociales de cooperación. Apuesta entonces por una ayuda antidestructiva que se
7
Llistar (2009) distingue nueva tipos de mecanismos de anticooperación: tecno-productiva, financiera,
comercial, ambiental, diplomática, militar, simbólica, migratoria y solidaria.
5
proponga cooperar en negativo, es decir, por no anticooperar (2009:57). Pero además el
autor entiende que sus conceptos de cooperación y anticooperación pueden aplicarse a
distintas dimensiones, como Estados, grupos sociales, individuos, etc., abriéndose así a
propuestas de otros pensadores, como la de Morin (2009), que hace de la solidaridad el
eje de una política de civilización para la recuperación moral; la de un pensador tan
original como de Sousa Santos (2000, 2005, 2010) que excava buscando restos entre lo
excluido, en la experiencia desperdiciada por la modernidad, para reconstruir un
proyecto global crítico y emancipador desde el Sur en estos tiempos de transición
paradigmática (epistemológica y social)8; o la visión de la cooperación como
herramienta decisiva para identificarse con el otro sin borrar sus diferencias y elaborar
así soluciones conjuntas a los nuevos problemas de la socialidad que postula Sennett
(2012).
1.2.¿Pobreza, desarrollo o decrecimiento?
Tres tendencias configuran en este momento el debate en torno al desarrollo. La
primera nos remite a un nuevo consenso internacional, la Declaración del Milenio,
aprobada por Naciones Unidas en el año 2000, se concreta en la propuesta de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y parte de un idea específica de pobreza.
La segunda se centra en la idea de desarrollo -desarrollo humano- y asume la creciente
complejidad de este fenómeno. Existe una tercera, transversal, de fondo, que nos sitúa
más allá del desarrollo y señala al SACID no por su funcionamiento o sus mecanismos,
sino por sus fundamentos y su razón de ser. Estaríamos entonces ante la quiebra del
pensamiento del desarrollo (Dubois, 2000) o incluso la era del postdesarrollo.
1.2.1. La apuesta por la pobreza.
Brevemente podemos decir que la Declaración del Milenio y su materialización
operativa en los ODM han marcado un salto cualitativo, un nuevo rumbo, en el debate
sobre el desarrollo y la cooperación. Entre otras cosas ha supuesto, en primer lugar,
descender del sueño del desarrollo moderno para todos y todas a la lucha contra la
8
Los postulados de este autor se resumen muy bien en su análisis de las cinco monoculturas y sus
correspondientes respuestas en el capítulo Hacia una sociología de las ausencias y una sociología de las
emergencias (2005, páginas 151-192).
6
pobreza.
En segundo término se impone en forma de objetivos del desarrollo una interpretación
reducida y unilateral de “pobreza” elaborada por el Banco Mundial y los países del
CAD9. Concepción de pobreza que resulta muy discutible en cuanto que fija la categoría
de pobre en un nivel económico bajo e indiscriminado (menos de 1,25 dólares al día),
pone el énfasis en una meta de supervivencia (aliviar el número de pobres en el mundo),
prescinde el problema ético y estructural de la pobreza (sus causas), y fusiona las
agendas de seguridad y del desarrollo bajo el concepto de gobernanza global. Como
sostiene Dubois (2002:23), los ODM parten de una concepción de pobreza estrecha y
absoluta y olvidan sus aspectos no materiales: las cuestiones políticas y
socioculturales10.
1.2.2. La complejidad dialógica del desarrollo humano.
La apuesta por la pobreza debilita y margina el enfoque del desarrollo humano o
enfoques de las capacidades -relacionado históricamente con los postulados de Sen
(2000) y con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)-, que se
había erigido desde los años 90 como la visión teórica y académicamente más poderosa.
El desarrollo humano presume de buscar un proceso de ampliación de las opciones y
capacidades de las personas, y se presenta como el desarrollo de la gente, para la gente y
por la gente (PNUD, 2000:17).
Sobre este tema pude verse V.Navarro, “¿Ha descendido la pobreza en el mundo? Las manipulaciones
del Banco Mundial”. Público. 22-abri-2013 (http://blogs.publico.es/dominopublico/4940/).
9
10
Sobre los ODM existe una fuerte controversia. Por un lado los ODM coinciden con la propuesta que en
su día, en 1996, planteó el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) y que no fue el fruto de un diálogo
entre países pobres y ricos, sino que fue elaborada unilateralmente por los países donantes. Por el otro se
cuestiona la definición de “pobre” del Banco Mundial (menos de 1,25 dólares al día, independientemente
de en qué lugar y zona del Sur viva), así como sus lecturas sobre una posible reducción de la pobreza. Ya
en 2003 los economistas cuestionaron los resultados y los sistemas de medición del Banco Mundial (BM).
Estas críticas se han agudizado con motivo de los optimistas resultados sobre la evolución de la pobreza
ofrecidos recientemente por el BM. En su informe New Estimates Reveal Drops in Extreme Poverty
2005-2010. World Bank, el BM señala que a pesar de la recesión mundial, por primera vez, la pobreza
extrema ha bajado en el mundo, lo que se presenta como un éxito de las políticas neoliberales. Pero las
críticas matizan: los datos reales con los que trabaja el BM acaban en 2008 (justo el año en que comienza
la crisis). Con esos datos el BM hace una “estimación” durante el período 2008-2010 basada en
supuestos. Por otra parte el descenso en el número de pobres hasta el 2008 se debe, sobre todo, a los
avances producidos en dos países concretos: China e India. Sin entrar en más discusiones sobre el tema,
que no es el objetivo de este artículo, en este momento y con los datos que muestran los indicadores
periódicos en este momento hasta el propio Banco Mundial admite que los ODM no se alcanzarán en el
2015, tal como se prometió.
7
“El desarrollo humano afirma que el crecimiento no debe ser el objetivo
central del desarrollo sino únicamente uno de sus referentes. Supone un cambio
radical de los planteamientos anteriores porque coloca el centro de la
concepción del desarrollo en el proceso de expansión de las capacidades de las
personas de manera que éstas puedan elegir su modo de vida; y, porque
cuestiona que el desarrollo dependa fundamentalmente de la expansión del
capital físico, resaltando la importancia de los activos humanos. En definitiva,
se sustituye una visión del desarrollo centrado en la producción de bienes por
otra centrada en la ampliación de las capacidades de las personas” (Dubois,
2002: 25-26).
Nussbaum (2012:38) lo concibe como una aproximación particular a la evaluación de
la calidad de vida y a la teorización sobre la justicia social básica, y lo caracteriza por:
concebir a cada persona como un fin en sí misma, centrarse en la elección o en la
libertad, ser pluralista en cuanto a los valores, y por ocuparse de la injusticia y la
desigualdad social. Por su parte Dubois (2002:25) pone el énfasis en que el desarrollo
humano se concibe a sí mismo como una propuesta emancipadora, en sentido que
emplea de Sousa Santos (2003) cuando éste opone regulación a emancipación social.
Ahora bien, Sen (2000) ha abierto una senda muy amplia y fructífera, en el término de
un programa político-económico, pero sin conseguir concretar lo suficiente el esquema
de las capacidades básicas fijas. Por su parte, los intentos por ir materializando y
generando indicadores del PNUD a través del Índice de Desarrollo Humano (IDH)
carecen todavía de la solidez operativa necesaria entre otras cosas porque los postulados
de los que se parte contienen tanta riqueza que conducen cada vez a un mayor nivel de
complejidad. Otro problema, de mayor enjundia todavía, asola a este enfoque: las
dificultades para fijar unos referentes mínimos universales que saltan a la luz, sobre
todo, cuando pretendemos definir el bienestar. En efecto, no se dispone de una
referencia ética de bienestar con validez universal. Frente a eso o bien se continua
perfilando la búsqueda de un esencialismo humano como base común para una
estructura más operativa (Nussbaum, 2002), o bien planteamos posturas que se inclinen
por la construcción de acuerdos sociales. En este sentido Dubois (2002:29) se inclina
por:
“la necesidad de afirmar la existencia de unas capacidades generales humanas,
no porque están inscritas en los genes, sino porque forman parte de nuestra
8
identidad querida”.
En todo caso, se busca un proyecto colectivo que de cobijo a todas las personas. Esta
interpretación chocaría frontalmente con la apuesta por la pobreza de los ODM, en
cuanto que no ve el fenómeno de la pobreza desde una visión funcional, como falta de
eficacia del sistema, sino como punto de partida para preguntarse por las
transformaciones que la sociedad necesidad para el desarrollo de todos y todas. En
efecto, y esto nos interesa especialmente, la búsqueda de la operatividad, el problema de
la universalidad, la reducción de la complejidad y el cultivo de la inconclusión, son
características propia de todo fenómeno social de base dialógica.
1.2.3. La quiebra del pensamiento del desarrollo.
Ya hemos mencionado que el interés de la crítica actual al SACID reside en su
nuevo carácter: ya no se pone en entre dicho su origen, su funcionamiento o sus
mecanismos, sino sus fundamentos y su razón de ser, la quiebra del pensamiento del
desarrollo (Dubois, 2000), o incluso la era del postdesarrollo. Las objeciones que en su
día se hicieron desde el Sur o desde el Norte con autores como Morin (1995) o Rist
(2002), a la propia idea de “desarrollo”, hoy toman muchas más fuerza y otra naturaleza
con innovaciones como el decrecimiento (Latouche, 2007, 2008, 2009, 2012; Taibo,
2009) y de un variopinto y transversal conjunto de prácticas sociales propias que buscan
otros estilos de vida y que se extienden por todo el planeta.
El
desarrollo
y
el
progreso
constituirían
creencias,
actos
performativos
impermeabilizados a toda crítica.
Así, en el corazón del dispositivo occidental está la idea de que existe
una historia natural de la humanidad, es decir, que el “desarrollo” de las
sociedades, de los conocimientos y de las riquezas corresponde con un principio
“natural”, autodinámico que establece la posibilidad de un gran relato. A partir
de este sentido –oculto a veces bajo prácticas o acontecimientos como la guerra,
que lo oscurecen temporalmente puede construirse un discurso totalizador que
muestra la continuidad de un mismo proceso desde los orígenes a nuestros días
(Rist 2002:51).
9
Por su parte, como proclama Latouche (2006, 2007) la idea de decrecimiento es una
reacción contra la sociedad del crecimiento y comienza pensándose como un estandarte
que agrupe a todas aquellas corrientes radicalmente críticas con el desarrollo que
aspiren a elaborar proyectos políticos posdesarrollistas. Sin embargo los últimos
trabajos de este autor (2009, 2012) ambicionan ya la construcción paulatina y dialógica
de una teoría que consiga amparar a esa variopinta amalgama de prácticas sociales que
se cobijan bajo el amplio paraguas de esa idea general.
En definitiva, esas realidades que venimos llamando cooperación y desarrollo
formarían parte del conjunto de preconceptos nortecéntricos (por utilizar la
terminología de Sousa Santos, 2005) o de creencias11 que necesitan recuperar su
condición dialógica, es decir, ser expuesto a la luz del nuevo escenario y ser filtrados
por el tamiz de la comunicación para que puedan recuperar así su condición original de
conceptos en permanente proceso de construcción social.
Sin embargo asumir que cuando hablamos del campo de la cooperación, a pesar de su
discurso teórico benéfico que le sirve de legitimación social, hablamos de fuertes
tensiones entre los intereses público-privados de los Estados y gobiernos, y los intereses
también público-privados de la propia sociedad y de sus instituciones (como es el caso
de las ONGD), no debe suponer obviar un dato clave: la cooperación ha mostrado en
toda su trayectoria histórica una gran capacidad de adaptación a las distintas coyunturas
hasta el punto de poner ser reconocida como una realidad porosa y con gran margen de
actuación para todos sus actores. Estamos pues ante una realidad sugerente que produce
mucho más de lo que pretende producir, incluso a su propio pesar12.
De todo lo dicho se deduce que en este momento se dan las condiciones para releer la
cooperación para el desarrollo desde un trasfondo dialógico capaz de reconocer el
carácter comunicativo de sus fundamentos –las ideas de cooperación y de desarrollo
11
Todo aquello que se integra como creencia se naturaliza y se deja de percibir como sistema. Se
escamotea así todo su espesor social, su realidad como conjunto de prácticas sociales repleto de
contradicciones. De ahí el sentimiento de soledad absoluta que invade a los sujetos y sociedades cuando
abandonan un sistema de creencias: han perdido una parte de su propia personalidad.
12
Como la cooperación contiene una gran pluralidad de actores muy diferentes (organizaciones
internacionales, Estados, gobiernos –estales, autonómicos, municipales-, empresas, ONGD, grupos de
solidaridad, organizaciones de base, etc.), encierra una gran complejidad (por su carácter transversal y sus
múltiples expresiones (ayuda de emergencia, cooperación técnica, educación para el desarrollo, etc.) y por
la interrelación de sus actuaciones (entre personas, instituciones especializadas, medios de comunicación
de masas, sistemas políticos, etc.), genera necesariamente procesos culturales de visibilidad pública y de
autoorganización social incontrolables, frente a procesos de dependencia económica y social, y de
propagación de formas de consumo de solidaridad.
10
entendidas como conceptos en permanente proceso de construcción social- y de sus
instituciones. Nosotros nos ocupamos específicamente de las Organizaciones No
gubernamentales de Desarrollo (ONGD)13, entidades a nuestro juicio medulares a la
hora de generar una cultura social de solidaridad.
2. LA RELECTURA DEL MODELO DE ONGD Y DE SU “PROBLEMA
COMUNICATIVO”.
Las ONGD pueden ser entendidas como instituciones claves a la hora de legitimar
socialmente un modelo determinado de ayuda y cooperación internacional para el
desarrollo, no tanto por su participación en la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), como
por su rol: son las principales embajadoras del imaginario social sobre las ideas de
solidaridad y cooperación. En el caso español lo primero que debe señalarse el es
modelo mediático dominante en el espectro de ONGD que, por otra parte, nutre al tipo
de solidaridad compulsiva y de bajo nivel de penetración que nos caracteriza (Díaz
Salazar, 1996; Zubero, 1998; Ballesteros, 2001). Existe pues una estrecha interrelación
entre ese modelo mediático de ONGD y el modelo de comunicación instrumental que
las organizaciones sociales adoptaron, tal como han dejado claro los estudios de López
Rey (2001, 2006a, 2006b), Sampedro (2002), García Inda (2002), Erro (2002, 2003), y
Gómez Gil (2005). Las prácticas comunicativas de las ONGD se centraban y agotaban
en la figura de los medios de comunicación de masas14 y eran fundamentalmente
autorrefetentes (hablando de las propias ONGD). No en vano la eclosión sin
precedentes en España del sistema de solidaridad, ayuda y cooperación internacional
para el desarrollo, y de las ONGD entre los años 80 y 90 obedeció más a los impulsos
del mercado, el despliegue político y administrativo del SICAD, y a la actitud de los
medios (López Rey, 2001), que a la impregnación de modos de vida solidarios en la
vida cotidiana de las personas y de las instituciones. Nació así una relación compleja y
ambivalente (Erro, 2007) con consecuencias decisivas para las organizaciones sociales
de desarrollo. Los medios han venido facilitando que las ONGD españolas vengan
contando con un espacio mediático extraordinariamente alto y sean socialmente
reconocidas. Ahora bien, al tratarse de un modelo mediático de base económica en
detrimento de la base social (Jiménez Lara, 2006: 67) sustituiría el respaldo por el eco
13
14
A partir de esto momento ONGD.
A partir de este momento “medios”.
11
social (Gómez Gil, 2005:169) y marcaría la cultura corporativa de las organizaciones
(López Rey, 2006b). Los medios dibujarían así el marco de acción en el que se
desenvuelven las relaciones sociales de las ONG, hasta el punto de poner en peligro su
identidad. Como sostiene García Inda (2002:70),
la conversión de las organizaciones sociales en sujetos de juego
mediático condiciona o transforma inevitablemente la naturaleza de las
mismas, su forma de ser o estar socialmente en el espacio público: su
presencia como participación, que es a partir de entonces, también, una
participación mediática.
Hasta tal punto que este último autor llega a hablar de "la institucionalización de un
modelo de solidaridad inspirada en la propia lógica de los medios de comunicación de
masas", es decir, de un modelo de "solidaridad mediática".
Además las ONGD asumieron un estilo de comunicación instrumental, a fin a las
lógicas mediáticas, que desactivó los componentes educativos y de crítica estructural.
Se introdujeron así en un bucle que amenaza permanentemente con la percolación
mercantil (López Rey, 2006) o con la instauración de una cultura de consumo de
solidaridad (Ballesteros, 2000; Erro, 2009). Pero, sobre todo, penetraron en un callejón
sin salida dado que la postura instrumental no es capaz de dar cuenta del nuevo
escenario, ni de la complejidad de la sociedad actual –tejida alrededor de la
comunicación y el conocimiento-, ni el grado de complejidad que han alcanzado ya los
procesos de cooperación.
Hablamos de un papel fundamental y ambivalente que, sin embargo, ha contribuido a
esconder que las ONGD arrastran un “problema comunicativo” hoy por hoy no resuelto.
Defendemos que el desencuentro de las ONGD con la dimensión comunicativa se
convirtió realmente en amenaza endémica cuando estas instituciones confundieron la
naturaleza del problema. Es decir, cuando las ONGD asumieron que su problema
comunicativo tenía un origen técnico y se circunscribía al ámbito disciplinario de la
comunicación y a su ejercicio profesional. A nuestro juicio el límite de semejante
mirada reside, por una parte, en:
-
agotar la riqueza de la dimensión comunicativa en una visión estrecha,
excesivamente mediática, y escasamente dialógica, de comunicación;
-
no apreciar la especificidad comunicativa de unas instituciones, las ONGD,
creadas y legitimadas socialmente para generar relaciones sociales de
12
solidaridad y de desarrollo humano, una cultura de solidaridad.
En resumen, es la manera instrumental y disciplinar de pensar la comunicación cuando
hablamos de desarrollo y de ONGD en donde radica la raíz del “conflicto
comunicativo”. Lo que impide construir un modelo propio de comunicación, es decir,
una comunicación para la solidaridad y el desarrollo. Las ONGD tienen un problema
comunicativo en la medida en que no acaban de asumir que la comunicación es mucho
más que un instrumento o una disciplina, y que la dimensión comunicativa atraviesa
todo su campo de acción y a ella misma como institución. El problema comunicativo de
las ONGD es un conflicto de origen cultural con un componente técnico. Cultural
porque tiene que ver con el modelo de organización institucional y con la manera de
entender el mundo y al ser humano de eso que llamamos solidaridad, cooperación,
desarrollo y ONGD (Erro, 2003, 2006; Nos Aldas 2002, 2007).
3. EL (DES)CUBRIMIENTO DEL NUEVO ESCENARIO SOCIAL.
Una relectura sociológica nos permite el reconocimiento de un escenario que se
presenta cualitativamente distinto a aquel desde y para el que nacieron las instituciones
modernas del SICAD y las ONGD. Seremos también escuetos en este apartado.
Lipovetsky se preguntó:
¿Cómo seres vueltos hacia ellos mismos, indiferentes al prójimo tanto
como al bien público, pueden todavía “indignarse”, dar prueba de generosidad,
de reconocerse en la reivindicación ética? (2005:10).
El triunfo de la independencia de la economía y del individualismo ahogaba toda
esperanza de cambio. En efecto, en una sociedad posmítica, posheroica, sólo parece
tener cavidad una solidaridad indolora, desnaturalizada o convertida también en
mercancía y espectáculo. Hasta hace bien poco la mayoría de las instituciones, entre
ellas las ONGD, habían acabado asumiendo la hegemonía aplastante del la cultura del
homo economicus. La sociedad de mercado consume al ser humano a su dimensión
económica y destruye la idea de lo común. La ciudadanía es abandonada a su propia
soledad. Entramos así en un proceso imparable de desocialización del que sólo cabe
esperar la indiferencia ciudadana.
No se comprendió que el individualismo es un fenómeno social ambivalente y
paradójico. Como señala Verdú (2003:201) Ferry ha calificado a nuestra época como
13
del ultraindividualismo; Bruckner como superinvididualismo; Lash nacisista; Touraine
ha avisado contra el peligro de centrarse en el sentido de mi vida; y Lipovetsky habla de
la segunda revolución individualista. Pero, ¿se ha entendido la ambivalencia de esta
realidad? El individualismo constituye una ideología social que se presenta como tal
vez la mayor herencia de occidente al mundo: el individuo soberano, consciente y
responsable de su acción. Un proceso de individualismo institucionalizado que apunta a
las instituciones fundamentales de la sociedad moderna que hace del individuo el sujeto
de los derechos civiles, políticos y sociales (Beck, 2013). Pero también puede leerse
como anti-ideología y como riesgo social (Camps, 1999: 14): el individuo insensible e
insolidario que ocultar a los demás las consecuencias de sus acciones y se convierte en
el primer obstáculo a la hora de emprender cualquier proyecto común. Pues bien, parece
que desde la solidaridad sólo se ha querido ver la cara negativa del individualismo,
desatendiendo la posibilidad de una individuación más auténtica. Por eso tiene tanto
interés la pregunta que rescata de Sousa Santos (2010): ¿Hubo realmente una
emancipación socio-individual en el proyecto moderno?
Algo parecido sucedió con el consumo, al que sólo se contempló como consumismo
alienante, rechazando cualquier activo emancipador. Sin embargo, Verdú (2005)
considera que está sucediendo lo contrario. En su opinión se abre paso un consumo que
contribuye a la madurez ciudadana y al cambio en la organización política, una
liberación del elector, de la misma manera que crece la liberación del consumidor. Es
decir, su teoría del personismo -la “primera revolución cultural del siglo XXIvislumbra la posibilidad de que la persona vaya haciendo valer la libertad aprendida y
convierta así en una labor muy difícil el control institucional de la gobernabilidad no
democrática (2005: 147).
¿Cómo creer que en un escenario así tienen cabida significativa aquellas expresiones de
solidaridad que no asuman las lógicas de la mercancía y se presenten públicamente con
carácter conflictivo? Si toda dimensión social, como la política se disuelve en la
economía, ¿por qué la solidaridad podía tener otro destino? Si hasta la democracia se
desnaturaliza y se ve amenazada con convertirse en un puro simulacro sin contenido. La
rebelión, en definitiva, no era posible en un marco global porque ni siquiera se cumplía
el paso previo: la indignación de las masas. Sin embargo hoy el cambio social se
presenta como necesario y urgente (aunque todavía no sea posible): por una parte la
14
sociedad se moviliza (la movilización social y cognitiva se vuelve posible); por la otra
la necesidad de cambio social y político produce una movilidad transversal y plural, que
se articula alrededor de la idea de la refundación democrática y que presentan forma
novedosas gracias a Internet y las redes sociales. Resurge pues la indignación con una
naturaleza fragmentada, reflexiva, dialógica, que cree en las hegemonías y en las
soberanías sociales y culturales, en los correlatos y no en los grandes relatos, y que
prefiera ir acumulando en lugar de inmolarse en los fuegos artificiales de las propuestas
totales. Entonces la gente va redescubriendo nuevas vías para reconstruir los vínculos
sociales quebrados o en peligro, y comienza a tejer otras formas de hacer política (otra
política) y, como demuestra la crisis, otras formas de hacer también solidaridad (otra
solidaridad). Lo que late detrás de todo esto es una nueva actitud ante lo social (a la que
las instituciones modernas, como las ONGD, deben adaptarse reinventándose) que
concibe el futuro como indeterminado pero posible. Las ONGD descubren entonces que
la solidaridad y la cooperación no pueden reducirse a la prestación de servicios (la
gestión de la solidaridad), Sus relaciones no se someten ni a la lógica del mercado, ni a
la del Estado, porque no son ni privadas, ni públicas. Estamos ante un espacio
propiamente social que produce bienes relacionales porque se caracteriza por una alta
intensidad relacional (García Roca, 2010:16).
En definitiva, el nuevo escenario se desconceptualiza, se abre sin rumbo
predeterminado y todo ámbito social, para comprenderse a sí mismo y sobrevivir,
necesita del presupuesto de la comunicación y se convierte en un magna “esencialmente
dialógico”, con sus presupuestos puestos a prueba. Y esto sucede en todos los órdenes,
como en la nueva condición de la lucha feminista, tan como ha remarcado Bouyanzari
(2011).
15
4. A MODO DE CONCLUSIÓN: UNA PROPUESTA DESDE LA RELECTURA
DE LA VINCULACIÓN ENTRE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN.
En este trabajo hemos intentado mostrar que:
-
Esa realidad compleja que llamamos cooperación -y que encerramos en las
siglas SACID- aglutina a una gran variedad de actores sociales que interactúan
solapada y contradictoriamente: se producen así procesos culturales de
visibilidad pública y de autoorganización social incontrolables, frente a procesos
de dependencia económica y social que propagan formas de consumo de
solidaridad. Lo que hemos llamado la contradictoria complejidad porosa de la
cooperación internacional para el desarrollo.
-
Los fundamentos del SACID, los conceptos procesuales de cooperación y de
desarrollo, y sus instituciones, en especial las ONGD, contienen una naturaleza
dialógica, están atravesados por la comunicación, y sometidos a un permanente
proceso de construcción social.
-
El escenario social ha cambiando y, como hemos comprobado, se ha abierto
también a la comunicación y la movilización cognitiva y social.
-
La acción y la expresiones de solidaridad no pueden reducirse ni explicarse
desde la prestación de servicios (la gestión de la solidaridad), porque se
caracteriza por una alta intensidad relacional Sus relaciones no se someten ni a
la lógica del beneficio (mercado), ni a la del Estado, porque no son ni privadas,
ni públicas. Estamos ante un espacio propiamente social que produce bienes
relacionales (García Roca, 2010:16).
-
Las ONGD tienen un problema comunicativo en la medida en que no acaban de
asumir que la comunicación es mucho más que un instrumento o una disciplina,
y que la dimensión comunicativa atraviesa todo su campo de acción y a ella
misma como institución. El problema comunicativo de las ONGD es un
conflicto de origen cultural con un componente técnico, pero nunca al revés.
Decimos cultural porque tiene que ver con el modelo de organización
institucional y con la manera de entender el mundo y al ser humano de eso que
llamamos solidaridad, cooperación, desarrollo y ONGD (Erro, 2003, 2006; Nos
Aldas 2002, 2007).
16
El desafío reside entonces en ir transformando las instituciones (ONGD) y los espacios
de gestión de solidaridad y cooperación (cada vez más mercantilizados y administrados)
en contextos solidarios o, como sostiene este autor, en “laboratorios de solidaridad”
donde se pueda ir generando prácticas sociales para una “cultura” o “contracultura de
solidaridad” (García Roca, 1998).
Proponemos entonces hacer una relectura sociológica de esta situación desde:
-
El estudio de la comunicación en el caso de las ONGD que no debe quedarse
sólo en el plano del discurso o de su proceso profesional, sino que debe afectar
directamente al corazón de las ONGD como instituciones. Estas organizaciones
sociales deben dotarse de modelos específicos de comunicación.
-
La evidencia de que el estilo de “comunicación instrumental” inherente al
modelo mediático de ONGD propio del SACID ha generado un “conflicto
comunicativo” que ha atrapado a estas organizaciones en una situación
paradójica que les ocasiona fuertes tensiones internas y externas. Es lo que
hemos llamado la disociación de los modelos de comunicación y educación para
el desarrollo (Erro, 2002, 2004).
-
El (des)cubrimiento de vínculos comunicación, educación y cultural como
“lugar estratégico” en este proceso de transformación. Entendemos que las
ONGD, leídas como organizaciones generadoras de cultura de solidaridad y de
desarrollo, pueden ser interpretadas como instituciones “fundamentalmente
comunicativa/educadoras” (Erro, 2010). La confluencia entre lo comunicativo,
lo educativo, y lo cultural permitiría detectar y percibir una mirada
comunicacional, y la construcción de un esquema de trabajo desde las
propuestas de responsabilidad cultural de lo comunicativo y de de eficacia y
eficiencia cultural (Nos Aldas, 2007: 215 a 218).
-
Un esquema de trabajo que denominamos modelo de apertura a las mediaciones
e hipermediaciones, (Erro, 2010: 137-178), capaz de dialogar con los conceptos
en proceso con los que se teje el campo: desarrollo, cooperación y ONGD. Este
esquema podría servir de punto de arranque
para integrar los análisis de
comunicación sectoriales y de darles sentido, para sacar a la luz nuevas
preguntas excluidas hasta ahora.
-
El cultivo de tres ejes básicas de trabajo, diferenciadas pero integradas, cuyo
origen residiría en la búsqueda de un modelo especifico de comunicación para
17
las ONGD, desde la elaboración de un marco más amplio de comunicación para
la solidaridad:
o Una primera centrada en el discurso que ahonda en el concepto madre de
eficacia cultural e indaga en la búsqueda de indicadores de medición
(Nos Aldas, principalmente).
o Una segunda que se centraría en la búsqueda de un marco disciplinario
dentro de la revitalización de los antiguos estudios de comunicación para
el desarrollo (Gumucio, 2008) pero desde una visión mucho más amplio
–comunicaciones para la transformación social- y muy vinculada a los
TIC y las redes sociales (Marí, Santolino, etc.).
o Una tercera centrada exclusivamente en la figura de las ONGD que
plantea un análisis multidisciplinar desde la acción social, pero también
desde las miradas a los sistemas, del que el esquema de trabajo que
denominamos modelo de apertura a las mediaciones e hipermediaciones
podría ser un ejemplo.
BIBLIOGRAFÍA.
Balibar, E.(1998): “The Borders of Europe”, en Chen P. y Robbins G. (comp.),
Cosmopolitics: Thinking and Feeling Beyond the Nation, Minneapolis, University or
Minnesota Press, págs. 216-233.
Ballesteros, C. (2001): Marketing con causa, marketing sin efecto. El marketing con
causa y la educación para el desarrollo, Madrid, U.Pontificia-ICADE.
Beck, U. (2013): “El capitalismo del ego engendra monstruos”. El País. 25-02-2013.
Página 35.
Bouyanzari, Y. (2011): “Perspectiva de género y Derechos Humanos: igualdad global
desde el diálogo”, en VV.AA., repensar los Derechos Humanos desde una perspectiva
de género, Bilbao, PTM-Gakoa, Gobierno Vasco, páginas 31 a 42.
Burgui, T. y Erro, J. (2010): Comunicando para la solidaridad y la cooperación. Cómo
salir de la encrucijada. Pamplona. Foro de Comunicación y Educación para la
Ciudadanía.
Camps, V. (1999): Paradojas del individualismo.Crítica. Edición de Bolsillo.
Barcelona.
Díaz-Salazar, R. (1996): Redes de solidaridad internacional. Para derribar el muro
Norte-Sur. Madrid, HOAC.
18
Dubois, A. (2002): “La revisión del desarrollo a principio de siglo. Entre el nuevo
consenso y la propuesta alternativa”, en VV.AA. Tendencias de la cooperación para el
desarrollo y futuro de las ONGD. Bilbao. PTM-Gakoa, páginas 9 a 32.
(2000): “Desarrollo humano”, en Pérez Armiño, K. (dir.), Diccionario de Acción
Humanitaria y Cooperación al Desarrollo. Bilbao. Hegoa. Icaria
Erro Sala, J. (2010)a: “Comunicación, cooperación internacional para el desarrollo y
ONGD: un modelo de trabajo desde la educación y la cultura”, en Burgui, T. y Erro, J.
(2010): Comunicando para la solidaridad y la cooperación. Cómo salir de la
encrucijada. Pamplona. Foro de Comunicación y Educación para la Ciudadanía.,
páginas 137-178.
(2010)b: “Para pensar como la comunicación atraviesa a la educación para el
desarrollo”, en Comunicación y Desarrollo, pasos hacia la coherencia, R.MartínezGómez y Mario Lubetkin (Coord.), Comunicación Social, Madrid, páginas 92-112.
(2009): “Reinventar la educación para el desarrollo desde la cultura audiovisual”, en El
audiovisual y la educación para el desarrollo. Del entretenimiento a la participación,
J.Sebastián Lozano (Coord.), Fundación Mainel, Valencia, páginas 13-30.
(2007): "La ayuda humanitaria y los medios: ¿relaciones conflictivas y/o complicidad
encubierta? Apuntes para un debate político", en Medios de comunicación y
organizaciones humanitarias en la respuesta a las crisis, Rey Marco, Francisco; Núñez
Villaverde, Jesús A. y García Calero, Fernando, Instituto de Estudios sobre Conflictos
y Acción Humanitaria, Madrid, 2007, pp. 55 a 70.
(2006): “¿Pensar la comunicación o revisar el modelo de organizaciones no
gubernamentales para el desarrollo (ONGD)?”, en Medios de comunicación y
solidaridad: reflexiones en torno a la (des) articulación social”, E.Nos Aldas y M.J.
Gámez Fuentes, Universitat Jaume I, Castellón, páginas 89-106.
(2004): “¿Comunicar en valores? Una propuesta educadora para las ONGD”, en V.Marí
Sáez (Coord.), La red es de todos. Cuando los movimientos sociales se apropian de la
red, E. Popular, Madrid, páginas 116 -134.
(2003): "ONGD: ¿comunicarse por qué y para qué? El paso de la comunicación
mercadeada a la comunicación social educativa", en BENET, V.J. y NOS ALDAS, E.
(eds.) (2003): La publicidad en el Tercer Sector. Tendencias y perspectivas de la
comunicación solidaria. Icaria, Barcelona, 53-81.
(2002): Investigación: El trabajo de comunicación de las ONGD en el País Vasco.
19
Hegoa (EHU-UPV), Bilbao.
García Inda, A. (2002): "Como mirando a través del ojo de una cerradura", en Gómez
Gil, C. (2005): Las ONG en España, de la apariencia a la realidad, Catarata, Madrid.
García Roca, J. (2010): “Acción social y comunicación”, en Burgui, T. y Erro, J.
(2010): Comunicando para la solidaridad y la cooperación. Cómo salir de la
encrucijada. Pamplona. Foro de Comunicación y Educación para la Ciudadanía,
páginas 25-50.
(1998): Exclusión social y contracultura de la solidaridad. Políticas, discursos y
narraciones, Madrid, HOAC.
Gómez Galán, M. y Sanahuja, J.A. (1999): El sistema internacional de cooperación al
desarrollo. Una aproximación a sus actores e instrumentos. Madrid. CIDEAL.
Gumucio, A. (2008): Antología de comunicación para el cambio social: lecturas
históricas y contemporáneas. Bolivia. Consorcio de Comunicación para el Cambio
Social.
Innerarity, D. (2013): El mundo de todos y de nadir. Piratas, riesgos y redes en el nuevo
desorden global. Barcelona. Paidós.
Jerez, A., Sampedro, V, y López rey, J. (2008): Del 0,7% a la desobediencia civil. Política e
información del movimiento y las ONG de Desarrollo (1994-2000). CIS. Madrid.
Jiménez Lara, A. (2006): "El mosaico no lucrativo", en Ruiz Olabuénaga, J. I.: El sector
no lucrativo en España. Una visión reciente. BBV. Madrid. Pp. 27-84.
López Rey, J. A. (2006a): “El Tercer Sector y el mercado: conflictos institucionales en
España”. CIS. Madrid.
(2006b): "Los medios de comunicación y ONGDS: La conformación de una nueva
cultura corporativa en el sector solidario", en Comunicación y sociedad civil,
Documentación Social, 140, enero-marco, pp.39 a 56.
(2001): Solidaridad y mercado, Netbiblo, A Coruña.
Martínez-Gómez, R. y Lubetkin . M. (eds.): Comunicación y desarrollo: en busca de la
coherencia, Fundación Carolina-Siglo XXI, Madrid.
Latouche, S. (2012): Salir de la sociedad de consumo. Voces y vías de decrecimiento.
Barcelona. Octaedro.
(2009): Pequeño tratado del decrecimiento sereno. Barcelona. Icaria.
(2007): Sobrevivir al desarrollo. Barcelona. Icaria.
(2006): La apuesta por el decrecimiento ¿Cómo salir del imaginario dominante?
Barcelona. Icaria.
20
Lipovetsky, G. (2005): “El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos
tiempos democráticos”. Barcelona. Anagrama.
Llistar, D. (2009): Anticooperación. Interferencias Norte-Sur. Los problemas del Sur
Global no se resuelven con más ayuda internacional, Barcelona, Icaria.
Marí Sáez, V. (2011): Comunicar para transformar, transformar para comunicar.
Tecnologías de la información desde una perspectiva de cambio social. Madrid.
Editorial Popular.
Morin, E. (2009): Para una política de civilización, Barcelona, Paidós.
1995: Sociología. Tecnos. Madrid.
Nos Aldas, E. (2007): Lenguaje publicitario y discursos solidarios. Eficacia
publicitaria, ¿eficacia cultural? Barcelona, Icaria.
(2007): Medios de comunicación y solidaridad: reflexiones en torno a la (des)
articulación social Castellón. Universtat Jaume I.
(2003): La publicidad en el Tercer Sector. Tendencias y perspectivas de la
comunicación solidaria. Barcelona. Icaria, 53-81.
Nussbaum, Martha (2012): Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano.
Barcelona. Paidós.
(2002): Las mujeres y del desarrollo humano, Herder, Barcelona.
PNUD, “Informe sobre el Desarrollo Humano”, Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo, Mundi-Prensa, Madrid.
Rist, G. (2002): El desarrollo: historia de una creencia occidental. Madrid. UCM.
Catarata.
Sampedro, V., Jerez, A. y López Rey, J. (2002): "ONG, Medios de comunicación y
visibilidad pública. La ciudadanía ante la mediatización de los mensajes sociales", en
Revilla, M. (ed.) (2002): Las ONG y la política. Itsmo, Madrid, Pp. 251-285.
Santolino, M. (2013): Comunicación para la transformación social. Barcelona. Curso
de Social Media Manager SETEM-UOC.
Sen, Amartya (2000): Desarrollo y libertad. Planeta. Barcelona.
Sennet, R. (2012): Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación. Barcelona,
Anagrama.
Sousa Santos, B. (2010): Descolonizar el saber, reinventar el poder. Trilce/Extension.
Montevideo. Uruguay.
(2005): El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Trotta/Ilsa.
Madrid.
21
(2003): Crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia.
Volumen I. Para un nuevo sentido común: La ciencia, el derecho y la política en la
transición paradigmática. Desclée de Brouwer. Bilbao (Primera edición, Sao Paulo,
2000).
Taibo, C. (2009): En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie.
Madrid. Catarata.
Verdú, V. (2005): Yo y tú, objetos de lujo. El personismo: la primera revolución
cultural del siglo XXI. Barcelona. Debate.
(2003): El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción. Barcelona. Anagrama.
Zubero, I. (1998): "Solidaridad y participación socio-política", en VV.AA., Hacia una
sociedad más solidaria, Bilbao, Mensajero.
22
23
Descargar