Num129 015

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Las estatuas por
los sueles
INGENIERÍA
FERNANDO
SÁENZ RIDRUEJO
i primer recuerdo
de Granada no se
refiere al Patio de
los Leones, ni al
Generalife, ni al Albaicín. Ni
siquiera tiene que ver con esa
ventana de la Alhambra desde la
que Bill Clinton vio ponerse el sol
y que luego resultó que está
orientada al este. Mi primer
recuerdo, un poco cómico, es el
de un Seat 600 metido en una
fuente, bajo la estatua de Isabel la
Católica, y una señora que pedía
auxilio, sin poder salir del coche,
mientras todos los surtidores
parecían ponerse de acuerdo en
apuntar con sus chorros a las
ventanillas. Entonces llegué a la
conclusión de que los monumentos deberían tener un pretil,
una barandilla o algo que los
protegiera
de
intrusiones
indeseadas.
La
escandalosa
imagen de los futbolistas del
Madrid subidos a la diosa Cibeles
indica que, además, hace falta una
autoridad que haga cumplir las
ordenanzas municipales.
M
Parece que el plan de reforma del
eje Atocha-Colón, que lleva
consigo
una
profunda
remodelación de los paseos del
Prado y de Recoletos, obliga,
entre otras cosas, a suprimir la
cascada de la plaza de Colón y a
rebajar las estatuas de Neptuno y
Cibeles, para adecuarlas a los
bocetos que en su día trazó don
Ventura Rodríguez. Así lo ha
decidido el Ayuntamiento madrileño al premiar el proyecto de los
arquitectos Siza y Hernández de
León. Una de las razones que
determinaron la elección de este
proyecto fue su carácter poco
agresivo respecto al privilegiado
entorno que se trataba de
acondicionar. Pero, para hacer
modificaciones poco agresivas no
se convoca a artistas de fama
mundial. A los arquitectos
famosos
se
les
convoca,
precisamente, para que dejen su
impronta, para poder decir a las
generaciones futuras que el
edificio del Museo lo proyectó
Juan de Villanueva en el siglo
XVIII; la Biblioteca, Jareño en el
XIX;
el
Palacio
de
Comunicaciones, Palacios en el
XX, y que el conjunto lo reformó
Álvaro Siza en el XXI.
La idea de “acercar el arte a los
ciudadanos” tendrá siempre una
buena acogida porque, en
principio, se inscribe dentro de
eso que llamamos progresismo.
En esa misma línea está la
tendencia a facilitar la entrada
gratuita y masiva a los museos,
que, si no va acompañada de otras
medidas complementarias, puede
resultar
funesta
para
la
conservación de los objetos
expuestos. La idea de quitar los
pedestales a las estatuas no es
nueva y tiende también a
acercarlas al público; pero luego,
en no pocas ocasiones, esas
estatuas tan próximas han tenido
que ser cercadas por una verja
para protegerlas de vándalos y
asaltantes,
con
un
efecto
absolutamente contraproducente.
Carlos III, en la Puerta del Sol,
parece un preso enjaulado y no el
rey más querido de los
madrileños.
El proyecto de reforma del eje
Recoletos-Prado ha sido objeto de
una estupenda exposición que,
durante
varios
meses,
ha
permanecido abierta al público en
un local de la Gran Vía. Varios
libros de firmas recogían las
sugerencias de los visitantes y es
de destacar la gran cantidad de
opiniones que, con enorme
mesura y exquisita corrección, se
manifestaban en contra de las
reformas. Sumo modestamente mi
voto al de quienes desean que el
Prado y Recoletos, y Cibeles y
Neptuno, se queden como están
—si acaso con menos tráfico— y
que el dinero de nuestros
impuestos se emplee en arreglar
lo que realmente necesita arreglo.
La Revista
de Obras Públicas
La pasada primavera ha traído
una
copiosa
cosecha
de
conmemoraciones relacionadas
con la ingeniería civil. La Escuela
de Caminos de Madrid ha venido
celebrando sus 200 años de
existencia con una multitud de
actos, escalonados a lo largo de
todo este curso académico: desde
conferencias y conciertos hasta la
emisión de sellos de correos. La
celebración se ha cerrado con una
gran exposición y una sesión
solemne, presidida por Su
Majestad el Rey, quien, por cierto, pronunció un excelente
discurso de clausura.
Otros aniversarios de estas fechas
han sido el centenario de la
Asociación de Ingenieros de
Caminos y los ciento cincuenta
años del nacimiento de Leonardo
Torres Quevedo. La figura de
Torres Quevedo tiene para la
técnica española un relieve y una
significación similares a los de
sus coetáneos Ramón y Cajal, en
la ciencia, o Menéndez Pelayo, en
el campo de las humanidades. Por
eso, la Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales ha
organizado
unas
“Jornadas
Torresquevedianas”, en las que se
ha analizado la vida y la obra del
inventor montañés y que se
plasmarán en un libro de próxima
aparición.
Queremos referirnos aquí con
más
detalle
a
otro
sesquicentenario, el de la Revista
de Obras Públicas, publicación
que
inició
su
titubeante
trayectoria en mayo de 1853 y
que, después de no pocas
vicisitudes, ha llegado a nuestros
días como “decana de la prensa
española no diaria”. En lo que se
me alcanza, sólo El Faro de Vigo
y el Boletín Oficial del Estado
superan esta edad entre la prensa
de periodicidad diaria. Tan
dilatado espacio de tiempo ha
permitido a la Revista ser testigo
y reflejo de cuantas novedades
científicas, técnicas y económicas
han ocurrido en la vida española
del siglo XX y de la segunda
mitad del XIX. Actualmente se
dispone de copias digitalizadas de
esta publicación que nos permiten
asomarnos, de forma instantánea,
a los primeros balbuceos de la
electricidad, a la inauguración de
los primeros ferrocarriles o a los
debates finiseculares, tan viejos
ya entonces y tan de actualidad
ahora,
sobre
los
planes
hidrológicos del ministro Gasset.
Un número extraordinario, una
exposición retrospectiva y una
sesión de estudio han explicado
las claves para entender por qué
nació esta revista y por qué ha
llegado a nuestros días. En 1853,
los gobiernos moderados llegaban
a su final después de una década
cuajada de logros legislativos y de
brillantes actuaciones en materia
de fomento. Al mismo tiempo,
yugulada
la
oposición
parlamentaria y enmudecida la
crítica periodística, la corrupción
alcanzaba sus cotas más altas.
Algunos ingenieros jóvenes, que
veían esa corrupción muy de
cerca, en las concesiones y las
contratas de obras públicas,
decidieron crear un órgano de
expresión propio, distinto del
boletín ministerial que había
dejado de representarles. La
Revista de Obras Públicas nació
con ideología progresista y
voluntad combativa. Cooperó
eficazmente con la revolución que
no tardaría en estallar y a la que
se adheriría con entusiasmo. Fue
una obra colectiva en la que, no
obstante, podemos destacar los
nombres de dos profesores,
Eduardo Saavedra y Gabriel
Rodríguez, ambos de 24 años, y el
de un alumno que aún no había
cumplido los 22: José Echegaray.
La pervivencia de la Revista, en
épocas en que sus competidoras
se veían obligadas, una tras otra, a
cerrar, hay que explicarla por la
voluntad de un grupo profesional
de ingenieros con formación
teórica
rigurosa
y
rígida
disciplina,
acostumbrados
a
trabajar a largo plazo, para
objetivos de alcance nacional.
Sólo las instituciones fuertes son
capaces de llevar adelante labores
colectivas de importancia; pero a
veces se olvida que las
instituciones no son nada si fallan
las personas que las dan aliento.
Hacia 1920 la Revista atravesó
una tremenda crisis que pudo
salvar
porque
un
oscuro
funcionario, Manuel Maluquer, la
financió de su bolsillo y
mantuvo viva, a la espera
tiempos mejores, ejerciendo
director, de redactor jefe y
chico de los recados.
la
de
de
de
por supuesto, al señor de Chevres
INGENIERÍA
El análisis estadístico de la Base
de Datos en que se recogen los
autores y los títulos de los
trabajos aparecidos en la Revista
permite
alcanzar
algunas
conclusiones de interés, que
conviene señalar. Se ha dicho
repetidamente que la técnica
española, su enseñanza y su
organización administrativa, eran
de origen francés y resulta, por
tanto, natural que el número de
artículos que, a lo largo de la
segunda mitad del siglo XIX, se
refieren a Francia y a su capital,
París, supere ampliamente a los
que tratan sobre Inglaterra,
Estados Unidos y Alemania o
sobre sus capitales respectivas.
Lo llamativo es que, hacia 1900,
después del desastre colonial, se
suscita entre los ingenieros
españoles un gran interés por el
país que nos ha derrotado y las
páginas de la Revista se pueblan
de artículos sobre los Estados
Unidos que, de ese modo,
adelantan a Francia en la
estadística.
Esta actitud es reflejo del carácter
generoso y positivo del pueblo
español. Mientras holandeses y
flamencos, al cabo de cuatro
siglos,
aún
recuerdan
rencorosamente la presencia del
duque de Alba y de los tercios
españoles en sus tierras, nosotros
nos mostramos agradecidos hacia
los pueblos que nos invadieron,
pues, a la postre, todos aportaron
algo. No sólo hemos olvidado,
y a los consejeros de Carlos V,
que saquearon nuestras arcas y
ahorcaron a nuestros comuneros,
sino también a los depredadores
napoleónicos,
mucho
más
cercanos en el tiempo. Ni siquiera
la injusta invasión yankee de
1898 dejó un poso de rencor en el
pueblo español.
Uno de los tópicos más manidos,
en torno a la generación del 98, es
el de su supuesto pesimismo.
Pues bien, los técnicos de esa
generación sólo piensan en
positivo y, sin perder un momento
en lamentarse, lanzan un plan de
obras que canalice las ilusiones
de la nación. Se preocupan también de estudiar qué tiene la
técnica norteamericana digno de
ser imitado. Allí acuden, unos
para estudiar las obras de riego y
otros para visitar los ferrocarriles,
mientras que unos terceros,
Echarte y Otamendi, que poco
después construirían el Metro madrileño, viajan para examinar los
suburbanos que empiezan a
construirse en las grandes
ciudades del Este americano. De
todo ello quedarán noticias en la
Revista.
Resulta interesante examinar las
materias que más abundan en la
Revista a lo largo de estos ciento
cincuenta años. Sus artículos
tratan,
copiosamente,
sobre
carreteras y puentes, sobre
canales, puertos y centrales
eléctricas, pero las entradas más
abundantes en la Base de Datos
son ferrocarril
y ferrocarriles.
También abundan los términos
camino y caminos, pero en buena
parte de los casos se refieren,
precisamente, a caminos de
hierro. Y conviene hacer hincapié
en esto porque, incluso en medios
técnicos, está muy extendida la
idea de que los constructores de
los ferrocarriles españoles fueron
extranjeros. Es cierto que de
afuera vinieron la mayoría de los
capitales y, en un primer
momento, algunos técnicos y
algunos materiales, como los
carriles o los puentes metálicos;
pero el planeamiento, el proyecto,
la construcción y la explotación
quedaron, como no podía ser de
otro modo, en manos españolas.
En las páginas de la Revista
queda buena prueba de ello.
Caminos en el aire
Tras un laborioso parto de más de
cinco años, ha visto la luz un libro
largamente esperado. Me refiero
al Tratado de puentes que con ese
título ha publicado, en dos
gruesos tomos, Juan José Arenas.
El autor de La Barqueta y de
tantos
otros
puentes
bien
conocidos, ha plasmado en esta
obra su enorme erudición y ha
dejado constancia de su amor por
los puentes y de su tremenda
sensibilidad
hacia
unas
estructuras entre las que ha
transcurrido casi toda su vida.
Todas las épocas, todos los estilos
y todos los autores —por lo
menos,
todos
los
autores
importantes—
están
representados en este libro, en el
que las noticias históricas y los
datos técnicos se entremezclan
con las reflexiones personales.
Hace cuatro años nos hacíamos
eco en estas líneas de otra gran
obra sobre puentes, escrita por
otro acreditado “pontífice”: Tierra
sobre el agua, de Leonardo
Fernández Troyano. Hay que
señalar que los proyectistas de
puentes
representan
una
excepción
dentro
de
una
profesión poco dada a dejar
constancia
escrita
de
las
reflexiones sobre la obra propia y,
menos aún, sobre la ajena. Esto se
debe, sin duda, a que el puente es
la estructura ingenieril por
antonomasia, la que primero
caracteriza a su autor. El pro-
yectista de puentes se identifica
con sus obras más que ningún
otro ingeniero. No las contempla,
además, aisladamente. Tiende a
situarlas en el marco de lo que
otros han hecho antes o están
haciendo ahora mismo.
Los viaductos
de Piedrahíta
Un año más se ha fallado el
Premio Internacional Puente de
Alcántara, esta vez en su VIII
edición, correspondiente a 2002.
Ha recaído sobre el conjunto de
puentes de la Autovía del
Noroeste, en su tramo Villafranca
del Bierzo-Cereixal. Se ha
otorgado, según palabras del
jurado: “Por su importancia social
para la vertebración y el
desarrollo de Galicia y sus
grandes núcleos urbanos al lograr
una comunicación rápida y segura
de la región con el resto de
España y con Europa, rompiendo
así su tradicional aislamiento”. Se
valora también “la adecuada
utilización
de
soluciones
geotécnicas
imaginativas
y
audaces en una obra de gran
complejidad desde el punto de
vista técnico, que ha logrado una
interacción ejemplar del trazado
con la difícil orografía de la zona
y una adecuada protección de los
espacios naturales y de las zonas
de interés cultural relevante”.
Pueden optar a este premio obras
de cualquier tipo realizadas en
España, Portugal e Iberoamérica.
Las dos primeras veces en que se
otorgó, recayó en obras americanas. La cuarta en un
aprovechamiento hidroeléctrico
portugués, las restantes en obras y
estructuras españolas. No puede
esto achacarse a chauvinismo de
ningún tipo. La tentación nacional
es más bien la contraria, premiar a
los de afuera antes que a los de
casa. (Véase, por ejemplo, la
obsesiva tendencia a otorgar los
Príncipe de Asturias a deportistas
foráneos que, la mayoría de las
veces, ni se molestan en venir a
recogerlos). Es simplemente el
reflejo de la abismal distancia que
en este momento existe entre
nuestras obras de ingeniería y las
de los países hermanos. Si el
premio se abriera a obras de la
Unión Europea, el resultado sería,
posiblemente el mismo, porque la
ingeniería española es en este
momento una de las más
dinámicas del mundo.
Energía solar
Organizado por la Fundación
Ingeniería y Sociedad y bajo la
dirección de María Luisa
Delgado, se ha celebrado en
Toledo el curso denominado “La
energía del sol. Tecnología y
cultura”. Durante cuatro días, un
amplio panel de especialistas ha
desarrollado temas relacionados
con el sol. Se ha dedicado una
sesión al panorama actual de las
energías alternativas y otras a los
distintos sistemas de aprovechamiento de la energía solar,
fotovoltaica o térmica, sea por
medio de torres o de espejos
parabólicos. No han faltado
conferencias dedicadas a la
química solar, al sol como agente
depurador o a su papel en la
desalación del agua marina. Se ha
dedicado especial atención al
papel que el sol ha desempeñado
a lo largo de la historia y ha
habido tiempo para la gnomónica,
esa ciencia destinada a estudiar
costumbre establecida desde los
primeros cursos de la Fundación,
las tardes se han dedicado a
los relojes de sol. Siguiendo la
actividades culturales en la ciudad
y su entorno: Montalbán, Melque,
Escalona, Maqueda, Barcience,
Almorox, Talavera y su puente
viejo, son algunas de las
localidades históricas visitadas.
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