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Una explicación a los lectores del diario público del Ecuador
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Colaboro con diario El Telégrafo, cada lunes, sin fallar a ninguna
entrega desde hace dos años y un mes. Mi columna ha abordado temas
políticos, de derechos de las mujeres y desigualdades, temas
académicos entre otros. Mi perspectiva siempre ha sido crítica, sin
concesiones a los poderes establecidos, sean estos del Estado, o del
patriarcado, del mercado, o de la propia sociedad. Esto ha provocado,
por un lado, una buena cantidad de visitas y mensajes de felicitación de
mis lectores; pero por otro lado, réplicas innumerables publicadas en el
propio Diario, incluidas autoridades del gobierno.
Desde hace unos tres meses empecé a tener dificultades por
inesperados recortes a mis artículos sin que mediara ninguna
explicación. Finalmente el día de hoy, lunes 3 de agosto de 2015, mi
artículo Yachay, la punta del iceberg no apareció en el Diario.
Hasta el día de ayer mantuve un diálogo vía virtual con el director
Orlando Pérez, quien fue el que inicialmente me invitó a participar en
la columna. Orlando Pérez expresó su molestia por haberme quejado en
las redes de las consecutivas amputaciones a mis textos y yo le contesté
que lo hice ante la ausencia de explicación de parte de los directivos
del Diario. La perspectiva de Orlando Pérez es que yo causo daño al
diario con estas “quejas”. No obstante, en ningún momento me
mencionó que mi artículo que fue enviado el día sábado anterior no se
iba a publicar. Hoy he tratado de comunicarme con él pero no ha
respondido ninguno de mis mensajes. El corrector del Diario sí lo hizo:
dijo que fue su Director quien decidió que no se publique mi texto.
Mi columna, como podrán leer, es un análisis crítico pero fundamentado
sobre las causas de los problemas académicos, más allá del escándalo
de Yachay. Y digo que es fundamentado porque yo misma soy parte de
la academia, y desde dentro he padecido los problemas que relato en el
artículo. Si diario El Telégrafo considera que mi texto vulnera su
“vocación” de defensa gubernamental, me apena mucho esta visión
reduccionista de lo que significa el debate en la esfera pública. Pero no
voy a callar mi pensamiento, por ello agradezco mucho a Gkillcity.com
la oportunidad de publicar este artículo en su portal, con esta
explicación previa.
Yachay, la punta del iceberg
El lastimoso escándalo que en esta semana ha desatado la entrevista del
ex rector de la Universidad Yachay no es sino la confirmación de aquello
que varios actores académicos ya habían advertido: un proyecto
concebido sin suficiente fundamento, sin anclas en los pequeños nichos
de lo que tenemos en ciencia y tecnología, y que responde a un modelo
de educación superior centralizado y autoritario.
El hecho de que algo más de 600 estudiantes estén cursando apenas
nivelación hasta primeros años de pregrado en una universidad que
pretende constituirse en la vanguardia del conocimiento, es algo que en
muchos sectores de la academia ecuatoriana no entendemos. Pasará por
ser el curso de nivelación y pregrado más caro de la historia de este
país. El financiamiento que reciben es escandalosamente alto e
inequitativo, si comparamos con otras universidades públicas, que
apenas si les alcanza para poder costear a decenas de miles de
estudiantes en sus abarrotadas aulas.
El ex rector de la Universidad ha puesto en evidencia irregularidades en
consultorías innecesarias, en contratos jugosos de quienes no residían
en el país, y como respuesta ha recibido amenazas de levantar juicios
por difamación.
Todo esto da cuenta de dos cosas: un modelo centralizado y la
inoperancia en la gestión del tema de educación superior. Esta
inoperancia se provoca por estar a cargo de profesionales improvisados
sin experiencia mínima en gestión académica; sin conocimiento de la
realidad de educación superior en nuestro país; y, con pretensiones de
tener el monopolio de la verdad, lo que ha llevado a cerrar todo diálogo
con la comunidad universitaria ecuatoriana. La Secretaría de Educación
Superior SENESCYT es corresponsable del desastre de Yachay.
Mi opinión es que Yachay es la punta del iceberg de una compleja
situación de un modelo de educación superior poco democrático y
vertical, que pese a la inversión de importantes recursos en becas, en
universidades emblemáticas, en el intento de fundamentarse en
conocimiento y tecnología, ha terminado erigiendo un modelo
autoritario.
Un análisis comparado de los sistemas de dirección universitaria en AL
evidencia que el sistema ecuatoriano se distingue como aquel en el que
el gobierno retiene mayor autoridad y competencia, puesto que
controla el sistema de ingreso a las universidades; los contenidos
curriculares de la etapa de nivelación; los programas de becas para la
movilidad académica; ha creado nuevas universidades bajo su estricta
vigilancia; e incluso controla los órganos de gobierno y de acreditación
universitarios. Este modelo pone de manifiesto que el minucioso
“seguimiento” administrativo y presupuestario que el Estado hace sobre
las universidades termina limitando seriamente su autonomía
académica. En consecuencia, la diversidad ideológica y el pluralismo
académico y político universitario están amenazados.
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