RAFAEL DIAZ-SALAZAR “El laicismo es emancipación: defiende el pluralismo, la

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Entrevista a Rafael Diaz-Salazar 27 febrero 2011
Conversaciones en el FORO GOGOA
RAFAEL DIAZ-SALAZAR
Sociólogo
Febrero 2011
“El laicismo es emancipación: defiende el pluralismo, la
libertad de conciencia y la amistad cívica entre ciudadanos
con identidades diferentes”
“Nadie debería pretender tener en exclusiva una patria o
monopolizar la cultura de un país”
Rafael Díaz-Salazar profesor de la Universidad Complutense de Madrid, es
docente en los Instituto de Estudios Internacionales (ICEI) y de Desarrollo y
Cooperación (IUDC) de la misma Universidad. Sobre el tema de esta entrevista
es autor de una trilogía reciente: El factor católico en la política española
(PPC), Democracia laica y religión pública (Taurus) y España laica (Espasa).
Entrevista
por Javier Pagola
¿De dónde viene el laicismo?
El laicismo es un movimiento emancipatorio, uno de los que más han
contribuido a combatir la dominación, y que lucha contra la persecución al
pluralismo. Gracias al laicismo tenemos sociedades emancipadas de la
dominación eclesiástica y más plurales. En sus orígenes, es un movimiento
religioso, de inspiración cristiana, que fue impulsado por minorías protestantes
perseguidas que se vieron obligadas a emigrar a Norteamérica y que, en el
nacimiento de los Estados Unidos tuvieron mucho cuidado en asegurarse de
que lo que se iba a crear fuese una república laica.
¿Qué es, pues, el laicismo?
Es un intento de articular la diversidad y el pluralismo en todas sus
manifestaciones personales y colectivas. Es una crítica del clericalismo político,
del intento por las castas sacerdotales de todas las religiones de teledirigir la
acción del estado. También es la defensa del pluralismo, de la autonomía del
orden jurídico y político, de la dignidad y legitimidad de una moral autónoma, y
de la libertad de conciencia. Además es la reivindicación de una cultura de
tolerancia activa. El laicismo no sólo se opone a la dominación, sino que
también es un humanismo que propone virtudes, se implica en la creación de
ciudadanos y, por eso, le da muchísima importancia a la educación.
¿En qué medida, en nuestro país, este es un tema pendiente?
En nuestro país la laicidad es un problema que no hemos sabido resolver y, en
buena parte, está relacionado con el modo en que abordemos el tema de la
memoria histórica. Yo quiero tributar homenaje a un gran navarro, Marino
Ayerra, que fue párroco de Alsasua en los años de la guerra civil; su libro de
memorias “No me avergoncé del evangelio” es la prueba de que en nuestro
país no había una cultura de laicidad, y aún sigue, muy vivo, este problema sin
resolver. El asunto viene de muy atrás, al menos desde los Reyes Católicos,
tuvo virulencia extrema en los años de la segunda república y la guerra civil, y
ha vuelto a la actualidad con el movimiento de apostasía, el matrimonio de
homosexuales, la cuestión de los crucifijos en las escuelas, o la asignatura de
educación para la ciudadanía, sobre la que los tribunales han dejado en su sitio
las pretensiones de los movimientos más conservadores. Estamos muy
necesitados de una cultura de la tolerancia activa en que todas las personas y
grupos sepan autolimitarse y escuchar a los otros. Hemos de practicar una
amistad cívica entre personas y grupos que tenemos identidades, ideas y
trayectorias culturales diferentes.
Aquí y ahora, ¿cuáles son los desafíos?
Hemos de reconocer que somos diversos. Tenemos diferentes identidades
lingüisticas, sexuales, políticas, ideológicas y religiosas y debemos aprender a
convivir mediante el cultivo de la amistad cívica entre quienes tenemos
diferencias. Hay que superar la pretensión de algunos eclesiásticos de que la
religión católica es el núcleo de la identidad de España, pues produce enormes
dificultades para el diálogo interreligioso y el reconocimiento de las
aportaciones de las culturas ateas y agnósticas. La legislación se ha de
fundamentar en una ética cívica de mínimos y los sectores confesionales
deben reconocer el pluralismo moral de nuestra sociedad. Antes de legislar
sobre asuntos delicados hay que hacer una cuidadosa deliberación ética.
Tenemos que plantearnos cuál es el papel de la religión y de las iglesias en la
vida pública. Hemos de tener en cuenta las implicaciones de la inmigración
para activar el diálogo intercultural e interreligioso.
¿Son compatibles la democracia laica y la religión pública?
El laicismo defiende la libertad religiosa, pero está en contra de las instituciones
que dificultan el pluralismo de una ciudadanía diversa. Los fundamentalismos e
integrismos religiosos radicales (llámense islamismo político, hinduismo
identitario, judaísmo ultraortodoxo o cristanismo neointegrista católico o
protestante) son una amenaza a la democracia y hay que enfrentarse a ellos
para que no impidan el pluralismo y, desde luego, hay que rechazar sus
intentos de que se legisle desde la verdad que dicen poseer. Pero no hay que
olvidar que la religión es un asunto público. En esto coinciden todos los
grandes clásicos de la sociología. Las religiones no deben privatizarse, han de
tener una presencia en la vida pública y hacer aportaciones a ella, pero, en
democracia, tienen que autocontrolar su proyecto de hegemonía. No nacieron
en ámbitos de laicidad y han de aprender a vivir en contextos laicos, sabiendo
que existe algo inviolable: la libertad de conciencia.
¿Qué función y presencia pública tiene la religión?
El proceso de globalización nos ha mostrado la gran fuerza social, cultural y
política que tienen las religiones. Éstas ejercen un rol público importante en las
democracias avanzadas. Hay dos formas de presencia pública de la religión y
de las instituciones eclesiales. La primera -especialmente fuerte en Estados
Unidos, Italia y España- constituye un fundamentalismo ético-religioso, con
implicaciones políticas, heredero de los integrismos tradicionales. La segunda
conecta la inspiración religiosa de transformación social con la producción de
ciudadanía políticamente activa y la profundización de la democracia. Es una
nueva forma de radicalismo social religioso vinculado con un cristianismo laico
y republicano y con los movimientos por una globalización alternativa que
confluyen en el Foro Social Mundial de Porto Alegre.
¿Las religiones juegan un papel social y emancipatorio?
Dentro de todas las religiones hay tendencias plurales. Muchos movimientos
religiosos contribuyen a la emancipación social. Pensemos en su actividad
educativa y sanitaria, de atención a los más débiles o de promoción
comunitaria en todo el mundo. Hoy, significados pensadores laicistas franceses
como Regis Debray, Edgar Morin o Frederic Lenoir piden que se tenga un
mayor conocimiento y comprensión del fenómeno religioso. Es muy poco lo que
se sabe en nuestro país de fenómenos emancipatorios religiosos como el
ecobudismo que trabaja con los más pobres, el hinduísmo gandhiano que
alienta al movimiento Vía Campesina, el judaísmo pacifista, el feminismo
islámico, o el cristianismo republicano que tiene ramas evangélicas, anglicanas
y protestantes. En nuestro país esta realidad del rol emancipatorio de las
religiones no se conoce mucho, pues la información religiosa en los medios de
comunicación es muy pobre, está muy clericalizada y muy concentrada en
asuntos relacionados con los obispos.
¿Los símbolos y el lenguaje políticos precisan un toque de laicidad?
Todos necesitamos aprender la cultura de la tolerancia activa, que es la piedra
angular de la laicidad. No deberíamos utilizar nuestras señas de identidad
simbólica como armas arrojadizas de negación de otras identidades. Los
países, incluso los microminipaíses, son plurales y, por lo tanto, países arcoiris. Hay que evitar las guerras de banderas. Expresemos nuestros símbolos y
veámoslos como complementarios. Aprendamos a convivir en la sociedad civil.
¿Cuál ha de ser el estatuto jurídico-político de esa diversidad? Esa es otra
cuestión. Pero ¡cuánto avanzarían España, Navarra, Euskadi, si cada identidad
comunitaria dijera: tengo límites! Nadie debería pretender tener en exclusiva
una patria o monopolizar la cultura de un país. Laicidad es sentido del límite y
capacidad de aprender del otro.
¿Qué puede pasar en el mundo árabe con este tema?
Sin laicidad, no hay un futuro alternativo para el mundo árabe. Antes de las
elecciones, hay que redactar constituciones que impidan la imposición del
fundamentalismo islámico. El mundo árabe es plural, el islam es plural, en los
países árabes existen otras religiones. La laicidad del Estado es la única que
hace posible que ese pluralismo no sea reprimido y pueda desarrollarse.
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