AVANZANDO MÁS ALLÁ DE HUNTINGTON DR. MARIANO CÉSAR BARTOLOMÉ (*) Actualización de la nota de opinión publicada en la revista Soldados No. 9, agosto de 1996. DOCUMENTO Nº 11 Tras el paso de Samuel Huntington por Buenos Aires, conviene recordar que su "Choque de civilizaciones" no sería un producto intelectual monolítico y concluído; por el contrario, es posible de numerosas críticas. Casi inevitablemente, la primera es que el énfasis de la obra en los grandes bloques culturales resta importancia a los conflictos intraestatales, los más usuales de la posguerra fría, donde la coexistencia de más de una Nación en pugna dentro de un Estado no implica necesariamente la coexistencia de más de una civilización en el sentido huntingtoniano; desde esta óptica se privilegiarían las Bosnias y las Chechenias antes que las Ruandas, Somalías y Afganistanes, a la postre más numerosas que las primeras. Además, se subestimaría la importancia que tiene el análisis político comparado de las diferentes formas de evolución de procesos de fragmentación del Estado: ¿cómo comprenderemos entonces las diferencias existentes entre casos como el de Ruanda y otros como el divorcio de terciopelo de Checoslovaquia o el empleo de referéndums en Canadá respecto a Québec, si en ninguno de ellos hay choque de civilizaciones? Nuestra segunda crítica es que, aceptando como a priori que un conflicto que se desarrolla primordialmente en el seno de una civilización puede exceder los límites de la misma, se corre el riesgo de considerar como un conflicto intercivilizaciones a un conflicto básicamente intra-civilización que esporádicamente rebalsa hacia el exterior. Ejemplo: ¿si el fundamentalismo islámico ejerce el grueso de su violencia en el Mundo Musulmán que en Occidente, se puede ver en ese fenómeno un leading case del choque entre Occidente y el Islam? Tanto frente al Islam como a otras civilizaciones el imperativo de Occidente es, según Huntington, prepararse para el conflicto. ¿Hasta qué punto Occidente está preparada para pensar en ese escenario si en su mismo seno no hay muestras de cohesión? ¿Está preparado Occidente para "mirar hacia afuera" cuando en su interior los actores toman decisiones de trascendencia internacional sin consultar con otros Estados, como EE.UU. con la Ley Helms-Burton o Francia y sus pruebas nucleares? Esta falta de cohesión hacia adentro se refleja en una conducta doble standard de sus principales protagonistas, en relación a otras civilizaciones. Para la Unión Europea, la vigencia de la democracia condiciona la firma de algunos acuerdos comerciales, pero no de otros; EE.UU. exige a Cuba lo que no exige a China, a quien ratificó como nación comercialmente más favorecida, y podrían citarse decenas de casos similares. Aunque el conflicto entre civilizaciones siempre estará latente, Huntington agrega que su escalada puede ser evitada por Occidente buscando elementos comunes con sus competidores. Un interrogante que es vital y que hasta ahora parece no tener respuesta, es si ese esfuerzo implica tácitamente un intento por entender las diferencias, o si la búsqueda del consenso es incompatible con la tolerancia a los disensos. Si se aceptan las diferencias y los gobiernos occidentales actúan como monjes que limitan su existencia ejemplar al ámbito de su monasterio, el conflicto será más controlable que si esos gobiernos se constituyen en misioneros que predican su evangelio político en todo el mundo (1). La primera alternativa también facilitaría una mayor redistribución de fondos desde Occidente a su periferia, cuestión de la máxima importancia si se recuerda que como titular de la Comisión Mundial para la Cultura y el Desarrollo (WCCD), Javier Pérez de Cuellar aseguró que el mapa de la guerra de las culturas es casi idéntico al mapa del subdesarrollo. El costo de esta política sería un clara abdicación moral de Occidente, una drástica desjerarquización de los derechos humanos y sociales en la agenda internacional. Con los misioneros esos valores permanecerán en la "alta política" de Occidente y seguirán siendo objeto de crítica ciertas relaciones entre los mismos y las prácticas productivas exteriores, transformando a la Organización Mundial de Comercio en un campo de batalla entre civilizaciones. Un ejemplo es China, acusada de "dumping social" y trabajo esclavo, mientras el confucianismo avala tácitamente estas prácticas a través de su concepción de la armonía de toda la Sociedad y la subordinación del individuo al funcionamiento de la misma (2). Llevada a un extremo rayano con el integrismo, un pensamiento misionero podría llevar a que cualquier persona, organización o Estado de otra civilización pueda ser percibida automáticamente como oponente. Algo parecido al síndrome de ser serbopositivo al que aludía el intelectual serbio Ivan Djuric en pleno apogeo del conflicto balcánico (3). Un dato más sobre las posturas monásticas y misioneras: el mismo reabre el mayor debate teórico de las Relaciones Internacionales, es decir el que contrapone a las escuelas realista y moralista, aunque en este caso adaptado al choque entre civilizaciones. ¿Qué debe pesar más en el análisis de política exterior de las potencias, el respaldo a Estados de baja jerarquía de la propia civilización frente a actores de peso de una civilización ajena (planteo moralista), o el abandono de esos pequeños Estados para no generar conflictos con el actor de importancia de la otra civilización (planteo realista)? La respuesta a esta pregunta ayudaría a entender la conducta de la OTAN respecto al pedido de ingreso de algunos países claramente occidentales de Europa Oriental, frente a la oposición una Rusia eslavo-ortodoxa. Junto a los debates entre idealistas y realistas, Huntington cataliza otros debates irresueltos en la postura occidental frente al orden emergente de la posguerra fría. Primero, el de la postergada actualización del pensamiento geopolítico, cortando el cordón con los clásicos Mahan y Mackinder y repensando la disciplina globalmente, dando mayor importancia a la cultura. Segundo, el de la relación entre cultura y conflicto: recordando la conducta de los guerrilleros de Vietnam del Norte, o la aceptación de la inmolación por los fundamentalistas islámicos, ¿qué valor ocupa el sentido de la vida y la muerte en las estrategias de dos civilizaciones en conflicto? Tercero, el de los efectos colaterales de la globalización de las comunicaciones en el choque de civilizaciones: ¿juegan algún papel relevante los medios de comunicación occidentales que en todos los rincones del planeta promueven nuestros valores culturales, y pautas de consumo? ¿El avance hacia lo que algunos llaman aldea global y otros shopping center global no puede generar efectos negativos en otras civilizaciones frente a una aparente invasión cultural de Occidente? Finalmente, el del futuro de la Seguridad Internacional, sobre todo el rol que deberá jugar la ONU frente al choque de civilizaciones y la viabilidad de la Seguridad Cooperativa, que requiere la coordinación política entre las mayores potencias del globo, la mayoría de las cuales no comparte una misma civilización. La consigna es clara: para anticipar el Siglo XXI hay que ir más allá de Huntington. NOTAS: (1) LIND, Michael: "America as an ordinary country", The American Enterprise Institute september/october 1990, pp. 19-23 (2) Hacemos referencia a la concepción de la Edad de la Armonía Universal (Ta Tung), según describe a la misma el pensador Zhao Fusan en sus diálogos con Guy Sorman (3) DJURIC, Ivan: "Pax Americana", El País 3 de marzo de 1993. (*) Doctor en Relaciones Internacionales. Máster en Sociología. Profesor Titular en la Escuela Superior de Guerra y la Universidad del Salvador. Director de Proyectos del ISCO. Volver a la Lista de Documentos de Trabajo