Ética protestante y el capitalismo

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La ética protestante y el espíritu del capitalismo
MAX WEBER
Podemos afirmar que sólo en Occidente nacieron verdaderas culturas de alcance universal. Otras, aun
milenarias y de gran importancia (India, China, Babilonia, Egipto), carecían de un toque básico racional, tanto
en el campo de las ciencias puras, aplicadas o en el de las artes. La especialización es propia del Occidente,
fruto de la cual apareció el funcionario especializado (piedra angular para el orden social), así como la
organización política e institucional racionalizada, y el poder más importante de nuestra vida moderna: el
Capitalismo. La ambición y el afán por el lucro económico desmedido están asociados al hombre, y debe ser
el capitalismo el que haga de freno de ese impulso irracional. En todos los tiempos y lugares se conoció el
capitalismo y el empresario capitalista, pero es en occidente donde supone una auténtica organización racional
del trabajo formalmente libre, una separación jurídica entre patrimonio familiar e industrial, entre esas dos
economías apoyadas en la contabilidad racional.
Por ello, sólo aquí nacería un socialismo racional; los conceptos de burgués y burguesía y como no, el
proletariado. Oposición entre grandes empresas y el jornalero libre.
Culturalmente, el problema central es el origen de la burguesía occidental. El capitalismo moderno ha sido
posible por los avances científicos, cuyos descubrimientos se pusieron a su disposición, y envuelto por unas
reglas formales que componían el Derecho racional, también a su servicio.
Pero la racionalización, peculiar de la civilización occidental no sólo se halla en la economía y en el derecho,
si no en multitud de disciplinas o esferas vitales, incluida la contemplación mística. Todas ellas fueron
racionalizadas en algún momento, interesándonos saber las características peculiares del racionalismo
occidental (en especial el moderno). En su camino, tropezó con obstáculos que hubo de saltar (magia, religión,
etc.), y para averiguar su origen nos detenemos en la influencia de la ética racional del protestantismo
ascético, buscando las conexiones de las más importantes religiones con la economía y la estructura social en
que nacieron.
Primera parte
EL PROBLEMA
I. Confesión y estructura social
Aparece un fenómeno estadístico ampliamente estudiado como es el que grandes propiedades, esferas
superiores, alto nivel de preparación y mayor participación en el capital están asociadas a la confesión
protestante en zonas donde el avance del capitalismo reorganizó a la sociedad en capas. Hecho que obedece a
motivos históricos, por un lado, y a la lógica posesión de capital por quienes deben desempeñar altas
funciones con costosa formación.
Nos preguntamos, cómo ocurre que, precisamente los países más avanzados económicamente, tenían más
predisposición a la revolución eclesiástica. La reforma, más que retomar un espíritu decadente y materialista,
suponía la sustitución de un poder suave por otro que controlara todas las esferas, y como estandarte, un
heroísmo sin fronteras que ni la misma burguesía provocara.
Otro fenómeno que igualmente nos llama la atención es el menor número de estudiantes católicos que acuden
a escuelas especializadas de tipo industrial y mercantil, que prefieren estudios humanísticos con la guía de la
enseñanza clásica, respecto a los protestantes.
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Esta menor participación de los católicos en la vida moderna del capitalismo tiene que ver más con la
educación y la tradición que con la economía, pues tradicionalmente se continuaba con el oficio de los padres,
mientras el protestante salía del núcleo familiar, mejoraba su formación en las escuelas, y en las modernas
fábricas ascendía peldaños hasta alcanzar la mayor posición y poder. Incluso es contrario a la evolución
natural, como denota que en culturas oprimidas se intenta acceder al poder industrial ya que el estado se lo
niega; refiriéndonos al catolicismo reprimido en la época del protestantismo alemán.
Superficialmente, diríamos que el mundo católico desdeña los bienes de este mundo. Un autor moderno
explicaría, que el catolicismo es más dado a la seguridad y a la tranquilidad, mientras al protestante le invade
una continua inquietud por el cambio, aunque en épocas pasadas fue todo lo contrario.
Curioso es, para citar algunos factores externos, como gran número de representantes de la piedad cristiana
surgieron de los sectores mercantiles y que muchas casas parroquiales se convirtieran en empresas capitalista,
tal vez achacable a una reacción ascética de la juventud, pero se nos cae el argumento cuando se aúnan a un
mismo tiempo el sentido de los negocios con una piedad intensa en una misma persona y en multitud de
colectividades protestantes. Conjunción que se da en el Calvinismo, que Gothein calificó de vivero de la
economía capitalista. Lutero, Calvino, Knox y Voët, representaban un protestantismo que nada tiene que ver
con lo que llamamos progreso, ya que eran hostiles a muchos aspectos de la vida moderna. Para hallar una
relación entre el espíritu protestante y la moderna cultura capitalista debemos declinarnos nos por los rasgos
puramente religiosos.
II. El espíritu del capitalismo
Debe entenderse como un nuevo estilo de vida sujeto a ciertas normas de una ética determinada. Lo
característico de esta filosofía de la avaricia, es el ideal del hombre honrado digno de crédito, y más aún, la
idea de una obligación frente al interés de aumentar su capital. La prudencia en los negocios, es un verdadero
ethos. De la interpretación de los textos de Franklin, la moralidad es útil porque proporciona crédito y al igual
con otras virtudes. La ganancia es el fin del hombre no un medio de satisfacción, el resultado de la virtud en el
trabajo.
El capitalismo actual actúa como seleccionador de sujetos. Para no ser apartado de la vida social deben
integrarse en la economía específicamente capitalista.
Es el tradicionalismo, como conducta, el primer escollo que tuvo que salvar el espíritu del capitalismo, el
cambio de mentalidad que lleva, de ganar lo necesario para seguir viviendo, a ganar más y más dinero
pasando por rebajar los salarios para incrementar la producción. El capitalismo requiere de grandes masas a
las que alquilar por bajo precio, pero cuando se trata de realizar un trabajo cualificado nunca resulta efectivo,
ni incluso es medio para la mayor producción. Exige el trabajo como fin, y éste es difícil de hallar. Este
espíritu lo encontramos ligado a personas con una educación religiosa, con más capacidad de concentración y
actitud de sentirse obligado. En Sombart, se aprecia, al hablar de sistema de economía de satisfacción de las
necesidades, una identificación con el concepto de suficiencia de la antes aludida necesidad tradicional, que
junto al lucro serían las dos motivaciones del originario capitalismo. Y este fenómeno se da de continuo, sólo
a veces interrumpido por ese espíritu del capitalismo que entra y sale cada vez con más fuerza y que viene
representado por una profesión sistemática para alcanzar el lucro.
La intrusión del espíritu capitalista, o lo que es lo mismo, la nueva economía industrial que relega a la
tradicional, se introdujo gradualmente y no de forma pacífica, tanto por la desconfianza de todos como por la
oposición a estos nuevos hombres impregnados del nuevo espíritu y casi blindados para cumplir con sus
inquietudes e iniciativas, encarnados en algunos grandes nobles cuya riqueza no es para ellos. Les acompaña
un irracional sentido del buen cumplimiento de su profesión. Curiosa relación existe entre este sentido del
trabajo y la ética del momento que deplora a aquél y aún lo justifican algunos moralistas (escuela
nominalista), licitándolo por la necesidad del comercio.
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Toda investigación que pretenda indagar sobre las aptitudes racionales debe tener en cuenta una máxima y es
que, es posible racionalizar la vida desde todos los puntos de vista y en todas direcciones. Lo importante es
escarbar en el espíritu que encierra esta concepción del trabajo, a esa irracional motivación por ese modo de
producir, por esa profesión.
III. Concepción luterana de la profesión. Tema de nuestra investigación.
Profesión, del alemán Beruf, tiene una clara reminiscencia religiosa. Misión impuesta por un Dios. En el
ámbito católico carece de este matiz de posición en la vida, que se evidencia en todos los pueblos de mayoría
protestante, y siendo independiente de la etnia idiomática; recogiendo su sentido actual de la traducción
luterana de la Biblia, un producto de la Reforma que esparció sobre las confesiones protestantes ese sentido
ético−religioso en oposición al concepto ético católico de la vida grata. Para Lutero, la vida monástica es una
dejación de los deberes en la tierra y sin valor para Dios.
Pero evidentemente la reforma no compartía en absoluto posiciones capitalistas en absoluto. En Lutero, de un
sentido sobre el trabajo profesional al principio, semejante a la indiferencia escatológica, va adquiriendo con
firmeza la auténtica idea su predestinación, del mandato divino a que estamos destinados en nuestra profesión,
que es muestra de nuestra obediencia a Dios.
Podemos afirmar que luteranismo representa un retraso en la idea de profesión frente a los místicos, ya que no
llegó a vincularlo realmente con las ideas religiosas, cuya indagación proseguimos.
Segunda parte
LA ÉTICA PROFESIONAL DEL PROTESTANTISMO ASCÉTICO
I. Los fundamentos religiosos del ascetismo laico.
El Calvinismo, el Pietismo, el Metodismo y las sectas nacidas del movimiento bautizante, son los
representantes históricos del protestantismo ascético. Ninguno de ellos era extraño entre sí, y su separación de
las iglesias reformadas no ascéticas no fue rigurosa. El Metodismo pretendía renovar el espíritu ascético de la
iglesia anglicana, separándose de ella después. El Pietismo nació del Calvinismo y pasó de la ortodoxia al
luteranismo, para acabar en secta a parte, al igual que el Metodismo e igualmente sucedió con el Calvinismo y
la iglesia anglicana.
El movimiento ascético o puritanismo, atacó los fundamentos del anglicanismo, agudizándose al tiempo su
oposición, en una lucha que secó sus raíces dogmáticas, aunque su huella perduró e influenció en morales
posteriores. En este punto nos interesa indagar cuáles fueron los impulsos psicológicos creados por la
religiosidad, que enclaustraron en ellas a los individuos.
En cuanto al calvinismo, origen de todas las luchas entorno a la religión; desde una visión capitalista, tenía en
la predestinación su dogma primordial, cuya situación histórica nos interesa conocer y cómo se integró la
doctrina esta teología. El arrepentimiento, como forma de purgar las iniquidades humanas, refuerza la fe en
Dios en muchas religiones, fue un dogma que para Calvino fue cada vez más fundamental, al contrario que
muchos de sus coetáneos que lo abandonaron. Sólo una pequeña parte elegidos, de predestinados se salvará;
dando, como no, el resultado de una generación sumida en el más profundo aislamiento interior, de cuyas
raíces pendieron el puritanismo auténtico y individualismo desilusionado, y cuyo espíritu llenaba el hueco allí
donde el dogma se devaluó. El luteranismo no llegó a estas últimas consecuencias. El trabajo social se hará
para honrar a Dios, al igual que la ética profesional al servicio de la colectividad.
Como primera manifestación, tenemos el cumplimiento de tareas profesionales, como propulsor de la gloria
de Dios. Pero, qué sentido tiene la preocupación por lo material cuando estamos en una época de
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preocupación infinita por la otra vida, ¿seré yo el elegido o el condenado?. Estando en la certeza de la gracia,
y por ende de despreocupación, Calvino dio argumentos vanos. Esa incertidumbre religiosa, entre otros
caminos, se podría sobrellevar recurriendo al trabajo profesional incesante, que olvide y ahuyente las dudas.
Toda religiosidad práctica puede adoptar dos formas: que el hombre asegure su estado de gracia sintiéndose
recipiente, o instrumento del poder divino; cultivando así el misticismo o el ascetismo, respectivamente.
Lutero se acerca al primer tipo y Calvino al segundo. El calvinismo afirma que Dios ayuda al que se ayuda a
sí mismo, es decir cada uno crea su propia salvación. La fe es el camino de la certeza de la gracia, de modo
que sólo los elegidos tienen fe, la idea de comprobar dicha fe en la vida profesional incesante y eficaz.
El calvinismo, el movimiento bautizante y las sectas baptistas surgidas de él han sido los grandes
representantes del ascetismo protestante. Nota común a todos los grupos es la doctrina del estado religioso de
gracia; estado en que el hombre se aleja del mundo y sólo llega a aquél mediante un cambio de vida, para
ascetizar su comportamiento, racionalizando su existencia dentro del propio mundo, heredado del concepto de
profesión del protestantismo ascético, que ahora se aleja de los claustros.
II. La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista
Será el análisis de escritos inspirados en la práctica de la cura de almas, de diversos autores, para encontrar las
conexiones entre las ideas religiosas del protestantismo ascético y el espíritu fundamental de la actividad
económica; reparando en especial en Richard Baxter, que bebió de las fuentes del calvinismo, y máximo
exponente del puritanismo inglés, por su consecuente idea de la profesión. La ociosidad es moralmente
reprobable, placiéndole a Dios el cumplimiento de su voluntad a través de la profesión, un fin prescrito por él,
que ni aún con la abundancia y riqueza se está exento de su cumplimiento por ser un precepto divino. De una
profesión especializada se desprende una vida ordenada, un carácter metódico de la ascesis que incluso, a
diferencia de Lutero, justifica el cambio razonado de trabajo, que será considerado grato por Dios si es
éticamente aceptado, bueno para la comunidad y sobre todo provechoso.
El ascetismo racional protestante se oponía al goce despreocupado de la existencia, la ostentación de la
riqueza, la diversión y a la pérdida de tiempo, propia de la sociedad monárquico−feudal, a la superstición y al
modo irracional de comportamiento, pero al tiempo legalizaba el afán de lucro so pretexto de precepto divino.
En la cadena de producción son reprobables al igual, conductas desleales y afán de lucro por el lucro que es en
sí mismo una tentación. El concepto de la nueva vida; abnegación por el trabajo profesional como
fortalecimiento de nuestra fe representará el espíritu del capitalismo.
Consecuencia lógica de cercenar el consumo y el lucro por el lucro es la acumulación de capital en forma de
ahorro cuyo fin más lícito sería la inversión que, según donde lo enmarcamos, acumulaban fincas rústicas o
desarrollaban la agricultura como importante actividad económica, siendo por ese orden el proceso seguido en
Inglaterra. Estos ideales de vida; el nuevo hombre económico, fracasó al otro lado del atlántico, donde el
puritanismo dominante no resistió la dura prueba de las tentaciones de la riqueza. Patente es que en todas las
religiones, la secularización de la riqueza ha sido uno de sus grandes escollos, y fuente de las reformas
iniciadas.
Profesión, es al igual la del trabajador, incluso con sueldos bajos y que la vida no ha brindado mejores
oportunidades, como la del enriquecimiento del empresario. Según Baxter, la ilustración dejaba atrás al
puritanismo, no necesitando el capitalismo resurgido de lazos religiosos algunos, siendo el deber profesional
una concepción ahora secularizada y creada desde la religiosidad. Quizás esto no lleve a una nueva era de
especialistas sin espíritu, hombres vacíos.
Pero el sentido histórico que debe prevalecer en nuestro estudio debe conducirnos a nuevos problemas aún por
sondear. La influencia que pudo tener el racionalismo ascético en el funcionamiento de los grupos sociales, su
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salida desde la oscuridad del convento a lo mundano, su relación con el humanismo, que no era racionalismo
puro, en el desarrollo del empirismo filosófico, y su evolución histórica hacia su disolución, representada en el
utilitarismo; contemplando así el verdadero alcance cultural del protestantismo ascético
Nada desdeñable sería estudiar ahora los condicionantes o influencias que la cultura y la sociedad hicieron
forjar ese ascetismo protestante que provocó, moldeó y originó el actual espíritu del Capitalismo.
La ética protestante y el espíritu del capitalismo
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