Demencias infantiles Coll, X. Introducción Si un ordenador no funciona correctamente, podemos encontrar tres tipos de explicaciones: o no lo sabemos utilizar, hay un error en la manera que el ordenador ha sido programado (software), o existe un problema en los circuitos electrónicos (hardware). Aunque la comparación pueda resultar extraña, podemos adaptar esta forma de pensar a los problemas psiquiátricos de un niño: o la gente pone demandas excesivas al niño, el niño ha aprendido a interaccionar de manera impropia, o tiene una anormalidad en el cerebro. Un problema en el cerebro (hardware) se caracterizará por las anormalidades en la exploración e historia neurológica (por ejemplo convulsiones, o una lesión focalizada en una tomografía axial computerizada), o una historia de exposición a sustancias, lesiones o infecciones que pueden dañar el cerebro. Las demencias infantiles se manifiestan con una pérdida progresiva de conocimientos adquiridos, generalmente acompañada por problemas psiquiátricos inespecíficos (Lobascher & Cavanagh, 1980). Los psiquiatras infantiles desarrollan una función primordial al reconocer estos trastornos a una edad temprana, facilitando que el niño sea referido a un neuropediatra para una valoración a fondo. En trastornos como la enfermedad de Wilson donde existe un tratamiento específico, un retraso en el diagnóstico y tratamiento puede resultar en un daño irreversible (Vitorovic y Lieina, 1996). En la mayoría de las demencias infantiles no hay un tratamiento específico, pero esto no significa que un retraso en el diagnóstico carezca de importancia, pues hasta que la base orgánica sea reconocida, se puede calificar al niño de vago, o a los padres de no saber tratar al niño, con la consiguiente ansiedad y preocupación que esto puede provocar. Finalmente, una vez hemos llegado al diagnóstico, el psiquiatra infantil puede ofrecer una valiosa ayuda al niño y su familia, y esta ayuda es más fácil que sea aceptada si el psiquiatra infantil había estado involucrado en la valoración previa del niño. El reconocimiento temprano de la demencia es muy difícil, ya que el desarrollo normal de un niño representa dos pasitos para adelante, y uno para atrás. Además, una enfermedad, estrés, o cualquier trastorno psiquiátrico, puede cursar inicialmente con una sintomatología parecida. Incluso cuando existe una pérdida de funciones en diversas áreas, la causa puede ser psicosocial más que orgánica, y la presencia de factores de riesgo orgánicos y psicosociales, puede confundirnos. Por ejemplo, las víctimas de abuso sexual (Brown y Perkins, 1989), y los hijos/as de prostitutas o toxicómanas son de alto riesgo por razones psicosociales, pero también por estar expuestos al virus de inmunodeficiencia adquirida, y la demencia que va asociada a él. A nivel práctico, una causa orgánica tiene que ser considerada (y las investigaciones apropiadas iniciadas) cuando el niño cumple uno o más de los puntos siguientes: - Una pérdida progresiva de habilidades lingüísticas, académicas o de funcionamiento general que estaban bien establecidas. - Aparición de otras características sugestivas de un trastorno cerebral, como por ejemplo convulsiones, evidencia de una pérdida de visión, temblor, o una anormalidad de la postura. - Factores de riesgo de enfermedades de origen genético o infecciosas que se caractericen por causar demencia en su cuadro clínico, como por ejemplo el padre con la enfermedad de Huntington, o la madre con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. - El enfoque clínico a las demencias infantiles pide, por tanto, una revisión de la naturaleza de los síntomas de presentación. En el niño muy pequeño, ésta puede ser una pérdida de la función motora, o del estado general de alerta, que más tarde se puede manifestar con un progresivo deterioro del lenguaje y dificultades en la escuela. A cualquier edad normalmente existe un trastorno del comportamiento, que se puede caracterizar por apatía y pasividad. En otras ocasiones, podemos encontrar otros patrones de conducta menos característicos, como por ejemplo, irritabilidad, hiperactividad, rabietas, o anorexia. En algunos casos, los cambios conductuales o las convulsiones dominan el cuadro clínico durante semanas o meses, antes de que los problemas cognitivos aparezcan con claridad. Al mismo tiempo, puede haber una gran variedad de signos motores, pero la inestabilidad del caminar es el más común. También es importante el mencionar que niños hasta la edad de 5 o 6 años tienen una tendencia a negar la presencia de problemas visuales, incluso en casos de, por ejemplo neuritis óptica. Esta tendencia de muchos niños normales se encuentra tremendamente acentuada cuando está combinada con problemas cognitivos, a pesar de que éstos sean leves. Un apunte de sintomatología y patologías Convulsiones Pérdida de audición adquirida 1.Tumor 2.Hidrocefalia 3.Infecciones (a) Panencefalitis esclerosante subaguda (b) Panencefalitis subaguda de la Rubéola (c) Sífilis congénita con demencia infantil (d) Aspectos psiquiátricos del virus de inmunodeficiencia adquirida (Power y Johnson, 1995; Moss et al., 1994; Lwin y Duggan, 1996) 4. Factores endocrinos (a) Malfunción del tiroides (b) Trastornos metabólicos degenerativos progresivos (c) Adrenoleukodistrofia (Bakos et al., 1995) 5. Aminoácidos: Fenilketonúria 6. Lípidos (a) Enfermedad de Tay-Sachs (b) Enfermedad de Niemann-Pick (c) Enfermedad de Batten (Lipofuscinosis neuronal ceroide) (d) Degeneración cerebromacular infantil 7. Mucopolisacáridos: Síndrome de Hurler 8. Carbohidratos: Galactosemia 9. Síndrome de Rett 10. Síndrome de Landau-Kleffner (Mouridsen, S.E., 1995) 11. Enfermedad de Wilson (Vitorovic y Lieina, 1996) 12. Enfermedad de Huntington 13. Autismo y trastornos pervasivos del desarrollo (Tonge et al., 1994) Una aproximación multiaxial a los trastornos de la conducta Consecuencias físicas Consecuencias en la educación Diagnosis Consecuencias Bases anatomopatológicas neuroconductuales causantes de la demencia, anormalidades neurológicas, y/o medicación Mitos familio-culturales patología mixta Reacciones del niño y su entorno Efectos familiares adversos Baja autoestima trastornos psiquiátricos reactivos Efectos adversos en la escuela Desde un punto de vista teórico, las relaciones entre cerebro y trastornos de la conducta en la infancia, facilita la apertura de una ventana con una vista privilegiada a los predeterminantes biológicos del desarrollo psicológico. Desde un punto de vista práctico, necesitamos saber mucho más de los procesos mediadores si queremos aumentar nuestra efectividad al prevenir y tratar trastornos psiquiátricos en niños con problemas neurológicos en general, y demencia infantil en concreto. Un apunte inicial necesario es el recordar que no porqué el niño tenga a la vez problemas neurológicos y psiquiátricos, podemos inferir que la patología neurológica/orgánica causó los problemas psiquiátricos. Para que esta diferenciación quede más clara, en el diagrama adyacente he utilizado los axis biológico, psicológico y social de la tradición anglosajona para distinguir entre las consecuencias orgánicas y psicosociales de un trastorno demenciante, a la vez reconociendo que estas consecuencias están con frecuencia íntimamente relacionadas, y que en la práctica clínica su diferenciación es, muchas veces, una utopía. La evidencia de que los trastornos cerebrales pueden producir directamente algunos tipos de psicopatología infantil es más que discutible. Primeramente, existen casos parecidos en adultos de relación directa entre cerebro y comportamiento (Lishman, 1987). Segundo, diversos fármacos tienen un efecto adverso en el comportamiento del niño, por ejemplo, barbitúricos en hipercinesia. Tercero, las bases orgánicas parecen ofrecer la mejor explicación para la variedad de asociaciones neuropsiquiátricas específicas en la infancia, como por ejemplo la asociación entre el síndrome de Prader-Willi y los característicos problemas del sueño y del apetito (Cassidy, 1984), o la asociación entre el síndrome de Lesch-Nyhan y la severidad de los episodios autolesivos (Christie et al., 1982). Los trastornos que pueden causar demencia, desencadenan multitud de circunstancias psicosociales adversas. Problemas físicos pueden llevar a que los otros chicos los intimiden, a una autoimagen desfavorable, y a una disminución de oportunidades para interaccionar con otros niños. Hospitalizaciones repetidas pueden afectar las amistades y predisponer a problemas conductuales, tal vez como consecuencia de sucesivas separaciones de la familia. Problemas del aprendizaje, y una baja inteligencia están asociados con una proporción mucho más alta de problemas psiquiátricos en niños con patología cerebral, de la misma manera que lo están en la población infantil general. Existen diversas razones para esta asociación, incluyendo la frustración generada por el fracaso escolar, y el impacto en la autoestima. De la misma manera que las anormalidades en el cerebro tienen consecuencias neuroconductuales de tipo orgánico, como por ejemplo hipercinesia o una afectación de la habilidad de descifrar claves sociales y emocionales, estas consecuencias orgánicas pueden tener efectos adversos en las relaciones familiares y los patrones de socialización del niño. Las actitudes y las creencias de la familia y del entorno del niño también tendrán un impacto considerable. Agenda para los padres El sentimiento de vergüenza por haber tenido un niño “defectuoso” puede ser difícil de llevar para los padres. Una madre me dijo: “me siento avergonzada delante de mi familia. Mis padres querían un nieto, y yo tuve un niño tal y como ellos querían, pero con parálisis cerebral”. También estaba preocupada que la llegada del hijo estropease su matrimonio y las expectativas de futuro de su hija, “que era normal”. Ciertamente una proporción importante de las parejas siguen juntos, pero a menudo el padre se refugia en su trabajo o pasatiempos, dejando a su pareja el cuidado diario de su hijo. “Se compró un coche nuevo, todo y que teníamos problemas de dinero. Mientras daba de comer al niño, lo veía en la calle limpiando el coche con un cuidado desmesurado, como si de un niño se tratara, nuevo y sin defectos”. El desarrollo de demencia en el niño, con la posibilidad de que el orígen sea genético, a menudo pone de manifiesto problemas sexuales. Es como si el acto de hacer el amor que creó al niño, pasase a simbolizar que el sexo pudiera ser, por si mismo, perjudicial. El invitar a estos padres a un grupo con otros padres en las mismas circunstancias, normalmente ayuda a superar esta fase. A pesar de esto, la decisión de tener otro hijo va a ser difícil de tomar. Algunos padres se sienten mejor si rápidamente construyen una familia “normal” alrededor del niño con problemas, pero en cualquier caso, llegado este punto, deberíamos ofrecer la posibilidad de recibir consejo genético. Otra dificultad que podemos encontrar es el adquirir un equilibrio entre la sobreprotección del niño, y el ignorar los problemas, como creyendo que si lo hacen lo suficiente, la dificultad desaparecerá. En cierta manera este punto se puede extender a las expectativas de los padres en los hijos en cualquier hogar. Los hermanos y las hermanas de estos niños generalmente no reciben la atención y el apoyo que necesitan. Cuando tienen problemas en la escuela les dicen que se están volviendo como él. Si lo están haciendo muy bien, alguien dirá que están compensando por las dificultades del hermano. Si se enfadan con el hermanito, les dicen que se tendrían que sentir apenados por él, y si ignoran su violencia hacia ellos, les dicen que son unos calzonazos. La Escuela Aquí el dilema radica en la dicotomía integración versus segregación. Cada cierto tiempo, el péndulo de opinión entre las hipótesis de que el niño con demencia evoluciona mejor en escuelas especiales, o integrado en el sistema educativo general. Parece ser que el factor determinante es que la escuela, sea del grupo que sea, tenga una moral alta, buena dirección, y ofrezca una buena relación con los padres. Algunas veces, en una escuela normal, el niño con demencia pasa las horas en una esquina, sin demasiada atención, y por otro lado, en otras ocasiones, una escuela especial puede estar envuelta en una espiral de pesimismo. Prevención y Tratamiento de Problemas Psiquiátricos Debido a que niños con demencia desarrollan otros problemas psiquiátricos, y porqué la combinación de problemas físicos y psiquiátricos representa una carga considerable para los padres y los maestros, éstos parecen un blanco lógico para intervenciones diseñadas para prevenir problemas psiquiátricos. Hjern y Nylander (1964) concluyeron que los niños con una lesión cerebral tenían una probabilidad menor de desarrollar problemas psiquiátricos si a sus padres se les había dicho que las consecuencias de la lesión eran generalmente transitorias, y que sus hijos se beneficiarían de una progresiva reintroducción a las actividades normales. Los problemas psiquiátricos de los niños con demencia pueden ser tratados de la misma manera que las dificultades de este tipo de niños sin problemas neurológicos. El enfoque biológico en el tratamiento no es ni más ni menos útil que en psiquiatría infantil ordinaria. No hay una base empírica, por ejemplo para tratar el trastorno de conducta de un niño demente con carbamazepina en lugar de con terapia conductual o educando a los padres, simplemente porqué el nuño tiene una patología orgánica cerebral. Terapia familiar, individual, o de grupo, por ejemplo en la escuela, también deberían ser consideradas al planear el tratamiento, al igual que cualquier otro tipo de enfoque (drama, arte, etc.) que podríamos considerar en otras circunstancias. En términos del enfoque psicofarmacológico, vale la pena poner énfasis en cinco puntos concretos: Primero, las indicaciones y el tipo de medicación varían muy poco de la práctica ordinaria, de manera que su utilización se puede revisar en cualquier tratado de psiquiatria infantil o psicofarmacología. Segundo, epilepsia no es una contraindicación absoluta para utilizar neurolépticos o antidepresivos, a pesar de que estos fármacos pueden incrementar la frecuencia de las convulsiones. A nivel práctico, un incremento en la frecuencia de las convulsiones raramente es problema, y puede ser solucionado ajustando la dosis de anticonvulsionante. De los neurolépticos utilizados normalmente, pimozida, tioridazina y haloperidol probablemente tienen un efecto menor en el umbral de las convulsiones que clorpromazina (Lishman, 1987). Tercero, a pesar de que las lesiones cerebrales son mencionadas frecuentemente como un factor de riesgo para las discinesias tardías inducidas por neurolépticos, no hay evidencia sólida para mantener esta afirmación (Kane & Smith, 1982). Cuarto, los estimulantes pueden ser muy útiles para los niños hipercinéticos que también sufren de demencia, a pesar de que el riesgo de una reacción disfórica a la medicación puede ser mayor que en otros niños hiperactivos. Dexamfetamina es el estimulante de elección para niños hipercinéticos que sufren de epilepsia, ya que aumenta el umbral para una convulsión, mientras que el metilfenidato lo baja. Finalmente, cuando niños con epilepsia desarrollan problemas conductuales, el cambiar la medicación a veces ayuda. Los problemas de comportamiento pueden mejorar de manera bastante dramática, por ejemplo, si los niveles tóxicos de fenitoina se reducen, o si fenobarbitona se cambia por carbamazepina. Obviamente, cualquier cambio en la medicación antiepiléptica deberá ser discutido con el pediatra del niño. Bibliografía Bakos, J.T., Goen, P., Ogden, A., Brown, F.R., Karaviti, L.P. (1995). Adrenoleukodystrophy: a link between adrenal insuffiency and school performance. Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 80(10), 28692872. Brown, R.M.A., & Perkins, M.J. (1989). Child sexual abuse presenting as organic disease. British Medical Journal, 299, 614-615. Cassidy, S.B. (1984). Prader-Willy sindrome. Current Problems in Paediatrics, 14, 1-55. Christie, R., Bay, C., Kaufman, I.A., Bakay, B., Borden, M. & Nyhan, W.L. (1982). Lesch-Nyhan disease: clinical experience with 19 patients. Developmental Medicine and Child Neurology, 24, 293-306. Hjern, B. & Nylander, I. (1964). 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